La Corona de Plata

Avatar de Usuario
Averroes
Mensajes: 8
Registrado: 26 Feb 2021, 01:26

La Corona de Plata

#1

Mensaje por Averroes » 24 Abr 2022, 19:47

Saludos. Iré colgando algunas traducciones que hice para libros que o bien nunca fueron traducidos o es casi imposible encontrarlos actualmente. Si bien estoy orgulloso de mi trabajo, si alguien considera que me equivoque en alguna traducción o si está se siente muy literal o poco profesional, por favor hacedmelo saber, mi intención es mejorar ante todo. Si este tema ya existe o ya se ha hecho con anterioridad me disculpo de antemano por ser incapaz de encontrarlo.
Imagen

Prologo

Selene y su locura estaban ocultas cuando el rey Morningkill celebró el banquete. Se ordenó que toda la tribu debería estar presente, bajo la luna nueva, sin excusas e independientemente que alguna misión diga lo contrario. Esa noche, ante todos, Morningkill reafirmaría su reinado sobre los Colmillos Plateados, sobre el Protectorado de la Región Norte y sobre todos los Garou de América. Incluso si solo él creyera en tales afirmaciones.
Greyfist gruñó en voz baja, un rugido casi inaudible desde el fondo de su garganta. El caballo que montaba relinchó y el miedo le hizo poner los ojos en blanco, las fosas nasales se dilataron cuando sus instintos le dijeron que huyera del depredador asesino que escuchaba y olía tan cerca. Greyfist recuperó el sentido común y puso su mano sobre el cuello del caballo, dándole palmaditas con calma y tranquilidad. "Ahí, tranquilo, Tiro. No hay nada por lo que preocuparse."
Ante las tranquilas palabras de Greyfist el caballo dejó de hacer cabriolas nerviosas y se apaciguó. Greyfist dirigió la montura hacia adelante para continuar su inspección del muro defensivo, el límite entre la Corte de Jacob Morningkill y el mundo exterior. Se maldijo a sí mismo por dejar que su rabia se apoderara de él.
¡Maldito sea, si él, de entre todos los Garou de la corte, no podía controlarse! No servía de nada ponerse nervioso por las cosas no se podían cambiar. Otros Garou — mejores Garou —antes de él ya lo habían intentado y todos fracasaron. No, sus quejas no cambiarían la mente del rey ni lo sanarían de su locura de tantos años.
Allí. Lo dicho. Locura. Ningún otro Colmillo Plateado se atrevería a admitir que el rey estaba loco, aunque seguramente lo estuviera. Excéntrico, señalarían. ¿Pero loco?, ciertamente no. Esa era la comidilla de los tontos fuera de la tribu, envidiosos de nuestra posición y estado. Negados del favor divino de Gaia, solo podían quejarse y rechinan los dientes, desesperados por la gloria divinamente dispuesta a los Colmillos. Mientras ellos tendrían que ganarse a través del trabajo duro el honor con el que nacieron los Colmillos. Greyfist escupió disgustado. Fueron tales pensamientos, tal arrogancia, la que había humillado a la tribu, la que había permitido que una locura como la de Morningkill pasará por tanto tiempo ignorada.
Pero pensar como Greyfist era una traición.
Entonces destrúyanme por traidor, pensó. Ah, qué fácil es hablar con tanta valentía en tu propia mente. ¿Pero encarnar este heroísmo? No, nunca. Seguiré escuchando al rey, accediendo a sus extrañas demandas. Así es el camino. Lo ha sido durante más años de los que la humanidad ha construido ciudades. ¿Quién soy yo para cuestionar tal tradición? Soy el senescal del rey. Pero no el propio rey. Solo él puede cambiar las leyes antiguas. Solo él puede revivir a la tribu.
¿Pero Morningkill...? Sus malditos celos y paranoia habían ahuyentado a todos los dignos sucesores. ¿Acaso todo terminaría con él? ¿El gran linaje real, la antigua familia de la Casa de Wyrmfoe? ¿La familia que había criado héroes como no se ven en el mundo de hoy en día? ¿Garous como Aleking Axeclaw? ¿Cómo Gorak Rige-por-Derecho?
