Re: "Countdown" 3
Publicado: 05 Feb 2025, 14:55
Asiento a Tindalos y me alejo hacia uno de los portales, borrando el sonido de mis pisadas. Tenía razón, estábamos demasiado sedientos. La llamada podía esperar. Al fin y al cabo Yahaira no se iba a ir a dormir pronto.
No hubiera necesitado las indicaciones de Hope para darme cuenta de que ese par de calles era la frontera entre dos territorios muy diferentes. El estado de las fachadas y la lejanía al centro indican que eran lugares más baratos que el distrito del que estábamos saliendo, pero la relativa ausencia de grafitis y de ciertos olores me dicen que aún estamos lo bastante cerca de las zonas vigiladas como para que los delincuentes no se sientan cómodos haciendo sus negocios.
Con un poco de suerte, una zona que no le interesa a ninguno de los dos lados.
No tardo en abrir el portal. La cerradura no es mala pero está desgastada, señal de que no me estoy equivocando. Extiendo mi oído y mi olfato mientras comienzo a subir por las escaleras, buscando una presa víctima segura... y tranquila. No puedo permitirme volver a causar revuelo. Por suerte hay muchas plantas.
Todavía escucho voces o el sonido de la televisión en muchas de las puertas. Ya es pasada la hora de cenar para los mortales, pero aún hay tantos despiertos como dormidos. En otros pisos escucho varias respiraciones. Me tienta probar suerte en alguno de ellos. Lo he hecho muchas veces. Entrar en la casa de una familia, beber un poco de cada uno, y podría casi saciarme sin que ninguno sintiese nada al despertar. Esas sangres tenían una calidez especial. Era casi como si reaccionaran dentro de mis venas y se reconocieran mutuamente, hablándome de recuerdos compartidos y amor incondicional. Pero es demasiado arriesgado. Por más que ahora anhele algo parecido a un abrazo, necesito estar centrada.
Dejo pasar un par de puertas en las que creo que sólo vive una persona, porque no creo que sea la sangre que estoy buscando. En una de ellas, un fuerte olor a sudor de chico y a tela de nylon me da a entender que su residente acaba de volver del gimnasio, y posiblemente se haya metido en la cama sin ducharse. Puedo imaginar la clase de chute que sacaría de alguien así, mi sangre encendiendose como la gasolina en un motor, el sabor a arrojo y a odio. Pero no ganaría nada con esa clase de sangre, sólo perder el control con más facilidad. En la otra puerta, reconozco por la respiración débil y burbujeante que se trata de un enfermo o un anciano. Me digo a mi misma que es porque no quiero meterme en problemas, no porque me preocupe hacerle daño. Quiero decir, lo contrario. No quiero hacer daño a nadie.
Hacia la séptima o la octava planta -no las estoy contando- distingo unos suaves ronquidos. Aunque por lo que he escuchado en los pisos de abajo diría que es una casa de dos habitaciones, sólo oigo una respiración. Decido que es donde quiero probar suerte en cuanto me acerco a la puerta. Noto un olor a pintura, a champú de camolila, y a papel de revista. La cerradura es bastante más nueva que la del portal, pero no es tan dura. Tengo que darle un fuerte golpe para abrirla, pero no emite ningún sonido.
Lo primero que busco, por no cometer el mismo error dos veces, es si hay alguna cámara de seguridad en la casa. No logro verlas, aunque me fijo en que no me equivocaba: una de las dos habitaciones está convertida en un despacho. Tras la puerta abierta distingo tanto un caballete y material de dibujo como cámaras de fotos y una tablet, lo que me hace imaginar que quien vive aquí es artista o diseñadora. Con cuidado y en Silencio, abro la puerta del dormitorio.
Distingo en la oscuridad a una mujer rubia que se ha quedado dormida con la cara contra la almohada. De ahí los ronquidos. Un olor se va intensificando conforme me acerco a ella, uno que no suelo percibir en el trabajo. Uno que me hace falta.
Calma.
Siento las venas secas y mis colmillos extendiéndose bajo la mascarilla, así que no pierdo el tiempo. Me arrodillo junto a la cama, me bajo la mascarilla, y tomo su muñeca para hundir mis colmillos en ella.
