Publicado: 28 Ene 2018, 18:41
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Al principio pensaste que Elaine se iba a dirigir hacia una de las múltiples salidas del Templo, Jean Luc, pero en su lugar dejó su misteriosa sonrisa flotándo a tu lado mientras se dirigió hacia un segundo grupo de turistas extrajeros que habían presenciado lo que le había ocurrido (o más bien lo que parecía haberle ocurrido) a su compatriota, y que la acogieron con gran gozo de gritos de celebración en su idioma. El ambiente en el Templo parecía responder al propio estado de ánimo de su anfitrión, y esta noche tenía una vuelta de tuerca se alejaba algo de la reunión religiosa para abrazarse al concepto de fiesta new age. Tras desandar la ruta que había emprendido unos minutos antes con Elaine, Jean Luc, te volviste a encontrar con los ojos de Sahil. De manera inquietante, de hecho, el malkavian ya te estaba mirando cuando giraste la última esquina para entrar en la sala, como si durante todos este rato los tabiques y las personas que se interponían entre vosotros no hubieran impedido que sus sentidos te hubieran observado de forma continua.
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- No dejes que tu mano izquierda sepa qué está haciendo la derecha - Elaine repasó la herida del cuello del mocetón, ahora con dificultades para mantenerse de pies, con besos cortos: no estaba claro donde acababa el placer y donde empezaba la discreción en el gesto de la toreador - el viejo adagio es especialmente útil para el gobernate sabio. Y nuestro Príncipe, ante todo, es un hombre sabio - la sonrisa de Elaine decía mucho más que sus palabras, pero te costaba saber hasta que punto estaba siendo irónica o simplemente críptica, o en qué palabra de la frase residía el doble sentido- En todo nueva relación hay que hacer un cierto salto de fe en la primera fase: yo he dado el mío teniendo esta conversación contigo, tú tendrás que dar el tuyo si quieres saber, entre otras cosas, quienes son mis amigos. Símplemente se consciente de que esta es una oderta con fecha de caducidad. Buenas noches, Jean-Luc, ha sido un placer.
Al principio pensaste que Elaine se iba a dirigir hacia una de las múltiples salidas del Templo, Jean Luc, pero en su lugar dejó su misteriosa sonrisa flotándo a tu lado mientras se dirigió hacia un segundo grupo de turistas extrajeros que habían presenciado lo que le había ocurrido (o más bien lo que parecía haberle ocurrido) a su compatriota, y que la acogieron con gran gozo de gritos de celebración en su idioma. El ambiente en el Templo parecía responder al propio estado de ánimo de su anfitrión, y esta noche tenía una vuelta de tuerca se alejaba algo de la reunión religiosa para abrazarse al concepto de fiesta new age. Tras desandar la ruta que había emprendido unos minutos antes con Elaine, Jean Luc, te volviste a encontrar con los ojos de Sahil. De manera inquietante, de hecho, el malkavian ya te estaba mirando cuando giraste la última esquina para entrar en la sala, como si durante todos este rato los tabiques y las personas que se interponían entre vosotros no hubieran impedido que sus sentidos te hubieran observado de forma continua.
Por lo demás, Sahil seguía en su rincón favorito, ahora virtiendo un líquido de color verde desde una tetera decorada con motivos animales a una recién llegada (reconocías su ritual de bienvenida habitual), desconocida para ti. Era una chica morena, de pelo liso y cara redonda, con un pesado abrigo con un forro de piel pasadísimo de moda y muy usado (y objeto de comentarios destemplados de algunos de los asistentes al acto dada la naturaleza del tejido). No tuviste que recurrir a tus habilidades más para confirmar que la pálida mujer compartía naturaleza con vosotros. De cara al resto de la concurrencia, eso sí, probablemente pasaba más bien como una mendiga o alguien en un estado de necesidad que se había vestido con lo primero que había encontrado.
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