
-General David Eisenhower, tras la liberación de los campos de exterminio ARBEIT MACHT FREI
El trabajo os hará libres.
Este lema, forjado en hierro sobre una puerta en el sur de Polonia, recibió a dos millones de hombres, mujeres y niños considerados “criminales” y “subhumanos” por los líderes del Tercer Reich. De estas personas desplazadas a la fuerza, la gran mayoría nunca volverían a salir vivas por esa puerta.
Porque habían entrado en Auschwitz, el mayor matadero del siglo XX, y la única forma de libertad era “chimenea arriba”: sus cadáveres despojados de recursos valiosos para el Reich eran arrojados en hornos crematorios y carbonizados hasta quedar reducidos a cenizas, que eran a su vez arrojadas sin ceremonia alguna en los pantanos del río Vístula.
En este lugar dos millones de personas fueron asesinadas de forma sistemática. Fueron asesinadas con armas, con fuego, con inyecciones de fenol, gases tóxicos y bombas de fósforo. Algunos murieron debido a las enfermedades, el exceso de trabajo, el hambre o los golpes de la porra de un kapo. Fueron separadas a la fuerza de sus familias, obligadas a desnudarse en público, obligadas a permanecer de pie e inmóviles durante varios días seguidos, obligadas a trabajar descalzas en medio de ventiscas heladas, obligadas a participar en torturas sádicas consideradas “experimentos médicos” por el Reich, obligadas a ver cómo sus hijos ardían; pero la verdad es que semejantes atrocidades eran sólo el principio. Cuando todo terminaba, después de haber sufrido todo tipo de obscenidades, atrocidades e indignidades horribles, todos morían. Fin. Chimenea arriba.
Y la verdad, cuando se hacen cuentas, todo en Auschwitz estaba dirigido a matar. Asesinar. No era, estrictamente hablando, un campo de concentración; ese término implica cierto enfoque en la encarcelación –la posibilidad, por ligera que sea, de cambio, de liberación final- de “libertad mediante el trabajo.” Pero esa esperanza no existía en Auschwitz. Según la ideología nazi, los prisioneros que se encontraban en este lugar eran biológicamente incapaces de reformarse; nadie fue liberado del más secreto de los campos, y el hecho de que un prisionero estuviese dispuesto a trabajar y fuese capaz de ello sólo era relevante porque posponía lo inevitable. Cuando un prisionero entraba por las puertas de Auschwitz, se le afeitaba la cabeza y se le tatuaba un número inscrito en los registros del campo, se encontraba en esencia bajo una sentencia de muerte. Algunos prisioneros duraban más que los demás, pero todos avanzaban hacia el mismo final –la misma libertad final.
Y por eso llamemos a Auschwitz-Birkenau lo que fue y lo que es: un campo de la muerte. Un campo de ejecución.
Auschwitz cesó toda su actividad asesina en 1945, pero sus ruinas permanecen hoy, un museo memorial en Polonia y la Necrópolis más grande de las Tierras de las Sombras de Occidente. Quienes visitan el museo, incluso cincuenta años después, sienten un ambiente inquietante, una sensación palpable de opresión y aprehensión. Y tienen razón, porque ni el tiempo ni la muerte han reducido la rabia, el odio y el dolor de los residentes incorpóreos de Auschwitz.
Los judíos de la posguerra han inventado un chiste irónico sobre el destino de los judíos europeos: los pesimistas se exiliaron; los optimistas terminaron en los campos de la muerte. Y la mayoría de los supervivientes de la posguerra aceptan que para permanecer vivos en las fauces de Auschwitz fue necesario cultivar una especie de exilio mental y emocional, una especie de aislamiento –de hecho, una voluntad concentrada en vivir que bordeaba con la obsesión. Quienes intentaron mantener su dignidad y su naturaleza humana (¡O que Dios nos asista, esperar que otros lo hicieran!), quienes se negaron a luchar por una patata más o por un trozo de pan mohoso, quienes se negaron a mirar hacia otro lado cuando abusaban de su compañero de habitación, quienes se negaron a apartar las cabezas de los enfermos de tifus en su lucha por las letrinas –pues bien, murieron.
Los Muertos de Auschwitz lo saben por partida doble, porque muchos de ellos terminaron en medio de la lucha de alguien por sobrevivir. La mayoría de los Muertos de Auschwitz se han llevado un último y similar recuerdo –la culata de un rifle rompiéndoles el cráneo, la cuchara de gachas arrebatada de sus dedos rígidos por otro prisionero, la traición de un rival que les arrebató un trabajo aceptable en el campo – y lo conservan en sus regazos incorpóreos, acunando el dolor como si fueran los bebés que les arrebataron y enviaron a la cámara de gas.
Y como fue en vida, también lo es en la muerte. Y así, a pesar de los mejores esfuerzos de unos pocos, Auschwitz es hoy una colmena supurante de odio, irremediablemente comprometida por la presencia de los Espectros. Todavía queda por ver si el trabajo y el esfuerzo terminarán liberando a los dybbuks de Auschwitz –o si el Olvido será su única libertad.
UNA HISTORIA DEL INFIERNO
Mein freund! Es geht immer welter, immer welter! (¡Amigo mío! ¡Sigue y sigue, y sigue y...!)
-El Dr. Josef Mengele, en un momento reflexivo, de la novela Auschwitz, de Miklos Nyizsli
1940 – ORDEN DE ASESINATO
En la primavera de 1940 el Reichsführer Heinrich Himmler decidió la construcción de un campo de concentración en el territorio conquistado de Polonia. El lugar seleccionado se encontraba en los páramos pantanosos que rodeaban el río Vístula, en el lugar donde se habían alzado unos establos y barracones durante el período de dominio austriaco. Estos barracones se encontraban cerca del pueblo polaco de Osweicim (germanizado en “Auschwitz), y de ahí deriva su nombre el mayor matadero del mundo occidental.
Para llevar a cabo su tarea, Himmler nombró a un funcionario gris, discreto y blando, a quien los informes han descrito con el parecido de un tendero o verdulero normal. Pero este hombre, Rudolph Höss, había estado interno en una prisión, había servido en el campo de Sachenhausen y conocía muy bien la dinámica para dirigir una instalación de concentración. Bajo la dirección de Höss Auschwitz pasaría de unos establos donde vivían unos pocos cientos de pueblerinos a convertirse en el mayor centro de matanza del mundo –y el propio Höss se haría famoso como el mayor asesino de masas de la historia.
Pero todo eso todavía se encontraba en el futuro. La Conferencia de Wannsee, en la que el Tercer Reich emitiría sentencia de muerte sobre todos los judíos europeos, todavía no se había celebrado; en principio, el campo de Auschwitz estaba pensado para albergar a los prisioneros políticos polacos. Después de que Höss hubo inspeccionado el lugar, su subordinado, el Rapportführer Gerhard Palitzch, llegó con los primeros 30 prisioneros de Auschwitz –endurecidos criminales alemanes. Palitzch nombró a estos primeros prisioneros kapos. (El prisionero nº 1 fue Bruno Brodniewicz, que fue nombrado “veterano del campamento” y se convirtió en compinche y compañero inseparable de Palitzch.) De esta manera comenzó el dominio de los triángulos verdes en Auschwitz, un dominio que duró durante toda la historia del campo de concentración y contribuyó de manera importante a la miseria de los futuros internos.
