-Nyx gasta 1 FV para controlar el Frenesí durante el siguiente turno
Nyx notó el sabor metálico de la sangre salpicarle los labios, la adrenalina vampírica latiendo en cada rincón de su cuerpo muerto. El zumbido en sus oídos era como una orquesta de furia ancestral, un eco del linaje Brujah que reclamaba sangre, justicia o venganza. Lo que viniera antes.
Pero algo: una chispa, una memoria, una promesa muda a sí mismo, le hizo detener el siguiente golpe. La visión roja se tambaleó, se quebró apenas un instante. Y entonces la rabia no se fue, pero se replegó. Se replegó como un animal herido que aún mostraba los colmillos pero había dejado de morder.
La figura del líder de los Sons se desdibujaba entre el rugido de las motos y el humo del asfalto quemado. Nyx lo siguió con la mirada, medio girado, los dedos aún curvados como garras listas para desgarrar. Notó cómo el aire le azotaba el rostro y se dio cuenta de que había empezado a correr tras ellos sin pensarlo. Un paso más y habría echado el cuerpo entero contra la fuga. Pero no lo dio.
Con un esfuerzo descomunal, casi doloroso, clavó las botas contra el suelo y se detuvo, jadeando como si sus pulmones necesitaran el oxígeno que ya no consumía. El peso de la cordura volvía a caer sobre sus hombros. El precio de no haber perdido el control del todo.
Se giró a medias y cruzó una mirada fugaz con Montecristo. No dijo nada. Luego buscó con la vista a Pagliacci. Las sirenas reales ya se escuchaban en la distancia. Había que moverse.
La furia aún vivía dentro. Pero Nyx la había encadenado. Por ahora.
"Countdown" 6
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 6
El révolver humeante como un apéndice de su mano. La sensación cálida que procede del cañón y el sutil olor de la pólvora en el ambiente. Por un momento, Montecristo recuerda sus tiempos como detective, hazañas de antihéroe con los chicos de azul barriendo las calles
El rugido creciente del séptimo de caballería motorizado lo saca enseguida del trance. Habían perdido otro apoyo y ganado otro frente, con la espada de Damocles cayendo directamente a sus nucas.
- Debemos largarnos - alcanzó a decir.
El rugido creciente del séptimo de caballería motorizado lo saca enseguida del trance. Habían perdido otro apoyo y ganado otro frente, con la espada de Damocles cayendo directamente a sus nucas.
- Debemos largarnos - alcanzó a decir.
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 6
La periodista contuvo el aliento hasta que los moteros se alejaron lo suficiente, todavía sin acabar de creerse que su artimaña hubiera funcionado de forma tan fluida, percibiendo el ruido de los motores apagarse lentamente. Cuando los vio marcharse, apagó el teléfono y salió a todo prisa hacia el cadáver del motero asesinado por Nyx, su cara machacada era pulpa rojiza, no muy diferente a un zumo de arándanos cubriendo un pedazo de carne cruda y a medio masticar.
La paria tuvo que hacer un esfuerzo por no vomitar allí mismo mientras dejaba junto a éste la escopeta relacionada con los asesinatos de la noche anterior, un cabo suelto que ahora quedaba atado, vinculando el arma del delito a la muerte de los dos vástagos en el pantano, la culata del arma todavía envuelta en los harapos sanguinolentos de la rata de cloaca. En caso de que esta situación llegara a oídos de la Camarilla y los Tremere, sería otro indicio apuntando hacia los Sons of blood, en lugar de hacia ella.
Sintió la presión del tiempo, la policía estaba a punto de echárseles encima y no quería tener que dar explicaciones. Recogió el teléfono móvil y la cartera del macarra, no pudo evitar fijarse en sus dientes incrustados en el pavimento, quizás sus datos albergaran alguna pista sobre la identidad de su sire.
Segundos después, su corazón bombeaba sangre hacia sus músculos muertos para que se movieran antinaturalmente y a toda velocidad hacia la moto tirada junto al cadáver, la levantó y montó en ella. El pánico ardía en sus ojos. El motor de la máquina emitió un rugido salvaje, cuando hizo girar la llave de contacto.
