Re: Episodio 8.
Publicado: 07 Mar 2021, 19:11
- Eso es el resultado de tener como Príncipe a una Malkavian.
Larsson contesta de un modo rápido, sin pensárselo, mostrando quizá de un modo más genuino de lo que suele ser habitual en él sus propias emociones. Mira a los ojos de Laurent, una mirada directa y algo incómoda para el Volgirre, que siente como si su compañero de Clan quisiera encontrar algún secreto escondido en sus propios pensamientos. Dos coches de policía pasan a toda velocidad por una de las calles laterales de la iglesia reconvertida en museo, dejando tras de sí un rastro de luces azules y rojas que rebotan en miles de fragmentos cromáticos sobre las distintas piezas de arte que tenéis delante de vosotros.
Larsson coge los tubos con las pinturas con suavidad. Un ligero desgarro asoma en la memoria de Laurent. Noches enteras dedicadas sólo a la contemplación, a intentar comprender cada detalle del estado de ánimo del pintor en cada pincelada, intentando traducir sus preocupaciones, deseos y lamentos transmitidos en cada pequeño brochazo, en cada color elegido.
Stefan coge el móvil un momento y escribe con rapidez. Al cabo de unos segundos vibra el terminal del propio Laurent.
- Ahí tienes una dirección segura. Encontrarás una llave debajo del felpudo.
Larsson mira a su alrededor. El sonido del helicóptero que sobrevuela Christiania llega cada cierto tiempo muy atenuado al interior del museo.
El Toreador parece pensar en algo y su rostro cambia de gesto repentinamente.
- Ahora que lo dices... Quizá parte de estas pinturas pueda hacerte ganar el favor de los Verdaderos Daneses, ¿no?. Te andaban buscando, quizá les gustaría recuperar lo que sus perros nazis perdieron después de robarlo.
Laurent mira con curiosidad a Larsson.
- Son unos auténticos hijos de puta, pero quizá los necesitemos en el futuro, Laurent -dice dejando sus palabras flotando en el aire.
----------- Kat duda durante un instante en el que no se molesta en disimular que la idea de que la acompañéis no le hace demasiada gracia. Parece sopesar en unos segundos los pros y los contras, pero finalmente no pone ninguna pega. Al fin y al cabo, toda su filosofía se basa precisamente en respetar el libre albedrío de los demás, por lo que tampoco tiene argumento para impedir que hagáis lo que consideréis oportuno.
Al salir al exterior, no hay rastro de Koper, mientras que Hans espera visiblemente nervioso. Kat habla con determinación a su compañero de Coterie.
- Ya sabes lo que hacer. Nos vemos mañana a primera hora de la noche como siempre... si sobrevivimos -después os mira a vosotros- Vosotros, conmigo.
Acto seguido os adentráis en las profundidades de Christiania, un territorio en el que es complicado orientarse sin conocerlo bien ya que sus calles y construcciones no siguen más lógica que el deseo de aquellos que las han fabricado o que directamente las han okupado. Hay calles con grava, otras con tierra. Algunas tienen algún tipo de farola rudimentaria, otras están prácticamente a oscuras, apenas iluminadas por las estrellas y por las luces distantes del puerto y los rascacielos de la ciudad. En algunas hay incluso un intento de bloques de pisos de dos o tres alturas, en otras calles no hay más que chabolas levantadas con ladrillo o madera. La vegetación es la reina de la Ciudad Libre, con enormes árboles creciendo por todas partes, matorrales salvajes, ratas que corren por la oscuridad, perros que ladran, algún búho que ulula en los árboles. Hay una humedad muy pronunciada por las múltiples entradas de agua del Mar del Norte en el territorio de este peculiar barrio.
Se escuchan voces y griteríos en algunas zonas. Las sirenas rojas y azules de la policía aparecen de repente detrás de una casa, a lo lejos en un callejón. Un helicóptero sobrevuela vuestras cabezas. Kat se mueve con mucha destreza. Conoce bien el terreno y no se detiene a ver si sois capaces de seguirla, lo que hacéis con ciertas dificultades, saltando por encima de raíces y ramas cuando no directamente sobre verjas improvisadas. Os cruzáis cada poco con gente que corre o se aleja de las luces, que apenas se para a miraros. Podéis notar el miedo y la tensión que crecen en el ambiente, alimentando vuestras Bestias, sobre todo la de Álex.