Al poco tiempo 728 prisioneros polacos fueron trasladados al naciente campo de concentración, y muchos más llegaron después. Naturalmente, era necesario vigilar a esos criminales, así que los 15 guardianes de las SS originales fueron rápidamente reforzados con 100 más. Con el tiempo llegarían 3.000 y los barracones se convertirían en antros infectos de vicio, donde los guardianes alemanes comían, fumaban y bebían hasta no poder más con los alimentos, el tabaco y las viandas robadas a los muertos.
A medida que la población del campo aumentaba también se construían nuevos edificios: la chimenea del primer crematorio –anteriormente un bunker de municiones- se elevó sobre los pantanos Sola, y pronto le siguió el bloque de castigo –el infame Bloque 11. Y pronto comenzaron los castigos –las primeras ejecuciones de prisioneros políticos polacos comenzaron en el Bloque 11 el 22 de noviembre.
A finales de 1940, 7.879 prisioneros habían sido encerrados en Auschwitz. En 1945, más de 2 millones de personas habían entrado por las puertas del campo, y sólo unas pocas miles seguían vivas.
AUSCHWITZ Y ESTIGIA
¿La verdad sobre Auschwitz? No existe una sola persona que pueda contar toda la verdad sobre Auschwitz.
-Josef Cyrancewizc, Primer Ministro de Polonia y antiguo prisionero de Auschwitz.
Auschwitz.
El nombre ha salido de los labios azules y marchitos de más de un Señor de la Muerte, mientras en su cámara de consejo, un puntero Moliado señala un mapa de almas forjadas de las Tierras de las Sombras para detenerse sobre un punto destacado en el sur de Polonia. El nombre ha aparecido en las canciones de los Juglares y en las fantasías de los Soñadores: últimamente el nombre ha aparecido con alarmante frecuencia en las predicciones de los Oráculos. Y francamente, los Señores de la Muerte no saben qué hacer.
Porque los Señores de la Muerte gobiernan el Imperio de Estigia, y para asegurar su territorio deben mantener por lo menos cierto control sobre las Necrópolis que se encuentran dentro del territorio geográfico del Reino Oscuro de Hierro –y Auschwitz se encuentra en ese territorio, no hay cuestión al respecto. Sin embargo, en las Necrópolis habituales (hasta donde una ciudad de estructuras bizarras y barrocas puede considerarse “habitual”) la población de Wraiths se incrementa poco a poco, pues las almas llegan en sucesivas generaciones. El habitante medio de una ciudad, incluso el más violento, muere de forma relativamente pacífica y sin problemas, o por lo menos no está atormentado por una vida que no llegó a vivir. Y de esta manera la Jerarquía puede pacientemente registrar a esas pocas raras avis que se convierten en los Muertos Sin Reposo, y discretamente sitúan a sus agentes en función de las necesidades.
En Auschwitz –en apenas 20 km cuadrados de territorio- dos millones de personas fueron masacradas en sólo cinco años. La mayoría de estas víctimas fueron separadas a la fuerza de sus seres queridos u obligadas a ver cómo los mataban, murieron de formas dolorosas y humillantes, o fueron ejecutadas por ofensas que sólo pueden describirse como sin sentido; un número grotesco y desproporcionado de víctimas eran niños o adolescentes, arrastrados a la muerte antes de tener la oportunidad de descubrir la vida.
En otras palabras, Auschwitz fue un terreno de cría para los Muertos Sin Reposo. Durante una “selektion” surgían más Wraiths que durante el paso de una generación en una ciudad europea. Los muertos se alimentaron de los recuerdos de sus parientes vivos, que pronto se unieron a ellos; edificios y objetos Reliquia aparecieron como hongos después de la lluvia y cualquier esperanza de la Jerarquía de introducir un control gradual desapareció totalmente en un ataque relámpago de la corrupción del Olvido.
Y de esta manera, los servicios de espionaje de Estigia reconocen con temor que el Campo de los Muertos es la segunda mayor Necrópolis del mundo occidental y la mayor de las Tierras de las Sombras de Occidente. Detrás de los vientos aullantes, las vallas siseantes y el alambre forjado de almas de Auschwitz, puede bien encontrarse la mayor amenaza militar en potencia a la que el Reino Oscuro de Hierro se ha enfrentado: Como mínimo decenas de miles de Wraiths furiosos y vengativos –si es que todavía quedan Wraiths. Y los Señores de la Muerte murmuran, no hace falta decir que los habitantes fantasmales de Auschwitz sean Wraiths, Espectros u otras cosas, no deben recordar ni ver con buenos ojos al régimen militar, burocrático y estructura de la Jerarquía –o a los líderes que lo dirigen…
1941 – LA PERFECCIÓN DE LA MATANZA
El año comenzó bien para Rudolph Höss y las SS. Tras varias reuniones con los ejecutivos de la compañía I.G. Farben, las SS llegaron a un acuerdo para proporcionar trabajadores esclavos para que construyeran fábricas de la I.G. Farben en la cercana ciudad de Buna. (Para proporcionar espacio para la operación, el personal de Auschwitz deportó a los judíos de la zona) I.G. Farben aceptó pagar una cuota de cuatro Reichsmarks por día por cada trabajador cualificado y tres por trabajadores sin cualificar. Por supuesto, el dinero se pagaría a las SS, a los trabajadores.
El trabajo normalmente duraba 12 horas por día –con turnos rotativos entre los prisioneros de cuatro horas. Este trabajo se realizaba con 1.500 calorías al día y tres o cuatro horas de sueño. Se esperaba que los prisioneros fueran y volvieran del trabajo a pie –a menudo caminando varios kilómetros de distancia- y para evitar que las manos perezosas o torpes cometieran chapuzas, los prisioneros tenían que llevarse cinco ladrillos con ellos en el viaje de vuelta (que se hacía a paso de marcha).
A las compañías penales –bandas de prisioneros que recibían castigos especiales- se les encargaban proyectos especiales. Las compañías penales trabajaban en los proyectos más desagradables y laboriosos del campo de concentración, como excavar en las canteras de grava y los canales de desagüe. El trabajo duraba todo el día, incluso durante las pausas para almorzar y de descanso de los demás prisioneros (supuestamente inadecuados), y mientras los demás prisioneros se responsabilizaban de sus deberes, los kapos más sádicos supervisaban a los trabajadores penales. Los que se derrumbaban o no podían seguir eran golpeados hasta la muerte por estos kapos –y el ritmo de trabajo estaba especialmente diseñado para provocar ese colapso. En esencia, ser destinado a una compañía penal constituía una sentencia prolongada de muerte.
Tan impresionantes eran las actividades del campo de concentración – y a medida que se extendían las victorias nazis en Europa Oriental- que el Reichsführer Himmler, tras una visita a Auschwitz ordenó que las instalaciones se ampliaran para albergar 30.000 prisioneros. Además, Himmler ordenó la construcción de otro campo de concentración similar en la localidad de Brzezinka (germanizada como Birkenau), donde se instalarían no menos de 100.000 prisioneros de guerra. Himmler decretó que estos prisioneros trabajarían sin descanso para mejorar la máquina de guerra nazi –trabajando en los campos de la agricultura, industria, armas, y sobre todo, municiones.