El caballo se detuvo y retrocedió, relinchando de miedo. Greyfist agarró las riendas para evitar resbalar y volvió a acariciar el cuello del caballo. —Cálmate. Tranquilízate. Estoy en ello de nuevo, echando humo de tanta ira. Pero no sirve de nada, ¿verdad? —Lo siento, Tiro. Cálmate.
Pero el caballo todavía ponía los ojos en blanco y se apartaba del camino. Greyfist suspiró y desmontó, sujetando las riendas para evitar que el caballo saliera raudo huyendo. Se quedó quieto y lentamente atrajo al animal hacia él. El rocín dejó de temblar y se acomodó, mirando a izquierda y derecha con miedo, y finalmente soltó un fuerte suspiro y se quedó quieto. Greyfist volvió a palmear su cuello.
"Ahí. Así está mejor. ¿Qué hace un Garou montando a caballo, de todos modos? Te mereces algo mucho mejor amigo. No es fácil entrenar a un potro para que deje a un lobo encaramarse sobre su lomo. Pero a Morningkill le gustaban los caballos. Morningkill exigía caballos. Y así por tanto, como era nuestro deber, ahora nosotros los Garou montaríamos a caballo. Cuanta pompa esplendorosa. Cuanta vanidad. Y quien sino tú pagaría el precio”.
Greyfist miró a su alrededor mientras estaba de pie, todavía frotando el cuello del rocín. Estaba oscuro, sin luna para iluminar la noche. El paisaje era una masa de formas oscuras unas sobre otras, que vagamente recordaban a árboles. Había llegado al extremo norte del muro defensivo y ahora estaba rodeado por los árboles, apiñándose por todos lados excepto donde el sendero atravesaba el profundo desierto. Gracias a las leyes que protegían este sitio de la depredación humana, este era un lugar desértico que incluso los humanos evitaban, al igual que gran parte de la cordillera Green Mountain de Vermont. El Protectorado de la Región Norte cubría gran parte del sur de Vermont, pero Greyfist sabía que alguna vez se había extendido desde la isla de Manhattan hasta la frontera con Canadá, hace mucho tiempo atrás, cuando los Colmillos Plateados llegaron por primera vez al continente para convertir estas tierras en su territorio. Para arrebatarlas de manos nativas y grabar su nombre en ellas.
Greyfist escuchó. Antes de salir de patrulla, había usado el Don que le habían enseñado los espíritus para ver, oír y oler con los sentidos de un lobo sin realmente cambiar a la forma lupus. Los únicos sonidos que escuchó fueron los naturales de la noche. Insectos zumbando en el bosque, el leve susurro de los árboles en la brisa. En algún lugar más lejano, el débil murmullo de un arroyo. Aquí no había nada inusual o peligroso.
Se quedó quieto y lentamente acercó al animal hacia él. El caballo dejó de temblar y se acomodó, seguía mirando a izquierda y derecha con miedo, y finalmente soltó un fuerte suspiro y se quedó quieto. Greyfist volvió a palmear su lomo.
Greyfist volvió a subirse al caballo y le dio la vuelta, echó a andar por el sendero, de regreso al claro donde ya estaba comenzando el festín. Mientras cabalgaba, trató de calmar su ira. Estaba acostumbrado a estas diatribas cuando la frustración era demasiado para él. Se dio cuenta de que reaccionaba de forma exagerada la mayor parte del tiempo. Morningkill tuvo sus buenos momentos, después de todo. Fue un vástago de la Casa Real. Y cuando estás tan arriba, solo puedes caer, lástima que él cayera tan lejos.
Pero Greyfist recordaba al Jacob de su juventud. Entonces había confianza entre Jacob y Greyfist. Incluso hoy, Morningkill no confiaba tanto en ninguno de los Colmillos Plateados como en Greyfist. Pero, ¿por qué entonces no escucha los consejos de su consejero con más frecuencia? ¿Por qué insistía en escuchar a Arkady, el petulante Arkady Iceclaw? Amaba al joven héroe, supuso Greyfist. Quizás como al hijo Garou que Morningkill nunca había tenido. Al menos un hijo que estuviera a la altura de todas las tradiciones y expectativas, y no como el heredero real de Morningkill, su nieto.
