Noche 1 Escena 1
Otra noche más, otra serie de oportunidades para que me puedan joder. Así de sencillo. Está no es una noche usual, porque aquello en el fondo de mi mente está dando más guerra de lo normal, exige un poco más de atención. No quiero que se salga de control, no es buena señal. Porque cuando el control y poder son las variables que dominan tu existencia, perder uno de los dos es riesgoso. Perder ambos es señal de debilidad.
Sé que se calmará. Tomaré un baño caliente, sé que la señora Patricia antes de irse me ha preparado el baño con las sales especiales. "Comeré" algo y luego vestido saldré a ver lo que me espera allá afuera. Tengo unos cuantos pendientes, especialmente en materia de formación. Además de contactar con mis proveedores. Será una noche ajetreada.
Ya aseado y habiendo "comido" algo estoy de mejor humor — o eso quiero creer— así que me siento a leer un rato. Es lo que me pide el cuerpo.... Bueno, una parte de él. La otra me pide... Mejor no pensar en ello.
No he pasado la primera página del texto que iba a leer cuando el maldito teléfono móvil salta. Un perolito. Me asombra que después de tanto avance, ahora estamos paranoicos todos. Después de mucho aparato digital hemos vuelto a los viejos analógicos. Lo cierto es que nunca debimos dejarlos de lado.
Lo dejo sonar un rato más. Que arda el mundo, que yo seguiré en lo mío. El interesado llamará o volverá a enviar un mensaje de texto. Leo un poco más, y el aparato comienza a hacer ruido, llegan un mensaje tras otro. No es una buena señal.
En efecto, no es nada bueno. De nuevo es mi Señor. Mal momento, mal tiempo, mal padre oscuro. Me pide que salga de casa, y me ponga en contacto con un jodido bagre. Hay algo que debemos buscar, que el bagre, llamado Johnny es clave. Y, lo más importante, debemos adelantarnos al alguacil. Bufff como si esa mierda importará.
La Torres de Marfil en Caracas se estrelló. Cuando Xavier de Xincao y el Príncipe cruzaron el paramos, todo se vino abajo. Los malditos chuptoteros anarcas salieron de todos lados, como cucarachas, ellos soliviantaron a los ñangaras en el poder y boom, en principado está arrinconado en un pedacito de la gran Caracas, mientras que una horda de marginales y sus secuaces sacos de jugos hacen de las suyas en el resto del territorio.
¿Qué hace la jodida torre? Pues nada, resistir, mantenerse a la defensiva y preservar más tradiciones. Los bárbaros están en la puerta, tratando de tirarla abajo y nosotros, soñando con Arpías, Elíseos, manteniendo las formas. Pero bueno, yo solo soy un pobre indio más, ya veré qué puedo hacer cuando me toque a mí.
Me cambié colocándome ropa cómoda, porque algo me decía que pasaría la noche andando de un lado a otro. Una vez listo salí.
—El carro está listo —me dijo Samuel, el ghoul de mi señor. Así que asentí y dejé que me llevará hasta donde se había acordado. Iría de los Palos Grandes a La Avenida Solano, eso creo. No presté atención alguna de la ruta tomada. La verdad es que la ciudad ha cambiado tanto en las últimas décadas, que molestarse en saber cómo se llaman las calles no tiene mucho sentido. O, al menos para mí que no suelo andar en la calle.
Ahora, con una ciudad bajo el control de las malditas cucarachas, tampoco tengo muchos deseos de andar saliendo a la calle. Pero cuando tú Señor te dice ve a X lugar, tú vas. Esas son las formas, y así serán hasta que sea mi momento de dar las órdenes. Algún día dejaré de ser indio y me volveré un cacique.
Una vez llegamos al Molino Rojo, o así creo que se llama. Aquella cosa roja con luces de neón y la gente alrededor me daba algo de náuseas. Pero una parte de mí se movió con alegría en el fondo de mi cabeza.
—Gracias, Samuel— le dije— atento, si te necesito te llamaré.
El ghoul asintió sin pasión alguna. Parco y estoico, por algo tiene tantos años.
Con cierta renuencia camine hacia el sitio, hasta que un siseo en un oscuro callejón llamó mi atención. Luego un movimiento en la periferia de mi campo de visión hizo todo lo posible para confirmar mis sospechas. Avance hacia el origen del sonido. Con calma me interne en el sucio callejón, olía a mierda y vómitos.
—¿Que más, bro?— una figura salió de las sobras, a mis ojos parecía que se hubiese corrido una cortina demostrado que allí siempre estuvo este tipo. Una criatura alta y musculosa de piel pálida, de rasgos duros que recordaban a los neandertales, unas orejas picudas y varias cicatrices.
