Una muestra de lo que estaba escribiendo:
Off Topic
Los Proscritos de Dorthonion:
La mañana se levantaba lentamente a sus espaldas invocando un paisaje desolador a los pies de las colinas. El frío invernal que sintiesen en el largo viaje desde el marjal del Serech y la rivera del Rivil, en su camino de regreso al hogar, quedaba ahora engullido por las negras y sucias fauces de un calor asfixiante, de una bruma incesante y perpetua lluvia de cenizas. Barahir podía ver la premura y la preocupación en los ojos de sus hombres. Sus exploradores habían anunciado que los incendios venían desde el noreste, asolando bosques y campos por igual, haciendo desaparecer su tierra, Dorthonion, el único reducto final al que acudir tras los meses de guerra.
Aunque un hondo pesar ya habitaba en su pecho tras la noticia de la muerte de su hermano, Brégolas, primero de la casa de Beör, padre de hombres, un nuevo miedo le trepanaba el corazón. Lo único que le quedaba en el mundo, su familia, podía estar en peligro.
Unos pocos guerreros volvían de la batalla, pues muchos habían muerto y muchos se habían perdido. Pero los que le acompañaban eran héroes y no solo a ojos de los hombres, sino también a los de los Eldar, los amigos inmortales a los que habían jurado servir y proteger. Barahir, era ahora el rey de la casa de Beör, y amigo de los Elfos, como probaba el anillo que el propio Finrod Felagund le había regalado después de que le salvara la vida sacándole del campo de batalla en el momento en que el noble rey elfo más peligraba. Pero aunque el honor y el orgullo de su nombramiento eran muy grandes, no lograba acallar el dolor de la pérdida, ni la inquietud ante la visión que le aparecía ahora ante los ojos. El rey de los Edain giró en su montura y habló a sus hombres:
-No desesperéis ahora, hermanos de batalla, hijos de Dorthonion. Pues aunque lo que ahora vemos puede ser una catástrofe, mucho confío en los que dejé al cuidado de nuestro pueblo. Y si Morgoth, el mal encarnado, el impío, ha atacado a nuestra gente, es seguro que no ha podido con ellos. Al igual que sus huestes no pudieron con nosotros allá en el Este. Bajemos, serenos al valle y busquemos los refugios secretos y las cuevas y las casas de los árboles. Y allí encontraremos a nuestras mujeres y a nuestros hijos y a nuestros hermanos en retaguardia protegiéndolos.
Mientras decía esto, el sol matutino levantaba destellos en su vieja y usada cota de malla allí donde la pesada capa gris de viaje no le hacía sombra. Las canas comenzaban a poblar sus oscuros cabellos y bolsas de preocupación flanqueaban los ojos grises, pero su porte regio seguía infundiendo grandeza y ánimo en los corazones de sus hombres.
Los más de cien guerreros que bajaban la escarpada ladera de la montaña ofrecían un aspecto deslustrado y viejo, como gentes desarrapadas que vagan sin rumbo y sin esperanza, una banda de hombres que regresan a un hogar del cual desconocen su suerte.
Cuando termine la novela de Vampiro, igual lo retomo.
"El Espíritu libertario será el principio fundamental de la secta. Todos los Sabbat tienen derecho a esperar y reclamar libertad de sus líderes." Código de Milán. artículo XI.