Greyfist negó con la cabeza. Quería mucho a Morningkill, recordando al hombre que solía ser y que podría volver a ser. Si tan solo el rey pudiera sacudirse la locura. ¿De dónde vino esta paranoia suya? ¿Por qué en estos días tantos de la tribu fueron maldecidos con tales inquietudes? ¿Había caído realmente el linaje, como afirmaban los Señores de las Sombras? No, Greyfist no podía aceptar eso. Si empezaba a pensar de esa forma solo el Harano le seguirá.
Pero también... estaba el sueño. El sueño que había tenido hace tres noches. El sueño que lo había mantenido en vela casi todas las noches desde entonces, repensándolo una y otra vez, luchando por recordar cada detalle del mismo. ¿Pero fue un sueño o una visión? Malinterpretar tales cosas podría ser peligroso, mortal incluso, especialmente considerando los presagios que este reveló. Así que después de muchas horas de consideración, Greyfist creyó que su sueño había sido enviado por El Halcón, el espíritu tótem de la tribu. Pero todavía no podía decir qué significado tenía tal sueño para él, ni para Morningkill, ni para la tribu.
Un sueño de reyes caídos y recién coronados. De batalla y dolor. De una cámara opresivamente oscura, parecida a una catedral, donde una única tira inmaculada de plata resplandecía intensamente.
Greyfist se sentó en su silla y miró hacia el frente. Basta de cavilaciones se dijo. No tenía idea de lo que significaba el sueño: era un juego de imágenes dispersas, y aún no tenía suficientes pistas para descifrarlo. En lugar de eso, pensó en la seguridad del túmulo. Si bien él no tenía el título de Guardián, como senescal del rey era su deber asegurarse de que el lugar del consejo fuera seguro y que el rey no fuera amenazado. Así que se había encargado de patrullar las regiones periféricas, dejando la defensa central a la Guardián. Además, pensó que era mejor enfriar su rabia lejos de todo lo que acontecía en la corte.
Estaba seguro de que la Guardiana podría cumplir con el deber, a pesar de que todavía estaba sanando una herida grave sufrida en una de las misiones de Morningkill. El rey había enviado a Regina a buscar un fetiche tribal de la Camada de Fenris en las Adirondacks, y ella había tenido que desafiar a uno de sus héroes para obtenerlo. Ella había ganado, pero aún sentía el dolor de sus heridas.
Además, ahora se sentía en la obligación de tomar el rol de la Guardiana, al menos hasta que el joven Eliphas Standish pudiera ser ordenado. El Guardián anterior, Garrick Batell, estaba muerto, asesinado hace una semana en una cacería. Había sido atraído a la Umbra solo y ahí asaltado por una Perdición; su cuerpo había sido encontrado por una manada errante de la tribu Fianna. Eso había sido humillante, verlos traer de vuelta el cuerpo de su hermano de clan. No era correcto que un Colmillo Plateado no volviera a casa con su propia manada. Pero Garrick había sido estúpido, y eso era exactamente lo que un Garou no podía permitirse ser, no con el Wyrm siempre acechando, esperando una oportunidad.
El Senescal cabalgó de regreso al gran claro que formaba el túmulo y la corte del Protectorado de la Región Norte. Rápidamente examinó el campo. Las tiendas se erigieron siguiendo un patrón a lo largo del prado: las del norte eran para la Logia del Sol, mientras que las del sur representaban a la Logia de la Luna. Los toldos del norte eran blancos con pictogramas dorados; las carpas del sur negras con pictogramas plateados. Por detrás de ambas tiendas y al este, había enormes mesas de madera y sillas de respaldo alto, cada una marcada con el escudo de su dueño. La propiedad exigía un orden de asiento en la corte. La mesa del este, al aire libre y sin carpa, era para el Ejércitos del Rey, todos los Colmillos de Plata y criados de la corte que no formaban parte de ninguna de las Logias. La comida aún no había sido traída de la mansión cercana, la propiedad de Morningkill, aunque los más jóvenes de la parentela estaban poniendo las mesas en preparación al banquete.
