- Ya veo, ese bellaco debe ser uno de los causantes de las extrañas desapariciones de las que me avisó Diego - mira al cainita aletargado - Tendréis que ayudarme a mover al señor Portocarreño y a este bastardo - le pega un puntapié al atacante herido.
De repente una tromba de agua aparece en el extremo del salón y cae por las escaleras proporcionando una vía de escape. Todos miran sorprendidos al bueno de Oleksyi.
- Gracias chico - dice Don Alfonso - usé una escalera de madera para subir por la arcada, pero ahora será más sencillo salir por la puerta principal. Venid conmigo y os daré refugio, no sabemos si esos cerdos os andarán buscando. Tranquilos, leí vuestra aura antes y sé que sois magi. Creo que Diego tenía razón, ninguno estamos a salvo.
Al salir a la calle veis a algunos aldeanos cargando agua, algunos sirvientes heridos de Portocarreño, otros muertos; pero no hay ni rastro de los cuerpos de los atacantes. Frente a la puerta hay un enorme carro, podéis ver medio tapado el cuerpo de Pedro, el horrible franciscano. Un par de hombres os ayudan a meter en el carro a Don Diego y al encapuchado herido.
- Os ofrezco refugio en mi casa - os dice Don Alfonso - estaremos alerta por si se les ocurre atacarnos. ¿ Me acompañáis ? Está muy cerca, podemos ir andando y me contáis que hacen tres magos novatos de tan diversa procedencia en Santiago de Compostela.