(C) [La Finca] Cien años de soledad (Eva Espinosa)

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Buscando en las redes, encuentras una interesante noticia de 2015:

Subastan un primera edición de Cien años de soledad
Un raro ejemplar de la obra cumbre del Nobel Gabriel García Márquez sale hoy al mercado en la casa El Latino.

MADRID, 26 de septiembre.- La primera edición de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez lleva una portada de un diseñador anónimo quien con un dibujo abstracto solucionó la falta de imagen para la cubierta de la novela considerada de las importantes del siglo XX, pues el diseño de Vicente Rojo, encargado por el propio escritor colombiano, no llegó antes de la fecha de impresión.

El ilustrador anónimo, que trabajaba para Editorial Sudamericana en Buenos Aires, resolvió con un naufragio en la selva, en un fondo azul grisáceo con tres flores exóticas de color amarillo en la parte inferior. Casi 50 años después de esta primera edición, el ejemplar podría alcanzar un precio de 15 mil euros.

La venta será hoy en la casa El Latino, que realizará su tradicional subasta mensual de fotografías, grabados, litografías, documentos y libros, en la cual destaca este único ejemplar de la novela publicada en 1967 que, se detalla en el catálogo, tiene el lomo desgastado por uso y su encuadernado es rústico.

Si bien en ocasiones anteriores la subastadora ha vendido otros títulos de García Márquez, incluso la misma novela, Germán Hernández Toledo, jefe del departamento de Libros y Documentos de El Latino, señaló que tras la muerte del autor en abril del año pasado y la cubierta especial hacen de este ejemplar una genuina obra de colección.

En enero de 2014, tres meses antes de la muerte del novelista, cuando se subastó otra edición de Cien años de soledad, la misma casa estableció como precio de salida 6 mil euros, y ahora es de 12 mil; pero Hernández Toledo confía en que alcance hasta 15 mil.

“Se cotiza por lo que representa, desde la leyenda urbana que dice que cuando Gabriel García Márquez publicó la novela por primera vez no guardó ningún ejemplar, y luego él mismo ofrecía mil dólares por un libro de la primera edición; desde ahí se empieza a cotizar alto. Luego el hecho de que sea una portada distinta, que la que conocemos de Vicente Rojo no llegara y entonces tuviera que hacerse otra para cubrir la urgencia”, expone el especialista.

El libro, con el número de lote 166, fue parte de un primer tiraje de ocho mil ejemplares que hiciera la editorial argentina, a pesar del retraso de la portada de Rojo, por lo que improvisara con una cubierta a la cual se le llamó “espuria”. De la novela, considerada de las más importantes en la corriente de realismo mágico, se han vendido más de 30 millones de ejemplares durante 48 años en circulación, y ha sido traducida a 35 idiomas.

Esta es la cuarta o quinta ocasión que subastamos obras de García Márquez, hemos tenido primeras ediciones de otros títulos como El coronel no tiene quien le escriba, y son libros que alcanzan entre 150 y 200 euros. Para ser libros comunes, sí es muy raro que se coticen tan alto, pero también en los últimos años el mercado ha subido, y cada vez los clientes son más específicos”, señaló Hernández Toledo.

El especialista detalló que más allá de las anécdotas alrededor de un ejemplar, un libro se convierte en obra de colección por tres razones: primero por pertenecer al periodo entre el siglo XVI y XVII, pues la mayoría de estos títulos se quemaron o perdieron; segundo que sea de una edición limitada y tercero, por la trayectoria de su autor.

Si bien el valor se determina por estas condiciones, este se incrementa si el ejemplar tiene firma o dedicatoria del autor, si perteneció a un personaje importante o contiene un elemento extra: “Por una firma diez euros; si trae dedicatoria de una o dos líneas, pues 10 o 20 euros más, así se va cotizando y al final se convierten en piezas de colección y son una inversión a largo plazo”.

