Malefitia imperium: Regule lingue soffice in cielo

[Baudelaire]

Te alejas de la pequeña recepción en la que fuiste acogido al llegar, confiado en que es el único refugio en este horrendo lugar. Cercano a la salida y con el recuerdo de haber comido algo allí, parece plausible que sea el portal que conecta el exterior con la conspiración que se teje aquí dentro.

Tras varios rodeos y entre la penumbra de pasillos casi laberínticos, llegas finalmente a un gran salón que antecede a un ancho pasillo flanqueado de tapices con motivos religiosos. Muy buenas telas y tinturas de calidad, los dibujos son magníficos y recrean escenas del paraíso. Sin embargo, el tejido posee una textura inusual que la descubres al tocarla. En lugar del clásico entramado al que estás acostumbrado, la superficie parece rugosa y casi cortante. Un par de gotas de sangre surgen en el punto en que las yemas de tus dedos hacen contacto.

Una brisa tibia parece surgir de una chimenea bien construída que debería estar al interior del refectorio. La puerta de acceso está entreabierta y parece agitarse. Un aroma de incienso emana sutilmente, con un toque levemente rancio. Te recuerda al pan y al vino de tu última merienda.

Hay dos candelabros encendidos que se vislumbran a través del umbral. Solamente se escucha el crepitar de la leña… ¿tanto frío hay en este edificio? ¡es primavera y el día está hermoso! Concluyes que el tiempo juega en tu contra y avanzas con decisión.

[PeteryPan]

Tras armarme de valor busco las dependencias de la persona que se encarga de aquel lugar. O estaba corrompido o no había sido capaz de oler lo que se estaba cocinando bajo sus narices, ambas opciones peligrosas y necesarias de subsanar.

Tras ver como se alejan hacía la salida, me muevo entre pasillos hasta encontrarme en un lugar que parece la antesala a un despacho principal o de cierta importancia. La decoración es mucho más elaborada y profusa, pese a que los materiales y su calidad son... dudosos. La tela es tremendamente basta y mis dedos, acostumbrados a piezas más delicadas, se rasgan ante tal textura cortante. Me quedo mirando la sangre durante unos segundos, ensimismado en la tintura rojiza que ha dejado en los hilos, estropeando la escena represantada en una zona ínfima.

El sonido de un fuego cercano me hace ser consciente, nuevamente, del ambiente de opresión y de escasa hospitalidad que hay en este lugar. Frío, soledad, silencio, maldad. Me acerco con cuidado, pues cualquier prudencia es poca tratando con siervos del Maligno. Llegados a este punto cualquier cosa es posible.

[Baudelaire]

Al avanzar a través del umbral, extrañas sombras parecen agitarse a tus espaldas. Lo notas cuando pasan cerca del rabillo de cada ojo, casi como intentando rodearte. Te giras y todo parece exactamente igual que hace un momento. Salvo que el lugar en que habías dejado tu sangre ha sido restaurado por alguna magia extraña.

Finalmente te internas en el refectorio, el aroma del incienso se vuelve todavía más rancio y las llamas de las velas en los candelabros se reducen. Parece que en unos minutos la oscuridad va a inundar este espacio, así que te analizas rápidamente todo lo hay en el interior.

Algunos muebles con sellos de origen marcados en la madera, una gran escultura del arcángel Miguel batiéndose con Lucifer hecha en terracota rojiza. De la punta de la lanza que usa el demonio parece gotear el mismo líquido que dejó el charco de las monjas corruptas.

En un costado, un gran escritorio de madera muy oscura. Parece estar tallado en una sola pieza, algunos papeles y tintas están volcados en su superficie. Una silla de respaldo alto, coronada con el símbolo del tribunal del santo oficio acoge a una niña que duerme plácidamente, que está apenas cubierta por una manta de lana raída. Bajo las patas del mueble se escurre una familia de ratitas que se escabulle detrás de la escultura.