Pero mientras el Alto Mando hacía planes para los prisioneros capaces de trabajar, también preparaba un destino más oscuro para los que no tenían tanta suerte. Aunque todavía tenía que celebrarse la Conferencia de Wannsee, los primeros brotes de lo que se convertiría en la Solución Final comenzaron a surgir sobre el sueño manchado por sangre de ejecución.
Las matanzas comenzaron despacio, de forma tentativa, como la primera caricia de un amante cuidadoso. Los primeros en morir fueron un contingente de enfermos y discapacitados, que fueron enviados a un hospital psiquiátrico de Königstein y gaseados con monóxido de carbono. La operación tuvo suficiente éxito como para que otros prisioneros discapacitados comenzaran a ser asesinados, mediante inyecciones de diversos productos químicos –benzina, fenol, evipan y peróxido de hidrógeno- en el corazón. Finalmente, de modo experimental, un grupo de 250 prisioneros enfermos y 600 soldados rusos fueron llevados a las entrañas del Bloque 11 de Auschwitz y gaseados con Zyklon B.
En ese momento las SS comenzaron ejecuciones en masa, disparando a los prisioneros en la nuca utilizando balas de calibre pequeño. Estos asesinatos se llevaron a cabo frente al muro entre los Bloques 10 y 11, que posteriormente sería conocido como “Muro de la Muerte.”
Sin embargo, en retrospectiva, quizás el suceso más terrible de 1941 fue el comienzo de la construcción del campo de Birkenau, donde se llevarían a cabo la mayoría de las ejecuciones en la cámara de gas. La construcción de Birkenau comenzó en octubre de 1941, justo cuando el invierno comenzó a helar las llanuras de Polonia. Cumpliendo su papel como campo de la muerte, Birkenau comenzó a reclamar víctimas incluso antes de estar terminado, pues los prisioneros debilitados que participaron en su construcción murieron en oleadas de hambre, agotamiento, frío y enfermedades.
LEBENSRAUM
Los barracones básicos de Auschwitz eran edificios alargados y bajos, recubiertos por un tejado de latón y aislado con papel alquitranado verde. Fueron construidos siguiendo el modelo de los establos de la zona, y con un uso normal, esos establos estaban diseñados para unos 50 caballos. Dentro de este espacio los nazis hacinaron aproximadamente 800 prisioneros –a veces hasta 1.000.
Se dormía –durante las tres horas aproximadas en las que se permitía dormir- sobre duras literas de madera de tres pisos de alto. Se esperaba que tres personas durmieran en el espacio diseñado para una persona, así que estallaban feroces peleas entre los prisioneros, que golpeaban, pateaban y arañaban a sus vecinos en un intento desesperado de obtener un centímetro o dos más de espacio. Los que perdían esas peleas tenían que dormir en el suelo.
Las instalaciones sanitarias eran una broma de mal gusto en el mejor de los casos. Los prisioneros tenían que pasar sobre los cuerpos de cientos de otros compañeros para llegar a la letrina, e incluso este esfuerzo era problemático, pues no era infrecuente que los kapos o los hombres de las SS acudieran para abusar de los prisioneros ocupados haciendo sus necesidades y con un repentino golpe de cruel regocijo los arrojaban y arrastraban sobre la orina y las heces. Además, si demasiadas personas se peleaban dentro o fuera de los barracones –y molestaban al veterano del bloque- podía simplemente declarar que se cerraba el acceso a los baños. De esta forma, muchos prisioneros, demasiado enfermos o temerosos de usar la letrina, se aliviaban en los cuencos que tendrían que utilizar para comer a la mañana siguiente.
Naturalmente, en esas condiciones, la higiene de los prisioneros y de la prisión se deterioró en breve. La mayoría de los cuerpos de los prisioneros se consumían en carcasas de piel llena de sarpullidos y pústulas y huesos frágiles, y los prisioneros se veían obligados a compartir sus barracones con ratas, garrapatas y otras alimañas. Algunas veces en mitad de la noche un grupo de ratas atacaba a un prisionero agónico, o que tenía una herida sangrante por una pelea.
APPEL
La lista.
¿Lo recuerdas? Era básicamente una actividad inofensiva en la escuela. Tú, con los demás niños, escuchabas tu nombre (o no) y cuando lo pronunciaban, respondías: “Aquí” o “Presente” o lo que fuera. Había quizás otros 20 o 30 niños en tu clase y así el recuento de la lista podía durar entre tres y cinco minutos.
Auschwitz también tenía su lista –la appel- y desde nuestra posición acomodada resulta difícil imaginarse por qué esta actividad se encontraba entre las más temidas del campo. Pues bien, el repaso de nuestra lista se producía dentro de una clase calentita (o medianamente cómoda), no en el exterior de un campo de concentración a las 4 de la madrugada, con lluvia o con sol, con temperaturas que podían caer con facilidad bajo cero. Además, en nuestra lista sólo había unas pocas docenas de personas, no decenas de miles –y de esta manera nuestro repaso de lista no duraba horas seguidas. Tampoco teníamos por qué quedarnos de pie, prestando atención desesperadamente durante todo el proceso –y tampoco teníamos que temer una paliza imprevista y aleatoria por parte de los individuos sádicos que pronunciaban nuestros nombres.
Todo el mundo tenía que ser contado –hasta los que habían muerto durante la noche. Sus cuerpos desnudos eran arrastrados al appel y mantenidos de pie por sus compañeros hasta que llegara el momento en que los muertos fuesen contabilizados correctamente y tachados de las listas del campo. Si quedaba un solo prisionero por contar nadie podía irse –y si un prisionero se había escapado, toda la compañía tenía que quedarse allí, en posición militar, hasta que el fugitivo fuese capturado (Los que se tambaleaban, desmayaban, se hacían sus necesidades encima, etc. normalmente eran golpeados hasta la muerte). Uno de estos recuentos de lista duró 20 horas –en mitad del invierno de Polonia.
COLORES
Durantes sus cinco años de actividad los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau acogieron una sorprendente variedad de prisioneros: judíos, socialistas, comunistas, asesinos, ladrones, delincuentes sexuales, Testigos de Jehová, soldados rusos, gitanos y una hueste de otros “indeseables” que pasaron bajo las puertas marcadas con el lema ARBEIT MACHT FREI. Todos sufrieron, todos recibieron los abusos de los guardias, y todos al final se enfrentaron al espectro de la chimenea.
Pero incluso en el más bajo y común denominador de los habitantes de un campo de concentración, no todas las víctimas sufrían condenas iguales; los servidores siempre obedientes del Tercer Reich realizaban un esfuerzo meticuloso para clasificar a los enemigos del estado según sus trasgresiones específicas.
Por supuesto, Auschwitz distinguía a sus prisioneros tatuándoles a la fuerza un número de serie en su antebrazo izquierdo, pero además adoptó la práctica, extendida en todos los campos de concentración, de clasificar a los internos según la infracción específica que hubieran cometido contra el estado. Estas categorías fueron delineadas mediante triángulos de varios colores cosidos en el hombro izquierdo y la pernera derecha del uniforme de cada prisionero.