—Buenas noches— dije. Rápidamente estrechó mis manos y luego antes de solteros hizo un chasquido con los dedos. Un extraño y muy viejo saludo que, sin duda podría ser indicativo de la época por la cual fue abrazado Johnny.
-Bro. Qué bueno que has venido- dijo el Nosferatu. En este momento es inevitable pensar en cómo terminó está bola de músculo y actitud bro siendo un vástago. Vale la pena destacar, que he oído rumores, pero Johnny no suelta prenda. Sí, no es la primera vez que trabajo con él. Lo único que puedo deducir es que un nosferatu desgraciado quiso joderle la visa un musculoso bro.
— Órdenes son órdenes, Johnny — hice énfasis en su nombre, y por alguna razón sonrió mostrando aquella ristra de dientes amarillos y tiburonesco que me dieron escalofríos.
—El viejo siempre está jodiendo, todo el tiempo tramoyando. Es tramoya tras tramoya. No sé, como en los viejos tiempos las vainas funcionaban.
—Otro mundo, otro orden de cosas — pero Johnny tenía razón, a veces miro atrás y no entiendo cómo las cosas funcionaban o sobrevivían. Tal vez por eso aquellos que sacaron de la Jugada al Príncipe y a Xincao tuvieron tanto éxito.
—Sí, Bro. La vaina era una locura. Pero, nunca va a ser peor que esta época. De verdad que no sé qué le pasa a los chuptoteros y a los sacos de jugo.
—Bueno— lo interrumpí de forma cortante — ¿Que tenemos que hacer?
—Buscar a un carajo llamado Álvaro...
—Para eso....
—Es un Ghoul del MACACO- agrego, al parecer ignoró mi interrupción.
— Pero que....
— Yo le endulce la oreja, para que se pasará a nuestro lado. El tipo le sabe los beta al MACACO y está dispuesto a ayudar. Parece que está molesto con el Macaco, porque el bicho le había prometido que lo convertiría, como hace unos 20 años y ha convertido a otros malandros antes que él.
— Típico en este negocio —dije, pensando en todo lo que me costó a mí.
—Bueno, me iba a ver hoy con él y no apareció…
—¿Qué gano yo en todo esto? - pregunté y luego con un gesto- ¿Qué gana mi señor?
—Álvaro dice que encontró un alijo de cosas de brujo. Vainas de ustedes.
Aquella respuesta me dejó frío. Ahora Johnny tenía toda mi atención
Desde mi punto de vista apareció como surgida del humo, como por arte de magia. Así era Natalia, la chiquilla amada de Dionisio, uno de los dueños del Molino Rojo.
Rubia, despampanante, atractiva. Sin duda era la Reina Abeja, la Reina del Carnaval y cualquier jolgorio. Me incómodo su intromisión, pero la verdad es que fue muy estúpido de nuestra parte el decidir quedarnos a hablar en este callejón, debimos sospechar que nos descubrirían.
Más allá del susto, a mí no me afectó la llegada de aquella víbora. Pero Johnny, de alguna forma, la detectó en el último instante y optó por guardar silencio de golpe. Algo en él se cerraría, por alguna razón sentía que esto iba a dificultar todo. Alcance a ver qué a cierta distancia estaban los gorilas de su Señor.
—Señores— dijo con un tono meloso- ¿Que hacen afuera hablando como un par de jibaros?
Mire a Johnny y omití la ofensa.
—Los invito a pasar a tomar algo y saludar— agregó.
—Ya nos vamos— respondí.
—Es de mala educación pasar por la zona y no saludar al dueño de casa— replicó insistentemente.
— Es que...
—INSISTO—puso énfasis en la palabra. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, podría haber hecho algo, pero había mucha gente alrededor. Suspiré como en los viejos tiempos, mientras que la actitud de Johnny cambiaba un poco, había en sus ojos un extraño brillo.
—Está Bien— respondí con resignación— hay que ser respetuosos.
Nos pusimos en camino, aunque la cosa no se pintara bien.
Natalia nos obligó a entrar por la puerta principal del Molino Rojo. Al contrario de lo que yo pensaba, nadie en la fila presentó alguna objeción. Por su parte Johnny iba bien disfrazado, el Bro sabe cómo cubrirse así que no hubo problema alguno.
El local era bullicioso, había gente sentada en las mesas tomando y charlando, algunos de pie, mientras que en una tarima un chico realizaba una rutina de Stand Up.
Nos llevaron a una habitación trasera. Miré a Johnny, pero no encontré apoyo, su mirada estaba perdida, buscando algo. Había una señal de potente curiosidad en él, o eso pensé.