La sangre me hace volar. Sabe a los reflejos en las facetas de un diamante y al sonido de la lluvia al golpear las ventanas. Aun estando completamente a oscuras, los colores de su habitación se hacen más brillantes a cada sorbo. Sus ideas y proyectos revolotean tras mis ojos. Los dibujos que tiene colgados en la pared me cuentan entusiasmados las emociones que quieren evocar. Su tranquilidad y seguridad se extiende a través de mí y alcanza las voces de mis hermanos, volviendolas más suaves pero más claras. Es como si mi cabeza llevase toda mi vida, y lo que no lo ha sido, embotada en una densa niebla que se acabara de apartar con una ráfaga de viento, dejándome ver el cielo y las estrellas por primera vez. Siento que mi consciencia se extiende, fundiendome tanto con las voces como con el edificio, permitiendome percibir lo que ocurre en otras casas, en otros barrios, incluso en otras ciudades. No necesito procesar toda la información, porque simplemente, tiene sentido. Mi miedo y mi culpa se van desvaneciendo, porque todas nuestros actos, tanto de mortales como de Vástagos, comienzan a armonizar. Las comprendo, entiendo que todo tiene su lugar, que todo el cosmos tiene una razón para su existencia, y que podría verlo. Podría abarcarlo y comprenderlo, lo tengo casi al alcance de los dedos. Sólo necesito seguir bebiendo un poco más.
Me aparto su antebrazo de la boca con un gesto brusco. Siempre es tentador dejarse llevar por la sangre, pero estaba sobrecargando mis sentidos y como siga bebiendo voy a hacerle daño. Pero tenía tanta sed. Todavía puedo saciarme un poco mas...
La mujer suelta un leve quejido y me doy cuenta de que estoy agarrándole la muñeca tan fuerte que se le está poniendo roja. Cierro la herida justo a tiempo para evitar que una gota de sangre caiga sobre su alfombra. Por suerte, sigue profundamente dormida. Tras el Beso, estoy segura de que no se va a despertar en un buen rato. Lo primero que pienso al mirarle la cara es que es algo mayor que yo, debe haber cumplido ya los treinta. Un instante después me doy cuenta de que eso en realidad significa que es unos años más pequeña. Al hacerlo, no puedo evitar tirar un poco de su hombro de la que le devuelvo el brazo, para que se apoye sobre su costado y no sobre el pecho y pueda respirar mejor. Deja de roncar al momento.
Veo que tiene el móvil cargando junto a la mesilla y decido cogerselo prestado. Se desbloquea con huella, pero no me cuesta posarle el lector suavemente sobre las yemas de los dedos hasta encontrar el que la desbloquea -el pulgar de la mano derecha-.
Salgo de la habitacion. Aún tengo sed, pero me siento mucho más despierta y despejada después de aquel viaje. Esa mujer está en paz consigo misma y con su vida, y había sentido en ella la tranquilidad y la seguridad que a mí me hacía falta. Podía verlo y escucharlo todo más nítido, y concentrarme y pensar más claramente. Por fin, me siento capaz de lidiar con todo lo que tengo que hacer esta noche.
Me dirijo, por si acaso, a la esquina más alejada de la casa -la cocina- y cierro la puerta. Sé que no me va a oir pero no quiero correr ningún riesgo. Saco el lápiz tactil de mi bolsillo y antes de que se bloquee el móvil otra vez marco el número de mi hermana. Es un poco más tarde de lo que suelo llamarla, pero no creo que se haya ido a dormir todavía.
-Ruth, soy yo, ¿cómo estás? -digo mientras mantengo el Silencio. Nadie en el edificio podía oirme, pero a través del móvil ella no iba a notar nada extraño. -Te ví en el noticiero.
Cierro los ojos para prepararme para lo que tengo que decirle. Aún a través del teléfono, me reconforta mucho escuchar su voz, pero ella se iba a asustar mucho.
Necesito decirte algo importante. Tenés que alejaros de los catarís de Brooklyn. Se que te preocupás por los niños pero esa gente es peligrosa. Sé... sé que mataron gente y que lo harán de nuevo. Y tengo mucho miedo de que piensen que vos estás en medio. Te quiero mucho, no podría soportarlo si algo te pasara.
Me iba a preguntar que cómo lo sabía, y llevaba desde anoche dándole vueltas a cómo explicarselo.
¿Recordás cuando Marc -su ex- te pegó y me pediste que no se lo dijera a papá, que lo solucionabas vos? ¿O cuando me encontraste vomitando en el receso y te pedí yo que no se lo contaras a nadie? Al final lo arreglamos, ¿verdad? ¿Y recordás que papá estaba muy preocupado de que comenzara a trabajar en el centro social, que era peligroso y que podía terminar metida en problemas? Bueno, pues... tuvo razón con eso.
Lo solucionaré, no te alarmes. Como hicimos siempre. Confiá en mí, es mejor que no sepas nada. Pero quizá oís que hice o que me pasó algo malo... No lo creas. Estaré bien. Pero es muy muy importante que no vayás a la policía. Porque también esta implicada.
De verdad Ruth, mi trabajo es ayudar a gente a salir de la calle. No sabés cuantas veces al mes digo "tenés que hablar con la policía, es la mejor salida". Así que si te digo que no les digás nada, por favor, confiá en que estoy resegura de que es peligroso. Si te preguntaran por mí, vos les decís que hace meses que no hablamos y que sigo en Chicago. Por favor.
