
EL REINO DE CÓRDOBA
LOS CAINITAS DE CÓRDOBA
Álvaro Gutiérrez de Manzanedo (Lasombra de 7ª Generación): Representante de la Reconquista en la Sombra. Autoproclamado Príncipe de Córdoba.
Halia (Malkavian de 10ª Generación): Sultana de las calles de Córdoba.
Hilel al-Masaari (guerrero Assamita de 6ª Generación): Antiguo sultán de Córdoba.
Ibrahim (Lasombra de 8ª Generación): representante de los Ashirra de Córdoba.
Isabel de Jérica (Toreador de 9ª Generación): Príncipe de Lucena.
Jakeem ben Aliyyah (Capadocio de 9ª Generación): Merodeador de la cripta.
Jimena Sánchez (Ventrue de 8ª Generación): Comerciante castellana.
Liuverico (Gangrel de 8ª Generación): Bestia de Córdoba.
Paterna (Nosferatu de 8ª Generación): Líder de los Nosferatu de Córdoba.
Ruy el destructor de mezquitas (Brujah de 8ª Generación): Líder de los Leones de Rodrigo.
Sanam (Seguidora de Set de 9ª Generación): hechicera sevillana.
Tancredo (Lasombra de 9ª Generación): Ashirra infiltrado.
Viktor Nagy, el mago negro (Tremere de 8ª Generación): Regente de Córdoba.
El reino de Córdoba fue creado tras la conquista cristiana de la ciudad en el año 1236. Tiene una gran importancia simbólica, ya que en su momento fue el corazón de Al-Ándalus y del mundo musulmán en la península ibérica, creando una civilización en la que se mezclaron distintas culturas y que en su período de mayor esplendor destacaba entre los reinos de Europa. Sin embargo, la caída del califato de Córdoba en el siglo XI fue el comienzo de su declive, y su esplendor se apagó progresivamente. La conquista cristiana sólo ha continuado esta tendencia. Gran parte de la población musulmana ha abandonado la ciudad o procura abandonarla progresivamente, mientras que los conquistadores que regresan a sus hogares la despojan de todo lo que encuentran de valor.
El reino de Córdoba se encuentra en el ancho valle del río Guadalquivir, lleno de fértiles cultivos y bosques de olivos, limitado al norte por Sierra Morena, donde los extensos campos de labranza dejan paso a arboledas de robles, pinos y barrancos profundos. Hacia el sureste el paisaje va dejando paso a las montañas penibéticas, llenas de estrechos valles y riscos.
CÓRDOBA
El primer asentamiento estable en el actual territorio ocupado por la ciudad de Córdoba apareció en torno al 5000 a.C. y ya hacia el siglo VIII a.C. ocupaba una superficie considerable de más de 50 hectáreas, debiendo su prosperidad a la metalurgia de cobre y plata de las cercanas minas de Sierra Morena. También se cultivaron los terrenos próximos.
El asentamiento prerromano atrajo la atención de los cartagineses, que comerciaron con los habitantes del asentamiento y terminaro conquistándolo, construyendo una colonia. Sin embargo, la ciudad permaneció poco tiempo en manos cartagineses, pues durante la Segunda Guerra Púnica los romanos la conquistaron tras la batalla de Ilipa en el 206 a.C. y la llamaron Corduba. En el año 169 a.C. junto a la colonia cartaginesa se construyó una colonia latina fundada por el pretor Marco Claudio Marcelo. La ciudad se extendió hacia el río Betis, construyéndose un teatro, anfitetro y acueducto. Sus sucesores añadieron nuevos monumentos en los siglos posteriores, entre ellos templos y circos. La ciudad llegó a poseer más edificios lúdicos que la propia Roma y superó los 250.000 habitantes.
Aunque es posible que vampiros tartesios, lusitanos y cartagineses recorrieron el territorio del dominio de Córdoba, el primer gobernante no muerto fue el prestigioso Cneo Junio Venturo, chiquillo de Tito Camilo Venturus, Príncipe de la ciudad de Roma. Cneo Junio llegó a Córdoba acompañando a las legiones romanas durante el siglo II a.C., acompañado de varios Cainitas de los clanes Lasombra y Ventrue. A medida que los mortales consolidaban su dominio sobre el territorio, los no muertos que los acompañaban, se repartían las zonas de influencia.
