EL ROBO DE UN LIBRO QUE CONMOCIONÓ A UN PAÍS
MARTÍN ETXEBERRÍA - 04/01/2017
El libro robado.
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Lorenzo compró el ejemplar en 2006 en un escenario que sin duda es el sueño de cualquier bibliófilo amante de las primeras ediciones ‒y que parece ser que todavía sigue pasando en los tiempos de Internet‒. Lo encontró en una librería de viejos en Montevideo, entre un montón de libros usados. El precio que marcaba era de 180 pesos uruguayos, lo que al cambio en esa época equivalía a unos 7 euros. Como el librero no era consciente del valor del libro, Lorenzo disimuló pidiendo un descuento e incluso pudo sacarlo por 6 euros. No era esta la primera edición que Lorenzo había conseguido sino la séptima. Todas ellas las había vendido excepto esta última, ya que tenía algo que las diferenciaba del resto: una dedicatoria personalizada del propio autor. «
Para Lorenzo Castillo, el librovejero, como ayer y como siempre. Su amigo Gabriel», escribió el autor.
Fue David Urdiales, dueño de la librería Fabra e Hijos y presidente de la Asociación de Libreros Independientes, quien le pidió a Lorenzo parte de su colección para exponerla en la feria. Los libros estaban en el pabellón más grande de la feria, dentro de unas vitrinas protegidas por un cristal doble y unos pequeños cerrojos. Había dos personas encargadas de vigilar los libros y se acordó, además, que siempre habría un encargado de la librería pendiente de la colección. Ese año la Feria del Libro tuvo una afluencia sin precedentes: en los 14 días de feria pasaron por ella 520.000 visitantes, casi 70.000 más que el año anterior. Solo el sábado del robó recibió unas 73.000 visitas. Es por eso, quizá, que ninguno de los encargados de vigilar se percató de que alguien consiguió abrir la vitrina y sustrajo la primera edición de
Cien años de soledad.
La vitrina de la que se sustrayó el ejemplar.
En cuanto el robo fue detectado, los libreros registraron a cuantos salían del pabellón, con la esperanza de que el robo hubiera sido reciente y el ladrón todavía se encontrara dentro. Después de registrar a unas 300 personas durante media hora dieron por perdido el libro y finalmente David llamó a Lorenzo para comunicarle la catástrofe. Por la noche, Lorenzo pasó por el pabellón y recogió el resto de sus libros. Al día siguiente, telefoneó a una amiga periodista que trabajaba para El País, uno de los periódicos más importantes del país, y le contó lo sucedido. Y de ahí la noticia del robo se difundió rápidamente por todo el mundo, considerándolo un atentado contra el mundo de la cultura. Las autoridades comunicaron en una rueda de prensa que las penas para quienes hubieran robado el libro podrían llegar hasta los 20 años de prisión, y 12 años para quienes lo compraran. Lo duro del castigo hizo que muchas personas dentro y fuera de España pusieran el grito en el cielo.
Seis días después del hurto Lorenzo recibió la llamada de un amigo diciéndole que había escuchado en la radio que había aparecido el libro. Poco después recibió la llamada del asistente del general Rodolfo Sabater, director de la Policía, asegurándole que habían encontrado el libro y que Sabater quería entregárselo en persona. Una patrulla fue a recoger a Lorenzo para el encuentro y, como había mucho tráfico, pusieron en marcha la sirena, abriéndose paso a toda velocidad. Antes de la entrega del libro se hizo una rueda de prensa en la que Sabater aseguró que aquello era una victoria para la Policía. Habían encontrado el libro solo seis días después de que su robo fuera denunciado.
Sin embargo, aunque el libro había aparecido, no se sabía nada sobre los ladrones. Sabater apenas contó detalles sobre la operación. Dijo que lo habían encontrado en una caja en el Barrio de las Letras, en el centro de Madrid. El libro estaba listo para ser vendido, por una suma que superaba los 30.000 euros. Eso sí, un tasador experto en libros afirmó que vender el libro por más de 10.000 euros hubiera sido casi imposible. Pues bien, a continuación, Sabater entregó el libro a Lorenzo frente a todos los medios de comunicación. Después de dar las gracias, Lorenzo anunció su intención de donar el libro a la Biblioteca Nacional ‒junto con otras primeras ediciones de García Márquez‒ porque después de todo lo ocurrido, creía que el apoyo del pueblo lo merecía.
Algo extraño es que los medios de comunicación ofrecieron distintas versiones sobre cómo había aparecido el libro. Algunos decían que estaba dentro de una casa, otros que en la calle y había quien afirmaba que fue en el mismo momento en que se iba a realizar la venta. A Lorenzo tampoco le dieron muchos más detalles. Se sabe que la policía detectó que el libro iba a ser vendido en el mercado negro y que iba a salir del país. Aparte de eso, nunca se supo nada sobre los ladrones. Era como si la policía hubiera escondido algo en todo este asunto.
Un año después del robo, después de mucho batallar con trabas burocráticas, un funcionario de la policía reconoció, de forma anónima, que la policía da prioridad a los casos que se consideran más importantes, y el hurto de la primera edición firmada de
Cien años de soledad se había considerado uno de ellos. Ese mismo funcionario explicó que durante días la policía recorrió las calles interrogando a vendedores de mercancía robada. Así fue como empezaron a tener noticia del libro, de que había dos personas que estaban intentando venderlo. Finalmente obtuvieron el dato de dónde se iba a realizar la transacción y tres patrullas se dirigieron hasta allí. Cuando las patrullas llegaron los ladrones empezaron a correr y se produjo un tiroteo. Mientras algunos policías iban en su persecución, otros se dieron cuenta de que habían tirado una caja al suelo. Dentro estaba
Cien años de soledad. Según el funcionario no lograron atrapar a los ladrones.
Aunque el caso terminó archivándose en abril de 2016, como no encontraron a los ladrones el caso no llegó a cerrarse, algo que no ocurrirá mientras no se detenga a los responsables del robo. Hoy en día el ejemplar robado se encuentra en el área de colecciones valiosas de la Biblioteca Nacional. El libro se ha convertido en un símbolo de lo mejor y de lo peor de Madrid. Por un lado, forma parte del patrimonio cultural, y durante unos días mantuvo en vilo a amantes de los libros dentro y fuera de sus fronteras; por otra, se convertía en la prueba palpable de que en España la policía solo te hace caso si eres importante.
La demostración de que un solo libro puede valer mucho más que muchas vidas humanas.