(C) [La Finca] Cien años de soledad (Eva Espinosa)

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Cuando Eva se hubo alejado algunos metros de la casa, Daniel cogió su móvil y realizó una llamada.

Entonces, en respuesta, la casa explotó, desde abajo. Sí, sí. Explotó.

El vástago se quedó mirando desde unos metros más allá el que había sido su hogar. Tiró el móvil, lo pisó con las botas y extrajo parte de la placa.

Después, se tomó unos segundos para ver como ardía su hogar, para despedirse.

Entonces, se colocó su cascó y subió en la harley. Hizo un gesto con la mano y empezó a rodar.

La moto llamaba cláramente la atención, en una urbanización en la que la gente empezaba a asomarse a las ventanas.

[Livia]

Pegó un bote en su asiento y se le encogió el corazón con la explosión. Pero, ¿cómo se podía ser tan puto bestia? A este ritmo en ese trabajo le iban a salir canas, arrugas y patas de gallo antes de tiempo, eso si no le daba un puto infarto antes. La próxima vez pedía plus de peligrosidad porque ¡madre del amor hermoso del cordero y todos los santos!

Y se quedaba allí, a lo Nerón viendo arder Roma.... Cuando hizo el gesto con la mano, se decidió a seguirle. No creía que fuera a tener mucho problema para no perder esa moto tan discretita de vista.

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Aproximadamente una hora más tarde, previa circulación por la M-45, la A-3 y un callejeo póstumo por una enorme urbanización de chalets, repleta de cuestas y curvas, llegaron al nuevo hogar de Daniel.

Era una casa considerablemente más grande, situada en lo alto de un cerro, junto a una calle que terminaba en un pequeño aparcamiento y se volvía un paraje ideal para realizar picnics (y para que los chavales realizaran sus botellones). La casa tenía un jardín enorme, aunque no estaba nada cuidado (parecía abandonado).

El interior estaba mejor. Daniel terminó de ordenar sus cosas en el sótano y, cuando los porteadores se fueron, fue a vez a Eva.

Para esa hora ya eran las cinco de la mañana. Les había cundido bien la noche.

La habitación en la que estaba Eva tenía una cama recién colocada de viscoelástica y dimensiones de 150x200. Tenia sábanas limpias y una funda nórdica que auguraba un apacible descanso. Había armarios, un arcón a los pies de la cama y hasta un tocador. Era una habitación enorme.

Daniel tocó a la puerta.

- ¿Eva? ¿Estás despierta? -preguntó-. ¿Tienes alguna duda? ¿Quieres que hablemos o prefieres descansar?

[Livia]

Aunque estaba destrozada no podía dormir. Se había quedado adormecida sentada en el suelo, con las rodillas dobladas sobre el pecho, con la espalda recostada en el colchón, la frente sobre las rodillas y la pistola junto a ella. Porque, ¿a quién quería engañar? Todavía seguía esperando a los motoristas que la encontraban siempre, fuera donde fuera y no podía dejar de pensar en ello. Como tampoco en las otras cosas desagradables que había visto.

Cuando llamó, la sobresaltó sacándola de la leve cabezada que estaba. Se despertó en un momento, como si sintiera una descarga de energía, como si solo hubieran tenido que encender un botón para activarla otra vez. Solo se sintió segura cuando notó que tenía cerca la pistola.

Eva se levantó y abrió la puerta. Estaba descalza con las lentillas aún puestas, la coleta recogida y vestida de aquella forma que tan poco propia era suya, es decir, normal con cualquier cosa que no significaba parecer una hipster bibliotecaria. Por supuesto que seguía vestida, estaba esperando por si tenía que volver a correr, como el resto del día.

- No puedo dormir - respondió. No es que fuera la persona, perdón, vampiro a la que tuviera más ganas de ver pero tampoco quería quedarse sola. Suspiró - Sinceramente, no sé ni por donde empezar pero tampoco quiero molestarte con preguntas estúpidas.

Estaba ya en esa fase en la que no se distingue cuando se habla o se piensa en voz alta.

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Daniel asintió y pasó al cuarto de Eva. Se quedó de pie en la habitación.

- Te acompañaré entonces un rato -dijo-. Entiendo que han sido demasiadas cosas en una noche como para que puedas dormir.

Esperó a que ella se pusiera cómoda. Él estaba bien allí, de pie.

- ¿Qué preguntas tienes? Pregunta lo que quieras y te contestaré con claridad. Desde lo que tenga que ver con el Lance Sanctum hasta las propiedades de la sangre de vástago.

Sonrió, intentando sonar reconfortante. Todavía sentía cierta incomodidad por lo que sucedió en la biblioteca. Le resultaba raro verla con esas pintas, sin sus gafas y su aspecto de dependienta de tienda de libros.

[Livia]

Aunque Cortés no fuera su persona favorita desde que le había enseñado cuál era su lugar, una herramienta que sustituía a su padre en sus planes, agradecía su compañía. No tenía la menor gana de quedarse sola. La habitación le parecía demasiado grande, como la casa y en lugar de sentirse protegida se sentía vulnerable con tanto espacio a su alrededor. Se sentó en la cama y apoyó la espalda contra la pared.