A Cneo Junio le correspondió el dominio de Corduba y las ciudades de la Bética, mientras sus aliados continuaban avanzando hacia el oeste y el norte. Pronto Cneo demostró ser un administrador capaz, pacificando su dominio de los ataques de vampiros Brujah y Gangrel que seguían resistiendo entre los pueblos lusitanos, y Abrazando una progenie para consolidar su influencia sobre el territorio. Gracias a la presencia y habilidad de Cneo, el clan Ventrue extendió su influencia sobre gran parte de la Bética Ulterior, compitiendo con otros clanes romanos, especialmente Lasombra y Toreador.
A partir del siglo III el cristianismo comenzó a jugar un papel cada vez más importante en Corduba. La persecución del emperador Diocleciano causó numerosos mártires entre la población, entre ellos los santos Ascisclo y Victoria. El obispo Osio de Corduba presidió el primer Concilio de Nicea y fue consejero del emperador Constantino I, que convirtió el cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano.
Cneo, que era un fiel adorador de los dioses de Roma, se mostró bastante irritado ante la progresiva expansión del cristianismo, y de hecho él y sus chiquillos fomentaron algunas persecuciones. Sin embargo, hacia el siglo IV los Cainitas cristianos eran ya lo bastante numerosos como para organizarse bajo el liderazgo de Patricio, un antiguo Lasombra de origen itálico, que consideraba que la nueva religión le resultaría útil y se proclamó Obispo de los Cainitas cristianos de Corduba para consolidar su propio poder. Buena parte del siglo IV transcurrió entre las luchas de poder de Cneo y Patricio. Sin embargo, después de que el emperador Constantino aceptara el cristianismo como religión del imperio, Patricio y sus partidarios confiaron en que terminarían imponiéndose sobre sus rivales paganos con el paso del tiempo. La conversión por conveniencia o sinceridad de varios Cainitas cordobeses en las décadas siguientes pareció darle la razón. Hacia finales del siglo IV Cneo y sus partidarios apenas mantenían el control de la ciudad y habían perdido el control de varias ciudades de la Bética.
Con la caída del Imperio Romano y las invasiones germánicas, en el año 411 Corduba fue saqueada por los vándalos, que la ocuparon temporalmente, para ser expulsados por los visigodos, que eran creyentes en el cristianismo arriano. Sin embargo, los habitantes de Córdoba eran seguidores del cristianismo romano y se mantenían leales al imperio, por lo que trataron de resistirse al dominio visigodo mediante numerosas revueltas, lo que a largo plazo reduciría la importancia de la ciudad frente a otras poblaciones béticas como Hispalis. El rey visigodo Agila profanó la tumba de San Acisclo, provocando la rebelión de la ciudad y su saqueo. El rebelde Atanagildo pidió ayuda al emperador Justiniano I de Bizancio para expulsar a los visigodos. Los bizantinos ocuparon Corduba y gran parte de la Bética a mediados del siglo VI, pero el rey Leovigildo recuperó la ciudad en el año 584, durante la rebelión de su hijo Hermenegildo, aliado con los bizantinos. Poco después de la muerte de Leovigildo, su hijo Recaredo se convertía al cristianismo católico en el año 589, poniendo fin a las querellas religiosas entre católicos y arrianos.
Las invasiones germánicas supusieron un alivio temporal para los vampiros paganos. Aunque en la primera oleada de los vándalos viajaban pocos Cainitas, el saqueo de Córdoba supuso un gran trastorno para los vampiros cristianos, que vieron cómo sus refugios e iglesias eran saqueados, provocando la destrucción de algunos. El Obispo Patricio consiguió sobrevivir, al igual que el Príncipe Cneo, pero éste vio en los invasores una herramienta que podía utilizar contra sus adversarios.
Cneo envió varios embajadores y finalmente estableció un pacto con Odoín, un Gangrel de origen visigodo, que junto con sus partidarios llegaron a Corduba en el año 421. No necesitaron muchas excusas para atacar al Obispo Patricio y sus partidarios, destruyéndolos en poco tiempo. El Príncipe Cneo se mostró magnánimo con algunos Cainitas cristianos, a cambio de Juramentos de Sangre para garantizar su lealtad.
Gracias a la ayuda de Odoín y su progenie, Cneo consiguió fortalecerse como Príncipe de Corduba y buena parte de la Bética, Abrazando entre los visigodos y concediendo a los Gangrel que le habían ayudado dominios y legitimidad en su gobierno. Gracias a la alianza entre los dos clanes, Cneo y sus partidarios se mantuvieron en el poder durante el reinado de visigodos y durante la breve ocupación bizantina. La conversión del rey Recaredo al catolicismo en el año 589 constituyó un leve contratiempo, pero mientras los Cainitas católicos no se opusieran a su poder, serían tolerados.