Del lote en oferta hoy, centrado en obras sudamericanas, también destaca una serie de acuarelas sobre papel de Claudio Linati tituladas Sketches in Mexico, con un precio de salida de cinco mil euros. El también investigador señaló que se trata del artista que introdujo el grabado al país en el siglo XIX.

Otra primera edición fue robada en España este año

La indignación ensombreció la 74 Feria del Libro de Madrid (FLMadrid), que se realizó la primera semana de mayo, cuando un ejemplar de la primera edición de Cien años de soledad, que se exhibía en una vitrina cerrada, fue sustraído.

El libro, de la colección del librero Lorenzo Castillo, era parte de la exposición conmemorativa que la FLMadrid organizó como homenaje a Gabriel García Márquez a un año de su muerte, pero, a pesar de estar con llave y tener guardias de seguridad, la publicación desapareció.

Ante la incertidumbre de cómo los ladrones tomaron el libro y la consternación de libreros y visitantes ante la noticia, que circuló por medios de comunicación y redes sociales, el dueño hizo la denuncia oficial ante la policía, la cual tampoco tenía señales de quiénes tomaron la edición y cómo burlaron una única puerta de salida.

Mientras la policía realizó investigaciones como si se tratara de un asesinato, el público en general de la feria promovió a través de redes sociales una marcha para pedir que se devolviera la novela.

Casi una semana después la primera edición apareció en un mercado de venta ilegal, pero con tachaduras en algunas palabras y marcas tradicionales de correctores de estilo en gran parte del texto. Entre sus páginas estaba una carta anónima, en la que se afirmaba que la novela poseía errores imperdonables en el uso del castellano que se han perpetuado desde su publicación.

[Livia]

Releyó varias veces lo que había encontrado, añadiéndolo a favoritos de su navegador móvil para que no se le perdiese. Había pensado estar en la terracita del restaurante de comida rápida hasta la noche pero empezaba a sentirse incómoda con esta zona y todo el asunto. Tenía una sensación como de ¿peligro? Estaba sola,total y completamente sola, no podía pedirle más ayuda a su padrino y estaba comenzando a pensar que tres mil pavos (a repartir con su padrino, facturados como servicios de tasación ,para declarar esos ingresos en cuenta legalmente con todas las mordidas variadas) no eran suficientes para todo ese movidote. Si al menos fuera a llevarse la mitad o todo de lo que podía sacarse por ese libro bien vendido, podía plantearse el riesgo, pero ¿lo que iba a ganar justificaba todo eso? Su salud, su tranquilidad (aunque no es que tuviera demasiada) .

Estaba por llamar a su tío, decirle que lo sentía mucho pero que pasaba, que si llevaba al apellido Espinosa al barro y nadie más quería darle trabajo pues, que así fuera. Ya pondría souvenirs para los turistas, flamencas y toritos con la bandera de España (o lo que fuese) o haría eventos de poesía erótica o feminista en la tienda para atraer culturetas y hipsters que se dejaran el dinero. ¡Que la echasen del gremio de libreros de viejo si querían! Pero al menos no tenía alguna posibilidad de terminar convertida en una mancha de sangre en el suelo, como su padre.

