
El 26 de junio de 1284 los habitantes de la villa de Hamelin en la Baja Sajonia, fueron salvados por un cazador de ratas que con el sonido de su flauta atrajo a los roedores fuera de la ciudad y provocó que se ahogaran en el río Weser, acabando así con una peligrosa epidemia. Cuando fue a recoger su pago, el alcalde de Hamelin lo rechazó, incluso acusándole de haber traído a las ratas en primer lugar.
Enfadado, el flautista volvió a hacer sonar su flauta y se llevó a los niños de Hamelin. No está claro cuál fue el destino de los niños. Según las versiones fueron llevados a un reino maravilloso, o que fueron devueltos cuando el alcalde, arrepentido, aceptó pagar al flautista. Las versiones más siniestras afirman que los niños se ahogaron en el río como las ratas.
En cierto sentido, esta historia muestra la manera de actuar de los Piskies, ayudando a la gente humilde a solucionar sus problemas, pero al mismo tiempo castigando a los desagradecidos. Como el flautista de Hamelin, algunos Piskies que ayudaron a salvar comunidades de amenazas diversas terminaron siendo expulsados o rechazados. Pero semejante actitud no podía quedar sin respuesta, y los Piskies, especialmente los Oscuros, estaban más que dispuestos a enseñar una lección.
Otros afirman que la historia del flautista de Hamelin no está relacionada con los Piskies, sino que en realidad habla de uno de sus primos sombríos, los Spriggan, conocidos por llevarse niños. Incluso se dice que el flautista en realidad ocultaba la identidad de un Spriggan que durante el siglo XIII engatusó a numerosos niños para llevárselos de sus hogares. Esta sombría figura, cuya verdadera naturaleza sigue siendo desconocida se dice que habría sido el responsable de haber provocado la Cruzada de los Niños, que llevó a miles de niños y adolescentes de Europa hasta los puertos del Mediterráneo, donde fueron cargados en barcos por mercaderes sin escrúpulos y vendidos en el Norte de África como esclavos.
Y hay quienes dicen que el flautista ni siquiera era un duende o un hada, sino algo todavía más siniestro…
Hasta el día de hoy está prohibido tocar música en la Bungelosenstrasse(“la calle sin tambores”) de Hamelin, supuestamente el lugar donde los niños de la ciudad fueron vistos por última vez.