Pero ninguno estaba sentado todavía, ya que todavía era la etapa introductoria de la fiesta. Tanto los Garou como su Parentela se mezclaron en el campo, participando en el cortés juego de saludos y chismes. Algunos Colmillos Plateados montaban a caballo, vestidos con un despliegue ostentoso para impresionar al rey, a quien le encantaban las actividades ecuestres. Todos vestían de gala, lo que para algunos significaba trajes o vestidos elegantes; para otros, fetiches de huesos o túnicas con cordones de oro. Una extraña mezcla de lo moderno y lo primitivo.
Y en el nexo de toda esta actividad, de todas las idas y venidas, saludos y bendiciones, estaba el Gran Roble, el árbol antiguo donde el trono del rey Jacob Morningkill había sido tallado entre sus poderosas raíces. Y en el trono, rodeado por Garous y parientes humanos de sangre noble, estaba el mismo Morningkill. El rey estaba vestido con las más brillantes galas, su túnica cosida en plata con ornamentados pictogramas que ilustraban el gran linaje de su familia. Sus brazos mostraban brazaletes de oro heredados de los tesoros de los antiguos reyes humanos que, sin saberlo sus semejantes, habían sido parientes de los Colmillos de Plata y solo habían servido como presentes a los nobles Garou. Y en la cabeza de Morningkill estaba la corona, tallada en madera y tachonada con joyas obtenidas por los reyes de antaño de reinos en el distante mundo de los espíritus.
Pero debajo de toda esta gloria solo había un anciano de rostro amargado, cuyos ojos se movían rápidamente en busca de una posible traición de los aduladores que pululaban a su alrededor.
Greyfist avergonzado, solo negó con la cabeza.
Los familiares humanos tenían el oído del rey y estaban aprovechando al máximo la oportunidad. Aparentemente hubo una disputa entre los Rothchild y los Albrecht, ya que Darren Rothchild y Warren Albrecht discutían ante el rey. Greyfist siempre estaba disgustado por tales exhibiciones mezquinas, pero tenía que perdonar a la parentela. No compartían el pleno renombre de sus padres o hijos, y por eso tuvieron que erigir su propio orden jerárquico. Los familiares eran importantes, porque llevaban la sangre de los futuros Garou, pero imitaban la noble burocracia de los Colmillos demasiado bien para el gusto de Greyfist. La suya era una vida de servidumbre por contrato y matrimonios concertados.
Pero, ¿dónde estaba Arkady? ¿Dónde estaba la propia manada del rey, su guardia personal? Greyfist hizo un reconocimiento visual del campo, buscando alguna señal de ellos. Inconcebible que llegaran tarde al consejo del rey. Sin embargo, Greyfist no los había visto antes de partir en su patrulla, y ahora no estaban a la vista. Tendría unas palabras con Arkady cuando finalmente llegara. Estaba malditamente cansado de su irresponsabilidad, siempre en busca de renombre. ¡Su lugar estaba aquí, maldita sea! Había suficiente gloria y honor en servir al rey, y Arkady tendría que aprender a vivir con ello.
El caballo de Greyfist de repente gritó y echó a correr, arrojando a Greyfist. Golpeó el suelo con fuerza y escuchó el chasquido de su clavícula, seguido rápidamente por un dolor agudo. Lo ignoró y se puso de pie, buscando a su caballo, que vio desaparecer rápidamente en el bosque. ¡Maldita sea! ¿Asustó el animal con tanta facilidad? Su ira no había sido tan fuerte esta vez...
Cuatro cuchillos afilados se clavaron en su espalda y cayó, gruñendo de dolor. Miró por encima del hombro para ver a un Garou en forma de Crinos parado detrás de él, sus garras chorreaban sangre – la sangre de Greyfist. El hombre lobo sonreía ampliamente, con una mueca enfermiza. La saliva brotaba de su boca como si surgiera de lo profundo de su garganta, más allá de su control. Su pelaje estaba terriblemente sarnoso y cubierto de manchas verdosas. Las orejas no eran las de un lobo, sino más bien se parecían a las de un murciélago. Un Danzante de la Espiral Negra, un hombre lobo de la tribu del Wyrm. Miró más allá de Greyfist. Hacia el trono.
