Webvampiro

¿Quién más que tu abuela Angelina? Ya sabes que los Polo siempre han sabido cocinar. Mi madre me hizo aprender después de la muerte de todos mis hermanos y todas mis hermanas que me precedieron. Sé que es algo que nunca he mencionado, pero murieron antes de cumplir un año. Mi madre quería que nunca pasase hambre y, la única forma en que hubo pensado que lo conseguiría… era obligándome a cocinar. Me daba varillazos en la espalda cada vez que me equivocaba de especia o quemaba alguna legumbre.

Se descubre la camisa y te muestra las marcas en su espalda. Igual estás procesando esa información, estabas segura que tu padre era el mayor… ¿cuántas muertes hubo antes de su nacimiento?

Entonces quise aprender medicina. Ser físico me permitiría sobrevivir a cualquier golpiza, de ella… o de tu padre. Si bien soy bastante poco robusto, desde siempre intuía como curar alguna herida o tratar una contusión. Por cierto, ya he cambiado tu venda del tobillo.

Te apunta a la zona que ahora duele bastante menos, pero lamentas haber perdido el resto del nudo de Angelino. Aunque, confirmas lo silencioso que es tu padre, estabas en tu séptimo sueño y sin darte cuenta te ha realizado una curación.

Vamos, bebe y come, que se enfría. Voy a revisar al resto, parece que soy el único menos dañado por aquí. Regresaré en un momento.

Te toca la nariz y luego ajusta la propia. A tu madre nunca le ha faltado fuerza muscular, mucho más fornida que el debilucho de Alessandro, como llama a tu padre al enojarse. Pero de esas rabias que se pasan rápido, es verdadero amor. Lo sabes, de otro modo, nunca habrías nacido. Igualmente, una cosa es dar golpes duros y otra ¡muy distinta!… es soportar los que recibes.

Nuevamente te besa la frente y se marcha a realizar su ronda matutina. Ahora la mansión Perugi se ha convertido en un hospital.

El desayuno, además de lucir bien, está sabroso. El jugo de naranja, exprimido con delicadeza y filtrado para eliminar las semillas y las fibras, contiene unas gotitas de miel y tiene aroma a canela. El pan está recién horneado y ¡tampoco oliste algo o escuchaste el crujido del tostado! El jamón está suavemente ahumado y el perejil, recién cortado. Al untar el pan, se produce la mezcla perfecta.

Decides, luego de varias divagaciones de tu genealogía, levantarte con ropa de dormir y el té en la mano. Viene con esencia de almendras y un poco de ralladura de limón, todo muy cuidado. Entonces caes en cuenta, si tu abuela tuvo tanta descendencia que murió antes del primer vidaño… ¿de dónde viene Apolo? Se te hace difícil calcular, pues desconoces como ha conocido a Caliope. Pero tienes claro que, definitivamente, el ocultamiento ha sido idea de tu madre. Es más conveniente, ante los ojos de la aristocracia, hacer pasar a tu padre como el primogénito.

Cruzas el patio interior y entras al edificio principal, para subir tranquilamente las escaleras mientras das contundentes sorbos al té por el camino. Pasas frente a la habitación matrimonial y ves que todo esta limpio y ordenado. La cama tendida y las cortinas desplegadas, además de unas velas aromáticas y un poco de agua bendita en el altar familiar. Tu padre también ha rezado por la salud de la cabeza de tu madre.

Es así que llegas al umbral de tu habitación para toparte de frente con él que casi se estrella contigo, pues va de salida. Algunas gotas de té le caen encima.

¡Epa, Anaís! Tu curiosidad jamás ha conocido ni vas a conocer límites, ¿eh? Por algo te interesaste tanto en Orfeo. Sin embargo, hubo límites que dejaste de respetar más pronto que otros… y segur habrá algunos que te demorarás más en sobrepasar. Están durmiendo.

Da un paso para que puedas mirar y, por primera vez, contemplas rostros prístinos y libres de marcas. Tienen sueños dulces, pues sonríen y exudan una paz que solamente proviene de la liberación del dolor.

Mi medio hermano Apolo jamás se habría casado… ni con Caliope ni con otra. Así que este niño y esta pequeña niña son, sin duda, producto de una de sus aventuras. Aunque también podría ser una invención de ella, lo que de todos modos es poco probable porque carece de motivos para mentir. Lo que sí es importante es que tu medio tío la visitaba regularmente, de otro modo Museo habría sido su única descendencia.

Te toma de la mano y te lleva a una sala contigua.

Me gustaría mucho que me acompañes a ver a tu madre. Solamente si estás dispuesta, en caso contrario, puedes quedarte aquí para cuidar a mis pacientes. El horario de visitas es de apenas una hora al mediodía.

Te mira con sorpresa

¿O acaso quieres ir a tu taller? Ya me parecía, pero me parece que es momento que tengas la responsabilidad de la mansión. Lo que, sin duda, harás muy pronto. Serás la única heredera.

Lo siento digo, bajando la cabeza. Creo que sentía que debía verlo por mí misma... En el hospital, al ver a Calíope tan debilitada, pensaba que sólo un milagro podría salvarla. Supongo que por éso es que tú eres el doctor… en medicina, y no yo.

Afirma luego, y sin que yo pregunte, que Apolo nunca se habría casado, haciendome preguntarme cómo sabría éso.

