Publicado: 03 Jul 2018, 17:38
Al avanzar el animal hacia un grupo de palés y basura abandonados apoyados en la pared del mingitorio por un momento pensaste que tus sospechas estaban justificadas y el pequeño roedor te estaba conduciendo a algún lugar. Sin embargo, cuando volviste a aproximarte, la rata se deslizó de un salto bajo la montaña de madera y bolsas negras, que ya había sobrepasado, empleando la cobertura para desaparecer de tu vista unos segundos y reaparecer después al otro lado, justo en el punto en el que había empezado tu persecución. El animal parecía limitarse a mantener su distancia contigo mientras mantenía su atención fija en ti. Un grupo de chicas que cruzaban la carretera a la carrera en dirección a la discoteca se rieron de ti en la distancia. Mierda.
Cita: Mierda. En las películas funcionaba. El puñado se mezcó con la sangre de la camiseta y entró en la boca de Goyo, que de la rabia que tenía no era consciente de que estaba masticando tierra. Ni siquiera habías conseguido cegarle un ojo. Una de sus manazas te cogió de la camiseta y te elevó desde el suelo hasta su cara.
- Vas a desear no haber nacido, mocosa... - el olor a saliva y a sangre y a tierra te golpearon con fuerza, pero nada en comparación con el impacto de su rodilla en tu estómago.
Mordiste, braceaste, diste patadas... o al menos lo intentaste, como escaso éxito. Y entonces llegó su siguiente golpe. O al menos lo que a ti te pareció su siguiente golpe. Chas. Cuando abriste los ojos estabas de nuevo en el suelo. Los riñones y culo, sobre los que habías caido, te dolían a horrores. Tu boca tenía un sabor saldo, extraño. Sangre y arena. A lado de Goyo se había plantado una chica morena, con el pelo recogido, que le miraba con furia salvaje. Tenía la palma de la mano derecha roja, teñida con la sangre de la herida que le habías abierto a Goyo con la tremenda bofetada que le había largado al matón. Con la hostia parte de la sangre del tipo te había saltado a tu cara, y eso era lo que saboreabas en este momento. Sangre y arena.
Goyo se agarraba ahora la mejilla, demasiado impactado para actuar. La chica te sonaba del barrio. Era gitana, o iba con los gitanos, tal vez. Tenía dos o tres años más que tu, todo un mundo. Su pelo recogido en una coleta era lo más negro que habías visto nunca, y dos enormes aros dorados colgaban de sus orejas enmarcando una cara redonda, con una nariz pequeña, casi anecdótica, en la que destacaban sus dos ojos brillantes, que ahora mismo destilaban odio y burla.
- ¿Qué, valiente, qué vas a hacer? ¿Vas a pegarme también a mi? ¿O me vas a tirar piedras, como a ese pobre bicho? - la chica hablaba con un acento mesetario y cuando el objetivo de su furia cerró sus puños de nuevo supiste que era cuestión de segundos que se lanzara sobre ella.
-Goyo, no - la niña a su lado le frenó de nuevo - es la chica del Ministro...
El "Ministro". Así llamaban a uno de los narcos del barrio, un gitano joven, apenas veinte años, pero con una fama terrible. Y con el que nadie quería tener problemas.
- Mira que lista la criaja... - la chica dió dos pasos hacia Goyo, que pareció dudar por un momento - qué pasa, ¿me vas a arrear o no? - un paso más obligó a Goyo a recular hacia atrás, casi cayendo sobre ti - ¿Sabes lo que te va a pasar a ti o a tu familia si me tocas un pelo, so mierda? - otro paso adelante, casi pegando su pecho con el de Goyo - ¿Venga, no eres tan valiente como para pegar a críos? ¿Es para hoy o qué, gilipollas?