La criatura saltó sobre Greyfist a la carrera. Greyfist trató de levantarse, pero el dolor lo golpeó con fuerza, lo que le hizo jadear. ¡El rey! ¡El rey estaba en peligro! Se concentró todo lo que pudo, tratando de no entrar en pánico, y comenzó a cambiar de forma. Sus músculos se hicieron más grandes y sus huesos siguieron su ejemplo, cambiando de forma y tamaño, formando rasgos de un colosal lobo. Ahora en forma Crinos, la forma de batalla, Greyfist se puso de pie.
A su alrededor, se desataba una guerra. Colmillos Plateados luchaban contra otros Danzantes de la Espiral Negra. Las dementes criaturas balbuceaban y rugían, mientras se arrojaban como maníacos a los atónitos Colmillos Plateados. Las mejores galas de la corte se tiñeron con el icor de la sangre y las tripas cuando atravesaron a los guerreros Garou por sorpresa.
Greyfist sopesaba todo esto mientras corría hacia el trono, moviéndose tan rápido como podía. “Corre más rápido” Gritaba para sí mismo, pero sus piernas no le respondían correctamente. La sangre todavía manaba por su espalda, aunque al cambiar su clavícula se había vuelto a colocar.
Ante él, Greyfist distinguió a su atacante Espiral Negra luchando salvajemente contra Regina, la Guardiana del Túmulo. Ella había perdido un brazo, pero a su vez eso le había costado a la criatura dos o tres costillas, que yacían ensangrentadas en el suelo. Su caja torácica estaba abierta de par en par, derramando vísceras, pero no pareció darse cuenta. Tenía la ventaja y estaba apaleando a Regina gravemente.
Detrás de ellos, sentado en su trono y mirando boquiabierto la pelea, estaba Morningkill. Los parientes que habían estado clamando por su atención hace menos de cinco minutos no estaban a la vista. Greyfist no podía culparlos. ¿Qué humano no huiría de un Danzante de la Espiral Negra?
Greyfist sacó su espada, su klaive y ágilmente se posicionó detrás del Garou maldito. Antes de que la cosa pudiera asestar otro golpe sobre la malherida Regina, Greyfist le clavó la espada de plata en la columna. Echó la cabeza hacia atrás y gritó, para morir un instante después.
Greyfist sacó el arma del cuerpo humeante y cojeó hacia Morningkill. "¿Estás bien, mi rey?" exclamó.
Morningkill lo miró aturdido un instante. Luego sacudió la cabeza como para aclararla y miró a Greyfist, sus ojos eran claros y brillantes. "Sí. Estoy bien. Lo has hecho bien, Greyfist. Un Media Luna tuvo éxito donde ninguno de mis Ahroun pudo". Dijo esto mientras miraba a Regina, quien lentamente se puso de pie.
"Ella dio su mejor esfuerzo, mi señor", dijo Greyfist mientras cojeaba hacia ella.
Regina le hizo un gesto de agradecimiento en silencio. Cogió su brazo amputado y lo acercó al muñón. "No te preocupes por mí", dijo. "Debemos poner al rey a salvo".
"No", dijo Morningkill. "Me quedaré en mi trono. Mi asamblea está a punto de dar inicio".
Greyfist miró estupefacto a Morningkill, quien se paró resueltamente ante el trono de roble. "¡Mi rey, el consejo ha terminado! ¡Los Danzantes han invadido todo el campo! ¡Debemos huir a un lugar seguro! "
Morningkill parecía confundido y miró hacia el prado. Greyfist también escaneó el área y vio, a lo lejos en el campo de batalla, a cinco Colmillos Plateados terminando con el ataque. Era la manada del propio rey. Arkady finalmente había llegado. En el campo había seis cuerpos tendidos de los Espiral Negra, sin incluir al atacante de Greyfist. Dos caballos yacían muertos, al igual que tres sirvientes de entre la parentela.