Los prisioneros políticos –quienes fueron considerados enemigos del pensamiento y del estado nazi- llevaban un triángulo rojo, que simbolizaba el comunismo (aunque los comunistas no eran los únicos prisioneros políticos). Diversos militantes y simpatizantes de partidos y grupos antifascistas de izquierda, así como los miembros de la resistencia en los países ocupados, fueron castigados con el internamiento en los campos de la muerte. Los Triángulos Rojos constituían la mayoría del movimiento de resistencia en el campo de Auschwitz, y emprendieron una feroz lucha con los Triángulos Verdes por el control de las instituciones del campo que ofrecían a los prisioneros una probabilidad mayor de sobrevivir.
Los criminales ordinarios –alemanes o no- eran marcados con el triángulo verde. Los primeros 30 prisioneros, que fueron recompensados con posiciones en la jerarquía de la prisión, eran verdes. Debido a ello, el gobierno de los prisioneros de Auschwitz era en gran parte una herramienta de los Triángulos Verdes –a menudo (aunque no siempre) una banda feroz de ladrones, asesinos y violadores. Las SS favorecían a los Triángulos Verdes, en su mayoría arios (después de todo, no eran tan distintos) y los verdes devolvían esa “amabilidad” utilizando su posición como kapos para abusar y aterrorizar a los demás prisioneros, especialmente a los judíos.
Relacionados con los criminales, pero no considerados una amenaza tan grande, eran los portadores del triángulo negro: los “asociales,” los “elementos sin remedio” –un mezcolanza de alcohólicos, acosadores, proxenetas, ladrones de poca monta, prostitutas, gigolós y similares. Los Triángulos Negros, como los verdes, a menudo eran ciudadanos alemanes encarcelados por crímenes no políticos, y por lo tanto más aceptables que sus compañeros.
Entre otros colores se encontraba el triángulo rosa, utilizado para identificar a los homosexuales; el triángulo púrpura, para los Testigos de Jehová; y el triángulo marrón, para los gitanos.
Los varones homosexuales eran tratados de manera especialmente abominable, incluso en comparación con el resto de los internos del campo de concentración (Hasta los judíos abusaban de ellos). Se les asignaban las peores labores de las compañías penales e incluso se les hacía recoger nieve y otras tareas desagradables con las manos desnudas. El personal del campo se esforzaba por “curar” a los “rompeculos” obligándoles a acostarse con las prostitutas del campo de concentración. Si esta “terapia” no producía resultados, se utilizaban otros métodos –sodomizando a los homosexuales con el palo de una escoba introducida en el ano hasta el punto del empalamiento, a menudo produciendo heridas y hemorragias internas que resultaban letales. Algunos incluso sufrieron los experimentos médicos del campo para “curar” su condición, recibiendo lobotomías u otras operaciones cerebrales. Irónicamente los pederastas, violadores y otros delincuentes sexuales eran clasificados con triángulos verdes o negros, y de esta manera ocupaban una posición superior en la cadena de mando del campo de concentración que los gays.
Por supuesto, los judíos recibían una atención especial por parte del Tercer Reich, y por lo tanto eran obligados a llevar un triángulo amarillo además de cualquier otro triángulo de clasificación. Este triángulo se llevaba bajo el triángulo de clasificación e invertido en relación al mismo, formando una estrella de David de seis puntas. Naturalmente, los judíos no eran nada en el orden del campo (aunque algunos judíos hábiles podían mejorar su suerte como los demás prisioneros). Sufrían implacablemente a manos de los kapos, a los que les gustaba demostrar su sumisa devoción a las SS pegando palizas a cualquier “puto judío” que se ponía a su alcance.
Tristemente, los prisioneros manifestaban más odio hacia los prisioneros de otros triángulos que hacia sus carceleros. La furia que podría haberse reservado para un levantamiento contra las SS era dirigida hacia los miembros más vulnerables de un grupo rival. Los rojos odiaban a los verdes; los prisioneros alemanes odiaban a los judíos; los eslovacos despreciaban a los húngaros; y por encima de todo los prisioneros veteranos tenían un completo desprecio hacia los zugangi (recién llegados). Cada grupo peleaba, manipulaba e intrigaba para colocar a sus miembros en posiciones en la jerarquía del campo de concentración –aunque eso significara condenar a otros prisioneros a la cámara de gas.
Lo más triste de todo es que fue este sistema de clasificación más que las armas de los carceleros o el alambre electrificado, lo que mantuvo en marcha la maquinaria de terror de Auschwitz. El propio Rudolph Höss admitió en sus memorias: “En el campo de concentración, las rivalidades eran mantenidas con pasión por la administración y fomentadas de forma constante para evitar cualquier movimiento importante de solidaridad entre los prisioneros…sin la ayuda de esas rivalidades habría sido imposible mantener a miles de prisioneros a raya sin importar lo fuerte que fuera el liderazgo del campo…”Divide y vencerás” no sólo se utiliza en la alta política, sino también en el funcionamiento de un campo de concentración.”
LOS PRISIONEROS SOVIÉTICOS
El campo de concentración de Auschwitz tenía una localización ideal para recibir la carne conquistada durante la guerra relámpago nazi en Europa Oriental, y de esta manera el campo pronto acogió prisioneros de guerra de la Unión Soviética. Aproximadamente 10.000 soldados soviéticos fueron llevados a Auschwitz durante el año 1941. Cuando llegó el verano de 1942 sólo quedaban vivos unos pocos cientos.
El destino de esos soldados fue terrible incluso dentro de Auschwitz. Los nazis obligaron a sus prisioneros a marchar a pie desde el frente ruso sin comida. En las paradas durante la marcha, se permitía a los soldados buscar comida en los alrededores, alimentándose de ratones, gusanos y todo lo que podían encontrar. No es una sorpresa que los supervivientes llegaran a Auschwitz convertidos en esqueletos famélicos.
Llegados al campo, los misericordiosos nazis los pusieron a trabajar de inmediato –y no hace falta decir que tampoco fue una sorpresa que el índice de muertes se elevase a la estratosfera. Muchos soviéticos caían muertos trabajando, incluso se ahogaban engullendo nabos y patatas; otros simplemente vagaban debilitados, demasiado débiles hasta para consumir los alimentos que se les daban. Lo peor del sufrimiento de los soviéticos se produjo durante la construcción del campo de Birkenau, en el invierno de 1941. Obligados a trabajar medio desnudos, hundidos en el fango hasta las rodillas y con un tiempo gélido, hasta los soviéticos más robustos y sanos sucumbieron a la neumonía, infartos y otras causas de muerte..
Algunos soviéticos sobrevivieron devorándose unos a otros. Los casos de canibalismo se volvieron endémicos entre los soldados soviéticos y era habitual que los nazis encontraran un cadáver soviético medio comido y abandonado despreocupadamente en mitad de los campos de Birkenau o en los canales de desagüe. Los hambrientos soviéticos también peleaban continuamente entre ellos por las raciones de comida, llegando al punto de matarse a golpes o arrojarse unos a otros contra las vallas electrificadas.
Los nazis estaban más que contentos de deshacerse de los soviéticos eliminados por sus propios compañeros. Periódicamente los hombres de las SS se presentaban en la sección soviética del campo de concentración, “seleccionando” soviéticos y golpeándolos hasta la muerte con picos y palas. De hecho, el índice de muertes entre los soviéticos era tan elevado que el Krema (crematorio) I de Auschwitz (el único operativo en 1941) no podía incinerar todos los cadáveres. En su lugar fueron enterrados en una fosa común en Birkenau.