Apenas alcanzas a reaccionar cuándo ya percibes que el piso está comenzando a cubrirse con una lámina de aquella sustancia putrefacta.

[PeteryPan]

La sensación de inquietud, oscuridad y desasosiego aumenta con cada paso y con cada metro ganado hacia el interior del despacho, habitáculo convertido en guarida de monstruos, corrompido por la Oscuridad. Susurros y sombras que perturban la mente para desaparecer en el mismo instante en que la mirada los encuentra. Cada paso es un estruendo en aquel silencio maldito, mutismo que ahoga.

La desaparición de mi sangre en aquel tapiz basto me perturba, aumentando mi inquietud. Por ello aumento el paso, queriendo llegar a la sala que se presenta al fondo. El olor comienza a ser nauseabundo y la luz cada vez es menor. El refectorio está casi en penumbra, con múltiples muebles de buena factura, pero estética poco refinada; como demasiado pesados visualmente. Parecen estar sellados, indicando su procedencia. Es un detalle interesante, aunque una escultura imponente del Arcángel Miguel luchando contra El Maligno protagoniza la sala, imagen perfecta para el contexto que me distrae. Al volver la mirada veo el escritorio y a la niña durmiendo, una imagen casi más espeluznante que la de las súcubos de hace unos momentos (¿fue un sueño?) en este contexto de oscuridad y maldad. A punto estoy de ir a comprobar que la niña está bien cuando el sonido de un goteo me hace girarme de nuevo hacia la escultura. De su lanza cae el mismo líquido ponzoñoso que los demonios habían dejado tras su expulsión. Se está acumulando.

Corro hacia la niña, buscando un objeto con el que defenderme y rezando al Altísimo para que me dé fuerzas en esta nueva batalla.

[Baudelaire]

A tu costado, hay una escultura más pequeña, de bronce. Aproximadamente del largo de tu antebrazo, sería una buena arma improvisada. La levantas y sientes inmediatamente el peso. La miras por unos instantes y descubres que se trata de una figura más pequeña de Miguel.

Acercándote a la niña, notas que el líquido que mana de la lanza del demonio comienza a corroer la terracota de la parte superior de la otra escultura. El otro arcángel comienza a desmoronarse cuándo tomas a la pequeña que sigue dormida en tu regazo.

Entonces, desde la terracota que queda en el piso, la reproducción de Lucifer comienza a alzarse victorioso de su batalla. Apenas alcanzas a bloquear el golpe que viene directo a la niña, el otro Miguel de bronce desvía el ataque haciendo que la punta se clave en el tapiz del respaldo de la silla alta.

Retrocedes por reflejo, blandiendo al arcángel. Rápidamente dejas a la pequeña en el pasillo de acceso, justo a tiempo… porque viene un segundo golpe de lanza, que solamente consigues desviar apenas, pero se clava en tu tobillo. El ardor es descomunal, sientes toda la pierna como recorrida por un rayo. Tu corazón se agita y apenas alcanzas a encontrar la fuerza para atacar al ahora horripilante Lucifer… erguido hasta más de 8 pies con sus alas extendidas.

Una mano divina parece guiar la tuya, porque el broncíneo Miguel se dirige directamente a su entrepierna. Escuchas un ruidillo de aplastamiento y el demonio cae de rodillas. Aprovechas y de un tirón quitas la lanza de tu tobillo. La sangre mana, pero la hemorragia poco te importa. Invocas a la providencia para tirar tu pie fuera del umbral del refectorio para cerrarla. Esta criatura está completamente fuera de tus posibilidades.

La niña ha despertado con el barullo y salta en tus brazos, obligándote a dejar caer tu arma improvisada. Su inocencia y su pureza te dan nuevas energías, el dolor del tobillo cede un poco y reguenando te internas nuevamente en el dédalo que lleva a la salida.

Escuchas la puerta del refectorio estallar y el crepitar del madera encendida junto el olor de la quemazón. Intuyes que el fuego infernal del demonio se ha desatado, humillado por tu golpe bajo. Pronto arderá todo el lugar.