Greyfist miró a Arkady, que deambulaba por el campo, arrastrando el cuerpo de una de las Danzantes detrás de él como trofeo. Tan arrogante y confiado como siempre, pensó Greyfist. ¿Por qué no estuvo aquí antes?
"¿Lo ves?" Dijo Morningkill. "¡Mi guardia está aquí! ¡Arkady ha llegado! ¡Allá, en el campo! La batalla ha terminado. ¡Este día hemos ganado!" Comenzó a sonreír, pero la risa se le ahogó en la garganta cuando una figura saltó desde las ramas de la copa del árbol. Se precipitó hacia Morningkill y ambos cayeron rodando hechos un ovillo.
Greyfist corrió hacia el trono y atacó al Danzante de la Espiral Negra, cortándole la cabeza con un experto movimiento de su klaive. Rápidamente sacó el cuerpo sin cabeza y convulsionado de encima del rey.
Morningkill se quedó mirando a Greyfist, como si lo reconociera por primera vez en años. Las entrañas del rey estaban desparramadas en su regazo; su sangre se filtraba regando al viejo roble. Respiró entrecortado, tratando de decir algo.
Greyfist gritó de angustia. "¡Sanadores! ¡Sanadores! ¡Maldita sea!" Cayó de rodillas y acunó al rey en sus brazos. Morningkill susurró en voz baja y Greyfist, con lágrimas corriendo por sus peludas mejillas, inclinó su oído para escuchar las débiles palabras del rey.
"¿Mi nieto...?" Morningkill habló, poniendo los ojos en blanco para encontrarse con los de Greyfist. "Tráelo a casa." Los ojos del rey se cerraron y se dejó caer en los brazos de Greyfist, dejando escapar su último aliento.
Increpó Greyfist, apretando al rey contra su pecho. "Jacob… ¡Jacob!. ¿Por qué así? ¿Por qué?"
Greyfist escuchó pasos frenéticos acercarse y un sollozo de angustia. Miró hacia arriba para ver a Arkady, mirando a su rey muerto. Su rostro mostraba sorpresa y dolor a la vez, pero también una expresión de incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
"¿El rey? ¿Muerto?" Arkady dijo, casi en un susurro. Greyfist apretó los dientes y reprimió un rugido. "Muerto. El rey está muerto."
Regina cayó de rodillas, inclinó la cabeza y dejó caer el brazo amputado antes de que ella pudiera curarlo. Otros Colmillos Plateados ahora se reunieron a su alrededor, al igual que los Familiares de la corte. Todos miraron conmocionados y consternados el cuerpo de Morningkill.
Uno de los parientes gritó, comenzando un lamento que rápidamente se extendió por la multitud. Arkady echó la cabeza hacia atrás y soltó un aullido. Todos los Colmillos Plateados lo siguieron, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados por el dolor. Greyfist se les unió, y su aullido se mezcló con los lamentos de duelo de los ahí presentes, tan largo y amargo que se escuchó a través del bosque hasta los pueblos cercanos, donde la gente aferró sus sábanas con terror y se acurrucaron más profundamente en sus camas, tratando de acallar el terrible sonido.
Greyfist dejó a Morningkill en el suelo, envolviendo los brazos del rey sobre su pecho en una pose majestuosa. Se levantó y se acercó a Arkady, que era dos cabezas más alto que él. Arkady era una figura imponente de inmaculado pelaje blanco que contrastaba con su armadura de batalla de cuero negro. No obstante, el dolor de Arkady no igualaba a la ira de Greyfist.
"¿Por qué no estabas aquí?" Gritó Greyfist. "¡Tú eras su guardia, el guardián del Rey!"
Arkady miró a Greyfist y entrecerró los ojos con ira; Greyfist supo al instante que algo no estaba bien. Vio en los grandes ojos del Garou y supo que el dolor que ahora proyectaba era una cortina que estaba por descorrerse, que su dolor por la muerte de Morningkill no era tan genuino como primeramente su aullido le había hecho creer a Greyfist.
