Webvampiro

Al girar, el hombre te agarra de un brazo y te mete un puñetazo en la cara, que apenas sientes. Todos los presentes ríen.

- ¡ Maldita ramera! Amenazas a mi familia y me humillas - se le ve furioso - vamos a ver ahora mismo al imán, no se quién eres pero te prohibirán entrar en esta ciudad - sigue agarrando tu brazo - seguro que no tienes ni marido al que pedirle cuentas - tira de ti hacia la puerta - Aisha, ¿ Te ha pagado esta furcia o la tienes trabajando? - pregunta a la patrona.

¡Muy bien! Ha caído redondito en la trampa.

Lo miro directamente a los ojos, sin haber pestañeado siquiera. Paso mi mano por sobre mi boca y se la pongo frente a la cara para que vea que ninguna gota de sangre a salido. Saco mi lengua y lamo mis labios.
Ya os gustaría que fuera una mujer de vida fácil, pero como esposa de un erudito alejandrino me temo que habéis cometido el error de vuestra vida.

Lo pateo directamente en la entrepierna con la punta de la bota, mientras está embobado.
Retiro lentamente mi pie y recupero la compostura de una dama, observando que hace el resto de la concurrencia. Finalmente, vuelvo hacia la patrona para ver su reacción.

Por supuesto, señora. Aunque quizás deberías reflexionar acerca de a quién consideras una amistad y con quién antagonizar.

Subo a mi habitación con toda la tranquilidad del mundo, recojo mis bártulos y muy suavemente emito un chillido de rata en la letrina.
Habiendo calculado el tiempo de la llegada de la plaga, bajo y pago lo que adeudaba dejando las monedas sobre el mesón de la patrona.

Me dirijo hacia un callejón y rápidamente cambio mi atuendo al de un mendigo egipcio. Escucharé atentamente el revuelo, las correrías y todo el barullo asociado. Me dirigiré a un lugar más tranquilo, cuándo todo habrá terminado.

Le agradezco a la mujer y la bendigo.

¡Qué Alá os tenga en su misericordia, generosa y gentil dama!

Me detengo y busco en mi morral restos guardados de la cena. Los convierto en trocitos y me acomodo sentado con la espalda contra un muro. Los dejo caer a mis pies e invito a la rata a acercarse.
Apenas en un murmullo hago suaves chillidos para comunicarme.

Alimentaos, pequeña.

Le hago cariño en la cabecita y la hago sentirse acogida para consultarle el motivo de su presencia.

La rata agradece tus atenciones. La gente que pasa a tu lado te mira con asco y te evitan.

La rata te dice.

- Sígueme, amo te busca.

Y empieza a corretear, si le sigues, atraviesas el zoco, en dirección este. Sales del núcleo urbano, y tras una extensión yerma, llegáis a una barriada sucia y deprimente. Ves como algunos mendigos vuelven a sus residencias. La rata se mete en un antiguo edificio y baja unas escaleras hasta un sótano. En la penumbra del lugar ves a un vástago con pinta de leproso y largas uñas.

- Conozco a todos los mendigos y vástagos de la ciudad, y tú no me suenas de nada - dice manteniéndose medio oculto. Has montado un buen revuelo con mis pequeñas amigas en esa posada.

Le agradezco a la rata la información y la sigo hasta encontrarme con su amo. Le hago una reverencia y le agradezco la hospitalidad.

Disculpad la intromisión. Jamás ha sido mi intención molestar a vuestras amigas. Si os he importunado, apreciaré que tengáis bien a perdonar este exabrupto.

Lo miro atentamente.
Elijo cuidadosamente mis palabras para alabar su conocimiento y su astucia, luego procedo a explicarle que el revuelo lleva bastante más tiempo.

Me imagino que estáis bien informado de lo que ha pasado en el campamento militar.

Le sonrío y le extiendo la mano en señal de buena fe.

Al leer su aura, la ves pálida y de color azul claro.

- Si, si te refieres al campamento de Guiza, sé que hubo problemas, pero al parecer el asunto está solucionado y no llegó a mayores - dice impertérrito - Tranquilo con lo de la posada, mis pequeñas se lo pasaron en grande - sonríe ligeramente - Yo soy Abdul y como ves pertenezco al Bay´t Mutasharid. ¿ Y tú, a que clan perteneces? Supongo que eres nuevo en la ciudad, no tienes nada que temer, nuestro príncipe es muy tolerante.