No hubiera necesitado las indicaciones de Hope para darme cuenta de que ese par de calles era la frontera entre dos territorios muy diferentes. El estado de las fachadas y la lejanía al centro indican que eran lugares más baratos que el distrito del que estábamos saliendo, pero la relativa ausencia de grafitis y de ciertos olores me dicen que aún estamos lo bastante cerca de las zonas vigiladas como para que los delincuentes no se sientan cómodos haciendo sus negocios.
Con un poco de suerte, una zona que no le interesa a ninguno de los dos lados.
No tardo en abrir el portal. La cerradura no es mala pero está desgastada, señal de que no me estoy equivocando. Extiendo mi oído y mi olfato mientras comienzo a subir por las escaleras, buscando una presa víctima segura... y tranquila. No puedo permitirme volver a causar revuelo. Por suerte hay muchas plantas.
Todavía escucho voces o el sonido de la televisión en muchas de las puertas. Ya es pasada la hora de cenar para los mortales, pero aún hay tantos despiertos como dormidos. En otros pisos escucho varias respiraciones. Me tienta probar suerte en alguno de ellos. Lo he hecho muchas veces. Entrar en la casa de una familia, beber un poco de cada uno, y podría casi saciarme sin que ninguno sintiese nada al despertar. Esas sangres tenían una calidez especial. Era casi como si reaccionaran dentro de mis venas y se reconocieran mutuamente, hablándome de recuerdos compartidos y amor incondicional. Pero es demasiado arriesgado. Por más que ahora anhele algo parecido a un abrazo, necesito estar centrada.
Dejo pasar un par de puertas en las que creo que sólo vive una persona, porque no creo que sea la sangre que estoy buscando. En una de ellas, un fuerte olor a sudor de chico y a tela de nylon me da a entender que su residente acaba de volver del gimnasio, y posiblemente se haya metido en la cama sin ducharse. Puedo imaginar la clase de chute que sacaría de alguien así, mi sangre encendiendose como la gasolina en un motor, el sabor a arrojo y a odio. Pero no ganaría nada con esa clase de sangre, sólo perder el control con más facilidad. En la otra puerta, reconozco por la respiración débil y burbujeante que se trata de un enfermo o un anciano. Me digo a mi misma que es porque no quiero meterme en problemas, no porque me preocupe hacerle daño. Quiero decir, lo contrario. No quiero hacer daño a nadie.
Hacia la séptima o la octava planta -no las estoy contando- distingo unos suaves ronquidos. Aunque por lo que he escuchado en los pisos de abajo diría que es una casa de dos habitaciones, sólo oigo una respiración. Decido que es donde quiero probar suerte en cuanto me acerco a la puerta. Noto un olor a pintura, a champú de camolila, y a papel de revista. La cerradura es bastante más nueva que la del portal, pero no es tan dura. Tengo que darle un fuerte golpe para abrirla, pero no emite ningún sonido.
Lo primero que busco, por no cometer el mismo error dos veces, es si hay alguna cámara de seguridad en la casa. No logro verlas, aunque me fijo en que no me equivocaba: una de las dos habitaciones está convertida en un despacho. Tras la puerta abierta distingo tanto un caballete y material de dibujo como cámaras de fotos y una tablet, lo que me hace imaginar que quien vive aquí es artista o diseñadora. Con cuidado y en Silencio, abro la puerta del dormitorio.
Distingo en la oscuridad a una mujer rubia que se ha quedado dormida con la cara contra la almohada. De ahí los ronquidos. Un olor se va intensificando conforme me acerco a ella, uno que no suelo percibir en el trabajo. Uno que me hace falta.
Calma.
Siento las venas secas y mis colmillos extendiéndose bajo la mascarilla, así que no pierdo el tiempo. Me arrodillo junto a la cama, me bajo la mascarilla, y tomo su muñeca para hundir mis colmillos en ella.
La sangre me hace volar. Sabe a los reflejos en las facetas de un diamante y al sonido de la lluvia al golpear las ventanas. Aun estando completamente a oscuras, los colores de su habitación se hacen más brillantes a cada sorbo. Sus ideas y proyectos revolotean tras mis ojos. Los dibujos que tiene colgados en la pared me cuentan entusiasmados las emociones que quieren evocar. Su tranquilidad y seguridad se extiende a través de mí y alcanza las voces de mis hermanos, volviendolas más suaves pero más claras. Es como si mi cabeza llevase toda mi vida, y lo que no lo ha sido, embotada en una densa niebla que se acabara de apartar con una ráfaga de viento, dejándome ver el cielo y las estrellas por primera vez. Siento que mi consciencia se extiende, fundiendome tanto con las voces como con el edificio, permitiendome percibir lo que ocurre en otras casas, en otros barrios, incluso en otras ciudades. No necesito procesar toda la información, porque simplemente, tiene sentido. Mi miedo y mi culpa se van desvaneciendo, porque todas nuestros actos, tanto de mortales como de Vástagos, comienzan a armonizar. Las comprendo, entiendo que todo tiene su lugar, que todo el cosmos tiene una razón para su existencia, y que podría verlo. Podría abarcarlo y comprenderlo, lo tengo casi al alcance de los dedos. Sólo necesito seguir bebiendo un poco más.