-Venid conmigo, si queréis vivir.
La paria tuvo que hacer un esfuerzo por no vomitar allí mismo mientras dejaba junto a éste la escopeta relacionada con los asesinatos de la noche anterior, un cabo suelto que ahora quedaba atado, vinculando el arma del delito a la muerte de los dos vástagos en el pantano, la culata del arma todavía envuelta en los harapos sanguinolentos de la rata de cloaca. En caso de que esta situación llegara a oídos de la Camarilla y los Tremere, sería otro indicio apuntando hacia los Sons of blood, en lugar de hacia ella.
Sintió la presión del tiempo, la policía estaba a punto de echárseles encima y no quería tener que dar explicaciones. Recogió el teléfono móvil y la cartera del macarra, no pudo evitar fijarse en sus dientes incrustados en el pavimento, quizás sus datos albergaran alguna pista sobre la identidad de su sire.
Segundos después, su corazón bombeaba sangre hacia sus músculos muertos para que se movieran antinaturalmente y a toda velocidad hacia la moto tirada junto al cadáver, la levantó y montó en ella. El pánico ardía en sus ojos. El motor de la máquina emitió un rugido salvaje, cuando hizo girar la llave de contacto.
-Venid conmigo, si queréis vivir.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 6
{ https://www.youtube.com/watch?v=VJTjsVSzQ1Q - Do you love me by Nick Cave & The Bad Sees }
Como chiquillos tras una trastada, echaron a correr evitando la claridad, y escapando de las inquisitorias visitas de los polis. El revivir el momento del disparo, le había levantado por un momento el ánimo al tremere. Por un instante se sentía rejuvenecido, pero no era sino una renovada pátina embargada por el recuerdo.
Cuando se escabulleron por los callejones como gatos pardos, y el frenético ruido de la ciudad sonaba a enlatado, se sentó y miró a sus tres compañeros. Especialmente se fijo en que Nyx estuviera bien. Sabia que había sido víctima de la Bestia, y creía que en especial para alguien tan recto y comedido como siempre era el arquitecto, no debía ser plato de buen gusto.
Pero no dijo nada. Se limitó a mirar a sus hermanos como una familia avenida, que se estimaban pero que demostraban nulo afecto.
Cogió su móvil y recogió la última conversación, donde el nombre de Virgil aparecía manchando la pantalla. Le quedaban pocas cartas por jugar. No había escuchando ninguna explosión, los Sons habían estado allí... tal vez Eddie aún pudiera escapar de su redención.
-<< Tengo unas monedas que te pueden interesar, mucho más que la vida de Melinda. Acordemos sitio y lugar y acabemos con esto de una vez por todas. >>
Como chiquillos tras una trastada, echaron a correr evitando la claridad, y escapando de las inquisitorias visitas de los polis. El revivir el momento del disparo, le había levantado por un momento el ánimo al tremere. Por un instante se sentía rejuvenecido, pero no era sino una renovada pátina embargada por el recuerdo.
Cuando se escabulleron por los callejones como gatos pardos, y el frenético ruido de la ciudad sonaba a enlatado, se sentó y miró a sus tres compañeros. Especialmente se fijo en que Nyx estuviera bien. Sabia que había sido víctima de la Bestia, y creía que en especial para alguien tan recto y comedido como siempre era el arquitecto, no debía ser plato de buen gusto.
Pero no dijo nada. Se limitó a mirar a sus hermanos como una familia avenida, que se estimaban pero que demostraban nulo afecto.
Cogió su móvil y recogió la última conversación, donde el nombre de Virgil aparecía manchando la pantalla. Le quedaban pocas cartas por jugar. No había escuchando ninguna explosión, los Sons habían estado allí... tal vez Eddie aún pudiera escapar de su redención.