"Tratamos de llegar aquí, mi manada y yo", dijo Arkady con su marcado acento ruso, dando un paso adelante y forzando a Greyfist a mirarlo hacia arriba. "Pero fuimos atacados fuera del muro defensivo por los Danzantes de la Espiral Negra. Cuando los acabamos y llegamos al fin, la batalla ya había comenzado".
"¿Pero cómo? ¿Cómo pasaron a los guardias?"
"¡Míralo! ¡Al otro lado del campo!" Arkady se dio la vuelta y señaló el prado. "¿Ves? Agujeros del suelo. Vinieron por debajo de nosotros. Quién sabe cuánto tiempo habrían estado excavando hacía aquí, secretamente y en silencio para que ninguno de nosotros lo supiera. Esto estaba planeado, ¿Da? Sabían bien cuándo atacar".
Greyfist miró fijamente los tres agujeros en la tierra. Así que eso es lo que asustó a Tiro, pensó. No fui yo. Él sintió a esos malditos engendros moviéndose debajo de nosotros.
"Así que Garrick el Guardián fue asesinado a propósito, para asegurarse de que nuestras defensas estuvieran bajas", dijo Greyfist, todavía mirando las oscuras aberturas que daban a la tierra.
"Sí, senescal. Así debió ser", dijo Arkady.
Greyfist se preguntó cuánto tiempo habían estado allí, planeando su ataque. Cuando se volvió hacia Arkady, el Garou había subido al trono y estaba empezando a dirigirse a la asamblea.
"Mis amigos", dijo Arkady. "Esta es una gran tragedia que sufrimos esta noche. Nuestro rey ha muerto. ¡Pero vivirá en nuestras canciones!" Los guerreros Colmillo Plateado vitorearon eso, desesperados por tener alguna esperanza de salir de su congoja. "En dos noches, cuando la luna esté en cuarto creciente, celebraremos su Rito de la Muerte para que pueda unirse al lado de los reyes que estuvieron antes que él, en nuestra tierra espiritual. Siempre será recordado y se hablara bien de él".
Greyfist asintió mientras otros Colmillos Plateados volvían a vitorear. Sí, Morningkill debe ser recordado. Por sus buenas cualidades, y no por las malas.
"¡Pero es hora de que consideremos a nuestro nuevo rey!" Arkady gritó.
¿Qué es esto? Pensó Greyfist, entrecerrando los ojos con ira. ¡Es demasiado pronto! ¿El cuerpo de Morningkills todavía está tibio y Arkady ya habla de la sucesión?
"¡Sí, sé que es apresurado, pero el enemigo nos ha encontrado en nuestra misma corte! ¡Debemos tener rápidamente a nuestro nuevo rey!"
Greyfist dio un paso adelante. "¡Esto es demasiado pronto! Deberemos revisar las filas. Morningkill dejó solo un sucesor de su primera familia..."
"¡Pero está en el exilio, Senescal!" Arkady gritó para ser escuchado. "Él es indigno y, por lo tanto, un miembro de otra familia real debe gobernar".
"Pero no hay otras familias reales en el Protectorado del Norte. ¡Tomaría demasiado tiempo convocar a alguna de otro protectorado!"
"Ah, pero aquí es donde te equivocas, Senescal. ¡Peter, mi compañero de manada!" Hizo un gesto a un Garou entre la multitud. "¡Diles lo que hemos descubierto en nuestra última misión!"
Peter caminó hacia adelante y subió al trono. Era muy conocido aquí, de renombre, miembro de la propia manada del rey y, por lo tanto, honorable. Puso su mano sobre el hombro de Arkady y miró por encima de la multitud.
"Todos conocemos la historia de Arkady, cómo llegó a nosotros después de viajar por Europa, sin hogar. Cómo apenas escapó de los horrores de su madre patria, Rusia, cuando era un niño pequeño, antes de su Primer Cambio. Cómo el pariente que lo trajo clandestinamente de esa peligrosa tierra se creía perdido y muerto. Pero no. ¡Lo hemos encontrado, al hombre que fue padre de Arkady! "Estaba viejo y débil, todavía lastimado por las heridas que había recibido hace tanto tiempo tratando de defender al pequeño Arkady de aquel engendro del Wyrm. Le había dicho a Arkady que corriera cuando la criatura lo atacó hace ya tantos años, interponiéndose en el camino para defender al pequeño, que aún no era un Garou. El hombre había viajado desde entonces, tratando de encontrar a Arkady de nuevo, para contarle sobre su herencia. Y mientras tanto, él lo había creído muerto.