Me aparto su antebrazo de la boca con un gesto brusco. Siempre es tentador dejarse llevar por la sangre, pero estaba sobrecargando mis sentidos y como siga bebiendo voy a hacerle daño. Pero tenía tanta sed. Todavía puedo saciarme un poco mas...
La mujer suelta un leve quejido y me doy cuenta de que estoy agarrándole la muñeca tan fuerte que se le está poniendo roja. Cierro la herida justo a tiempo para evitar que una gota de sangre caiga sobre su alfombra. Por suerte, sigue profundamente dormida. Tras el Beso, estoy segura de que no se va a despertar en un buen rato. Lo primero que pienso al mirarle la cara es que es algo mayor que yo, debe haber cumplido ya los treinta. Un instante después me doy cuenta de que eso en realidad significa que es unos años más pequeña. Al hacerlo, no puedo evitar tirar un poco de su hombro de la que le devuelvo el brazo, para que se apoye sobre su costado y no sobre el pecho y pueda respirar mejor. Deja de roncar al momento.
Veo que tiene el móvil cargando junto a la mesilla y decido cogerselo prestado. Se desbloquea con huella, pero no me cuesta posarle el lector suavemente sobre las yemas de los dedos hasta encontrar el que la desbloquea -el pulgar de la mano derecha-.
Salgo de la habitacion. Aún tengo sed, pero me siento mucho más despierta y despejada después de aquel viaje. Esa mujer está en paz consigo misma y con su vida, y había sentido en ella la tranquilidad y la seguridad que a mí me hacía falta. Podía verlo y escucharlo todo más nítido, y concentrarme y pensar más claramente. Por fin, me siento capaz de lidiar con todo lo que tengo que hacer esta noche.
Me dirijo, por si acaso, a la esquina más alejada de la casa -la cocina- y cierro la puerta. Sé que no me va a oir pero no quiero correr ningún riesgo. Saco el lápiz tactil de mi bolsillo y antes de que se bloquee el móvil otra vez marco el número de mi hermana. Es un poco más tarde de lo que suelo llamarla, pero no creo que se haya ido a dormir todavía.
-Ruth, soy yo, ¿cómo estás? -digo mientras mantengo el Silencio. Nadie en el edificio podía oirme, pero a través del móvil ella no iba a notar nada extraño. -Te ví en el noticiero.
Cierro los ojos para prepararme para lo que tengo que decirle. Aún a través del teléfono, me reconforta mucho escuchar su voz, pero ella se iba a asustar mucho.
Necesito decirte algo importante. Tenés que alejaros de los catarís de Brooklyn. Se que te preocupás por los niños pero esa gente es peligrosa. Sé... sé que mataron gente y que lo harán de nuevo. Y tengo mucho miedo de que piensen que vos estás en medio. Te quiero mucho, no podría soportarlo si algo te pasara.
Me iba a preguntar que cómo lo sabía, y llevaba desde anoche dándole vueltas a cómo explicarselo.
¿Recordás cuando Marc -su ex- te pegó y me pediste que no se lo dijera a papá, que lo solucionabas vos? ¿O cuando me encontraste vomitando en el receso y te pedí yo que no se lo contaras a nadie? Al final lo arreglamos, ¿verdad? ¿Y recordás que papá estaba muy preocupado de que comenzara a trabajar en el centro social, que era peligroso y que podía terminar metida en problemas? Bueno, pues... tuvo razón con eso.
Lo solucionaré, no te alarmes. Como hicimos siempre. Confiá en mí, es mejor que no sepas nada. Pero quizá oís que hice o que me pasó algo malo... No lo creas. Estaré bien. Pero es muy muy importante que no vayás a la policía. Porque también esta implicada.
De verdad Ruth, mi trabajo es ayudar a gente a salir de la calle. No sabés cuantas veces al mes digo "tenés que hablar con la policía, es la mejor salida". Así que si te digo que no les digás nada, por favor, confiá en que estoy resegura de que es peligroso. Si te preguntaran por mí, vos les decís que hace meses que no hablamos y que sigo en Chicago. Por favor.