-<< Tengo unas monedas que te pueden interesar, mucho más que la vida de Melinda. Acordemos sitio y lugar y acabemos con esto de una vez por todas. >>
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 6
https://www.youtube.com/watch?v=Iv-DXG- ... yLpbQNqDHO
La moto se apagó con un ronroneo cansado, atrás habían quedado las sirenas de policía, las luces rojas y azules sobre el cuerpo inmóvil del Hijo, el olor a pólvora suspendido en el aire, una invitación al fuego, a la celebración, a la muerte. Se encontraban en una feria cerrada, la brisa del atlántico arrastraba el olor a gasóleo, a aceite de motor y a restos de algodón de azúcar. Coney Island parecía un lugar seguro en el que reunirse, un lugar solitario, un lugar en el que los espíritus y los no-muertos tomaban el control. Apenas un puñado de pandilleros y guardias de seguridad rompían con sus lejanos pasos el discordante silencio de la ciudad que nunca duerme.
La pariah estaba enfurecida con Nyx, era un capullo. Había echado a perder su plan, no quedaba ni un atisbo de posibilidad de que pudieran aliarse con los Hijos, ni de que ella pudiera encontrar a su sire. Por si fuera poco, el mago policía vampiro había sacado la pistola y se había unido a la fiesta, en lugar de sacar la placa y detener la situación. La Caitiff estaba muy cabreada. Encima ella les había salvado la vida, no eran capaces de cuidarse por sí mismos, comenzaban a ser una carga.
No obstante, la noche anterior ella se había encontrado en esa situación. Aplacó su irá, frenó su desprecio y se tragó la arrogancia. Respiró profundamente y no dijo nada, las miradas bastaban.
-¿Has averiguado ya para qué sirven las monedas?- Le dijo a Montecristo, mientras veía como escribía. -No creo que sea buena idea eso que estás haciendo, no me fío de Virgil. Si quedamos con él dile que sea aquí y ahora, en Coney Island.
Después examinó la cartera del motero asesinado, echando un vistazo a su nombre, el dinero, que otras cosas pudiera llevar en ella. Encendió el teléfono, comenzó a indagar en qué asuntos andaban metidos los Hijos de la sangre.
La moto se apagó con un ronroneo cansado, atrás habían quedado las sirenas de policía, las luces rojas y azules sobre el cuerpo inmóvil del Hijo, el olor a pólvora suspendido en el aire, una invitación al fuego, a la celebración, a la muerte. Se encontraban en una feria cerrada, la brisa del atlántico arrastraba el olor a gasóleo, a aceite de motor y a restos de algodón de azúcar. Coney Island parecía un lugar seguro en el que reunirse, un lugar solitario, un lugar en el que los espíritus y los no-muertos tomaban el control. Apenas un puñado de pandilleros y guardias de seguridad rompían con sus lejanos pasos el discordante silencio de la ciudad que nunca duerme.
La pariah estaba enfurecida con Nyx, era un capullo. Había echado a perder su plan, no quedaba ni un atisbo de posibilidad de que pudieran aliarse con los Hijos, ni de que ella pudiera encontrar a su sire. Por si fuera poco, el mago policía vampiro había sacado la pistola y se había unido a la fiesta, en lugar de sacar la placa y detener la situación. La Caitiff estaba muy cabreada. Encima ella les había salvado la vida, no eran capaces de cuidarse por sí mismos, comenzaban a ser una carga.
No obstante, la noche anterior ella se había encontrado en esa situación. Aplacó su irá, frenó su desprecio y se tragó la arrogancia. Respiró profundamente y no dijo nada, las miradas bastaban.
-¿Has averiguado ya para qué sirven las monedas?- Le dijo a Montecristo, mientras veía como escribía. -No creo que sea buena idea eso que estás haciendo, no me fío de Virgil. Si quedamos con él dile que sea aquí y ahora, en Coney Island.
Después examinó la cartera del motero asesinado, echando un vistazo a su nombre, el dinero, que otras cosas pudiera llevar en ella. Encendió el teléfono, comenzó a indagar en qué asuntos andaban metidos los Hijos de la sangre.