A principios del siglo VIII los musulmanes del Norte de África invadieron la península ibérica y Córdoba fue conquistada por el general Mugith al-Rumí, convirtiéndose en el año 716 en capital del territorio conquistado, dependiente del califato omeya de Damasco. En el año 756 el príncipe Abderramán, un príncipe de la dinastía omeya, se refugió en Córdoba huyendo del derrocamiento de su familia. En la ciudad fue proclamado emir y sus sucesores engrandecerían sucesivamente la ciudad, convirtiéndola en la capital de Al-Ándalus, el territorio musulmán e la península ibérica.
El dominio del Príncipe Cneo llegó a un abrupto final con la invasión musulmana. Odoín y varios de sus seguidores perecieron durante el saqueo de Córdoba, atrapados en un oportuno incendio que devastó su refugio comunal durante el día. Por la noche el refugio del Príncipe fue atacado por varios guerreros Assamitas y Brujah dirigidos por Hilel al-Masaari que reclamó el trono de Córdoba en nombre de los Banu Haqim.
El golpe de estado de Hilel fue rápido y efectivo. Los chiquillos de Cneo y sus partidarios fueron cazados uno tras u otro o huyeron. De todas formas, tras dejar a un grupo de partidarios para consoldiar el dominio, el guerrero Assamita acompañó a los ejércitos musulmanes para apoyar la expansión del Islam en Europa e impedir que fuera entorpecida de otros Cainitas. Sin embargo, la derrota de los musulmanes ante los francos en la batalla de Poitiers (732) y varios reveses frustraron sus esperanzas.
Hilel regresó a Córdoba poco tiempo después de que el emir Abderramán I se hiciera con el poder. Los Ashirra cordobeses lo invitaron a ocupar la posición de sultán y de esta forma las facciones desunidas lo aceptaron como un candidato de consenso. Durante este período el poder vampírico de Córdoba se encontraba en manos de los Banu Haqim (Assamitas), Mushakisin (Brujah) y el Qabilat al-Khayal (Lasombra). El sultán Al-Masaari demostró ser un buen estratega, dirigiendo a otros Cainitas en la conquista de nuevos dominios de la península, al mismo tiempo que dejaba los asuntos administrativos en manos de visires Banu Haqim y consejero Qabilat al-Khayal.
En general el gobierno del sultán al-Masaari fue próspero durante el gobierno de la dinastía omeya. La única amenaza grave contra su dominio tuvo lugar durante el siglo IX, debido a la conspiración de un grupo de fanáticos Cainitas del clan Lasombra, que desestabilizaron su dominio fomentando la disensión religiosa. Los Lasombra musulmanes se desligaron de sus hermanos cristianos y poco a poco se hicieron con el poder. Sin una amenaza para el Islam en la península el papel de los guerreros Assamitas perdió influencia en las cortes andalusíes. Sólo el sultán de Córdoba mantenía una autoridad realmente respetada, y a menudo intervenía para mantener la paz entre las diferentes facciones de los Ashirra.
Para hacer frente a la expansión de los califas fatimíes en el norte de África, el emir Abderramán III se proclamó a su vez califa de Córdoba en el año 929, momento en que la ciudad alcanzó su mayor esplendor, llegando a superar los 450.000 habitantes, convirtiéndose en un centro financiero, comercial y cultural de primer orden. Durante esta época terminó la construcción de la mezquita de Córdoba. En sus alrededores se construyeron hermosas ciudades palaciegas como Medina Azahara (“la ciudad de la flor”) o Medina Alzahira (“la ciudad brillante”).
Sin embargo, los califas cordobeses cayeron cada vez más bajo la influencia de las grandes familias cortesanas. Durante el resinado del califa Hisham II, nieto de Abderramán III, el general Muhammad ibn Abi Amir, de la familia de los amiríes asumió el poder político del califato, y comenzó una serie de expediciones contra los reinos cristianos, saqueando varias ciudades y consiguiendo numerosas victorias, por lo que recibió el nombre de Al-mansur (“el victorioso”).
Muchos Ashirra culpan a la ambición y a las manipulaciones de los Lasombra la caída del califato de Córdoba, desviando el poder del califa para su visir Almanzor, un peón del Qabilat al-Khayal. Sin embargo, gran parte de las acciones de Almanzor estuvieron motivadas por sus propios intereses, sin necesidad de manipuladores vampíricos, aunque sí es cierto que Lasombra musulmanes y cristianos mostraron gran admiración por Almanzor y lo vigilaron de cerca.