Al cabo de unos minutos de la habitación en la que íbamos a entrar salió una hermosa mujer rubia, atlética que nos miró de reojo mientras se ponía unas gafas de Sol. Creo que era una famosa estrella de TV.
Natalia con un gesto nos invitó a pasar. La sala era grande y estaba bien amueblada. Frente a un gran sofá de terciopelo rojo había un TV pantalla plana donde se podían ver las cámaras interiores y exteriores del local. Sentado frente a este ingenio estaba Dionisio.
Era un hombre de piel café y cabeza rapada, vestía un elegante y hermoso traje de tres piezas, era blanco y beige a con una corbata a juego. Deben saber que en nuestro mundo usar colores claros, en especial el blanco manda un gran mensaje. Dionisio con ello le decía a cualquiera que supiese ver qué él era tan buen cazador y asesino que se daba el lujo de vestir de blanco en su trabajo porque sabía que nunca se ensuciaría.
—Saludos jóvenes— dijo con alegría mientras señalaba un mueble al lado y nos ofrecía asiento.— Tu, te conozco eres el chiquillo de Aurelio. ¿Cómo está esa vieja rata?
Iba a responder cuando se adelantó.
— Y tú eres el chiquillo de Madame. Lo sé, no lo niegues. Lo veo con claridad — le dio una calada a un cigarrillo café que tenía en sus manos cubiertas de guantes. — me alegra ver a otros por mis predios. Desde que las cucarachas hicieron de las suyas, esta zona no recibe visitas de vástagos dignos. Puro animal resentido, eso es lo que hay afuera.
—Es un placer— dijo Johnny mientras tomaba la copa que nos ofrecían.
—espero toleren la vitae animal. Estoy en un proceso de purificación. ¿Vieron la mujer que salió?- asentí ante su pregunta —Alexandra dio a luz hace tres meses y ya vuelve a tener su cuerpo fitness. 3 meses ¿Lo pueden creer?
Su comentario confirmó un rumor que el Alguacil tenía en las listas de pendientes. En otro momento habría pensado que era una gran oportunidad, pero estoy seguro de que Dionisio manda con ello un mensaje.
—Bueno jóvenes ¿Que los trae por acá?
—Solo conversábamos sobre unos temas - respondió Johnny y por el brillo en los ojos de Dionisio este captó la mentira. Se recostó en el mueble unos minutos y dio otra calada al cigarrillo.
Me pregunto qué tanto puede disfrutar de ello. Miro alrededor, las pantallas muestran distintas partes del local haciendo especial énfasis en los alrededores.
—Nunca se puede estar lo suficientemente seguro en esta ciudad. Y eso, a pesar de que estamos en terreno franco. Pregunto de nuevo.
—Discutimos una misión. Asuntos menores de mi Señor y su Señora— está idea me hace gracia ya que siempre había pensado que el creador de Johnny era un hombre.
—Seguro que buscan a alguien. Yo también — sentí un escalofrío, de repente el ambiente alrededor se hizo denso. Aquella sala se volvió muy opresiva.
—¿Me gustaría saber a quién buscas? —respondió Johnny, algo que se me antojó muy atrevido de su parte.
Dionisio sonrió e hizo un gesto con la cabeza a alguien a nuestras espaldas. Rápidamente los gorilas se fueron y Natalia también. Estábamos solos con la serpiente.
—Hay alguien jodiendo en mis dominios. He oído de alguien desconocido, un ajeno rondando por la zona. Y he visto como la cantidad de mendigos y niños de las calles se ha visto reducido.
Johnny asintió, eso eran el sector de la sociedad que su grupo solía disputarse con otros clanes. Mire al bagre y este asintió levemente.
—Desconozco si esa gente pertenece al Partido de Gladys. No he hecho las citas para hablar con el contralor, dudo que sean ellos, pero igual sospecho. No sé si es la gente del pendejo del Macaco o de la Baronía del Oeste.
Negué con la cabeza. Nuestra gente estaba a la defensiva, el "Barón Invicto" está a rumiando su amargura en vez de hacer algo.
—Ya veo, Ustedes no saben nada. Creo que hable de más.
—Me agrada esa idea. Entonces usted desea que vayamos a ver- Dijo Johnny con mucho entusiasmo.
Dionisio asintió.
—¿Que ganamos? - pregunté.
—les deberé y favor, también les daré unos recursos.
—Suena Bien— dijo Johnny, aunque a mí no me agradaba el misterio.
Dionisio se puso de pie.
-No se diga más- les daré su ubicación y señales distintivas- esperen aquí.