Kat atraviesa campo a través una especie de pequeño parque en el que desembocan varias pequeñas casas. Camina después por el lateral de una de ellas, lo que os hace ir a vosotros dos en fila india detrás de ella. Su camino la conduce directamente hacia un griterío. Podéis distinguir según os acercáis las voces de varios agentes de policía que amenazan con entrar a golpes en una casa en algún punto hacia al que os dirigís. Kat llega hasta la esquina de la pared que estáis recorriendo, se asoma y vuelve de nuevo hacia el callejón, haciendo una seña para que os detengáis y así sigáis parapetados y sin ser vistos.
Podéis notar cómo repite "mierda, mierda, mierda, mierda" en un susurro. Las voces están en algún punto situado delante y a la izquierda, nada más doblar la esquina.
- ¡ÚLTIMA VEZ QUE OS LO DIGO, JODER! ¡O SALÍS DE AHÍ O ECHO LA PUERTA ABAJO!
- No me traiciones, hijo mío.
Jasper da un respingo.
Kat y Álex le miran, cada vez más tensas.
Jasper las mira a ellas.
Ellas no han oído esa voz.
Sólo ha sonado en su cabeza.
Y después una especie de ruido blanco, interferencias y una voz entrecortada como la que produce una comunicación con poca cobertura. El Caitiff se echa las manos a la cabeza y Kat le pregunta a Álex con la mirada qué le pasa a su compañero, a lo que Álex contesta encogiéndose de hombros.
- ¡VOY A CONTAR HASTA TRES!
Kat mira a Álex y le indica con los labios, sin emitir sonido alguno, que entre los policías está Lindhart, el agente al servicio del Natlige. Con un gesto lento saca una pistola de debajo de su sudadera. No cabe duda de cuál va a ser su siguiente movimiento.
- Ayúdales a echar la puerta abajo
Otra vez resuena la voz en la cabeza de Jasper.
Larsson contesta de un modo rápido, sin pensárselo, mostrando quizá de un modo más genuino de lo que suele ser habitual en él sus propias emociones. Mira a los ojos de Laurent, una mirada directa y algo incómoda para el Volgirre, que siente como si su compañero de Clan quisiera encontrar algún secreto escondido en sus propios pensamientos. Dos coches de policía pasan a toda velocidad por una de las calles laterales de la iglesia reconvertida en museo, dejando tras de sí un rastro de luces azules y rojas que rebotan en miles de fragmentos cromáticos sobre las distintas piezas de arte que tenéis delante de vosotros.
Larsson coge los tubos con las pinturas con suavidad. Un ligero desgarro asoma en la memoria de Laurent. Noches enteras dedicadas sólo a la contemplación, a intentar comprender cada detalle del estado de ánimo del pintor en cada pincelada, intentando traducir sus preocupaciones, deseos y lamentos transmitidos en cada pequeño brochazo, en cada color elegido.
Stefan coge el móvil un momento y escribe con rapidez. Al cabo de unos segundos vibra el terminal del propio Laurent.
- Ahí tienes una dirección segura. Encontrarás una llave debajo del felpudo.
Larsson mira a su alrededor. El sonido del helicóptero que sobrevuela Christiania llega cada cierto tiempo muy atenuado al interior del museo.
El Toreador parece pensar en algo y su rostro cambia de gesto repentinamente.
- Ahora que lo dices... Quizá parte de estas pinturas pueda hacerte ganar el favor de los Verdaderos Daneses, ¿no?. Te andaban buscando, quizá les gustaría recuperar lo que sus perros nazis perdieron después de robarlo.
Laurent mira con curiosidad a Larsson.
- Son unos auténticos hijos de puta, pero quizá los necesitemos en el futuro, Laurent -dice dejando sus palabras flotando en el aire.
