Re: [Racconto] Palabras y sombras
Publicado: 06 Jul 2020, 09:31
—Diversificar... —dijo Owen tras la pregunta de Williams— Sí, es la mejor manera de conseguir información de forma rápida pero también es, convendréis conmigo, el modo más directo de llamar la atención. Una Coterie que se ha ganado el derecho a descansar después de sus servicios prestados a la Torre es enviada a Londres en lo que aparenta ser una especie de retiro dorado puntual y, al llegar, se separan y cada uno escarba en asuntos políticos de la capital. Si le añadimos la situación política y los resquemores generados por Sallow tendréis la sombra de la sospecha aferrada a vuestra espalda.
Bellemore se reclinó de nuevo sobre su asiento. Era plenamente consciente de que la tarea encomendada era muy compleja y que el equilibrio requerido se hallaba sobre una fina línea que apenas tenía margen de error. Lo cierto es que no envidiaba a los vástagos que tenía enfrente ni a sus hermanos de coterie. Su rostro, serio y pensativo, era un fiel reflejo de sus pensamientos.
—Si vuestro plan es que cada uno se aproxime por separado a sus respectivas facciones, creo que conseguiremos poca información antes de que se cierren en banda. Algunos lo harán temiendo que os hayamos enviado para derrocar a algún primogénito, como Moore, por ejemplo; otros creerán que queremos controlar el desarrollo político de las cosas, como Dickley; y algunos acertarán pensando que nuestro objetivo es Sallow. En cualquier caso opino que tenemos poco que ganar y sí mucho que perder —la argumentación de Owen no sonó, en ningún momento, como un ataque o una reprimenda. Es más, a pesar de que era algo en lo que ya habían, seguro, reparado su forma de hablar casi parecía denotar que estaba pensando en voz alta mientras lo comentaba—. Por otro lado, ir los cuatro de la mano no solo sería ineficiente sino que resultaría, como mínimo, extraño. Pero si, en cambio, estableciéramos algún objetivo ficticio de vuestra Coterie... uno que os permitiera integraros en el mundo político de Londres, la cosa sería distinta. Que cuatro vástagos lleguen y empiecen a hacer preguntas es sospechoso, pero que uno de ellos tenga ambiciones políticas y sus compañeros le apoyen tal vez resuene más con las intenciones de los vástagos londinenses. Por poner un ejemplo.
Owen se inclinó hacia la improvisada mesa donde descansaban las fotos de Stead y de Walker pero no les dedicó ni un simple vistazo. Estaban allí por lo que habían comentado antes y nada tenían que ver, a priori, con lo que se hablaba en ese momento.
—Por otro lado, señor Kaminsky, y enlazando con su pregunta, en Londres no saben de vosotros más que lo que hemos comentado. Una Coterie que, heroicamente, ayudó a La Torre en su lucha contra los salvajes del Sabbat, y se ha ganado el derecho a descansar un tiempo. No pocos intuirán algún tipo de relación entre eso y las revelaciones de Sallow sobre nuestro enemigo, pero resulta muy complicado hilvanar un hilo que una ambas cosas realmente. Es probable que los enemigos políticos de Sallow crean que se os envía para ayudar a la Príncipe mientras que otros no tendrán ni idea de qué pensar. Si queremos cortar todo ello de raíz debemos darles un motivo distinto —haciendo una mueca como de disculpa, Owen observó a sus dos interlocutores—. Sabemos, por experiencia, que en misiones de infiltración es imperativo que los agentes que las llevan a cabo se sientan identificados, en parte, con su tapadera. Hace ya mucho tiempo que entendimos que resultaba vital que los vástagos en cuestión aportaran aquellas vías de acción que les iban a ser más fáciles de sostener socialmente y que más se pudieran identificar con su propia forma de ser.
Bellemore se reclinó de nuevo sobre su asiento. Era plenamente consciente de que la tarea encomendada era muy compleja y que el equilibrio requerido se hallaba sobre una fina línea que apenas tenía margen de error. Lo cierto es que no envidiaba a los vástagos que tenía enfrente ni a sus hermanos de coterie. Su rostro, serio y pensativo, era un fiel reflejo de sus pensamientos.
—Si vuestro plan es que cada uno se aproxime por separado a sus respectivas facciones, creo que conseguiremos poca información antes de que se cierren en banda. Algunos lo harán temiendo que os hayamos enviado para derrocar a algún primogénito, como Moore, por ejemplo; otros creerán que queremos controlar el desarrollo político de las cosas, como Dickley; y algunos acertarán pensando que nuestro objetivo es Sallow. En cualquier caso opino que tenemos poco que ganar y sí mucho que perder —la argumentación de Owen no sonó, en ningún momento, como un ataque o una reprimenda. Es más, a pesar de que era algo en lo que ya habían, seguro, reparado su forma de hablar casi parecía denotar que estaba pensando en voz alta mientras lo comentaba—. Por otro lado, ir los cuatro de la mano no solo sería ineficiente sino que resultaría, como mínimo, extraño. Pero si, en cambio, estableciéramos algún objetivo ficticio de vuestra Coterie... uno que os permitiera integraros en el mundo político de Londres, la cosa sería distinta. Que cuatro vástagos lleguen y empiecen a hacer preguntas es sospechoso, pero que uno de ellos tenga ambiciones políticas y sus compañeros le apoyen tal vez resuene más con las intenciones de los vástagos londinenses. Por poner un ejemplo.
Owen se inclinó hacia la improvisada mesa donde descansaban las fotos de Stead y de Walker pero no les dedicó ni un simple vistazo. Estaban allí por lo que habían comentado antes y nada tenían que ver, a priori, con lo que se hablaba en ese momento.
—Por otro lado, señor Kaminsky, y enlazando con su pregunta, en Londres no saben de vosotros más que lo que hemos comentado. Una Coterie que, heroicamente, ayudó a La Torre en su lucha contra los salvajes del Sabbat, y se ha ganado el derecho a descansar un tiempo. No pocos intuirán algún tipo de relación entre eso y las revelaciones de Sallow sobre nuestro enemigo, pero resulta muy complicado hilvanar un hilo que una ambas cosas realmente. Es probable que los enemigos políticos de Sallow crean que se os envía para ayudar a la Príncipe mientras que otros no tendrán ni idea de qué pensar. Si queremos cortar todo ello de raíz debemos darles un motivo distinto —haciendo una mueca como de disculpa, Owen observó a sus dos interlocutores—. Sabemos, por experiencia, que en misiones de infiltración es imperativo que los agentes que las llevan a cabo se sientan identificados, en parte, con su tapadera. Hace ya mucho tiempo que entendimos que resultaba vital que los vástagos en cuestión aportaran aquellas vías de acción que les iban a ser más fáciles de sostener socialmente y que más se pudieran identificar con su propia forma de ser.