Webvampiro

Me muero. No hay luz. Alguien me coge de la mano, pero apenas puedo ver su rostro, creo que es Berenice, siento que está cerca. Tras años buscando su esquiva presencia en el más allá, es ella quien me encuentra. No muero deprisa, puedo escuchar los gritos de desesperación de Langdon, mi nombre en los labios de Coppeland, mi hija, mi santo grial. Pero la muerte es inmisericorde, no da prórrogas o concede tiempo para los créditos finales, así que, me dejo morir. De todos modos, hace años que deseo hacerlo

No es el final, mi conciencia no se ha disuelto todavía, no he Ascendido en busca de una futura encarnación. Mi Voluntad es férrea, incluso en la muerte, sigo siendo un heredero de Pymander y debo encontrar a mi esposa. Me muevo entre las almas de los difuntos con fluidez, apartándolas como cortinas de terciopelo azul. La veo envuelta en la luz de un millón de serafines, su corazón resplandece con el latido de las velas en la sinagoga, su rostro es pura belleza y beatitud. Gracias, Virgilio, por conducirme hasta aquí. He llegado, puedo descansar por fin.