Tabitha Bowie observaba a sus alumnos realizando sus ejercicios en el gimnasio del instituto de Littleton. Había regresado al trabajo llena de un entusiasmo renovado, como el primer día multiplicado por cien. Ver a aquellos jóvenes llenos de vida, con sus virtudes y defectos, luchando por abrirse camino en un mundo que no siempre era agradable le fascinaba. Aunque al principio llena de dudas, Tabitha había sabido reconectar con los viejos rostros familiares, corregir los errores del pasado y transmitir parte de su alegría a su alrededor.
No había sido fácil.
Recordaba otros tiempos, quizás más sencillos, en los que había acompañado a la humanidad, enseñado a los jóvenes y había luchado en guerras que recordaba de forma nebulosa, junto a sus compañeros de la Casa del Firmamento. Por un momento, se ensimismó en el recuerdo de los cielos limpios y puros, navegando con sus hermanos en bandadas perfectamente coordinadas, manejando los elementos y el hálito del mundo.
Un pequeño carraspeo la sacó de su ensimismamiento. Detrás de ella había una chica, y reconoció de inmediato que no era una de sus alumnos. Se trataba de una joven bajita, quizás de trece o catorce años, vestida con ropa de marca, con un rostro perfecto, un peinado perfecto y unos ojos azules y gélidos como un glaciar que emitían autoridad y exigencia de ser obedecida. Tabitha la reconoció al instante.
Sin palabras se disculpó un momento ante sus alumnos, diciéndoles que siguieran con los ejercicios sin ella. Sin palabras ella y la chica fueron al despacho de Tabitha, que cerró con llave para asegurarse discreción. Una vez a solas, Tabitha se inclinó, quizás torpemente. Su recuerdo del protocolo celestial todavía era imperfecto.
-Mi capitana Arakhiel.
La chica asintió y dejó que Tabitha se incorporarse. A pesar de su juventud, estaba claro que estaba acostumbrada a ordenar. Su voz y sus gestos eran impropios para alguien de su edad.
-Tras eones eternos por fin volvemos a encontrarnos, Hanbi de la Segunda Casa. Me serviste bien en el pasado y por el juramento que hiciste, reclamo de nuevo tu lealtad. Las puertas del Abismo se están quebrando y me dispongo a reunir a aquéllos que en otro tiempo servisteis bajo mi estandarte. ¿Me seguirás de nuevo?
-Sí, mi capitana.
-Esta pequeña población pronto aceptará mi autoridad y sus habitantes me rendirán el homenaje debido. Pero ése sólo será el primer paso. Con el tiempo volveremos a conquistar el mundo, y ay de quienes se interpongan en nuestro camino.
Hanbi sintió un escalofrío de miedo al oír de las palabras frías y sin emoción de Arakhiel. En otro tiempo ella había sido su capitana y ella su consejera y amiga. Pero algo había cambiado en su compañera. Parecía que el tormento del Abismo la había acompañado.