#40
Mensaje
por Leohan » 23 Abr 2020, 00:26
¡Estúpida! ¡Estúpida! ¿Por qué me confié tanto? Simplemente asumí que por estar en el hospital todo saldría bien. Que desharía lo sucedido en la entrada. Ahora entiendo lo que estaba haciendo la duquesa con la daga. Analizando cualquier cosa con la que poder incriminarme. Mi padre se dio cuenta y se la arrebató ¿Qué usó en vez de éso?
No importa. Ahora tienen mi morral, con la daga aún adentro.
...Y llamaba alimaña a Museo. Rata inmunda.
Y lo que es peor, ahora mi padre, la persona con quien más puedo contar, también está involucrada en éste desastre. Que ésto suceda inmediatamente luego de su abrazo, de su aprobación, hace todo más doloroso.
Mi dispiace, murmuro mientras nos llevan. Él reclama, grita e intenta dar explicaciones en el camino. Yo no. Muchos guardias habían visto lo sucedido, habían ayudado en el hospital, incluso.
Ésto no es una simple acusación de un guardia resentido. Es una conspiración. Cuál es la trama, es lo que no me cierra ¿Pasaremos en prisión cuánto tiempo? ¿Una noche? ¿Un día entero, como mucho, antes de que las preguntas acerca de Anaís Medici y Alessandro Perugi empiecen a sonar demasiado fuerte, y sean imposibles de ignorar? Parte de mi mente piensa que los niños y Calíope estarán bien. A pesar del odio que puede haber provocado la embestida de Museo, una familia, incluyendo una infante, atacada en el hospital sería demasiado difícil de cubrir o justificar, incluso para una institución tan corrupta.
O quizás sólo me estoy diciendo ésto para poder tener el lujo de preocuparme por nosotros. Por lo que quizás pueda llegar a controlar, incluso aunque ya parece que todo se ha ido totalmente fuera de control.
Nos colocan anillos y arrojan a la celda junto a un número de criminales de mala monta. Al verlos acercarse, entiendo finalmente "la trama".
Probablemente empiece con un asesinato. Búsqueda de sospechosos. Después de estar en el hospital, nosotros salimos sin preocuparnos por cambiar los delantales, y ver la sangre los llevó a detenernos. No pudimos confirmar nuestra identidad y, al revisar mi bolsa, vieron que había una daga... Las herramientas para deshacer cerraduras probablemente tampoco ayuden.
Nos detuvimos pacíficamente, después de todo, todo había sido un malentendido. Pero igualmente tuvieron que llevarnos a la prisión más cercana.
A la mañana siguiente habrían preguntas, cierto, y la gente buscaría a Medici o Perugi perdidos. Pero para cuando todos se habrían dado cuenta del error, a Anaís y Alessandro les habría pasado lo que les sucede a todos los ricos que por algún u otro motivo terminan en prisiones de pobres.
Estamos supuestos a morir aquí. Esta noche. Fin de la trama.
Uno toma a mi padre por el brazo, haciéndolo levantar; para luego derribarlo nuevamente de un puñetazo, calculo. Otro me... ¿Tiende la mano?
Está sonriendo.
Mientras dejo que me ayude a levantar, escucho los aplausos, e inmediatamente me doy cuenta de lo que está sucediendo: Lo mismo que me condenó más temprano en la entrada del hospital. No parecemos ricos. Estamos sudados, cansados, nuestras ropas son mundanas y cubiertas de sangre. Aquí, ahora como estamos, no somos la élite. Somos los nuevos vecinos, y al parecer ya hemos logrado dar una buena impresión. Irónicamente, ahora agradezco no tener el medallón a siquiera 50 pies de distancia.
De no ser porque hoy he tenido la peor suerte en toda Venecia, definitivamente tendría la mejor suerte en toda Venecia.
Sólo necesitamos mantener la ilusión suficiente tiempo. Sin embargo, papá levanta los brazos, ofendido, cuando un hombretón alega que nosotros seríamos asesinos; a pesar de que se nos esté felicitando por haber lidiado con una tropa entera de guardias y vivir para contarlo.
Lo tomo de uno de los puños, instándolo a calmarse. Está bien. Está enojado. El enojo sirve. Miedo sería el problema.
De momento, parece que nos hemos topado con quién da las órdenes. Buen comienzo. Me doy cuenta de que si logro hacer que le agrademos, probablemente tendremos algo de protección no sólo de los otros prisioneros sino también, lo que es mucho más peligroso, los guardias. Solo necesito actuar.
La última vez quise mostrarme como poderosa ante gente que me veía como una pobre desgraciada. Eso no funcionó, probablemente por ser los guardias demasiado idiotas para cambiar su parecer; pero, en fin, no funcionó. Ahora aplica lo contrario: a quien se equivocó debo reafirmar su error, y esperar que no sea suficientemente inteligente o intuitivo para darse cuenta de lo que sucede.
Postura ligeramente encorvada. Movimientos no demasiado descuidados. Mirar siempre al rostro y, sobre todo, aparentar confianza. Ésto es normal. Nuestro ámbito. No es la primera vez que acabamos en prisión y sabemos que no será la última. Ése es el papel.
Non eramo soli, digo al gigante, hablando con acento Florentino. Manca Museo, mi cugino. Las mejores mentiras siempre tienen elementos de verdad, para atar cabos si es necesario improvisar. Lui è riaggiunto a sfuggire alla guardia. Un misterioso primo Museo debería dar un poco más de validez a la historia en que una chica de quizás quince, quizás dieciseis años, y un hombre prácticamente anciano sin un físico exactamente impresionante, pudieron haber tenido un enfrentamiento con la tropa y salir con vida. Abro y cierro mi mano un par de veces, inspeccionándola pero con el verdadero objetivo de sutilmente mostrarla. Está roja por las heridas sufridas y tiene bultos, lo que daría la impresión o de que me han dado con un garrote, o me la he roto yo misma golpeando la cara de alguien. Cualquiera de las dos ayuda a la historia.
Decido de momento no referirme al comentario de ser "importante en el submundo," principalmente por el hecho de que no conozco a nadie en el submundo y no quiero ser interrogada al respecto.
Mi chiamo Anais, digo y sonrío a medias. Polo. Il suo nome è Alessandro, añado, indicando a mi padre.
Última edición por
Leohan el 23 Abr 2020, 02:15, editado 1 vez en total.