
DÍA NUEVE: LOS OJOS DE UN MONSTRUO
Un bar es un lugar perfecto para cazar, y Brock Sanders lo sabía, o por lo menos se había acostumbrado con los años. Desde que era joven se había habituado a la compañía de las multitudes, mezclarse con todo tipo de gente, con música y sonido de ambiente. Era como darse un baño en una marea de vida, sí eso era, vida.
Y todo aderezado con una buena bebida. Le gustaba la cerveza, pero últimamente se estaba aficionando al martini blanco. La mayor parte de las noches era eso, disfrutar de la bebida, de la música, de la compañía, y de vuelta a casa.
Pero esta noche era distinta. En noches como ésa estaba preparado. La bebida sólo era un aperitivo para lo que venía después.
Observó a su presa, una joven bonita, pelirroja, con aspecto desprotegido. Como una gacela fuera de lugar en la sabana. No venía acompañada, o por lo menos, más allá de unos coqueteos puntuales, no parecía tener pareja.
Brock se adelantó, con su mejor sonrisa de dientes blancos. Sus ojos verdes chispearon, y la chica le devolvió una mirada de ojos verdes, con sorpresa y curiosidad.
La tranquilizó con palabras suaves, entabló una conversación casual, y cuando el bar comenzó a vaciarse, se ofreció a acompañarla a la parada de taxis. Tenían que pasar por un callejón que Brock conocía y donde podría someter a la chica...¿Cómo se llamaba? no importaba.
No había bebido mucho para mantenerse alerta, y la chica parecía nerviosa y se aferró a él. Mucho mejor, eso facilitaría las cosas. Mientras pasaban bajo el arco de oscuridad del callejón tanteó la navaja en su bolsillo. Contó mentalmente hasta diez, listo para atacar.
Uno, dos, tres...
La cuenta se interrumpió bruscamente, cuando el abrazo de la chica se convirtió en una presa de hierro. Sintió una punzada en el cuello, y de repente una marea sensual e indescriptible que se iba apoderando de sus sentidos. Sus piernas comenzaron a fallarle y se derrumbó.
Brock tardó en darse cuenta de que se estaba muriendo. Vislumbró por última vez los ojos de la chica, ojos verdes con pupilas de serpiente, ojos de monstruo sin vida. Su boca tenía colmillos y estaba manchada de sangre. El último pensamiento de Brock estuvo acompañado de la consciencia de que había sido cazado por un depredador más peligroso que él.