
DÍA DIEZ: LOBOS Y CISNES
La verdad es que si se lo hubieran dicho hace unas semanas, no se lo habría creído, pero allí estaba, sentado en una elegante butaca, y aplaudiendo enfervorizado mientras la compañía de danza de Moscú recibía los aplausos del público que había asistido a la enésima puesta en escena de "El lago de los cisnes."
Yuri no había tenido una vida fácil, y sus gustos musicales distaban mucho de la música clásica y la ópera. Sin embargo, en aquellas últimas semanas, en las que había tenido que asistir a varios espectáculos de ballet y ópera, debía reconocer qu pasado el aburrimiento inicial, aquella música había tocado algo en el interior, y había llegado a apreciarlo. Un anciano del clan le había dicho que los hombres lobo a menudo heredaban las cualidades de sus ancestros, y quizás entre los ancestros rusos de Yuri hubiera algún aficionado a la ópera clásica.
Pero no sólo estaba allí para apreciar la belleza de aquel arte que le había embelesado. Había algo más, una cita que tras varias semanas de paciente espera había conseguido concertar. Se arregló la corbata y el traje, a los que no estaba acostumbrado, pero procuró dar una buena impresión, y tras tomar un pequeño ramillete de claveles blancos que tenía al lado, se dirigió con paso decidido hacia los camerinos.
Una vez caído el telón, la compañía se movía frenéticamente, recogiendo el atrezzo, mientras los artistas se cambiaban y se apresuraban. Ninguno se fijó en Yuri, que se había convertido en una presencia común, y a nadie le extrañó que se dirigiera hacia el camerino de la estrella principal. Yuri emitía confianza y su mirada contenía algo primordial y salvaje que hacía que la gente se lo pensara dos veces antes de enfrentársele.
Con una sonrisa deslumbrante y con el ramillete de claveles blancos en la mano, Yuri entró en el camerino de la protagonista. Ella se estaba arreglando, soltándose el pelo recogido, mirándose al espejo, todavía con su traje blanco y plateado de cisne. Era hermosa.
-Cierra la puerta al entrar -dijo sin dejar de mirarse al espejo, mientras terminaba de soltarse sus largos cabellos de ébano.
Yuri no pudo dejar de apreciar la encantadora figura del cisne. La mujer se dio la vuelta, dejando que su largo cabello se desplegara a su espalda, y con un movimiento, dejó caer su traje de cisne a sus pies. Parecía rodeada de una hechizante luz blanca, atrayente y luminosa.
Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, mientras la mujer lo envolvió con sus largos brazos marfileños, con la presa de una araña. Desplegó sus colmillos afilados y se preparó para morder.
Sin embargo, la vampira se detuvo en medio del movimiento. Mientras la abrazaba, Yuri extendió la mano y arrancó el fino cuello de cisne de golpe, con un tirón brutal y poderoso, pero preciso a la vez. La sanguijuela no pudo hacer nada salvo mirar sorprendida al vacío antes de deshacerse en un montón de cenizas blancas.
Yuri suspiró aliviado. No había dado tiempo a que su presa reaccionara, pero todavía no había terminado. Miró fijamente al espejo del camerino y buscó el camino hacia el mundo de los espíritus. En cuestión de minutos el camerino quedó vacío, y tanto Yuri como la vampira Irina habrían desaparecido del mundo de los mortales.