Sin embargo, las acciones implacables de Almanzor para acumular poder, generaron el descontento entre la nobleza de Córdoba, y apenas unos años después de su muerte estallaron guerras sucesorias que acabaron con el califato, extendiendo la anarquía y provocando la aparición de los reinos de taifas.
Aunque la caída del califato supuso el derrumbe de la autoridad del sultán Al-Masaari y el fin de su proyecto de un dominio global sobre Al-Ándalus, no lo supuso para sus consejeros, que vieron en las taifas un terreno donde podían prosperar individualmente. Los Assamitas se volvieron contra los Lasombra, y los Brujah, la facción más débil, perdieron toda su influencia, dedicándose a tratar de salvar el legado cultural creado por los califas de Córdoba.
En medio de las guerras civiles del califato, el sultán Al-Masaari trató de reclutar nuevos guerreros Ashirra. La conversión al Islam del anciano Shabaqo el Nubio, del clan Gangrel, y la formación de la facción de los Gangrel de Taifa, permitió proteger a los Ashirra cordobeses de injerencias externas, pero el fortalecimiento del poder de los vampiros no trajo la estabilidad que necesitaban los mortales.
Mientras los viejos consejeros Lasombra eran desplazados del poder, en el nuevo escenario de las taifas surgió la figura de Miriam bint Aisha, una intrigante que comenzó a tejer una telaraña de influencias, despreocupada por el debilitamiento de Al-Ándalus. La inestabilidad de las taifas se ajustaba a sus necesidades.
La llegada de los almorávides desde el norte de África trajo a una nueva oleada de Assamitas, que respetaron la autoridad del sultán Al-Masaari, sin embargo, las manipulaciones de Miriam y el fracaso almorávide por consolidar sus conquistas dio lugar a la llegada de los almohades, que conquistaron Córdoba y trasladaron la capital de Al-Ándalus a Ishbiliyya (Sevilla), profundizando la decadencia de la ciudad.
Tampoco los almohades consiguieron detener el avance cristiano. En el año 1212 fueron derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa, y su debilitamiento provocó la aparición de nuevas taifas, que no consiguieron hacer frente a los cristianos y cayeron una tras otra. En el año 1226 los cordobeses se rebelaron contra el califa almohade Al-Bayasí, que fue asesinado por colaborar con los cristianos. Los disturbios fueron fomentados por Miriam bint Aisha y los Lasombra, que colocaron a su peón Ibn Hud en el poder en 1228.
Sin embargo, derrotado por los cristianos y obligado a solicitar una tregua, Ibn Hud incrementó los impuestos a los cordobeses, lo que significó su ruina. Finalmente, con la ayuda de la propia población, el rey Fernando III de Castilla conquistó Córdoba el 29 de junio de 1236, nombrando gobernador de la ciudad a su hermano Alfonso Téllez. Con la caída de Córdoba otras localidade cercanas también fueron conquistadas mientras que otras abrieron sus puertas a los ejércitos castellanos. Parte de los antiguos territorios fueron repartidos entre los nobles que participaron en la conquista, provocando conflictos y pleitos.
POLÍTICA Y RELIGIÓN
La ciudad de Córdoba se encuentra bien comunicada durante la Edad Media, pudiendo accederse a ella a través del río Guadalquivir. La abundancia de agua es complementada por varios ríos que fluyen desde Sierra Morena. Además, se encuentra en una importante encrucijada de rutas entre el norte y el sur de la península ibérica, y entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. Por otra parte su enclave es defendible gracias a la presencia del río Guadalquivir y su emplazamiento elevado, con bosques, cultivos, ganado y minas en los alrededores.
Córdoba llegó a ser una de las ciudades medievales más grandes e importantes de Europa, con más de 400.000 habitantes a finales del siglo X. Sin embargo, sufrió una pavorosa destrucción a comienzos del siglo XI, con el estallido de sucesivas revueltas y luchas por el poder. A mediados del siglo XIII sólo sobrevive la medina (el barrio noble de la ciudad) y una parte del al-Chanib al-Sharqui (los barrios al oeste de la ciudad) y alrededor campos llenos de espantosas ruinas que durante años han dejado patente la auténtica extensión de la ciudad en sus mejores tiempos.