Hoy, Los Sin Reposo que quedan de los soldados soviéticos todavía embrujan Birkenau, especialmente en las cercanías del Sheol y en el lugar de su fosa común. Como corresponde al horror de su encarcelamiento y muertes, todos los soviéticos se convirtieron en Espectros, y constituyen una de las bandas más temidas del lugar (Los pocos soviéticos que no se convirtieron en Espectros tras su muerte fueron completamente consumidos por sus antiguos camaradas roídos por el Olvido). Supuestamente los Espectros soviéticos son dirigidos por una Aparición poderosa, que recibe el nombre de Koshchei el Inmortal. Según todos quienes lo han visto Koshchei es una bestia brutal y monstruosa, tan cruel hasta la médula como sus antiguos carceleros; de hecho se rumorea que se alimenta de los Corpora de dybbuks capturados.
1942 – LA SOLUCIÓN FINAL
Con el “descubrimiento” del Zyklon B, Rudolph Höss se dio cuenta rápidamente de que había encontrado algo interesante. La ejecución con Zyklon B era rápida, eficaz, relativamente barata y libraba a los hombres de las SS de tener que escuchar los gritos de los prisioneros ejecutados a punta de pistola. Era la solución perfecta para el decreto de Heinrich Himmler de que Auschwitz tenía que ser el matadero industrial de los judíos de Europa Oriental.
Y así, tras haber engrasado los engranajes en 1941, los nazis pusieron en movimiento las ruedas de la máquina de matar. En enero de 1942 se produjo el primer gaseamiento en masa de judíos enviados específicamente a la muerte. Tras esta “ceremonia de inauguración”, los gaseamientos se produjeron de forma regular. Estos asesinatos en masa se realizaban en una granja especialmente adaptada para ese propósito y los cuerpos se enterraban en fosas comunes (los días de los grandes crematorios todavía no habían llegado).
Los nazis también utilizaron otros métodos de asesinato. Los prisioneros arios de los hospitales de Auschwitz y los incapacitados seguían recibiendo inyecciones de fenol en el corazón, otros prisioneros eran ejecutados con tiros en la nuca y por lo menos en una ocasión, un grupo de prisioneros enfermos fueron llevados y hacinados en una sección cerrada de Birkenau y golpeados hasta la muerte con porras. Sin embargo, Rudolph Höss reconocía la eficacia cuando la veía, y de esta forma Auschwitz se convirtió poco a poco en el sinónimo del uso de cámaras de gas y Zyklon B.
En 1942 el campo de concentración también se amplió exponencialmente, como una pústula infectada en la piel de un paciente de tifus. Vagones de ganado llegaban de toda Europa –Francia, Eslovaquia, Bélgica, Yugoslavia- para descargar su carga humana, y en la primavera de 1942 llegaron las primeras mujeres al campo. Para su desánimo y vergüenza, las mujeres fueron procesadas de la misma manera que los hombres, y para vestirlas, los nazis les dieron los uniformes que les habían retirado a los soldados soviéticos muertos.
Sin embargo, tan pronto como llegaban nuevos prisioneros al campo, el personal de Auschwitz trabajaba febrilmente para asegurarse de que los viejos prisioneros dejaran sitio de forma permanente. Höss comenzó a autorizar la selección periódica de los prisioneros. Los seleccionados eran subidos en camiones y llevados a una instalación de detención, y de allí eran enviados a una de las cámaras de gas.
Fue también en 1942 que el Reichsführer Himmler visitó el campo, y entre otras cosas presenció una “operación especial” de principio a fin. Debió de quedar impresionado: ascendió a Rudoplh Höss al rango de teniente coronel y ese mismo año emitió un decreto por el que todos los judíos debían ser transferidos a los campos de Auschwitz y Majdanek.
Antes de marcharse, Himmler ordenó a Höss que acelerara la construcción de Birkenau. Se convertiría en el principal campo de exterminio en Europa y todavía quedaban muchos, muchos judíos esperando su traslado y muerte. Los prisioneros trabajaron febrilmente bajo los ojos vigilantes de los kapos y sus porras dispuestas a golpear al menor impulso, y a menudo se les forzó a trabajar hasta la muerte para acelerar el final de la construcción de Birkenau.
Y de esta forma comenzó de verdad la Solución Final, y demasiados judíos optimistas quedaron realmente convencidos de que se habían equivocado. Auschwitz-Birkenau ya no pretendía ser un mero campo de concentración –un lugar donde incluso los criminales y subhumanos tendrían la oportunidad de ser mantenidos y valorados como fuerza de trabajo. Era un campo de la muerte.
Como si el Cielo o el Infierno aprobaran la confirmación de la nueva función del campo, epidemias de tifus aparecieron afectando a prisioneros y guardias por igual. Los portadores eran rápidamente puestos en cuarentena y ejecutados. Finalmente, desesperado, Höss hizo que los cadáveres de las fosas comunes fuesen exhumados y quemados (esta acción también alteró de forma irrevocable los Grilletes de algunos Wraiths y Espectros que habían comenzado a merodear por el campo).
VENENO: PARA LA DESTRUCCIÓN DE LOS PARÁSITOS
Na, gib ihnen schon zu fressen. (Todo bien, dadles algo para masticar)
-El Oberschaarführer Moll, dando la orden de exterminio en Auschwitz-Birkenau
El principal medio de exterminio en el campo de Auschwitz fue un gas letal manufacturado por la compañía Degesch; este gas fue bautizado como Zyklon o Cyclon B. El término “Cyclon” era un acrónimo de los nombres de los principales componentes del gas: cianuro, clorina y nitrógeno. Antes de su uso en Auschwitz, el Zyklon B era un pesticida que se usaba para exterminar ratas y cucarachas. Dejaba un matiz azulado cuando se extendía, coloreando las superficies de las cámaras y habitaciones en las que se utilizaba.
Aunque el comandante del campo Rudoph Höss describe en sus memorias que las muertes de los gaseados eran indoloras y pacíficas, otros relatos más cercanos cuentan una historia distinta. Varios miembros de los sonderkommandos asignados a saquear y eliminar los cadáveres afirmaron en términos nada dudosos de la aparición “ovillos de cuerpos”: montículos de torsos extendidos y miembros enredados y apuntando al techo, que los prisioneros más fuertes aplastaban a los compañeros más débiles en un intento frenético e histérico de escapar del gas; cuerpos recubiertos de arañazos, laceraciones y moratones provocados por los prisioneros que intentaban usar a sus compañeros como escaleras vivas para conseguir unos segundos más de aire; dedos rotos y brazos dislocados en una lucha frenética e inútil tratando de romper las paredes; sangre brotando de las narices y de los pulmones rotos y bocas y rostros tan azules y deformados por el terror y la locura que eran prácticamente irreconocibles; y toda la cámara manchada de orina y heces, ya fuese por el terror o por los espasmos de las entrañas en sus últimos momentos agónicos. La muerte, aunque segura, para nada era instantánea (especialmente debido a que los eficientes nazis utilizaban la cantidad mínima de gas para matar y ahorrar) y los restos hinchados de los restos de las víctimas indicaban claramente la agonía que habían sufrido.