[PeteryPan]

Esta señal de la Providencia me da fuerzas, sabiéndome guiado y protegido por el Altísimo. La escultura de bronce, bruto reflejo de la naturaleza divina del arcángel, es un arma y un escudo perfecto para enfrentarme al Maligno. Protejo a la inocente con todo mi ser y me escudo del ataque del Enemigo en un reflejo providencial.

Todo ocurre en una fracción de segundo. Casi puedo escuchar coros angélicos entonar una melodía apocalíptica para enmarcar esta lucha. Un terror profundo me recorre por dentro, pues me encuentro delante de una manifestación de Lucifer, el más terrible de los enemigos del Señor. No hay espacio para pensar, no hay posibilidad de dudar. Su primer ataque falla y rápidamente pongo a la niña a salvo. Su ira vuelve a arremeter y el arcángel vuelve a interceder, tanto física como providencialmente, protegiéndome de una muerte fatal; pero no de una herida abrasadora. Un dolor inhumano me recorre la pierna y el alma, como emponzoñada por la negrura de su lanza maldita. Se alza ante mí en todo su maléfico esplendor y parece ser la señal. En este acto de orgullo vuelve a caer bajo la mano del arcángel, como lo hizo en los primeros tiempos, golpeándolo en su más desprotegida y blasfema zona.

Su agonía es mi oportunidad para huir, pese a que el dolor me ralentiza y me desprotege. La inocente se intercambia por el guerrero divino y sin mirar atrás corro con todas mis fuerzas, intentando recordar sin fallas el camino de vuelta. Las llamas del Infierno vienen a por mí. Rezo para mis adentros, rogando la protección del Arcángel.

[Baudelaire]

Todo el lugar comienza a estremecerse y, además de las llamas del inframundo, una enorme grieta parece manifestarse bajo tus pies. Apresuras todavía más el paso y, guiado por la providencia, encuentras la ruta exacta de regreso a la recepción. Ya está vacía y al observar hacia el pasillo de acceso, ves la puerta principal abierta con un tumulto en su exterior.

La explosión infernal te empuja hacia el exterior y te giras en el aire para caer de espaldas de modo que la pequeña resulte ilesa. Caes, de todos modos, entre el resto de la gente que moraba al interior de la sede del tribunal del santo oficio. Algo se amortigua el golpe, pero algunas flamas surgen del umbral para apagarse a milímetros de la calle. Una luz celestial se ha interpuesto para evitar que avance.

Verificas que la niña esté bien, para reincorporarte bastante adolorido. Las personas te rodean luego de la aparente protección divina que han recibido gracias a ti. Una suave llovizna comienza a empaparles a medida que se convierte en un lluvia intensa capaz de apagar el incendio.

¡Alabado sea Piero! La mano de dios lo ha escogido para impartir su justicia.

Es la voz de Constance acompañada de la novicia que toma a la niña en brazos, mientras un monaguillo te ayuda a levantarte.

¿Qué ha pasado? ¿estáis bien?

Es un guardia que ha llegado junto ustedes, quien te ha lanzado la pregunta.

[PeteryPan]

Todo pasa en un segundo. Mi aliento queda silenciado por el estruendo que sucede a mi alrededor. El calor de mi propio cuerpo queda eclipsado por las abrasadoras llamas infernales que se abren paso entre la roca del edificio. No miro hacía atrás. Me mantengo rezando interiormente para que el Altísimo, en toda Su Misericorida, me guíe y proteja. En un tiempo que me parece eterno y a la vez fugaz consigo llegar a la puerta que da con la cristalina luz del exterior. Sin ser capaz de entender que ha ocurrido me encuentro volando por los aires y mi única reacción es girar sobre mi propio eje para proteger el frágil cuerpo de la pequeña. El dolor de la caída me parece poco, pese a ser bastante, teniendo en cuenta todo lo que ya he vivido. El dolor casi que me reconforta, como un recordatorio de que sigo vivo y con el alma a salvo.

