Re: Episodio 6. Revelaciones y voces en la mente
Publicado: 05 Oct 2020, 17:52
{ https://www.youtube.com/watch?v=nucL1MMIYRA - Everybody's Gotta Learn Sometime by Beck }
Rohde volvío cabizbajo sin dirigir mirada a ninguno de los dos. Simplemente los sobrepasó de vuelta, y cogió el camino que les llevaría hasta el aeropuerto de Kastrup. Una vez más parecía que el tiempo se les echaba encima. Tenían que exprimir la noche hasta la última gota, para acabar con la misma acidez que un limón. Desconocían que estaba pasando detrás de todo aquel telón, que movimientos realizaban los titiriteros para que aquel plan de acción continuará... demonios, ni siquiera parecían tener claro de que tiempo disponían.
Todos aquellos pensamientos se agolpaban en cada uno de ellos, o al menos eso daba a entender el silencio predominante durante el trayecto al aeródromo. En el caso del programador, aquellos se mezclaban con las ilusiones sobre su nueva identidad. Y quisiera o no, las palabras de Laurent, se le habían clavado a fuego, dando una demostrable fe de la influencia que el volgirre tenía sobre él. ¿Quien sería su sire?, ¿lo conocería ya de antes? ¿Habría tratado alguna vez con él? ¿Seguiría vivo?... en caso de encontrarlo, ¿lo aceptaría?. Por su mente aparecían en formato de las fichas de Bloodspot todos y cada uno de los expedientes de los lunáticos de Copenhague que había cotilleado alguna vez, y como una hipotética margarita, deshojaba las posibilidades, buscando estúpidas e inexistentes cuestiones genéticas que le acercaran a uno o a otro, aunque claramente, era una elección totalmente cuestionada por sus gustos. Tenía claro que todo el tema de su nueva identidad, ahora era un segundo plato, que ya se comería más tarde. Ahora, lo importante era lo que tenían por delante. Pero no podía evitarlo, y aquellas ideas volvían a flote como una burbuja en un refresco.
Jasper se sorprendió con la facilidad con la que accedieron a la zona aire del aeropuerto. El pasillo que les había generado Kat era perfecto, y en los pocos minutos, estaban disfrazados como controladores de pista. Como si en aquel espacio de tiempo, ya hubiera pasado un lustro, a Jasper ya se le había pasado el enfado con Malalt, y hasta sonreía a ver al francés con aquellos chaquetones enormes que ayudaban a los técnicos a mantenerse caliente en las madrugadas al cuidado del mantenimiento de las pistas. El gabacho hacía lo imposible para que el peludo y lanudo gorro no cubriera su impoluta y galante cabellera, cosa que dificultaba el gélido viento danés de aquella explanada frente al mar, desde donde se divisaba el puente iluminado de Oresund, y por ende, se intuía la isla de Satholm.
El ambiente, era ciertamente enriquecedor y motivador. Olía a revolución y aquello siempre era bueno. Algunas caras conocidas le devolvían una sonrisa que el respondía sin saber muy bien por qué. Hizo lo mismo al ver a Hans, y como una extraña serendipia, aquel chusma al que medio oriente medio y otro tanto de la comunidad árabe, habían recurrido más de una vez en Copenhague, unos gritos rasgados de claro origen de éstos últimos irrumpió en la nave junto a una severa lluvia de balas. De manera incomprensible, como si de alguna manera, aquel incidente, fuera aquel hilo que se llevaba tensando toda la noche, y que claramente esperaba que se rompiera en algun momento, mantuvo cierta sangre fría y se tiró al suelo.
En aquel momento de total oscuridad en sus ojos, donde en cualquier microsegundo una bala podría perforar su cuerpo, solo le vino a la mente las caras de Klaus y Annelise. O al menos los rostros que él recordaba. Probablemente Annelise ya contara arrugas, y el pequeño Klaus estaría finalizando la universidad. Pero para él, habían quedado impoluntos e inmancillables, como dos rosas bajo un vaso de cristal.