Nadie piensa en eso. Nunca. Jamás. ¿Qué pasa con las manchas de sangre en la escena de un crimen? Seguro que todo el mundo piensa que la Policía deja todo limpito, después de que el CSI pase por allí (si pasa) . Pero no es así. Lo tienes que limpiar tú, tú la hija, la madre, el padre, el hermano de la víctima. Tú limpias la sangre con tus manos. ¿Alguien ha pensado alguna vez lo doloroso que puede ser eso? Despertar una mañana, ir a ver a tu padre a la tienda y ver que está la Policía. Unos agentes muy serios no te dejan pasar, luego se pasan la papeleta para que alguien aún más serio te de la mala noticia de la forma más fría posible. Cuando todo pasa, cuando se llevan el cuerpo, después del precintado, las pruebas, el pasar por comisaría, por el tanatorio y el entierro. Cuando tienes el valor de entrar, ves las manchas secas como lo único que te queda de tu padre, de la vida que le han arrebatado y, de camino, el trozo de vida que te han arrebatado a ti. Y eso lo tienes que restregar con lejía, con detergente, con tus propias manos, con tus propias lágrimas hasta que se va y cuando lo hace, cuando parece que nada ha pasado allí, te invade una sensación extraña. Te quedas mirando absorta el fondo de la taza del water, contemplando el agua rojiza con una capa de espuma blanca encima y pones la mano en la cadena. Eso es lo último que queda de la vida de tu padre, y tienes que deshacerte de él, tienes que tirar de la cadena y, cuando lo haces, te invade el alma un vacío terrible, frío y doloroso.

Alguien tenía un motivo muy personal para ir por ese libro, porque nadie se toma tantas molestias para robarle a un librero como el Castillo en plena Feria del Libro, para luego darse el lujo de ejercer de corrector ofendito y dejar tirado por ahí un ejemplar que vale bastantes miles. Eso apuntaba a un motivo muy personal y que lo mismo no estaba muy en sus cabales... Era posible que no se tomara a bien su intromisión porque seguro que también estaba detrás del ejemplar de Cortés. Debía reconocer que la superaba, porque si su competencia era el corrector justiciero, era mejor que ella de allí a Lima, por mucho que le jodiese admitirlo. No creía que ella misma, sola con sus humildes medios, hubiera sido capaz de emular la hazaña de la Feria del Libro.

Así que la conclusión fue para ella bastante clara: el tipo de la moto era el corrector justiciero, tenía un fuerte motivo personal que lo impulsaba y además, sabía que tenía competencia y conocía la matrícula de su coche. Supuso, además, que lo de seguirla con la motito había sido un aviso para que no se metiera por medio. Ahora solo quedaba ver si lo hacía o no. Pero si le faltaba un tornillo, como se temía, quizás su interés personal le llevara a darle otro más fuerte, o que si conseguía el libro primero , por casualidad, intentara quitárselo usando medios expeditivos.

Cavilando todas estas cosas, Eva había tirado el envase vacío a una enorme papelera. Se había montado en su pequeña antigualla, que tras protestar un par de veces en el cambio de marchas, tomó una dirección incierta. Siguió dándole vueltas a todas esas cosas. A qué hacer. A si valía la pena seguir adelante pero había algo que no se quitaba de la cabeza. ¿Cuál era ese motivo tan personal que había llevado a su rival a hacer eso? ¿Estaba suponiendo mal? Le fallaban muchas cosas.

Cuando se hizo de noche, Eva se detuvo en una gasolinera de carretera en medio de ninguna parte. Repostó y se dirigió al Hospital Universitario. Allí iba a pasar la noche en el parking vigilado fingiendo ser alguna familiar de un enfermo en estado grave. Lo que hizo fue buscar más información de Lorenzo y del libro pintarrajeado. Quería saber sus números para localizarlo y qué pasajes había tachado. También metió la matrícula de la moto en Google, para ver si aparecía algo. Se prometió que eso era lo último que iba a hacer de ese asunto. Luego, dependiendo de cómo estuviera su nivel de miedo por su seguridad y de compasión por un ricachón que parecía vivir solo y enclaustrado, lo mismo le dejaba una nota de aviso en el buzón al tal Cortés. No quería sobre su conciencia una mancha sangre que tuviera que recoger una hija, una madre o un hermano.

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Eva fue incapaz de encontrar el teléfono personal de Lorenzo Castillo y, por descontado, tampoco consiguió la matrícula de la moto. Google no era un detective privado.