----------- Kat duda durante un instante en el que no se molesta en disimular que la idea de que la acompañéis no le hace demasiada gracia. Parece sopesar en unos segundos los pros y los contras, pero finalmente no pone ninguna pega. Al fin y al cabo, toda su filosofía se basa precisamente en respetar el libre albedrío de los demás, por lo que tampoco tiene argumento para impedir que hagáis lo que consideréis oportuno.
Al salir al exterior, no hay rastro de Koper, mientras que Hans espera visiblemente nervioso. Kat habla con determinación a su compañero de Coterie.
- Ya sabes lo que hacer. Nos vemos mañana a primera hora de la noche como siempre... si sobrevivimos -después os mira a vosotros- Vosotros, conmigo.
Acto seguido os adentráis en las profundidades de Christiania, un territorio en el que es complicado orientarse sin conocerlo bien ya que sus calles y construcciones no siguen más lógica que el deseo de aquellos que las han fabricado o que directamente las han okupado. Hay calles con grava, otras con tierra. Algunas tienen algún tipo de farola rudimentaria, otras están prácticamente a oscuras, apenas iluminadas por las estrellas y por las luces distantes del puerto y los rascacielos de la ciudad. En algunas hay incluso un intento de bloques de pisos de dos o tres alturas, en otras calles no hay más que chabolas levantadas con ladrillo o madera. La vegetación es la reina de la Ciudad Libre, con enormes árboles creciendo por todas partes, matorrales salvajes, ratas que corren por la oscuridad, perros que ladran, algún búho que ulula en los árboles. Hay una humedad muy pronunciada por las múltiples entradas de agua del Mar del Norte en el territorio de este peculiar barrio.
Se escuchan voces y griteríos en algunas zonas. Las sirenas rojas y azules de la policía aparecen de repente detrás de una casa, a lo lejos en un callejón. Un helicóptero sobrevuela vuestras cabezas. Kat se mueve con mucha destreza. Conoce bien el terreno y no se detiene a ver si sois capaces de seguirla, lo que hacéis con ciertas dificultades, saltando por encima de raíces y ramas cuando no directamente sobre verjas improvisadas. Os cruzáis cada poco con gente que corre o se aleja de las luces, que apenas se para a miraros. Podéis notar el miedo y la tensión que crecen en el ambiente, alimentando vuestras Bestias, sobre todo la de Álex.
Kat atraviesa campo a través una especie de pequeño parque en el que desembocan varias pequeñas casas. Camina después por el lateral de una de ellas, lo que os hace ir a vosotros dos en fila india detrás de ella. Su camino la conduce directamente hacia un griterío. Podéis distinguir según os acercáis las voces de varios agentes de policía que amenazan con entrar a golpes en una casa en algún punto hacia al que os dirigís. Kat llega hasta la esquina de la pared que estáis recorriendo, se asoma y vuelve de nuevo hacia el callejón, haciendo una seña para que os detengáis y así sigáis parapetados y sin ser vistos.
Podéis notar cómo repite "mierda, mierda, mierda, mierda" en un susurro. Las voces están en algún punto situado delante y a la izquierda, nada más doblar la esquina.
- ¡ÚLTIMA VEZ QUE OS LO DIGO, JODER! ¡O SALÍS DE AHÍ O ECHO LA PUERTA ABAJO!
- No me traiciones, hijo mío.
Jasper da un respingo.
Kat y Álex le miran, cada vez más tensas.
Jasper las mira a ellas.
Ellas no han oído esa voz.
Sólo ha sonado en su cabeza.
Y después una especie de ruido blanco, interferencias y una voz entrecortada como la que produce una comunicación con poca cobertura. El Caitiff se echa las manos a la cabeza y Kat le pregunta a Álex con la mirada qué le pasa a su compañero, a lo que Álex contesta encogiéndose de hombros.
- ¡VOY A CONTAR HASTA TRES!
Kat mira a Álex y le indica con los labios, sin emitir sonido alguno, que entre los policías está Lindhart, el agente al servicio del Natlige. Con un gesto lento saca una pistola de debajo de su sudadera. No cabe duda de cuál va a ser su siguiente movimiento.
- Ayúdales a echar la puerta abajo
Otra vez resuena la voz en la cabeza de Jasper.