
- Disculpas aceptadas -dice Níobe, medio de espaldas ya. Pero se gira y arquea una ceja, sorprendida por unos halagos que no comprende- ¿Sabiduría? Ehm...si, por supuesto.
Se gira y parece escuchar las últimas palabaras de Ramón, que empieza a hablar con Luís. La Guardiana del Elíseo se va a un rincón de la fiesta, cerca de la puerta, supervisando la escena.
Posiblemente haya escuchado sus palabras, pero parece preocupada por algo. De vez en cuando, mira el reloj, un poco tensa.

Cuando Rebecca gira la vista, Tangerine ya no está. No ha escuchado sus pisadas al irse, ni ha sido consciente de su partida. Simplemente, se ha esfumado en el aire del mismo modo en que ha llegado.
Sin embargo, Adán de la Cruz parece mirar de reojo un instante a un punto poco concreto del espacio y sonríe de lado, satisfecho. Luego, vuelve toda su atención a los dos invitados.

- ¿Sólo segunda, Rebecca? -dice el hombre, marcando cada palabra como si estuviera frotando las letras sobre terciopelo. No se acerca a ella y su lenguaje corporal es relajado, hasta distante, pero en su voz hay un claro deje de seducción que no puede ser ignorado- Estoy convencido que puedes hacerlo mejor.
El Toreador asiente ante las palabras de Block, girando su vista para clavarla en el hombre como si en vez de dos ojos tuviese dagas. No transmite amenaza, por ahora.
- Un análisis correcto, pero demasiado general. -comenta, de manera distraída- Nada de lo que hacemos o decimos en estos muros está tan alejado de la condición humana como para que resulte novedoso o sorprendente. Hay quien diría que sólo nos diferencian algunos...apetitos. Yo afirmo que sólo es una cuestión de perspectiva. - Se pone las manos en el bolsillo del pantalón, un gesto desenfadado y que podría ser hasta aliñado si no siguiese desprendiendo ese aura predadora pero atrayente - No pienses en los miembros de esta fiesta como entes diferentes a los que te has cruzado en tu vida y llegarás a conclusiones acertadas. Más que objetivos lo que aquí hay son miedos, orgullos y deseos.

- Cuando no hay música, querida, uno debe crearla por si mismo - dice Ignasi, todavía con Blanca de la cintura- Yo busco bailarines que sepan marcar el compás, pase lo que pase. Que no pierdan el ritmo, que no se queden por detrás de la melodía. Que oigan los instrumentos desafinados y los sepan identificar, que los señalen para mi. ¿Avispados dices? Eso no es suficiente para obtener lo que yo regalo.
Fabra chasquea los dedos hacia Ramón y Luis, mirando con una sonrisa arrogante, soberbia.
- ¿Os vais a quedar de cháchara todo el día o nos regaláis alguna canción?

Al principio pareciera que el Príncipe no está satisfecho con la respuesta, pero entonces Gonçal da con una pieza clave, un engranaje más débil que los otros y por el cual las palabras logran colarse como un goteo de agua sobre un resquicio.
- Ah, no diría que mi vida haya sido tan larga como tu benefactor -indica, fingiendo una modestia que en verdad no siente. Puede disimular ante sus pares, pero frente el halago directo, resulta difícil demostrar verdadera humildad- Ni creo que haya merecido ser puesta en negro sobre blanco. Amén que no estoy seguro que quisieras desdeñar un protagonista para centrarte en otro.
