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Francesc había recorrido los pocos metros que separaban el bufete de su refugio en el 305 del Carrer de Mallorca, con un sentimiento agridulce. Por un lado, había sacado algo en claro. Ya sabía la VERDAD. En mayúscula. Por otro lado, la sensación asquerosa y de suciedad interna de sentirse un agente inflitrado del Sabbat era una hostilidad contra su propia cordura. Había dejado los documentos sin modificar de nuevo en el sobre para enviar, tal y como le había instruido la Sheriff, esperando que el servicio de interceptación siguiera siendo tan eficiente. Eso le dió que pensar. Empezó a pensar en todo lo que había hecho aquel año y medio desde el encuentro con el Sabbat... y si bien aquella versión que les llegaba a los de la Espada era ficticia, no lo era la que leía la propia administración. Así que se sintió doblemente asqueado ante la falta de privacidad.
Otro sentimiento de zozobra le invadió cuando pensó en como filtrar aquel hecho a sus compañeros. Si les decía la verdad lo vetarían, y no querrían más encuentros con él. Le privarían de toda la información. Así que la decisión estaba tomada. Por el propio bien de la investigación, y solo por eso, aquello tenía que quedar en una omisión indirecta (muy directa).
Los primeros tonos malvas aparecían en el horizonte más lejano entre las montañas que circundaban la ciudad Condal. Algunas señoras madrugadoras escurrían las palanganas de ropa en algún balcón, para tenderlas al rocío perfumado (poluto) de la mañana. El olor a pan recién horneado se convertía en vapor producto de la condensación, dentro de las bolsas de plástico, que permanecían atadas en algunas rejas de comercios, y también en algunos portales. Algún coche patrulla hacía la última ronda antes del cambio de turno, y adelantaba al pequeño y escándaloso carrito cuyos cepillos circulares limpiaban de pecado las calles de Barcelona.
Cesc tomó aire una vez más, antes de entrar en el portal. Como si aquel aire puro pero a la vez viciado, fuera la última vez que quien sabe pudiera circular por sus muertos pulmones. Giró el bombín y accedió para comprobar con una malsana suerte, que Jaume Figueroa, tan eficiente como siempre, le esperaba con una taza de café, para la que hoy había llegado tarde. Se maldijo a si mismo, y su Bestia hizo lo mismo, mientras se lo quitaba de enmedio con excusas de abogado de oficio, y se asustaba ante su propio rostro de cainita, en los espejos del ascensor. ¿Sería capaz de hacer lo que Paula decía que había hecho Glu?... No... no podía ser... ¿tal sería el descenso desenfrenado? ¿Habría camino de vuelta?... Preguntas retóricas a las que quiso dar un hálito de esperanza, autoengañándose; una vez más.
La librería hizo un pequeño chirrido al cerrarse por completo y dejar estanco su dormitorio real. Una noche más estaba a punto de acabar. Guardó el revólver en la caja fuerte mientrás el portátil cargaba el sistema operativo. Accedió al sistema y abrió rapidamente el correo. Abrió una carpeta cuya ubicación solo conocía él (o al menos eso queria creer) y cogió un fichero. Un archivo que adjuntó a un correo dirigido a su jefa de Administración, otra a la que metía en el ajo:
Correo:
From: francesc.fornals@
fabregasyfornals.bcn.com
To: mercé.tarres@fabregasyfornals.bcn.com
Adjuntos:
Texto: UP_cuentas.pdf
Buenos días Mercé,
Necesito que me mires todo lo referente a las cuentas del adjunto, todo el histórico que puedas, incluido.
Dale prioridad, por favor.
Gracias,
Saludos, Cesc.
No había tiempo para más. Probablemente el primer rayo ya chocara contra el infranqueable muro. Suspiró y cerró los ojos, mientras se sentía extraña y "cómodamente adormecido".
{ https://www.youtube.com/watch?v=x-xTttimcNk - Comfortabily numb by Pink Floyd }
-FIN-