El alcázar de Córdoba fue construido originalmente por los visodos a finales del siglo VII, y se convirtió en la sede de emires y califas. Fue abandonado en el siglo X y tras la caída del califato los gobernantes de Córdoba lo recuperaron. Es un extenso complejo de edificios y palacios para los emires y sus cortesanos, que ha sido ocupado por el gobernador cristiano y sus seguidores.
La judería de Córdoba es un barrio rodeado por su propio recinto amurallado, que aísla a sus habitantes, que viven tiempos inciertos tras la reciente ocupación cristiana. Dentro de la aljama tienen todo lo que necesitan, incluyendo una pequeña milicia para mantener el orden y su seguridad. Sólo se puede acceder por la puerta de la judería, aunque también existe otra puerta, oculta y secreta, que sólo se utiliza en momentos de emergencia.
LA MEZQUITA DE CÓRDOBA
Abderramán I, el primer emir de Córdoba adquirió la basílica de San Vicente a los cristianos y en el año 786 ordenó la construcción de una gran mezquita para la creciente población musulmana y como una forma de redimirse durante sus últimos días.
Durante los reinados de los sucesivos emires el terreno de la gran mezquita fue ampliándose con el crecimiento de la ciudad y la población. Aunque mantuvo la planta cuadrada típica de las mezquitas, fue ampliada hacia el sur en varias ocasiones, añadiendo más naves, arcos y columnas, decorando el mihrab y la Mansura con mosaicos bizantinos y relieves con versículos del Corán. La primera de las ampliaciones la realizó Abderramán II entre 833 y 848 y la segunda Al-Hakam II entre 971 y 976, que fue la renovación más grandiosa y contó con arquitectos traídos de Bizancio.
La última ampliación de la mezquita tuvo lugar en el año 987, cuando Almanzor ordenó ampliar el edificio hacia el oeste. Esta obra fue realizada con esclavos cristianos y se añadieron las campanas saqueadas de la catedral de Santiago de Compostela (que fueron convertidas en lámparas) y que el rey Fernando III de Castilla ha ordenado devolver a Compostela, trasladadas por cautivos musulmanes.
La mezquita consiste en un edificio de 19 naves, 36 tramos, decenas de lámparas, un exquisito y lujoso mihrab, una brillante Mansura y un número casi infinito de columnas, de todos los colores y estilos conocidos, muchas de ellas aprovechadas de antiguos templos y edificios romanos y visigodos.
Tras la conquista de Córdoba, el rey Fernando III ha ordenado convertir la mezquita en catedral, dedicada a Santa María. Fue nombrado obispo Lope de Fitero, capellán y consejero del rey de Castilla.
SOCIEDAD CAINITA
La ciudad de Córdoba se encuentra bajo dominio cristiano, pero entre los habitantes no muertos de la ciudad la situación no está tan clara. La situación es tensa, y las distintas facciones se observan fríamente, preparadas para reaccionar ante cualquier ataque o muestra de debilidad.
Cuando la ciudad abrió sus puertas a los cristianos, una horda de fanáticos Cainitas conocidos como los Leones de Rodrigo, atacó a los Ashirra, que ya estaban preparados para un ataque semejante. Los Leones cayeron en una emboscada, aunque su feroz resistencia compensó en parte la ventaja de sus atacantes, consiguiendo romper sus filas e internándose en las calles de Córdoba. Sin embargo, se encontraron con el propio sultán Al-Masaari, que les hizo frente, y consiguió acabar con la mayoría y poner en fuga a los supervivientes. Sin embargo, gravemente herido, cayó en letargo y sus seguidores ocultaron su cuerpo, haciendo creer que había muerto.
Los Lasombra cristianos esperaron a que regresara la tranquilidad y finalmente hicieron su entrada en Córdoba. Álvaro Gutiérrez, representante de la Reconquista en la Sombra y chiquillo de Silvestre Ruiz se entrevistó con el antiguo Ibrahim, representante del Qabilat Al-Khayal y pusieron las bases de un acuerdo basado en el respeto mutuo de sus posiciones. De esta manera, los Lasombra, tanto cristianos como musulmanes, se convirtieron en la facción más poderosa de Córdoba, algo que ha provocado la desconfianza y el desagrado de otros Cainitas y Ashirra.
La caída de los Leones de Rodrigo no hubiera sido posible sin la intervención de Tancredo, un Lasombra que realmente es un Ashirra llamado Salé, chiquillo de Ibrahim quien actuó como espía infiltrado entre las filas de los Cainitas. Todavía cumple con su papel, dirigido ahora a advertir de cualquier movimiento de los fanáticos cristianos.