La anciana me dijo que era viuda de Apolo Perugi, digo. Y por la forma en que hablaba, parecería que tuvieron tres hijos. El mayor, que murió en una guerra en Florencia, y los dos que están aquí... Bueno, cuatro si consideras la hermana de Melpómene, muerta en el parto. Se conmocionó bastante cuando le dije que era mi tía. Su reacción parecía honesta.

Una de sus aventuras, dice... ¿Entonces se mantenían en contacto? Y si es el caso ¿Por qué Calíope afirmaría con tanta vehemencia que Apolo no tiene hermanos?

Me dice luego acerca de quedarme ¿De tomar responsabilidad de la mansión?

Iremos a ver a mamá juntos... Pero aunque quizás podría ser positivo que yo esté allí cuando Museo despierte, creo que sería mejor que yo vaya a trabajar luego del mediodía. Miro a ambos lados como reflejo, pero me doy cuenta que no hay nadie para mirarnos. Acaricio el rostro de mi padre. Sé que lograremos aclarar ésta situación. Hacer que los responsables, los guardias que estaban dispuestos a dejar que los niños mueran en la calle, sean los que paguen, en vez de ti.

Pero mientras tanto, no podemos darnos el lujo de que yo deje de trabajar. Si el banco percibe que no estamos teniendo ingresos, bien podrían embargar la mansión, y podríamos olvidarnos de que alguien la herede.

Parecería estar un poco negado de la situación... Pero creo que lo entiendo. Después de toda su trayectoria, debe ser humillante que su hija sea la única proveedora.

Descuida. Lo solucionaremos. Es cuestión de tiempo.

Soluciones, soluciones… sí, por supuesto. Eres más optimista que yo, porque recién has llegado a la adultez. Tu madre y ya tenemos una vida a cuestas, una carga difícil de aligerar. Ya sabes que tenemos ahorros, a tu tío Antonio y a tu tío Anselmo

Por supuesto, el tío Antonio… querrá cubrir las apariencias, igual que las cenizas de sus cocineras. Probablemente ya las ha reemplazado. Y, el tío Anselmo, demasiado poca cosa como para arriesgarse a la humillación. Tu padre tiene razón, están en un callejón sin salida… exactamente igual que en prisión. Salvo que ahora, la mansión Perugi se parece simplemente a una celda gigante. Una que está lejos de coartar la libertad física… más bien, una que impide la libertad social.

Códigos, tabús, nobleza obliga. Menos mal que nada tienes que ver con el doxe, faltaría más que estés emparentada con él y todo fuere a terminar en una crisis política que arruinará a la república de Venecia. Pero que sabes tú de tales cosas. Más de lo que te había parecido, especialmente después de conocer al Angelino capo de una banda de malandrines y al otro, pintor campesino.

Tu padre te arranca de tu introspección y te envía a vestirte, él va a darse un baño posatención médica. Te quedas con tu primera misión, escribir una nota que Caliope debería poder leer… a menos que ¡sea analfabeta!

La situación absurda que podría derivar cuándo despierte y descubra que están en una gran mansión. Más horrible todavía si la primera en despertar es la bebé y ni su hermano ni su madre lo escuchan.

Pero confías en que será como el gran físico Alessandro Perugi te ha indicado que ocurrirá: sus ojos se abrirán a media tarde, antes que los de Museo y su hermana. Él depositó en ti toda su fe en la prisión, parece que es hora que le devuelvas el favor.

Tu padre llega con su traje más elegante, seda y satín, rosetón bien armado más un sombrero de ala ancha. Huele muy bien y está perfumado, aunque ha elegido justo el color que está lejos de combinar con aquel de tu vestido: damasco pálido.

Apenas alcanzas a reaccionar cuándo toma la carta y la coloca en la mesita junto a tu cama, donde yace Caliope. Te toma de la mano y salen rápidamente de la mansión, sacas las llaves y cierras bien la puerta principal.

Unos pasos más allá, nuevamente una góndola pública y ya sabes cuál es el destino: la isla de San Lázaro. Allí solamente hay un antiguo monasterio armenio… que, probablemente, sea el lugar exacto para que Perséfone recupere el tornillo que cedió en su cabeza. Tal como lo hizo aquél de tus tijeras para uñas. Mucha presión en un solo punto… un instante en el tiempo.

El viaje es muy rápido, pero muchas otras embarcaciones que se cruzan vienen con personas de la aristocracia que les lanzan miradas desdeñosas. Poco te importan ya, pero tu padre se deprime rápidamente. Lo peor que puede ocurrir es que llegue así a ver a tu madre.

Descienden en el embarcadero y tras avanzar un poco, puedes contemplar el hermoso lugar. Dejando atrás el espacio contiguo al canal, se internan en el jardín del acceso para impregnarse de los deliciosos aromas que surgen de cada rincón. El pasto, los árboles y todo está invitando a la calma. Definitivamente se trata de un lugar de paz y meditación. Para completar el amable ambiente, se escucha a lo lejos la misa del mediodía según el rito particular del país de origen de los monjes.
Te extraña que nadie les haya ido a recibir, todo parecía estar completamente vacío. Pero, incluso así, sabes que tu padre está más tranquilo. Sin embargo, dudas por un momento de si sabrás que decirle a tu madre.