- Hoy se ha llevado el premio gordo a mi día más nefasto en mucho tiempo - reconoció - No estoy muy tranquila la verdad pero no es solo por esta noche. Es el conjunto con todas las anteriores. Tengo miedo a dormirme. A que vuelvan a encontrarme. A vuelvan a estar a mi lado mientras duermo. Tengo miedo a despertar amarrada a una silla en un lugar muy oscuro donde no hay sitio para la esperanza y donde nadie encuentre lo que quede de mí jamás.

No le había mirado al hablar. Era un pensamiento en voz alta, mientras jugueteaba con los dedos con un mechón de pelo. Eva pensó que venía porque deseaba tranquilizarla con conocimiento para que la pieza de su plan de puto Moriarty no le fallara. En aquellos momentos, deseó tener el vicio de su tito. Ya sabía por qué fumaba tanto. Nunca iba a pensar que iba a comprender tan bien a sus dos padres como en esos días.Le resultó raro que no se sentara, pero si prefería estar de pie....

- ¿Y qué propiedades tiene? - preguntó, porque eso era tan bueno para comenzar a preguntar como cualquier otra cosa. Eso de sangre de vástago le había sonado tan milagroso como el mitológico cuerno de unicornio. No tenía la más remota idea de lo que era pero se lo había presentado en bandeja - Ayer cenaste conmigo, ¿necesitas comer también?

Atrajo las rodillas sobre el pecho y apoyó sobre ellas la cabeza. Mientras miraba sus ojos lo que se le pasó por la mente es cuánto confiaría en una herramienta y en un papel, en la cláusula de confidencialidad a la que tanto había alegado como si fuera una chivata que iba a delatar sus secretos. ¿Qué pasaría a los tres meses? ¿La dejaría ir con todos esos conocimientos y una palmadita en la espalda y la promesa de guardar silencio? En tres meses no se destruía una secta vampírica de hijos de puta, de eso estaba segura casi tanto como que no sabía si conseguiría sobrevivir a más días así. Tenía la sensación de que aún no era totalmente consciente de lo bien jodida que estaba.

-Me gustaría saber sobre el Lancea. Les estoy pillando un poquito de tirria e independientemente de nuestros acuerdos no voy a negarte que te voy a ayudar con muchísimo gusto a acabar con ellos. - dijo, Eva ladeando la cabeza - Comentaste que tu familia formaba parte de ellos. ¿Tú también estuviste? Y la profecía de la que me hablaste. ¿Qué dice?

No dejaba de preguntarse cómo la veía y también cómo iban a pegarle una patada en el culo a los capullos de la lanza.

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El Mekhet no parecía dar importancia al hecho de estar de pie en mitad de la enorme habitación. Sabía que era un momento importante y estar de pie le ayudaba a concentrarse.

- Lo siento. Me gustaría garantizarte la seguridad en este lugar, pero no vamos a estar completamente seguros en ningún sitio. Hemos preparado un señuelo por el que, probablemente, estén ocupados una buena temporada.

Sonrió, intentando reconfortarla.

- Te recomiendo que te adaptes a mis horarios. Perderás algo de tiempo, pero estaré disponible si me necesitas. Si sales fuera, lo mejor es que sea en un momento en el que yo esté despierto.

Le sonaba un poco absurdo todo aquello, no esperaba encontrar problemas en la otra punta de Madrid.

- La sangre de vástago nos vuelve inmortales, más resistentes, más fuertes, más inteligentes, más rápidos y más sigilosos. Por el contrario, tiene un gran coste: estamos muertos y convivimos con nuestros propios instintos, la Bestia. Algunos de nosotros sucumben ante ella, convirtiéndose en animales salvajes que deben ser cazados por el bien del Silencio de Sangre.

Hizo una pausa. No era fácil resumir todo aquello.

- El Silencio de Sangre es una de nuestras tres principales reglas. Es, precisamente, la regla que estoy incumpliendo ahora mismo: desvelar los secretos de la Estirpe a un mortal.

La miró a los ojos.

- No acaba ahí la cosa. Si aplicamos nuestra sangre (o vitae) sobre un mortal, podemos curar sus heridas. Si un mortal bebe de nuestra sangre, desarrollará un vínculo con nosotros. Al beber tres veces, será prácticamente un esclavo.

Sobre la comida de ayer... Había truco.

- Ayer, la taza de té que me tomé, era sangre. No todos los vástagos pueden digerir la comida, requiere un gasto de sangre adicional, igual que calentar el cuerpo, respirar o ruborizar nuestra piel. Por suerte yo sí que soy capaz.

Comenzó a utilizar su sangre para dar calor y color a su cuerpo. Acercó el reverso de su mano derecha a la mejilla de Eva, para que sintiera el calor.

- No. Mi Sire, el ser que me convirtió en vampiro, era quien formaba parte del Lancea Sanctum, al igual que su Sire y que el Sire de su Sire -suspiró-. A diferencia de ti, yo no sigo los pasos de mi antecesor.

Soltó una carcajada.

