
Santiago, aun sentado en la banqueta, se da la vuelta hacia Ion hasta apoyar el codo en el teclado sin ninguna consideración a las teclas. Se eleva un sonido fuerte y poco harmónico cuando lo hace, cosa que parece acentuar la sonrisa del retoño.
- No sabía que mis opiniones te importaban, Doolittle -dice Santiago, con una expresión desdeñosa- Y es una fiesta de etiqueta para vosotros.
No hace falta analizar el tono de burla que imprime en la última palabra para entender a qué se refiere. Ni es preciso ser muy avispado para notar que disfruta como nadie de la situación.
Antes de que pueda seguir con Ion, Blanca se acerca y le hace esa petición. Santiago se levanta hasta quedar muy cerca de la mujer, casi sin espacio personal entre ambos, atravesando aquellos ojos mortales con la quietud de su mirada muerta.
- ¿Y a ti quién te ha dicho que yo sea el tocadiscos de esta noche? -dice, mascando cada palabra entre la seducción, el desprecio y la diversión. Una mezcla que en cualquier otro no encajaría, pero que a él parece darle un encanto de chico demasiado travieso para su propio bien...o el de los demás - ¿Cuáles son las palabras mágicas?
Cuando Rebecca por su lado se acerca y le hace también una petición, Santi ladea la cabeza y le pasa la mano por el hombro a cada chica, quedando con ambas a cada lado de su cuerpo.
- ¿Has visto Ion? -dice, riéndose- La música genera amistades. Quizás deberías dedicarle un poco de tu tiempo libre. ¿Cómo os llamáis, bonitas?
Observa a Rebecca y a Blanca alternativamente, pero al final, parece acordarse de una pregunta y observa a la primera con la misma mirada que ha dedicado a la segunda.
- No sé qué canciones te recomendaría para el piano, pero sé qué melodía me gustaría que sonase cuando los tres estemos a solas tranquilamente, en algún sitio más cómodo y privado. ¿Os hace?

Damià ha hecho un gesto de desagrado ante el maltrato de las notas, pero borra la expresión molesta en cuestión de segundos, volviendo a la educación meditabunda. Sin embargo, sus ojos exploran la sala, mirando tanto a Anna como a Santi con un extraño brillo en su mirada y Marga puede tener la sensación de que el vampiro está molesto. Y aunque no sea con ella, no deja de ser una situación poco favorable.
- Uno no busca la muerte para obtener nuevas experiencias -dice Damià. Su tono es igual de exquisito, pero ahora hay una nota un poco más seca- Si la vida le aburre y necesita de esto para seguir, me temo que no necesita una cena, necesita pensar.
El Malkavian va observando a los mortales sin ignorar a Marga, como el depredador que está pendiente de todo lo que le rodea aun cuando no está de caza. Mira a Blanca y observa a Rebecca, pero sus pensamientos parecen estar más pendientes de la Gangrel recién llegada.
- Ah, perdone -dice, hablando de nuevo con la mujer- No debería haber sido tan descortés. Estoy seguro que tiene un motivo poderoso para arriesgarse a estar aquí y yo con mi brusquedad la debo haber incomodado. Pero no es preciso que se ande con sutilezas, aquí todos sabemos de la particular dieta que llevamos.

- Andic es muy sensible con su estilo. A mi me da igual lo que opinen los demás porque sé que no se atreverán a decírmelo mirándome a los ojos. -Marta toma una copa de un líquido rojo que a Tzu no le parece zumo de tomate. Es espeso, es rojo oscuro y...bueno, huele extraño. Parece obvio lo que es- A menos que quieran perderlos.
Marta escucha sin inmutarse el proverbio chino y luego se encoje de hombros. Hasta ese pequeño gesto es de una gracia elegante.
- Si te esperas a tener la seguridad de hacer bien las cosas, puede que nunca empieces nada. Caer de rodillas de vez en cuando está bien. De lo contrario, te pasa lo que a Roxanna: te crees que nadie puede vencerte.