UNA GARRAPATA PUEDE MATAR
Los internos que habían tenido la suerte de sobrevivir al laberinto de horrores en que se habían convertido sus vidas cotidianas todavía tenían que enfrentarse a una legión de amenazas invisibles. Enfermedades de todo tipo estaban extendidas por todo el campo, especialmente el tifus y la disentería.
El tifus es una enfermedad terrible que se caracteriza por pústulas supurantes, moratones y abscesos; lenguas ennegrecidas; fiebre; vómitos negros y presión craneal. Era transmitido por los parásitos corporales, piojos, chinches y garrapatas, que se habían convertido en una presencia endémica del campo y se alimentaban de la sangre y el pus de las diversas heridas y hemorragias sin tratar de los prisioneros. Los brotes de tifus provocaban miles de muertos –prisioneros y guardias por igual- y todos los habitantes de un barracón infectado de tifus a menudo eran enviados en masa a las cámaras de gas.
La disentería es un desorden gastrointestinal caracterizado por la incapacidad del cuerpo para retener alimento, que es procesado como una sangrienta diarrea. Los enfermos de disentería muestran rostros verdosos y descoloridos y emiten un hedor rancio. La disentería no es tan contagiosa como el tifus, pero es igual de letal.
SELEKTION
A su llegada los prisioneros judíos eran obligados a pasar por un proceso conocido como selektion. Tras bajar de los vagones de ganado que los transportaban, las víctimas eran llevadas hasta un médico de las SS, que inspeccionaba a los recién llegados para asegurarse de que estaban capacitados para el trabajo manual. Los que parecían lo bastante sanos como para trabajar eran apartados a la derecha y posteriormente llevados al campo. Los discapacitados, los ancianos, los niños de menos 14 años, las mujeres embarazadas y otros individuos que parecían demasiado débiles para contribuir eran apartados a la izquierda y preparados para la ejecución.
Dentro del campo se producían más selecciones periódicas, normalmente durante las festividades judías, y los nazis, siempre vigilantes, trataban de protegerse contra las epidemias de tifus y eliminaban a los débiles y enfermos. Durante esas inspecciones a los prisioneros –hombres y mujeres- se les ordenaba que se desnudaran y se presentaran ante un médico de las SS. A los prisioneros que parecían sanos y no demasiado escuálidos se les permitía vestirse y volver al trabajo. Quienes no tenían tanta suerte eran apartados para las cámaras de gas.
1943 – LLAMAS DEVORADORAS
En la primavera de 1943 los Kremas de Birkenau fueron terminados, uno tras otro. Estos crematorios –un total de cuatro- empequeñecían el crematorio ya activo de Auschwitz. Ahora la Solución Final podía proceder más rápidamente.
Cargamentos de judíos de toda Europa llegaron para encontrarse con la muerte. Algunos cargamentos eran enviados en su totalidad a las cámaras de gas; otros pasaban por un mecanismo de selektion y los fuertes eran separados de los débiles. El gaseamiento y la quema de cadáveres continuaban día y noche (Höss estimó que se podían exterminar hasta 20.000 prisioneros en un día), y de esta manera el humo negro y el olor acre de la carne humana quemada se extendió por todo el campo.
Sorprendentemente hacia finales de año la vida en Auschwitz mejoró –aunque de forma marginal. Las acciones de Höss como comandante de Auschwitz le hicieron conseguir una promoción de Inspector de Campos de Concentración, y para ocupar su puesto el Alto Mando nombro a un teniente coronel de las SS, Arthur Liebehenschel. Liebehenschel demostró ser algo suave para lo que era habitual en las SS: se esforzó por limitar las palizas aleatorias de los kapos a los prisioneros; incrementó un poco las raciones de alimentos; e incluso hizo instalar una piscina, concediendo el privilegio de nadar en ella como un premio a los prisioneros que se comportaban especialmente bien (Liebehenschel tomó el mando en noviembre –en medio del brutal invierno de Polonia- pero la intención es lo que cuenta).
LOS SONDERKOMMANDOS
Naturalmente los nazis no querían detener la odiosa tarea de eliminar los cadáveres de sus víctimas, así que prepararon la formación de escuadrones especiales de prisioneros judíos con este propósito. Estos escuadrones recibieron el nombre de Sonderkommandos.
Las tareas de un sonderkommando incluían limpiar los cadáveres de los recién ejecutados con mangueras, para eliminar la orina y las heces evacuadas en los espasmos de la agonía; romper las mandíbulas de los cadáveres y arrancar los dientes y empastes de oro; afeitar los cuerpos y recoger el pelo para utilizarlo en la industria nazi; y finalmente arrojar los cadáveres a los hornos de los crematorios.
A cambio de realizar estas tareas siniestras, los prisioneros del sonderkommando eran tratados considerablemente mejor que los demás prisioneros. Se les permitía elegir ropas cómodas y funcionales de los almacenes del campo en lugar de los uniformes harapientos infestados de parásitos que llevaban sus compañeros de los barracones. Recibían comida decente y abundante en comparación con el rancho habitual. Se les concedían espacios de vivienda relativamente amplios, y tenían una probabilidad mayor de sobrevivir en el campo que los internos habituales.
Pero los nazis no querían correr el riesgo de que las noticias de sus crímenes llegaran al mundo exterior –así que cada escuadrón de un sonderkommando tenía una expectativa de vida de cuatro meses. Cuando terminaba ese período, el sonderkommando era llevado a los bosques cercanos y fusilado hasta la muerte. De hecho el primer deber de cada nuevo sonderkommando era deshacerse de los cadáveres de sus predecesores.
RASSENBIOLOGIE
Mientras la máquina de guerra nazi devoraba enormes extensiones de Europa, el Alto Mando del gobierno nazi comenzaba a preguntarse qué iba a hacer con las hordas de prisioneros de los territorios conquistados. Una de las principales razones de haber comenzado la guerra había sido ganar Lebensraum (espacio vital) para los ciudadanos alemanes, así que los países eslavos del este serían colonizados y sus habitantes desplazados. Sin embargo, el esfuerzo de la guerra necesitaba mano de obra esclava, y los eslavos no parecían tan subhumanos como los judíos.
La solución que se acordó fue esterilizar a la población de Europa Oriental, y de esta manera se conservaría a la población como fuerza de trabajo para la guerra y al mismo tiempo se impediría su reproducción. El Reichsführer Himmler comenzó a aceptar todo tipo de propuestas de métodos rápidos, eficaces y baratos de esterilizar a grandes grupos de personas. Muchas de esas propuestas –que consistían en pseudo-medicina bizarra o incluso fetichista- fueron autorizadas por los “biólogos raciales” del Tercer Reich, y los cuerpos vivos o muertos de los prisioneros de los campos de concentración se convirtieron en sujetos experimentales. En Auschiwtz los doctores Clauberg y Schuhmann llevaron a cabo experimentos de esterilización.
