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Los recuerdos se agolpaban creando una amalgama de felicidad y tristeza. La sonrisa aparecía en su rostro cuando pensaba en el gen curioso que su hija compartía con él. Casi a la par, las lágrimas asomban en sus párpados imaginando las penurias que estaría pasando.

No sabía si esos momentos iban a volver, pero si tenía claro que aquel momento había vuelto por algo. Las imágenes se sucedían en su mente, entremezclándose entre los recuerdos y la realidad. La tela entre ambos momentos espacio temporales era tan fina, que casi le pareció ver a Melinda a su lado descubriendo aquellos circulos rojos, y cómo le explicaba a su púpila la protección que otorgaba.

Estaba cerca y la llanura del Prospect Park le evitaba esconderse. No le importaba, era justo lo que quería. Dejarse ver. Se puso cerca de uno de esos círculos sin llegar a pisarlo.

- Hermana - dijo en voz alta pero sin gritar - No pretendo invadir tu territorio. Nuestra casa no está actuando bien, pero estamos a tiempo de salvarla. Sal de las sombras y hablemos.

Nyx se detuvo en seco cuando Montecristo habló al círculo, dejando que su voz se extendiera por la llanura silenciosa. La palabra hermana resonó entre los árboles como si hubiera sido pronunciada en una catedral vacía. El Brujah sintió un estremecimiento: no solo por lo que podía significar, sino por cómo lo había dicho. Era una llave. Una declaración. Y una invitación.

Se colocó medio paso detrás del Tremere, no como subordinación, sino como apoyo.

-Si está aquí, ya nos ha rodeado.

El viento cambió levemente. El olor del parque, húmedo y terroso, trajo consigo un matiz distinto. Ajeno. No humano.

Nyx permaneció alerta, los ojos moviéndose entre los troncos, pero sin adoptar postura agresiva; sabía que en un territorio como ese, un gesto brusco podía equivaler a una amenaza.

-No venimos a romper nada . Solo buscamos respuestas. Y a nuestra gente.

Una pausa breve. Un suspiro que no necesitaba, pero que lo estabilizaba.

-Melinda vino aquí con nosotros una vez. No lo recordamos bien… pero sí recordamos que no nos rechazaste entonces.

Da un paso más cerca de Montecristo, hombro con hombro, dejando claro que está ahí como escudo si hace falta.

-Si decides presentarte, no tendrás problemas con nosotros.
Si no… nos iremos en paz.

Sus palabras quedan suspendidas en el aire nocturno. Nyx sabe que, en lugares como aquel, las sombras escuchan antes de hablar. Y que la respuesta, si llega, lo hará desde donde menos lo esperen.