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 6
Nyx se quedó un instante escuchando el vaivén del mar contra la orilla, dejando que el salitre le limpiara los restos de adrenalina que todavía le recorrían el cuerpo como brasas bajo la piel. No miró a Pagliacci, pero sabía que su silencio pesaba más que cualquier insulto. La moto, el asfalto, el rugido de los Sons… todo quedaba ya atrás, pero el sabor metálico en su boca le recordaba que no lo había dejado ir del todo.
Inspiró lentamente, como si quisiera guardar en sus pulmones un trozo de calma antes de volver a hablar.
-No me enorgullece lo de antes, pero no iba a dejar que me marcaran el paso. No hoy.
Recorrió el lugar con la mirada, evaluando la feria apagada, los callejones, las rutas de huida. Cada rincón era una posible salida o una trampa.
-La puerta con los Hijos está cerrada, pero eso no significa que no podamos abrir otra. Si seguimos moviéndonos, habrá otras piezas que podamos usar. Lo importante es no quedarnos parados… y no dejar que nadie más elija por nosotros.
No pidió disculpas. No se justificó. Simplemente dejó las palabras flotando en el aire, como una promesa a medias para la Coterie… y para sí mismo.
Inspiró lentamente, como si quisiera guardar en sus pulmones un trozo de calma antes de volver a hablar.
-No me enorgullece lo de antes, pero no iba a dejar que me marcaran el paso. No hoy.
Recorrió el lugar con la mirada, evaluando la feria apagada, los callejones, las rutas de huida. Cada rincón era una posible salida o una trampa.
-La puerta con los Hijos está cerrada, pero eso no significa que no podamos abrir otra. Si seguimos moviéndonos, habrá otras piezas que podamos usar. Lo importante es no quedarnos parados… y no dejar que nadie más elija por nosotros.
No pidió disculpas. No se justificó. Simplemente dejó las palabras flotando en el aire, como una promesa a medias para la Coterie… y para sí mismo.
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Voivoda
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Re: "Countdown" 6
- voivodawebvampiro_Realistic_but_painterly_nighttime_scene_of__4ded4b52-99c4-4531-8f3b-d521bf66c447_2.gif (7.97 MiB) Visto 1513 veces
Coney Island estaba notablemente lejos del lugar de Manhattan del que escapáis, y el paseo a toda velocidad os vale para calmar los ánimos en la medida de lo posible. Las siluetas de los parques de atracciones de aquel lugar situado en el extremo sur de Brooklyn dan un aspecto irreal y fantasmagórico a la noche. El aire que llega desde al Atlántico es frío y cortante, lo que permite al Brujah terminar de espabilarse. Apenas mantiene la mirada con Pagliacci cuando le contesta. No era el momento de reprenderse, el Brujah sentía que no podían dejarse caer por el desfiladero de las acusaciones o no lograrían establecerse en aquella maldita ciudad. No puede recordar exactamente cada momento sucedido junto al museo judío. Sí recuerda la rabia, el deseo de partirle la puta cara a aquel motero que tenía al lado y de hundir los colmillos en el bastardo aquel de metro noventa que los dirigía.
Nyx supone que no debió ser una buena idea.
El móvil de Montecristo se ilumina en medio de la noche. No le deja de resultar curioso que se whatsapee con su hermano como si nada. Como si no deseara matarle con sus propias manos. No hacía falta ser muy perspicaz para comprobar que Pagliacci estaba cabreada, y el Tremere respetaba la sensación... pero su mente se dividía entre la adrenalina de haberse sentido policía de nuevo y el pensamiento obsesivo que experimentaba en torno a aquellas monedas.
Montecristo observa la respuesta de Virgil. Es una ubicación. El hotel Mark, situado en la esquina de la 77 con Madison Avenue. Virgil no tiene intención de acudir a Coney Island y vuelve a remitiros a Manhattan. A su corazón, de hecho, junto a Central Park y al Museo de Arte Metropolitano. Espacios más que probablemente rastreados por no pocos Vampiros de la ciudad. Y por cosas peores.
