Re: [Edad Romana] Dacia
Publicado: 13 Nov 2023, 00:50
EL FIN DE LA DACIA TRAJANA
El asesinato del emperador Alejandro Severo y el ascenso de Maximino el Tracio en el año 235 dio comienzo a varias décadas de conflictos y guerras por la sucesión al trono imperial. Durante la década de 230, los godos comenzaron a migrar desde oriente, presionando a otros pueblos. Entre el año 236 y el 238, el emperador Maximino luchó en la Dacia contra los carpios, pero tuvo que retirarse a Roma ante el estallido de una guerra civil.
La confusión en el corazón del imperio permitió que los godos, aliados con los carpios, conquistaran Histria en el año 238, así como varios asentamientos romanos en el delta del Danubio. Incapaz de enviar tropas para detenerlos, el imperio se vio obligado a comprar la paz, pagando un tributo anual a los godos; esto enfureció a los carpios, que exigieron un pago similar.
En el año 245 el emperador Filipo el Árabe interrumpió el pago del tributo y los carpios invadieron la Dacia, atacando la ciudad de Romula y arrasando varios asentamientos. La línea defensiva del Limes Transalutanus fue abandonada, y el emperador tuvo que acudir a la Dacia para hacerse cargo de la situación. A finales del año 247 los carpios habían sido derrotados y pidieron la paz; el emperador recibió el título de Cárpico Máximo. A pesar de las victorias romanas, las ciudades dacias comenzaron a fortificarse y tomar medidas defensivas.
En el año 250, poco después de que Decio se convirtiera en emperador, una coalición de godos y sármatas dirigida por el rey Cniva cruzó el Danubio, exigiendo la reanudación del pago de un tributo. El emperador romano les hizo frente y murió en la Batalla de Abrito (251). Los godos y sus aliados se asentaron en el curso inferior del Danubio y la costa occidental del Mar Negro, y los dacios cayeron bajo su influencia, mientras el sistema clientelar de la provincia comenzaba a desmoronarse.
La presión de los godos continuó durante el reinado de Galieno, que se vio obligado a dividir el imperio con Póstumo en la Galia en el año 260, para concentrarse en la frontera del Danubio. Las victorias de Galieno sobre los carpios y los dacios le permitieron reclamar el título de Dácico Máximo. Sin embargo, las victorias militares fueron estériles. Las legiones establecidas en la Dacia fueron transferidas a Panonia, acompañadas por parte de los habitantes. En el año 271 el emperador Aureliano consiguió derrotar a los godos, pero decidió abandonar la provincia, las últimas tropas y administradores civiles fueron evacuados en los años posteriores, posiblemente hasta 275.
Aureliano estableció una nueva provincia de Dacia, llamada Dacia Aureliana, con capital en Serdica, en la Moesia Inferior, y gran parte de la población romanizada que había abandonado las tierras al norte del Danubio se asentó en la nueva provincia.
A mediados del siglo III el Princeps Cayo Emilio Sereno era consciente de que el dominio romano sobre la Dacia se estaba desmoronando. Los vampiros romanos eran débiles o inefectivos, más preocupados de sus propios intereses mezquinos que de presentar un frente común, y la lealtad de los vampiros dacios era sospechosa. Aún así, aceptó el desafío de resistir el empuje de los vampiros bárbaros en las fronteras de la provincia, desplegando a los Cuerpos de la Victoria no sólo para que destruyeran los refugios de sus enemigos, sino realizando varias incursiones más allá de la Dacia. Varios chiquillos de Noriz fueron descubiertos y expuestos a la luz del sol. Los Gangrel godos eran quemados en sus bosques, o morían enfrentados a los Lupinos.
El propio Cayo Emilio emboscó a Arbo, el líder de los Gangrel godos, y lo persiguió como si fuera un lobo, hasta que lo atravesó con una estaca y bebió su sangre. Quienes creían que era un guerrero débil estaban muy equivocados. El antiguo Lasombra sabía que ante sus enemigos bárbaros sólo lograría vencerlos mostrando fuerza y sembrando el terror.
Los enemigos de Roma sufrieron. Un fantasma de oscuridad los perseguía y cazaba uno tras otro. Pero el miedo también llegó a los propios romanos y finalmente, en una ironía del destino, el Princeps fue cazado por los suyos. Unos mortales cristianos encontraron la cripta donde se refugiaba el monstruo y lo expusieron a la luz del sol.
Ese mismo año el emperador Decio murió en batalla contra los godos, y como una presa que se rompe, los enemigos de Roma atacaron al unísono. Muchos vampiros romanos ni siquiera se molestaron en presentar batalla y huyeron, abandonando sus dominios antes de que llegaran los bárbaros. Otros se ocultaron, aguardando a que pasara el temporal.
Por su parte, los vampiros dacios y godos siguieron la estela de la invasión bárbara. La diablerie se volvió habitual, y muchas criptas y refugios se llenaron de ceniza. Damek se volvió contra su esposa Lucina, y el propio Yorak envió a sus servidores para que abrieran las puertas a los bárbaros y los guiaran hasta sus enemigos.
Cuando el emperador Aureliano consiguió derrotar a los godos, muy pocos vampiros romanos habían sobrevivido en la Dacia, o se habían sometido a los invasores. Las legiones y ciudadanos del imperio abandonaron el territorio a su suerte y los no muertos siguieron sus pasos.