"Finalmente encontró a Arkady, hace dos noches, ya en su lecho de muerte reveló esta gran noticia: ¡los bisabuelos de Arkady eran del Clan de la Luna Creciente! ¡Arkady es descendiente de los Siete! Él es de la realeza y, por lo tanto, debe ser el siguiente en suceder a Morningkill al trono del Protectorado de la Región Norte!"
La multitud estalló en un aullido masivo. ¡Esto era maravilloso! ¡Se había encontrado a un miembro de la realeza, y él era uno de los suyos! ¡Arkady era uno como ellos e iba a ser rey!
Pero Greyfist no aulló con el resto. Se apartó del trono, donde Arkady sonreía con júbilo mientras los Colmillos Plateados aullaban y cantaban sus alabanzas. Greyfist sabía que esto estaba mal. Oh, podía creer que Arkady era de la realeza, de acuerdo. ¿Quién no lo iba a creer, con un pelaje así y ese porte suyo? Pero Greyfist sospechaba que Arkady había estado al tanto de su herencia todo este tiempo, que esto no era un secreto recién descubierto. No, no estaba bien; aun había otro que estaba en la fila para el trono antes que Arkady. Había otro miembro de la Casa de Wyrmfoe, la primera familia del Protectorado del Norte.
Greyfist sacó a Eliphas Standish de la multitud y lo alejó de la reunión. Eliphas parecía molesto y seguía mirando hacia el trono, sin querer perderse nada. Pero sabía que no debía ignorar las órdenes del Senescal, que ahora era Rey hasta que Arkady fuera coronado.
"¿Qué pasa?" Dijo Eliphas. "¿Qué es tan importante para perdernos el anuncio de Arkady? Este es un gran momento".
"Controla tu lengua babeante, cachorro", dijo Greyfist. "Quiero que vayas a la ciudad de Nueva York".
"¿Qué? Pero la semana que viene me nombrarán Guardián. Tengo muchas obligaciones...”
"¡Sí, la semana que viene! Pero todavía no. Debes ir a Nueva York y traer a Lord Albrecht de regreso".
Eliphas miró a Greyfist. "¿Albrecht? ¡No puedo hacer eso! ¡Está en el exilio!"
"Ya no lo está. Fue la última petición de Morningkill, lo dijo con su último aliento. ¿Vas a negar el mandato final del rey?"
Eliphas miró hacia abajo avergonzado. "No, por supuesto que no. Si el rey declaró el exilio terminado, entonces no puedo…" Levantó la cabeza y miró a Greyfist, preocupado "¿Pero que pasara con Arkady? Si Albrecht deja de estar exiliado de la corte, entonces él sería el siguiente en la línea de sucesion, no…"
Greyfist asintió. "Exactamente. Y Morningkill lo sabía. Así que, ve y no le digas ni una palabra a nadie. Debes hablar de esto solo conmigo y con Albrecht. Solo para que sepas lo importante que es esto, lo declaro una Misión del Tribunal. ¿Entiendes? "
"¡Sí!" Dijo Eliphas, dándose cuenta de que significaría un gran honor para él si lo lograba. "Volveré con él mañana."
"Entonces ve." Greyfist vio a Eliphas irse inmediatamente; el chico ni siquiera se molestó en despedirse de nadie en la corte. Eso era bueno. El cachorro sabía seguir un dictado de la Corte.
Greyfist miró a Arkady, quien ahora lo miraba con el ceño fruncido, obviamente preguntándose qué estaría haciendo Greyfist. Greyfist le sonrió y asintió con la cabeza al noble Luna Creciente recién revelado. Arkady le devolvió la sonrisa, pero era una sonrisa débil, llena de incertidumbre.

Editor completo

Volver a “Hombre Lobo”