Salió de la habitación sin decir nada más. Creo que estamos fritos
Apenas pude pensar en algo. Siendo sincero, creo que no hubo tiempo, pues con la misma presteza con la que abandonó la habitación, Dionisio volvió. Traía entre manos una carpeta amarilla, de ella extrajo unas fotografías y papeles.
—mi gente ha caído en cuenta que son tres tipos. Pero nunca aparecen juntos, ni al mismo tiempo.
Nos dejó observar las fotos, mientras daba cuenta de su cigarro. El salón se impregnó del olor del tabaco. Algo que me resultaba un poco cargante y molesto. Pero, no estaba en condiciones para reclamar.
—¿Hace algo aparte de aparecer?— preguntó Johnny
—En la ciudad han aparecido unos símbolos que preceden su llegada —respondió— mis hombres dicen que no han visto a nadie dibujándolos.
—¿Eso tiene que ver con la desaparición de mendigos? —pregunté y mire a Johnny. Gracias a mi oído me percaté del cambio de postura de Dionisio. Se movió muy rápido en el sofá, lo que me indicó que tal vez se acercó mostrando interés.
El bagre entendió que había una relación entre esto y la desaparición de Álvaro. Dionisio carraspeó y Vi como con lo que quedaba del primer cigarro encendía otro.
—Miren, más cucarachas no suelen ser respetuosas. Pero este es el terreno del triunvirato, tierra neutral. Y yo tengo unas reglas draconianas con respecto a alimentarse acá y hacerlo de mala manera.
Asentimos con calma.
—No cagues dónde comas, y cuando comas siempre deja un poco para mañana— dijo y colocó el cigarro en un cenicero —. Hay a un o unos hijos de puta comiendo allá fuera y violando mis reglas. No puedo dejar pasar la vaina ¿Me entienden?
—A cabalidad, bro— me asombró el desliz de Johnny que Dionisio dejó pasar. Rápidamente entendí que era lo que nos estaba pidiendo. Tenía que aplicar la ley. Pero antes de aplicar la justicia debía entender y capturar al criminal y algo me decía que Dionisio había considerado la posibilidad de que hubiese un sapo en sus filas.
—Entonces, si tienen tiempo den con esa gente. Y luego vienen acá con pruebas. Me ponen al tanto, yo les pago el favor y todos están felices. Además, gana la justicia.
Johnny iba a decir algo, seguro a quejarse de que Dionisos quería que hiciéramos el trabajo sucio. Pero yo entendía sus razones: 1) si hubiera un sapo entre los suyos este mes avisaría a los tipos y se perderían. 2) si no hubiera un chismoso, existía una gran posibilidad de que el movimiento de sus fuerzas alertarán a esta gente.
Hice un gesto y frené a Johnny
—Cuente con nosotros— dije.
—Perfecto —se frotó las manos con fuerza—. Aunque habrá un problema. Ustedes están por su cuenta. Si pasa algo.
Iba a decir algo, pero igual íbamos a emprender una misión similar.
—Caracas está más peligrosa de lo normal, si los rumores son ciertos. Pero, podremos con ello ¿Cierto Joseph?
—Perfecto, seré generoso con la recompensa. Ya verán
Aunque no me gustaba la idea de agregar una tarea más a la noche, lo cierto es que no era conveniente negarse. Que Dionisio, una de las tres cabezas de la zona neutral te debiese un favor por ínfimo que fuese ya era ganancia suficiente.
A Johnny, al parecer, tampoco le desagradó. Me estaba preocupando un poco ese bagre, porque su actitud había cambiado de sopetón. Pero no creo que fuese por el efecto de estar frente a alguien como Dionisio. Siendo sincero, este no nos asaltó con esa Aurea depredadora que tiene los mayores. Así que el cambio en mi compañero debió de tener otro origen. En fin, mejor no ahondar en ello.
Finiquitamos los detalles, preparamos algunas cosas. Dionisio nos dio unos números telefónicos, algunas fotos y algo de efectivo en moneda nacional e internacional.
Listos, con otro objetivo encima y sin mucha claridad abandonamos el Molino Rojo. Si soy sincero agradezco el dejar atrás todo el bullicio de aquel lugar. Emprendimos nuestra marcha hacia Plaza Venezuela.
Una caminata en línea recta viendo pasar algunos autos y muchos jóvenes caminando. Al final de la avenida encontramos un cruce a nuestra izquierda y bajamos al boulevard de Sabana Grande. Más iluminado y lleno de vida, con negocios de comida abiertos, mientras que las ventas de ropa, zapatos y otras cosas iban cerrando.
—Atento a los niños. La mayoría sirven a la señora, pero hay algunos independientes. Y otros son muy peligrosos— dijo Johnny con cierto aire melancólico—. A veces no hace falta vitae para volverte un pequeño monstruo.