El asesinato del emperador Alejandro Severo y el ascenso de Maximino el Tracio en el año 235 dio comienzo a varias décadas de conflictos y guerras por la sucesión al trono imperial. Durante la década de 230, los godos comenzaron a migrar desde oriente, presionando a otros pueblos. Entre el año 236 y el 238, el emperador Maximino luchó en la Dacia contra los carpios, pero tuvo que retirarse a Roma ante el estallido de una guerra civil.
La confusión en el corazón del imperio permitió que los godos, aliados con los carpios, conquistaran Histria en el año 238, así como varios asentamientos romanos en el delta del Danubio. Incapaz de enviar tropas para detenerlos, el imperio se vio obligado a comprar la paz, pagando un tributo anual a los godos; esto enfureció a los carpios, que exigieron un pago similar.
En el año 245 el emperador Filipo el Árabe interrumpió el pago del tributo y los carpios invadieron la Dacia, atacando la ciudad de Romula y arrasando varios asentamientos. La línea defensiva del Limes Transalutanus fue abandonada, y el emperador tuvo que acudir a la Dacia para hacerse cargo de la situación. A finales del año 247 los carpios habían sido derrotados y pidieron la paz; el emperador recibió el título de Cárpico Máximo. A pesar de las victorias romanas, las ciudades dacias comenzaron a fortificarse y tomar medidas defensivas.
En el año 250, poco después de que Decio se convirtiera en emperador, una coalición de godos y sármatas dirigida por el rey Cniva cruzó el Danubio, exigiendo la reanudación del pago de un tributo. El emperador romano les hizo frente y murió en la Batalla de Abrito (251). Los godos y sus aliados se asentaron en el curso inferior del Danubio y la costa occidental del Mar Negro, y los dacios cayeron bajo su influencia, mientras el sistema clientelar de la provincia comenzaba a desmoronarse.
La presión de los godos continuó durante el reinado de Galieno, que se vio obligado a dividir el imperio con Póstumo en la Galia en el año 260, para concentrarse en la frontera del Danubio. Las victorias de Galieno sobre los carpios y los dacios le permitieron reclamar el título de Dácico Máximo. Sin embargo, las victorias militares fueron estériles. Las legiones establecidas en la Dacia fueron transferidas a Panonia, acompañadas por parte de los habitantes. En el año 271 el emperador Aureliano consiguió derrotar a los godos, pero decidió abandonar la provincia, las últimas tropas y administradores civiles fueron evacuados en los años posteriores, posiblemente hasta 275.
Aureliano estableció una nueva provincia de Dacia, llamada Dacia Aureliana, con capital en Serdica, en la Moesia Inferior, y gran parte de la población romanizada que había abandonado las tierras al norte del Danubio se asentó en la nueva provincia.
A mediados del siglo III el Princeps Cayo Emilio Sereno era consciente de que el dominio romano sobre la Dacia se estaba desmoronando. Los vampiros romanos eran débiles o inefectivos, más preocupados de sus propios intereses mezquinos que de presentar un frente común, y la lealtad de los vampiros dacios era sospechosa. Aún así, aceptó el desafío de resistir el empuje de los vampiros bárbaros en las fronteras de la provincia, desplegando a los Cuerpos de la Victoria no sólo para que destruyeran los refugios de sus enemigos, sino realizando varias incursiones más allá de la Dacia. Varios chiquillos de Noriz fueron descubiertos y expuestos a la luz del sol. Los Gangrel godos eran quemados en sus bosques, o morían enfrentados a los Lupinos.
El propio Cayo Emilio emboscó a Arbo, el líder de los Gangrel godos, y lo persiguió como si fuera un lobo, hasta que lo atravesó con una estaca y bebió su sangre. Quienes creían que era un guerrero débil estaban muy equivocados. El antiguo Lasombra sabía que ante sus enemigos bárbaros sólo lograría vencerlos mostrando fuerza y sembrando el terror.
Los enemigos de Roma sufrieron. Un fantasma de oscuridad los perseguía y cazaba uno tras otro. Pero el miedo también llegó a los propios romanos y finalmente, en una ironía del destino, el Princeps fue cazado por los suyos. Unos mortales cristianos encontraron la cripta donde se refugiaba el monstruo y lo expusieron a la luz del sol.
Ese mismo año el emperador Decio murió en batalla contra los godos, y como una presa que se rompe, los enemigos de Roma atacaron al unísono. Muchos vampiros romanos ni siquiera se molestaron en presentar batalla y huyeron, abandonando sus dominios antes de que llegaran los bárbaros. Otros se ocultaron, aguardando a que pasara el temporal.
Por su parte, los vampiros dacios y godos siguieron la estela de la invasión bárbara. La diablerie se volvió habitual, y muchas criptas y refugios se llenaron de ceniza. Damek se volvió contra su esposa Lucina, y el propio Yorak envió a sus servidores para que abrieran las puertas a los bárbaros y los guiaran hasta sus enemigos.
Cuando el emperador Aureliano consiguió derrotar a los godos, muy pocos vampiros romanos habían sobrevivido en la Dacia, o se habían sometido a los invasores. Las legiones y ciudadanos del imperio abandonaron el territorio a su suerte y los no muertos siguieron sus pasos.