Sin embargo, sobre Lorenzo sí que pudo encontrar algo más de información:

El primer acercamiento a su profesión de librero fue entre 1988 y 1995 en Galería Librería, ubicada en el centro de Madrid.​ Luego, hasta 1998 trabajó en Enrique Ramos Libros, ubicada en el mismo local que Galería Librería. Después, vendió libros en oficinas y a domicilio y, posteriormente, emprendió su labor de librero por cuenta propia. Es así que el 10 de diciembre de 1998 abrió sus puertas Silencio Lecturas.​ Este proyecto fue iniciado con junto a María Luisa Gómez y Claudia Ortega, con quien los unía el amor por los libros y la lectura.​ El objetivo de Castillo con Silencio Lecturas es poder vivir de los libros, que lo son todo para él.

Además de ser librero, es autor de varios libros, todos publicados bajo el sello editorial de Silencio Lecturas, colaboró en las revistas Número, Piedepágina, Aleph y El Malpensante, en las revistas cubanas Casa de las Américas, Umbral, La siempreviva, Matanzas y El caimán barbudo. Asimismo, posee un amplio bagaje sobre la literatura sudamericana, especialmente sobre el poeta Pablo Neruda.

Sobre el poeta publicó el libro: De cuando Pablo Neruda plagió a Miguel Ángel Macau en 2008 y fue curador de la exposición: Pablo Neruda "Residir en la tierra" realizada en la Biblioteca Nacional de Colombia recordando el centenario del natalicio del poeta chileno.

En abril de 2015 colaboró en la 74a Feria del Libro de Madrid prestando su colección completa de primeras ediciones de Gabriel García Márquez, incluyendo un ejemplar dedicado ("Para Lorenzo Castillo, el librovejero, como siempre, y desde siempre, de su amigo Gabriel") de la primera edición de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez para la exposición temática del evento conmemorando la muerte del nobel. Unos días más tarde, el 2 de mayo, el valioso libro fue robado,​ y el 8 de mayo fue recuperado por la policía nacional.

Como agradecimiento por la inmensa solidaridad y repudio que causó este robo y para permitir que todos los madrileños tengan acceso a esta obra, Castillo donó este ejemplar, junto con 124 volúmenes y 18 carpetas con recortes de artículos de prensa y revistas de o sobre Gabriel García Márquez a la Biblioteca Nacional. Las obras incluyen traducciones de obras del nobel en varios idiomas: español, catalán, francés, inglés, italiano, mandarín, griego, ruso, japonés, danés y hebreo.

[Livia]

MIentras estaba en el coche, dando vueltas porque estaba incomodísima de domir ahí, buscó todas esas cosas. La verdad. El teléfono personal iba a ser complicado pero quizás pudiera encontrar el de su oficina y, quizás, ver que cosilla de valor podía medio tener por la tienda que le pudiera servir de gancho para hablar de profesional a profesional.

Luego se aburrió, y terminó buscando la matrícula en google por si sonaba la flauta pero nada.... Lo último que hizo fue buscar un poco más de ese libro maltratado. Vale, podía no ser una edición perfecta pero para los poquísimos que había de primera edición, ¿era necesario ensañarse tanto para tratarlo como el libro de texto de un quinceañero? Un poquito de respeto a las canas, ¡hombre, por favor!

Lo que sí tenía claro era una cosa: mañana iba a ser día de biblioteca nacional. Se quedó dormida pensado en la lista de tareas: cambiar la pila, tener cuidado con la moto, ir a la librería y ducharse como una persona normal, revisar los adeudos, ver los emails y correspondencia, desayunar y aprovechar para revisar todas las grabaciones entre medias. Lo mismo podía encontrar algo que se le había pasado.

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Buscar por una persona individual era una cosa, pero buscar por la tienda Silencio Lecturas era otra cosa. No le costó encontrar el teléfono de contacto de la librería/editorial. Un trabajo sencillo.

Se quedó dormida buscando información al respecto.