Los Leones de Rodrigo fueron casi exterminados, y por ahora se recuperan de sus heridas en los arrabales de Córdoba, tomando como su líder a Ruy, un soldado toledano del clan Brujah, con más deseos de destacar que sentido común. No obstante, tras sobrevivir al enfrentamiento con el sultán Al-Masaari e incrementar el poder de su sangre ha detenido su ímpetu y se ha vuelto más prudente. Sabe que se encuentra en clara desventaja, por lo que está decidido a aguardar un nuevo momento de golpear a los Ashirra.
Y como carroñeros ante una bestia caída, numerosos Cainitas y Ashirra han acudido a Córdoba, a menudo con la excusa de “salvar” lo que puedan de la ciudad o simplemente saquear sin escrúpulos, aprovechando la huida de sus habitantes no muertos. Jimena Sánchez, del clan Ventrue, representa los intereses de varios miembros de su clan dedicados al comercio, y tantea la posibilidad de hacer negocios en Córdoba, y quizás aspirar a un dominio con el tiempo. Viktor Nagy, un vampiro del clan Tremere, ha aprovechado la oportunidad para establecer una capilla de su clan en la ciudad y saquear todo el conocimiento que pueda encontrar. En esta búsqueda compite con el antiguo Capadocio Jakeem y Sanam, una Seguidora de Set, que también tienen interés por el ocultismo. De momento mantienen cierta cortesía, pues hay mucho espacio que explorar, pero puede que con el tiempo comiencen las rivalidades.
La mayoría de los Ashirra que huyeron de la ciudad eran en su mayoría nobles, pero otros muchos de extracción más humilde han preferido quedarse, pues no tienen ningún otro lugar al que huir. Un antiguo Gangrel de origen visigodo llamado Liuverico, y que mantuvo un perfil bajo durante la ocupación musulmana, ha colaborado con los Cainitas cristianos, y aspira a ocupar un lugar en el nuevo orden. Paterna, una antigua Nosferatu, también ha aparecido para defender los intereses de su clan, que reclama las alcantarillas de Córdoba como su dominio.
Y en las calles de Córdoba una pequeña Malkavian llamada Halia se encuentra intranquila. Una banda de niños sin hogar son sus ghouls. Vio una tormenta cernirse sobre la ciudad y estaba preparada cuando llegó. Sin embargo, sus sueños no han cesado...una nueva tormenta se aproxima, una tormenta de sombras y una lluvia de sangre.
LA FUNDACIÓN DE MEDINA AZAHARA
Durante el reinado de Abderramán III murió una de las esclavas del harén de su padre, dueña de una considerable fortuna que legó al califa, que decidió utilizarla para pagar el rescate de todos los musulmanes que estuvieran cautivos de los cristianos, pero todos los emisarios que mandaba regresaban con la noticia de que no había cautivo ninguno, así que el califa agradeció a Alá que todos sus súbditos vivieran libres.
A su regreso al palacio se presentó ante el califa su favorita del harén, Azahara, a la que amaba tanto que le había apartado del afecto de su esposa legítima, y aconsejó a Abderramán que con aquellos tesoros construyera un nuevo palacio, retirado de la ciudad, para sus amores y le pusiera su nombre. Al califa le pareció una buena idea y comenzó la construcción de la ciudad palaciega de Medina Azahara, y cuando estuvo terminada, trasladó allí su corte.
Sin embargo, a pesar de todas las comodidades y lujos Azahara se encontraba triste y desconsolada y al preguntarle el califa el motivo, ella le contestó que añoraba su ciudad natal de Granada, con sus calles, sus olores y la nieve de Sierra Nevada. Entonces el califa ordenó que todos los árboles de las cercanías fueran arrancados y sustituidos por almendros, para que todos los montes se llenaran de pétalos blancos.
Sin embargo, afirman los sabios que Alá se sintió disgustado por la frivolidad del califa y maldijo la ciudad. Setenta años después de Medina Azahara sólo quedaban ruinas.
La ciudad palaciega de Medina Azahara es un recuerdo de los Ashirra del esplendor de Córdoba y Al-Ándalus. El sultán al-Masaari a menudo realizaba asambleas de los vampiros musulmanes en las ruinas de la ciudad. Y todavía hoy los Ashirra frecuentan las ruinas, por una parte para recordar y comunicarse entre ellos lejos de miradas indiscreta y también para cazar a los ocasionales saqueadores.