Cuando la ráfaga de disparos, o al menos la primera, finalizó, levantó la mirada en busca de sus compañeros, para seguidamente, raptar hasta la primera de las sombras e intentar ofuscarse.
Rohde volvío cabizbajo sin dirigir mirada a ninguno de los dos. Simplemente los sobrepasó de vuelta, y cogió el camino que les llevaría hasta el aeropuerto de Kastrup. Una vez más parecía que el tiempo se les echaba encima. Tenían que exprimir la noche hasta la última gota, para acabar con la misma acidez que un limón. Desconocían que estaba pasando detrás de todo aquel telón, que movimientos realizaban los titiriteros para que aquel plan de acción continuará... demonios, ni siquiera parecían tener claro de que tiempo disponían.
Todos aquellos pensamientos se agolpaban en cada uno de ellos, o al menos eso daba a entender el silencio predominante durante el trayecto al aeródromo. En el caso del programador, aquellos se mezclaban con las ilusiones sobre su nueva identidad. Y quisiera o no, las palabras de Laurent, se le habían clavado a fuego, dando una demostrable fe de la influencia que el volgirre tenía sobre él. ¿Quien sería su sire?, ¿lo conocería ya de antes? ¿Habría tratado alguna vez con él? ¿Seguiría vivo?... en caso de encontrarlo, ¿lo aceptaría?. Por su mente aparecían en formato de las fichas de Bloodspot todos y cada uno de los expedientes de los lunáticos de Copenhague que había cotilleado alguna vez, y como una hipotética margarita, deshojaba las posibilidades, buscando estúpidas e inexistentes cuestiones genéticas que le acercaran a uno o a otro, aunque claramente, era una elección totalmente cuestionada por sus gustos. Tenía claro que todo el tema de su nueva identidad, ahora era un segundo plato, que ya se comería más tarde. Ahora, lo importante era lo que tenían por delante. Pero no podía evitarlo, y aquellas ideas volvían a flote como una burbuja en un refresco.
Jasper se sorprendió con la facilidad con la que accedieron a la zona aire del aeropuerto. El pasillo que les había generado Kat era perfecto, y en los pocos minutos, estaban disfrazados como controladores de pista. Como si en aquel espacio de tiempo, ya hubiera pasado un lustro, a Jasper ya se le había pasado el enfado con Malalt, y hasta sonreía a ver al francés con aquellos chaquetones enormes que ayudaban a los técnicos a mantenerse caliente en las madrugadas al cuidado del mantenimiento de las pistas. El gabacho hacía lo imposible para que el peludo y lanudo gorro no cubriera su impoluta y galante cabellera, cosa que dificultaba el gélido viento danés de aquella explanada frente al mar, desde donde se divisaba el puente iluminado de Oresund, y por ende, se intuía la isla de Satholm.
El ambiente, era ciertamente enriquecedor y motivador. Olía a revolución y aquello siempre era bueno. Algunas caras conocidas le devolvían una sonrisa que el respondía sin saber muy bien por qué. Hizo lo mismo al ver a Hans, y como una extraña serendipia, aquel chusma al que medio oriente medio y otro tanto de la comunidad árabe, habían recurrido más de una vez en Copenhague, unos gritos rasgados de claro origen de éstos últimos irrumpió en la nave junto a una severa lluvia de balas. De manera incomprensible, como si de alguna manera, aquel incidente, fuera aquel hilo que se llevaba tensando toda la noche, y que claramente esperaba que se rompiera en algun momento, mantuvo cierta sangre fría y se tiró al suelo.
En aquel momento de total oscuridad en sus ojos, donde en cualquier microsegundo una bala podría perforar su cuerpo, solo le vino a la mente las caras de Klaus y Annelise. O al menos los rostros que él recordaba. Probablemente Annelise ya contara arrugas, y el pequeño Klaus estaría finalizando la universidad. Pero para él, habían quedado impoluntos e inmancillables, como dos rosas bajo un vaso de cristal.
Cuando la ráfaga de disparos, o al menos la primera, finalizó, levantó la mirada en busca de sus compañeros, para seguidamente, raptar hasta la primera de las sombras e intentar ofuscarse.