Cuando despertó por la mañana, seguía allí, en el coche. Lo que no estaba con ella era su teléfono móvil.

[Livia]

Por primera vez en mucho tiempo había tenido sueños dulces y agradables. Cuando abrió los ojos su cuello y su maltratado cuerpo le dieron los buenos días con toda clase de dolores musculares, pensó que bueno, era algo razonable pero que había dormido segura. Además había tenido un sueño precioso con su padre. Enseguida quiso ver la hora que era. Qué raro que no tenía el móvil en el suelo, creía que lo había dejado allí. No comenzó a alarmarse hasta que registró el 600, y un 600 no tiene mucho que registrar así que enseguida tuvo un escalofrío recorriéndole la espalda y una oleada de fuego iracunda llenándole el pecho.

Salió del coche descalza, con una vieja camiseta y vestida con unos boxers muy gastados de hombre.

-¡Hijo de Satanás! ¡Me cago en toda tu casta! -gritó, a todo pulmón y le dio un par de golpes en el techo al pobre 600 cuya única culpa había sido ser el testigo silencioso de quien le había robado. Porque estaba segurisima que había sido el de la moto. Ese maldito bastardo que, como le volviera a ver la moto, no iba a tener compasión: le rajaba las putas ruedas al mamonazo. Claro que sí, a gastarse otra vez 200 o 300 euros en algo medio decente.-¡Devuélveme mi móvil! ¡Que yo no te reventé la moto y podía, eh! Un poquito de solidaridad profesional, ¡coñio!

Por supuesto, no le respondió más que el eco. Se sentó en el asiento del conductor para meterse a toda prisa unos vaqueros desgastados, no le importaba llevar debajo su ropa de dormir los antiguos calzoncillos de su padre, no. Se calzó las deportivas a pelo y se echó por los hombros la amplia sudadera negra con capucha que llevaba siempre. Le dio buen portazo al 600, se llevó las llaves sí, ¿pero para qué cerrarlo si por lo visto era más difícil abrir un bote de mayonesa nuevo?

Dando furiosas zancadas, con el ticket en una mano, y las llaves y la cartera en la otra fue hacia la garita del vigilante. ¿No era un puto parking vigilado, joder?

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Un parking vigilado, no un hotel.

La pequeña oficina desde donde operaba la vigilante de seguridad estaba tranquila. Detrás de la cristalera había una mujer con sobrepeso, con el pelo rubio, teñido y atado con una coleta. Llevaba un uniforme de la empresa y leía a través de sus gafas una revista de crucigramas de estas tan populares en los kioskos de la playa (playas que, por otro lado, no existen en Madrid).

Sin prestar mucha atención a Eva, extendió la mano, esperando que le pasara el ticket.

[Livia]

Genial. Le había tocado la empleada del año pero, ¿cómo se podía ser tan cutre de leer esa basura? Es que hubiera dormido más segura tapada con cartones en la Gran Vía, porque se veía que tenía un grandísimo interés por su trabajo.

- Oiga, que me han abierto el coche y me han robado. Ha sido, no sé, esta noche entre la 1 y ahora que acabo de bajar del hospital.

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La segurata levantó la mirada de los crucigramas.

- ¿Te han robado, cariño? -dijo, con cierta preocupación, mientras que se levantaba-. ¿Qué te han robado? ¿El coche? ¿Quieres que llame a la policía?

[Livia]

Se sintió un poco aliviada de la respuesta de la señora.

- No, no me han robado dentro. No hay nada roto, no sé cómo lo han abierto pero me olvidé el móvil y no está, que es lo único de valor que había dentro. - hizo una pausa - ¿No podría mirar usted en las grabaciones a ver si se ve alguien o no sé, por favor? No sé es que es muy raro.

Y ahora que la respuesta de la mujer la había tranquilizado, lo que estaba era empezando a ser consciente

- Voy a denunciar el robo, sí, pero no sé si tendrán que darme un justificante o algo.