Pagliacci contuvo poco a poco la mezcla de rabia y arrogancia que se acumulaba en su interior. Recordaba lo difuso de sus orígenes, lo que la volvía a poner en su sitio, aunque haber estado cerca de saber más sobre ellos y que se le hubiera escapado como arena entre los dedos no hacía más que alimentar su mal humor. Casi podía percibir cierta culpabilidad en el gesto de Nyx mientras Montecristo hurgaba con su móvil. Decidió que lo mejor para todos era dejar unos minutos de silencio apenas roto por la brisa marina. Solo el hecho de que Jameson pudiera mover unos hilos que se escapaban a su control ya le hacía sentir medianamente reconfortada. Los Sons además tendrían que hacer frente a la matanza del aeropuerto además de al conflicto en Manhattan.
Coney Island era un extraño territorio no reclamado, aunque había todo tipo de historias sobre que esa peculiaridad, así como las edificaciones repletas de escondites de las atracciones, lo hacían apetecible para chupasangres indeseables. Pagliacci no pretendía estar demasiado tiempo allí. Además, el cielo iba perdiendo su negrura absoluta. El vuelo de los helicópteros y drones de la Guardia Nacional era un recordatorio constante del paso del tiempo, una especie de tic-tac policial. Obtener un territorio propio en la ciudad parecía casi una quimera, al menos Pagliacci deseaba que salvar a Melinda no lo fuera.
James McKenzie, que así se llamaba aquel infeliz, nacido en un pueblo de mala muerte de Maine, no había dejado mucho tras de sí en su cartera. Su teléfono requería de una contraseña que Pagliacci desconocía.
Antes de desesperarse, toca sin embargo algo duro. Rebusca en la cartera hasta dar con una pequeña insignia en ella, un pin como esos de los años 90 con la forma de un sol y un eslabón de una cadena. Pagliacci observa a Montecristo y se lo muestra. El Tremere reconoce al instante el mismo símbolo del gemelo que vio en el piso de David Anderson, el amigo de Nyx, hacía ya una eternidad.
Mientras sostenía la cartera, tocó con sus dedos una cremallera. Al abrirla, saca tres colmillos del minúsculo bolso. Están amarillentos, casi ennegrecidos, y tienen algún resto de sangre.
Por su tamaño, no son de un ser humano.
PD: No os hecho tirar para ir desde Manhattan a Coney Island a pesar de la militarización de la ciudad a cambio de que dais tales rodeos que el final de la noche está muy cercano.
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Montecristo (Jebediah_Gogorah)
Investigador ocultista
Re: "Countdown" 6
{ https://www.youtube.com/watch?v=K61-tK7Xlzg - Bathroom dance from The Joker OST }
- No, no he averiguado para que sirven las monedas... - contestó, frustrado por no saberlo, a la periodista, que sostenía su cara de estar oliendo mierda, habitual ya en las últimas noches - Sólo sé que tienen el interés de Virgil, y por lo tanto, es una oportunidad más para recuperar a Melinda. - Se giró a observar la bahía, queriendo arrojar al mar la vergüenza que sentía por todos los errores cometidos, y por, estaba seguro, el o los que estaba a punto de cometer... - ¿Y cuál es una buena idea ahora mismo...? Todas las ideas que tenemos parecen ir mal... cada paso que damos estamos más lejos de todo.- La pregunta era retórica, queriendo finiquitar el diálogo. Ya había mandado el mensaje y ya había llegado la respuesta de su hermano.
Miró a Nyx y simplemente aprobó con un leve gesto afirmativo, su disculpa que no era una disculpa. Los Sons no le habían caido bien en el momento que pusieron, sabiéndolo o no, la vida de Eddie en peligro. Mejor tener lejos a aquellos malnacidos con complejo de Boy Scouts.