Quizás el método más desagradable consistía en el uso de rayos X. El paciente desnudo era llevado a un laboratorio, y los genitales del prisionero eran irradiados repentinamente con rayos X. El proceso de irradiación carecía de protección de plomo, y en consecuencia los genitales del paciente a menudo desarrollaban quemaduras y llagas –que terminaban infectándose debido a la suciedad en la que vivían los prisioneros. Normalmente este efecto secundario se producía después de que el prisionero fuese enviado de vuelta al trabajo, y como esas molestias no se permitían porque interferían con su labor, los que no podían aguantar el escozor y dolor continuado a menudo terminaban en la cámara de gas. Las víctimas que seguían vivas de dos a cuatro semanas después eran llevadas de vuelta al bloque médico y esterilizadas físicamente, para que sus testículos u ovarios pudieran ser analizados y diseccionados.
El Dr. Clauber experimentó con un tipo distinto de esterilización, utilizando mujeres seleccionadas entre las prisioneras de Auschwitz y Ravensbrück (Los informes de la selección indican que el atractivo físico era uno de los principales criterios requeridos en los sujetos experimentales). Después de atar a las mujeres en una máquina ginecológica, el Dr. Clauber inyectaba productos químicos cáusticos en sus úteros (Debió estar especialmente preocupado por la eficacia del proceso; las autopsias posteriores de las víctimas revelaron que las inyecciones de Clauberg a menudo llegaban hasta el final del conducto uterino o incluso atravesaban la cavidad abdominal). Muchas de las víctimas murieron durante los experimentos o debido a infecciones posteriores; las que sobrevivieron fueron gaseadas.
1944 – LA MASACRE DE HUNGRÍA
Pero aunque las condiciones en el campo mejoraron algo para los gentiles, la situación de los judíos sólo iba a empeorar mucho más. La Solución Final se extendió para devorar Hungría y su enorme población judía.
El Alto Mando pronto se dio cuenta de que la importante misión de la erradicación de los judíos no podía confiarse a Arthur Liebehenschel, comparativamente humano frente a su predecesor Rudolph Höss; de esta manera en mayo de 1944, Höss fue destinado de nuevo a Auschwitz-Birkenau y se le dio el control completo sobre la aplicación de la Solución Final en Hungría.
Los trenes circulaban día y noche, llevando miles y miles de judíos húngaros. A ellos se unieron incontables miles de judíos polacos, supervivientes del fallido alzamiento de los ghettos de Lodz y Varsovia. A menudo los ocupantes de los trenes ni siquiera recibían una selektion, sino que eran enviados directamente a las cámaras de gas sin importar su salud ni su edad. Intelectuales y trabajadores; rabinos y criminales; hombres, mujeres y niños: no importaba. Himmler había decretado que en Auschwitz serían exterminados los judíos de Europa Oriental y durante todo el año 1944 la maquinaria del campo se dedicó a exterminarlos. El lugar nunca se libró del hedor a carne quemada.
En muchos sentidos la matanza alcanzo su auge en 1944. Casi 100.000 prisioneros vivían hacinados entre vallas de alambre de espinos, en barracones diseñados para los caballos. Secciones enteras del campo eran habitualmente puestas en cuarentena y sus ocupantes enviados a las cámaras de gas, y los nazis, preocupados por la invasión de los Aliados, comenzaron a acelerar la maquinaria de Auschwitz. El ritmo de muertes se elevó hasta un huracán frenético, y la maquinaria funcionaba alocadamente tratando de devorar a todos los judíos de Europa antes de que llegase el final cada vez más evidente…
Algo tenía que estallar, y saltó en otoño de 1944, cuando se puso en marcha un plan clandestino. Los miembros del sonderkommando nº 12 eran conscientes de su expectativa limitada de vida; habían sido advertidos por la resistencia del campo que la hora de su muerte estaba a punto de llegar y entonces el nº 12 –el único entre los sonderkommandos- tomó medidas para intentar una huida desesperada.
Trabajando con miembros de la resistencia del campo, el sonderkommando introdujo pólvora en las cámaras de la muerte en las que trabajaban. Su plan era volar uno de los crematorios como distracción, someter a los guardias, buscar un lugar en las vallas de alambre de espinos previamente aislada por la resistencia, cortar el alambre y correr sin parar hasta el río Vístula. Una vez perdidos en los bosques cercanos, intentarían unirse a los movimientos de resistencia polacos de la zona.
Una medida ambiciosa, y desde luego desesperada, ¿pero qué otra elección tenían?
Y de esta manera el sonderkommando nº 12 se rebeló y dos guardias de las SS fueron arrojados vivos a los hornos. En un extraño giro de los acontecimientos, los perros de las SS se negaron a atacar a los fugitivos (¿una intervención fantasmal o una mera coincidencia?). El Krema IV estalló y su tejado voló por los aires. Fue la victoria más tangible de la revuelta, pues el crematorio permaneció inactivo durante lo que quedaba de existencia del campo.
Por desgracia, los guardias de las SS consiguieron impedir que los dispersos trabajadores de los Kremas II, III y IV se unieran. Dispersos y derrotados, los supervivientes consiguieron abrirse paso a través del alambre de espinos y corrieron hacia el río Vístula, pero huyeron en la dirección equivocada. Fueron capturados de nuevo y ejecutados de forma sumaria con ametralladoras y lanzallamas. Al final los 853 hombres del sonderkommando nº 12 murieron –pero se habían llevado a 70 guardianes de las SS con ellos.
Los vengativos Muertos de Auschwitz no podían haber estado más contentos.
LA RESISTENCIA DEL CAMPO
Aunque desde 1942 en adelante Auschwitz fue especialmente diseñado para matar judíos, el campamento seguía manteniendo una gran cantidad de prisioneros políticos. Además, otros triángulos de prisioneros eran reclutados en los movimientos políticos que se encontraban detrás del alambre de espinos. De esta forma surgió un gran movimiento clandestino y antifascista entre los habitantes del campo de exterminio. Esta organización, que Höss bautizó como “la clandestinidad,” estaba dedicada especialmente a la supervivencia de sus miembros, pero también se esforzó por actuar contra las SS de cualquier manera, por pequeña que fuese.
La resistencia clandestina jugó un papel mortal en el ajedrez humano contra los Triángulos Verdes y las SS. La vida clandestina en Auschwitz se convirtió en una lucha continua para colocar “piezas” del propio bando –prisioneros leales a la causa clandestina- en posiciones de poder en el campo, donde pudieran acceder a alimentos y suministros adicionales, “perder” prisioneros demasiado enfermos para trabajar haciéndolos desaparecer en laberintos de burocracia y otras maneras de mantener vivos a los miembros de la resistencia. Sus objetivos a menudo se lograban a costa de los Triángulos Verdes, kapos sádicos o prisioneros que habían ofendido a los miembros de la resistencia y que “misteriosamente” eran llamados al hospital donde recibían una inyección letal en el corazón.
Hacia el final de la guerra, la resistencia había almacenado armas y granadas caseras, preparando una revuelta para cuando las fuerzas Aliadas estuvieran cerca del campo. Este alzamiento nunca se materializó, excepto el intento de huida abortado del sonderkommando nº 12.
Por supuesto, las SS eran rápidas tomando represalias contra cualquier miembro real, sospechoso o asumido de la resistencia. Las celdas del Bloque 11 de Auschwitz resonaban constantemente con los gritos de los prisioneros torturados brutalmente por las SS y la Gestapo en busca de confesiones o información.
