Re: [EC] Escena: 00 - Auxilium et Consilium
Publicado: 07 Ago 2021, 21:15
{ https://www.youtube.com/watch?v=L9SIS6wBxpI - The rains of Castamere by Ramin Djawadi from Game of Thrones OST }
Juana se marchaba sin mirar atrás. Era una joven que era ardiente en el fuego de la pasión pero fría en el trato. No gustaba de las despedidas, y le faltaba aquel afecto que solo la querencia familiar le otorgaba, y que por consiguiente, la orfandad le había arrebatado. Había sido recogida, o más bien seleccionada, por la Alianza Hermética de los Guardianes del Segundo Nombre y Sello de Salomón, en aquel entonces, denominada como Per aspera ad astra. El Despertar de la muchacha, por algún motivo que se desconoce, se había ralentizado hasta tal punto, que pensaron en desecharla, pero su tesón y voluntad, había permitido que siguiera perteneciendo como sirviente a la Orden, si bien se seguía cuestionando internamente, si la muchacha finalmente sería Iluminada o no. Ella, desde luego, no perdía la esperanza. Y así se lo hacía saber en cada encuentro furtivo con Aymar, al que al contrario, se le auguraba ahora, un gran futuro como magus.
Por Tello, el tiempo había pasado como un huracán, mellando todo lo que encontraba a su paso, y parecía que al pobre infeliz, al caminar algo encorvado, lo llamara la tierra. Decían las malas lenguas que era un castigo divino por haber abandonado la senda de Dios, pero la realidad es que el hombre, si fiel y casi eterno grog de la Alianza, parecía de constantes achaques y muchas primaveras se las pasaba encamado tras los esfuerzos invernales. Vestía el susodicho con una casaca larga más roída que la cuerda de una campana, y un cinto donde tintineaban las decenas, sino centenas, de llaves de metal a su paso. Tenía un pelo ensortijado y cano, que le crecía hacía los lados, pues su testa reflejaba en los pocos días de sol que habían en Pamplona. Tenía un ojo gacho y para más inri había perdido muchisima visión en estos últimos años, lo que ocasionaba sus lastimeros llantos en las noches, al no poder consultar sus tratados de botánica y herbolistería, y su posteriores gritos de júbilo, tambien en la noche, cuando el consor del Diaconus, le había traido, de su último viaje a Venecia, un prisma rectangular con el que era capaz de aumentar la letra. No era el hombre, por cascarrabias, menos querido, y todos sabían de su buen fondo y corazón, enmascarado en un humor de perros.
- Por las barbas de Barrabás... ¿pero donde andabas metido, muchacho?. - El Custodio hizo amago de coger de la oreja al jovén Garcés pero no atinó con ella, pareciendo que le estaba espantando una mosca de su cara. - El Magister te está buscando, y ya sabes lo que piensa sobre el tiempo y su valor... yo que tú correría como alma que se la lleva el diablo, o mis copones te van a parecer caricias de monja en comparación. - Se dio la vuelta y se volvió a poner la capucha para resguardarle de la helada agua que caía. - ¡Hala! Con Dios...
Salió dirección a Quebranto, que se encabritó a su llegada, y al intentar cogerle la rienda, el guardián pisó una boñiga que si bien estuvo mirando unos momentos, casi doblado, si era mierda o era barro, fueron sus maldiciones en latín las que acabaron dando respuesta.
Aymar salió corriendo, cubriéndose la cabeza con la camisola, hacia el torreón principal del castillo, donde tenía sus aposentos el Maestro, y desde donde se podía ver toda Pamplona y parte del Reino. Subía la escalera de caracol de piedra de a cada dos escalones, y al llegar arriba, frente a la puerta, creía que el corazón se le iba a salir del pecho. Sin duda, era por el esfuerzo, pero seguramente y también, por algo de nervios.
Juana se marchaba sin mirar atrás. Era una joven que era ardiente en el fuego de la pasión pero fría en el trato. No gustaba de las despedidas, y le faltaba aquel afecto que solo la querencia familiar le otorgaba, y que por consiguiente, la orfandad le había arrebatado. Había sido recogida, o más bien seleccionada, por la Alianza Hermética de los Guardianes del Segundo Nombre y Sello de Salomón, en aquel entonces, denominada como Per aspera ad astra. El Despertar de la muchacha, por algún motivo que se desconoce, se había ralentizado hasta tal punto, que pensaron en desecharla, pero su tesón y voluntad, había permitido que siguiera perteneciendo como sirviente a la Orden, si bien se seguía cuestionando internamente, si la muchacha finalmente sería Iluminada o no. Ella, desde luego, no perdía la esperanza. Y así se lo hacía saber en cada encuentro furtivo con Aymar, al que al contrario, se le auguraba ahora, un gran futuro como magus.
Por Tello, el tiempo había pasado como un huracán, mellando todo lo que encontraba a su paso, y parecía que al pobre infeliz, al caminar algo encorvado, lo llamara la tierra. Decían las malas lenguas que era un castigo divino por haber abandonado la senda de Dios, pero la realidad es que el hombre, si fiel y casi eterno grog de la Alianza, parecía de constantes achaques y muchas primaveras se las pasaba encamado tras los esfuerzos invernales. Vestía el susodicho con una casaca larga más roída que la cuerda de una campana, y un cinto donde tintineaban las decenas, sino centenas, de llaves de metal a su paso. Tenía un pelo ensortijado y cano, que le crecía hacía los lados, pues su testa reflejaba en los pocos días de sol que habían en Pamplona. Tenía un ojo gacho y para más inri había perdido muchisima visión en estos últimos años, lo que ocasionaba sus lastimeros llantos en las noches, al no poder consultar sus tratados de botánica y herbolistería, y su posteriores gritos de júbilo, tambien en la noche, cuando el consor del Diaconus, le había traido, de su último viaje a Venecia, un prisma rectangular con el que era capaz de aumentar la letra. No era el hombre, por cascarrabias, menos querido, y todos sabían de su buen fondo y corazón, enmascarado en un humor de perros.
- Por las barbas de Barrabás... ¿pero donde andabas metido, muchacho?. - El Custodio hizo amago de coger de la oreja al jovén Garcés pero no atinó con ella, pareciendo que le estaba espantando una mosca de su cara. - El Magister te está buscando, y ya sabes lo que piensa sobre el tiempo y su valor... yo que tú correría como alma que se la lleva el diablo, o mis copones te van a parecer caricias de monja en comparación. - Se dio la vuelta y se volvió a poner la capucha para resguardarle de la helada agua que caía. - ¡Hala! Con Dios...
Salió dirección a Quebranto, que se encabritó a su llegada, y al intentar cogerle la rienda, el guardián pisó una boñiga que si bien estuvo mirando unos momentos, casi doblado, si era mierda o era barro, fueron sus maldiciones en latín las que acabaron dando respuesta.
Aymar salió corriendo, cubriéndose la cabeza con la camisola, hacia el torreón principal del castillo, donde tenía sus aposentos el Maestro, y desde donde se podía ver toda Pamplona y parte del Reino. Subía la escalera de caracol de piedra de a cada dos escalones, y al llegar arriba, frente a la puerta, creía que el corazón se le iba a salir del pecho. Sin duda, era por el esfuerzo, pero seguramente y también, por algo de nervios.