El genio adivinador del futuro, le observaba desde su pequeña jaula de cristal. Sus ojos de marioneta le devolvían un gesto airado y prepotente. Ojalá gastar un dolar y obtener una respuesta veraz sobre el futuro. Ojalá ver la cabeza de Virgil asomarse en el Manhattanhenge clavado en una pica. Ojalá sentir de nuevo el perfume de Melinda. Ojalá recuperar la unidad de la coterie que se desquebrajaba cada noche con cada una de las decisiones que iban tomando, pero que con todo, les hacía permanecer juntos.
- Mañana debo ir al Hotel Mark, no creo que tenga muchas más opciones. Virgil sigue teniendo el toro por los cuernos, y tiene las de ganar aquí. No va a querer perder la ventaja de campo... - Mientrás esperaba la respuesta reprobatoria de Pagliacci, que hurgaba con una especie de cartera en sus manos, un objeto que cayó sobre su palma. Brillaba como la mismisima luna sobre Coney Island, y le llamó poderosamente la atención... - Un segundo, ese gemelo... lo ví en casa de tu amigo, Nyx, David, David Anderson... - extendió su mano raquítica y ganchuda cerca de la de la afroamericana con intención de que le pasase el gemelo y examinarlo. Quería saber si conocía algo más sobre aquel símbolo.*1
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- No, no he averiguado para que sirven las monedas... - contestó, frustrado por no saberlo, a la periodista, que sostenía su cara de estar oliendo mierda, habitual ya en las últimas noches - Sólo sé que tienen el interés de Virgil, y por lo tanto, es una oportunidad más para recuperar a Melinda. - Se giró a observar la bahía, queriendo arrojar al mar la vergüenza que sentía por todos los errores cometidos, y por, estaba seguro, el o los que estaba a punto de cometer... - ¿Y cuál es una buena idea ahora mismo...? Todas las ideas que tenemos parecen ir mal... cada paso que damos estamos más lejos de todo.- La pregunta era retórica, queriendo finiquitar el diálogo. Ya había mandado el mensaje y ya había llegado la respuesta de su hermano.
Miró a Nyx y simplemente aprobó con un leve gesto afirmativo, su disculpa que no era una disculpa. Los Sons no le habían caido bien en el momento que pusieron, sabiéndolo o no, la vida de Eddie en peligro. Mejor tener lejos a aquellos malnacidos con complejo de Boy Scouts.
El genio adivinador del futuro, le observaba desde su pequeña jaula de cristal. Sus ojos de marioneta le devolvían un gesto airado y prepotente. Ojalá gastar un dolar y obtener una respuesta veraz sobre el futuro. Ojalá ver la cabeza de Virgil asomarse en el Manhattanhenge clavado en una pica. Ojalá sentir de nuevo el perfume de Melinda. Ojalá recuperar la unidad de la coterie que se desquebrajaba cada noche con cada una de las decisiones que iban tomando, pero que con todo, les hacía permanecer juntos.
- Mañana debo ir al Hotel Mark, no creo que tenga muchas más opciones. Virgil sigue teniendo el toro por los cuernos, y tiene las de ganar aquí. No va a querer perder la ventaja de campo... - Mientrás esperaba la respuesta reprobatoria de Pagliacci, que hurgaba con una especie de cartera en sus manos, un objeto que cayó sobre su palma. Brillaba como la mismisima luna sobre Coney Island, y le llamó poderosamente la atención... - Un segundo, ese gemelo... lo ví en casa de tu amigo, Nyx, David, David Anderson... - extendió su mano raquítica y ganchuda cerca de la de la afroamericana con intención de que le pasase el gemelo y examinarlo. Quería saber si conocía algo más sobre aquel símbolo.*1
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Pagliacci (Pagliacci)
Periodista
Re: "Countdown" 6
https://www.youtube.com/watch?v=By_T39ENlkg
La periodista tragó con una mueca de frustración cuando comprobó que el teléfono de McKenzie no se desbloqueaba. La brisa nocturna salaba sus labios mientras apretaba la mandíbula. Tomó impulso y arrojó con fuerza el teléfono al agua. El dispositivo, todavía con la pantalla encendida, trazó una estela de luz hacia el fondo de la playa.