- La profecía -dijo, recuperando la seriedad-. No creo que sea positivo revelartela ahora. Te prometo que te la contaré cuando llegue la hora.

[Livia]

Mientras hablaba con ella, Eva permaneció inexpresiva. Le parecía que cada secreto confesado era un clavo más en su ataud. Se sentía atrapada en una situación que, de haber conocido en profundidad, no sabía si habría firmado el contrato pero hubiera considerado todo un detalle que le hubiera comentado, aunque fuese por encima antes de echarle toda esa mierda, para aceptar con conocimiento de causa. En ese momento ni un sueldo fijo, ni un libro, ni los restos de una biblioteca que la había fascinado, ni su apellido le estaban pareciendo importantes.

- ¿Se te puede despertar de día si hay problemas? - preguntó. Planeaba dormir poco ya fuera de día o noche. Al menos, tenía esa ventaja, poder acortar sus periodos de inactividad e instalar todo lo que creía que iba a poder necesitar.

- Si no puedes contármelo, ¿por qué me lo cuentas? ¿Tanto confías en mí? - respondió, y se quedó mirándolo, estudiando su respuesta con detenimiento porque dependiendo de eso, y de cómo valorara la situación cuando terminaran de hablar decidiría qué hacer. A priori, no creía que mereciera la pena arriesgar su propia vida y el corazón de su tito por alguien que la consideraba una herramienta para sus planes porque a esas alturas el dinero ya había perdido todo su valor. -¿Cuáles son las otras reglas? ¿Cómo es tu mundo? Tu sociedad.


Se quedó inmóvil cuando le acercó la mano a la cara. Decidió en ese momento que necesitaba saber la perspectiva de su padre. Quería leer el diario de investigación. Todo esto le estaba quedando muy grande. No entendía su papel tampoco. Si ella era más débil, menos inteligente y más torpe. Si ni siquiera podía serle de ayuda durante el día. ¿Qué carajo quería? Investigar. ¿Investigar qué? ¿Cómo iba a poder ayudarle a acabar con los capullos de la lanza?

- Está bien. - dijo con respecto a la profecía. Pero una cosa es lo que decía y otra que no intentara buscarla por su parte.

[Variable]

No es que fuera una pregunta fácil.

- Me puedes despertar de día pero, si eso pasa, asegurate de que sea en una situación de vida o muerte. Tendrás que encontrar una forma de romper la puerta y bajar abajo. En todo caso... no te preocupes, eso no sucederá.

No quería revelar muchos más detalles al respecto. Tampoco iba a darle la llave de su refugio.

- Te lo cuento porque he decidido hacerme responsable si el mero hecho de que te lo cuente llega a suponer un problema -admitió-. Hace años decidí empezar a creer en ti, y después de lo visto... Creo que apuesto definitivamente por ti.

Aquello era bastante engorroso, pero continuó hablando.

- Hay un príncipe -dijo-. Que es básicamente el que manda en todo esto. Luego hay una tipa que es "La Justicia" y se dedica a cazar infractores. Dan pomposas fiestas y juegan a la política... Como si importara.

Se encogió de hombros.

- Las tres reglas básicas son la Mascarada, la Progenie y el Amaranto: la primera ya la conoces, la segunda es no crear otros vampiros sin permiso y la tercera es no consumir a otro vástago completamente (lo que provocaría su destrucción completa y digamos que la potencia de su sangre se añade a la tuya).

[Livia]

Toda la desconfianza, la paranoia, el miedo, los planes imaginarios de fuga a un país extranjero, la indignación. Todo se sumió en el silencio brusco y repentino en cuanto creyó recibir un halago y la conversación se centró en ella momentaneamente. Tragó saliva, notó calor en las mejillas y ladeó la cabeza para ocultar el rostro tras la cortina de pelo con timidez. En ese momento, no supo qué decir. Simplemente, esbozó una sonrisa y al rato, cuando la conversación discurría por otros derroteros volvió a asomarse entre el pelo. Seguía siendo la tímida bibliotecaria aunque aquella noche había intentado despistar a quienes la buscaban vistiéndose de otra manera y quitándose las gafas. Un pequeño sacrificio en pos de la supervivencia.

La sociedad de los vampiros la verdad es que no le parecía muy interesante. Tanto tiempo por delante y se ponían a hacer sectas pseudo religiosas y una corte con su policía. La verdad es que eso de La Justicia sonaba auténticamente mal. Infractores. Justicia. Príncipes. Así, de primeras, como sociedad le resultaba decepcionante. Si ya no eran mortales, ¿por qué seguir repitiendo lo mismo? Lo miró con aquella pregunta en los ojos, pero atinó a decir nada, aún.

La primera ley le pareció razonable. La segunda ley no le gustó nada, ¿quién era nadie para decidir sobre la capacidad de tener descendencia? Le pareció una ley retrógrada y castradora. La última no le terminaba de quedar clara. Le parecía que intentaba evitar una especie de canibalismo por poder. Nunca hubiera pensado que un vampiro se pudiera comer a otro.

- ¿Cómo fue? ¿Qué te pasó? - le preguntó, sintiéndose torpe - B..Bueno, que si tú querías ser así