EL CAMPO GITANO
La posición de Alemania con respecto a los gitanos nunca estuvo tan clara como su odio hacia los judíos; de hecho, varios gitanos sirvieron en el ejército nazi. De todas maneras, en el año 1942 Heinrich Himmler dio la orden de que todos los gitanos que no pertenecieran a las dos “tribus principales” (otra categorización de la rassenbiologie nazi) fuesen “reinstalados” en Auschwitz.
Durante la guerra más de 20.000 gitanos fueron registrados en Birkenau –marcados con un triángulo marrón y una forma especial del tatuaje habitual de Auschwitz- y encerrados en su propia prisión.
Este espacio para los gitanos era un cruce entre un ghetto y un zoológico; la suciedad y las enfermedades diezmaban a los gitanos de la misma manera que a los demás prisioneros. Rudolph Höss escribió animadamente sobre los gitanos, a los que llamaba sus “prisioneros favoritos.” El infame “Ángel de la Muerte,” el Doctor Josef Mengele, disfrutaba de la compañía de los niños gitanos. Pero el hecho es que a la altura del verano de 1944, 15.000 gitanos habían muerto entre la mugre de Birkenau.
El destino de los supervivientes no fue mucho mejor. El 2 de agosto de 1944, Höss ordenó la liquidación del campo gitano. Para engañar a los gitanos para que fueran a los crematorios, los guardias de las SS distribuyeron raciones de pan y salami y les dijeron que iban a ser deportados a otro campo. El engaño funcionó, y todos los gitanos supervivientes fueron gaseados del primero al último. Es interesante señalar que en el Mundo de Tinieblas, ninguno de los supuestos “protectores” vampíricos de los gitanos –ni los Gangrel, ni los Ravnos, ni los Tzimisce del Viejo Clan- levantaron una garra para detener la marcha de sus rebaños a las cámaras de gas.
1945 – LA MARCHA DE LA MUERTE
En 1945, el sonido de las bombas podía oírse rugiendo sobre el horizonte y resultaba obvio que la guerra pronto terminaría. La maquinaria de la muerte, que había eliminado eficazmente a tantas personas en 1944, comenzó a fallar en su ritmo hasta detenerse. No se produjeron más selektions; ni más gaseamientos; ni más ejecuciones.
El derrumbe inminente del régimen nazi era obvio. Los guardianes de las SS comenzaron a mostrarse abiertamente borrachos, y el terror aplastante del totalitarismo fue sustituido por una anarquía histérica. Los rumores circulaban continuamente: ¿matarían las SS a todos los prisioneros del campo? ¿Llegarían los soviéticos demasiado tarde? ¿Serían quemados todos los prisioneros para que nunca contaran el secreto de lo que había ocurrido en Auschwitz?
De hecho, muchas cosas comenzaron a arder: los registros del campo fueron quemados, y los almacenes con los despojos de millones de asesinados; y después los crematorios de Birkenau estallaron por última vez en ráfagas de fuego purificador cuando fueron volados por las SS, uno tras otro. La estación eléctrica de Oswiecim fue quemada por los bombardeos soviéticos, y el campo se hundió en la oscuridad.
Los prisioneros que quedaron sufrieron una multitud de destinos: algunos fueron fusilados sumariamente, mientras los débiles y enfermos fueron abandonados en el campo sin electricidad, alimento o agua. Sin embargo, la mayoría de los supervivientes fueron reunidos por las SS, formados en columnas harapientas y se les entregó una salchicha, una hogaza de pan y una manta. Les dijeron que Auschwitz estaba siendo evacuado y que debían marchar hacia Alemania (Por supuesto, no les dijeron que cuando llegaran a Alemania serían ejecutados, y así el secreto de Auschwitz nunca sería contado. Pero la mayoría de los prisioneros ya estaban familiarizados con lo que ocurría en el campo y no necesitaban que les dijeran algo tan obvio).
Los prisioneros sabían –y muy bien- que desobedecer a las SS significaba la muerte. Así que marcharon. Los que no podían mantener el paso fueron tiroteados. Los que se tambaleaban eran tiroteados. Los que se detenían para tratar de frotarse los pies congelados eran tiroteados. Quienes parecían a punto de huir a los bosques eran tiroteados.
Y los supervivientes marcharon y siguieron adelante. Muchos perecerían en esta última marcha fatídica. Algunos morirían en otros campos –en Dachau, en Buchenwald, en Gross-Rosen. Algunos vivirían, por así decirlo, hasta que los Aliados los rescataron del infierno y les dijeron –traumatizados, debilitados, decrépitos, consumidos como estaban- que intentaran olvidar lo que había ocurrido y comenzaran de nuevo.
LA LIBERACIÓN
Cuando los soviéticos llegaron el 27 de enero de 1945, habían avanzado a través de territorio hostil y se habían enfrentado en escaramuzas con los restantes SS del campo. Eran veteranos de la guerra más sangrienta en la historia sangrienta de su país, y gran parte de la carnicería había tenido lugar en su territorio. Conocían bien lo que era la muerte.
Pero nada los había preparado para lo que encontraron en Auschwitz-Birkenau.
Seiscientos hombres que parecían espantapájaros yacían dispersos por el terreno del campo, víctimas del hambre, el frío o las últimas balas de las SS. Los supervivientes –unos 7.600 en total- se arrastraron para recibir a sus liberadores o musitaron su agradecimiento desde los camastros en los que yacían. Eran un grupo diverso de todas las naciones, sexos y edades –y en el fondo sin saberlo las SS habían rechazado las teorías de su propio partido, porque al contemplar ese grupo de seres escuálidos, cubiertos de pústulas, sucios y llenos de parásitos, ¿quién podía distinguir a un ario de un judío, a un hombre de una mujer, a un humano de un monstruo?
Algunos supervivientes no pudieron ser salvados; algunos murieron por culpa de la comida que sus liberadores les dieron, pues sus cuerpos arruinados se negaron a aceptar los alimentos que se les habían negado durante tanto tiempo. Unos pocos consiguieron vivir, y contaron sus historias, y gracias a su coraje y tenacidad y su rechazo heroico a que el mundo olvidara lo que ocurrió, White Wolf ha podido publicar un libro como éste.
Y durante los cincuenta años siguientes un Telón de Acero cayó sobre Europa Oriental, marcando el fin de la tragedia de lo que había sido Auschwitz. Los terrenos fueron dejados más o menos intactos, un recuerdo de los dos millones de personas que habían desaparecido “chimenea arriba.” Se construyó un museo en el lugar, y el Mundo de Tinieblas continuó como siempre: los vampiros contabilizaron sus ganancias y pérdidas, y los hombres lobo sufrieron por las victorias del Wyrm. Los magos tristemente fruncieron el ceño ante la locura de los Durmientes, y los changelings lloraron impotentes por la pérdida de tanto Glamour. Y la gente –Durmientes, ganado, Vivos- que habían sufrido y muerto y provocado la muerte y el sufrimiento de otros: intentaron olvidar, reaccionaron con furia, se dijeron a sí mismos “nosotros no podemos haber hecho esto,” y de incontables maneras intentaron poner punto y final al infierno encarnado en la Tierra que había sido Auschwitz.
Pero para los Muertos sólo era el principio.