Me quedo tumbado en el suelo, respirando con esfuerzo mientras a mi alrededor un gentío grita, habla y murmura. Reconozco la voz de Constance y me alivia saber que, por el momento, todo ha acabado bien. A los segundos me recompongo, aguantando el dolor, para lidiar con el guarda que me pregunta qué ha pasado. Por un momento se me pasa por la cabeza explicarle toda la verdad, pero el momento pasa enseguida, evitando que mi acusen de brujería o de algo peor.

No lo sé con seguridad, soldado. Fui a hablar con uno de los puros agentes del Santo Oficio para exponer unos temores que tenía y descubrí toda una serie de horrores que ahora mismo no puedo describir. Hice lo que pude con la gente que pude encontrar, como buen cristiano, y salí corriendo cuando vi que las llamas estaban devorando el edificio.

Me apoyo con las manos en las rodillas, resoplando con dificultad.

[Baudelaire]

Mientras hablas con el guardia, la hermana María toma a la niña para ubicarse bajo uno de los aleros. La lluvia es demasiado intensa y todo el mundo se ha apegado al muro para protegerse.

Los horrores han pasado, maese Piero. De cualquier modo, todo este grupo de personas considera que ha sido un milagro. Y, como buen creyente, jamás podría dudar que esta agua que nos baña y apaga el incendio ha sido una gracia de los cielos.

Te ayuda, junto a uno de sus compañeros, a levantarte y acercarte a la zona cubierta.

Vicenzo Alessandri para serviros, signore. Capitán del turno del mediodía.

¿Ha pasado apenas una mañana? Definitivamente el flujo del tiempo se ha visto alterado al interior de lo que era el edificio del tribunal del santo oficio. Sigue siéndolo, el fuego se ha apagado. Lo que sí tienes claro es que la infestación infernal ha sido derrotada… de momento.

¿Hay algún lugar al que deseéis que os acompañemos?

La pregunta y la oferta resultan muy agradables. Sin embargo, de todos modos sigues pensando que sería importante revisar que hay dentro. Ahora, después… tienes dudas al respecto. Constance y su hijo están bien. María y la niña, también. Tu alma ha sido golpeada con fuerza, pero la protección divina ha caído sobre ti y ha resistido el embate. Quizás también deberías ir a la iglesia para agradecer o al gremio para saber que ha ocurrido durante la mañana.

La confusión puede ser grande, pero sabes que necesitas ordenarte. Cada tarea debe ser ejecutada lo más pronto posible, ¿por dónde comenzarás?

[PeteryPan]

No puedo evitar sonreir al atento capitán de la guardia después de encontrarme con la maldad en persona. Tratar con una persona leal y adepto a la justicia me relaja y es como un bálsamo para mi alma algo chamuscada por el fuego maldito. Disfruto al escuchar cómo relata lo ocurrido, relacionando la Providencia con la refrescante lluvia. Agradezco su ayuda y la de su compañero, sin importarme demasiado el mojarme las ropas. Realmente, la sensación de humedad y su refresco me apetece tras lo cerrado y caluroso de lo vivido, pero los acompaño igualmente. El sonido de la lluvia me hace sentirme relajado. Es raro, después de todo lo vivido estas pequeñas cosas me son tan gratas para mi espíritu…

Reflexiono brevemente tras la pregunta del guardia, pero tengo claro que quiero buscar alguna pista entre los humeantes restos del sacro edificio. Algo tiene que haber quedado que pueda relacionar toda la tragedia con un agente humano o que pueda ofrecerme un hilo del que tirar. Hago partícipe al capitán de mis intenciones y le explico el porqué, pidiéndole si me pueden echar una mano y si posteriormente él mismo o uno de sus soldados puede acompañarme al gremio. Me paso la mano por la cara para enjuagarme la tizne con el agua de la lluvia.