Roxanna va agriando su expresión, hasta mostrar enfado en su rostro perfecto de porcelana.
- ¿Estás sugiriendo que soy una exagerada, Toni? ¿Una histérica? ¿Qué no sé controlarme?
Hay algo en su tono que parece diferente. Una amenaza primaria, una llamada a la época de cuando los humanos debían esconderse en cuevas por temor a las criaturas de los bosques que los cazaban. Un sentimiento que ningún mortal que ha vivido en una urbe del primer mundo ha sentido...hasta que ha vuelto a encontrarse con los depredadores que creía mitológicos.
Pero Roxanna acalla a la Bestia y se serena. Pero sigue enfadada.
- Ya veo. Muy bien. Ok. Como quieras. Tu sabrás. - Abre un pequeño bolso que lleva encima y empieza a retocarse el maquillaje, mientras responde a las otras preguntas de Block con tono pasivo-agresivo- Desaparecieron. Sus pisos vacíos y sin restos de pelea. Encontraron sus cuerpos un par de días después, en el río. Les faltaba el corazón. A los tres.
Cierra el espejito con un gesto seco y lo vuelve a guardar, ofendida.
- Y ahora si me disculpas, tengo que ir a otro lado a que me enseñen lecciones de cómo aspirar al poder. Que te vaya bien.
Se aleja de él, en dirección al balcón, taconeando ofendida. Nada le impide a Block seguirla, claro está.

Roxanna ha controlado la Bestia. Anna, no parece tenerla bajo el mismo control.
Toma a Julián del cuello de la camisa y lo acerca sin esfuerzo. Lo levanta apenas unos centímetros, pero lo suficiente como para dejar claro que podría tirarlo por la ventana sin apenas despeinarse. O bueno, dado el estado de su pelo, sin enredarlo mucho más.
- ¿¡Qué?! -grita, llamando la atención de todos los presentes. Parece que la promesa de sangre y muerte se refleja en la ira que impregna sus ojos, pero consigue mantener el impulso los segundos suficientes como para soltar al pobre Julián.
- ¿¡Cómo podéis hacer algo así?! - Con el cuerpo temblando de furia, se acerca a Marta Lagard pisando tan fuerte que parece que vaya a romper el suelo, pero con la lentitud del felino que está evaluando el salto que debe dar.- ¡Cómo podéis caer tan bajo!

Marta la observa sin parpadear, pero a la velocidad de un parpadeo, se ha puesto entre Anna y Tzu. Quizás por compasión, quizás por frío cálculo, quizás porque quiere mirar a la Gangrel a los ojos.
- Cálmate, Anna -dice, con desprecio claro, como quien regaña a una niña pequeña que lloriquea porque le han quitado su juguete- Estas no son las formas para el Elíseo
- ¿Elíseo? ¡Me suda la polla el Elíseo! -ruge la otra- ¿Qué vais a hacer con los otros? ¿Eh, hipócrita de mierda? ¿Les vais a dejar marchar sin más?
Damià se aparta del piano, acercándose a las dos con gesto protector. Ha dejado a Marga con la conversación a medias y puede que luego pueda retomarse, pero la situación puede salir de control a una gran velocidad...
Anna, por su lado, ignora a Marta para seguir hablando, mirando a los mortales presentes
- ¡Largáos! ¡Marchad ahora si tenéis cabeza, por el amor de Dios! ¡Esto es un sinsentido que....!
- ¡SILENCIO!
Las palabras de la Gangrel mueren en su boca y se gira, viendo a las dos figuras que han aparecido por la puerta, acompañadas por Níobe. La quietud se impone en la sala y Anna mira al hombre como queriendo decir algo, pero sin que ningún fonema escape por sus labios.
- Vete -ordena el Príncipe, entrando en la habitación - Si no sabes comportarte, no mereces estar en mi presencia.
Anna vuelve a encontrarse con la furia temblorosa, pero aplacada. Apretando los puños, baja la mirada y sale de allí, haciendo resonar sus pasos.