Se concentró en la insignia, le pidió a Montecristo que sacara la otra, que le había entregado noches atrás. Colocaron las monedas de Judas y los dos soles encadenados sobre la madera del paseo, numismática colección de trofeos saqueados por la Caitiff. En último lugar, colocó los colmillos ennegrecidos. Aquello parecía un alijo incautado o, quizás, los trofeos de un asesino.
-¿Puedes sentir algo?
La paria se puso de cuclillas, paseando su mirada entre los metales y el marfil. Su último gesto fue el de dejar la desgastada cartera de cuero, esa carga no le pertenecía a ella, sino a Nyx.
La periodista tragó con una mueca de frustración cuando comprobó que el teléfono de McKenzie no se desbloqueaba. La brisa nocturna salaba sus labios mientras apretaba la mandíbula. Tomó impulso y arrojó con fuerza el teléfono al agua. El dispositivo, todavía con la pantalla encendida, trazó una estela de luz hacia el fondo de la playa.
Se concentró en la insignia, le pidió a Montecristo que sacara la otra, que le había entregado noches atrás. Colocaron las monedas de Judas y los dos soles encadenados sobre la madera del paseo, numismática colección de trofeos saqueados por la Caitiff. En último lugar, colocó los colmillos ennegrecidos. Aquello parecía un alijo incautado o, quizás, los trofeos de un asesino.
-¿Puedes sentir algo?
La paria se puso de cuclillas, paseando su mirada entre los metales y el marfil. Su último gesto fue el de dejar la desgastada cartera de cuero, esa carga no le pertenecía a ella, sino a Nyx.
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Nyx (DarkOsca)
Arquitecto
Re: "Countdown" 6
Nyx recogió la cartera sin decir palabra, pasándola entre sus manos como si el cuero viejo pudiera revelarle algo más que el tacto áspero y el olor a sal que el viento del Atlántico traía consigo. No era supersticioso, pero no le gustaba manejar las pertenencias de un muerto, y menos de uno que había caído bajo sus propios puños.
Se agachó para observar la alineación improvisada por Pagliacci: monedas, insignias, colmillos. Objetos sin aparente relación pero unidos por un hilo invisible que parecía tensarse cada noche un poco más.
-Más que sentir… lo que veo es que todo esto nos está arrastrando
Dijo al fin, con la voz grave, sin apartar la mirada del pequeño “sol encadenado”
-David Anderson tenía uno igual. Y si él estaba relacionado con esto… entonces el círculo es más pequeño de lo que pensamos.
Alzó la vista hacia Montecristo.
-En el Mark o donde quieras que sea, si Virgil está conectado con estos símbolos, vamos a encontrar más de lo mismo… y más peligro.
Se guardó la cartera bajo la chaqueta, como si con ese gesto asumiera que aquella pieza ya formaba parte de su propia cuenta pendiente. Luego, mirando al horizonte oscuro sobre el agua, añadió:
-Pero si estas piezas encajan, tal vez también encontremos a Melinda. Y no pienso dejar que se me escape.
Se agachó para observar la alineación improvisada por Pagliacci: monedas, insignias, colmillos. Objetos sin aparente relación pero unidos por un hilo invisible que parecía tensarse cada noche un poco más.
-Más que sentir… lo que veo es que todo esto nos está arrastrando
Dijo al fin, con la voz grave, sin apartar la mirada del pequeño “sol encadenado”
-David Anderson tenía uno igual. Y si él estaba relacionado con esto… entonces el círculo es más pequeño de lo que pensamos.
Alzó la vista hacia Montecristo.
-En el Mark o donde quieras que sea, si Virgil está conectado con estos símbolos, vamos a encontrar más de lo mismo… y más peligro.
Se guardó la cartera bajo la chaqueta, como si con ese gesto asumiera que aquella pieza ya formaba parte de su propia cuenta pendiente. Luego, mirando al horizonte oscuro sobre el agua, añadió:
-Pero si estas piezas encajan, tal vez también encontremos a Melinda. Y no pienso dejar que se me escape.
