Escena 3.1.2 El último combate
Publicado: 01 Oct 2019, 23:19
Craig se aferró a la espada mientras retrocedía. Aprovechaba el momento en el que su oponente se había detenido para ganar algo de distancia. Tenía cortes por todo el cuerpo. El olor de la sangre que inundaba el patio era todo suyo. Estaba obligado a librar un combate que no podía ganar.
"Si tuviera armas de fuego..."
Si tuviera armas de fuego la cosa cambiaría mucho. Decir que era un tirador de primera sería quedarse corto. Craig fue un soldado, posiblemente el mejor tirador del mundo, al menos entre los humanos, y lo cierto es que aún no había conocido a ningún mortal o inmortal que le pudiera superar.
Pero no, no tenía ningún arma de fuego. Sólo la espada. La Obispo Pilgrim insistía en que un auténtico Caballero debe saber batirse con una hoja. Hacía poco más de un año desde que ella aceptó convertirse en su maestra. Desde entonces, entrenaba con ella con regularidad, no sólo la esgrima, sino otras habilidades marciales, disciplina y principios teóricos sobre el Honor, las leyes del Sabbat y su historia.
A los Desojadores, la manada que convirtió a Craig en un monstruo nocturno, les despertaba desconfianza que pasaran tanto tiempo juntos. No es que fueran hostiles a la Obispo, pero sentían que ella les quería controlar, meter las narices en sus asuntos, y querían preservar su independencia. En contraste, Pilgrim y él habían establecido cierto vínculo, y el ex-soldado sabía que siempre que ella necesitara algo, iba a ser el primero al que recurriera.
No había sido un año fácil. Lidiar con la transformación, asumir que no se es humano, la brutalidad del Sabbat, la rivalidad de las manadas,... no había un momento para relajarse. Póker, su mejor amigo, uña y carne en tiempos mortales, era prueba de ello. Desde las primeras noches estaba claro lo mal que se adaptaba al mundo de los vampiros, oscilando continuamente entre derramamientos absurdos de sangre y terribles remordimientos. Tenía un comportamiento errático, quizás incluso más que la casa de locos que eran los Desojadores. Póker solía desaparecer por temporadas, pero en una de ellas no regresó más. Todo el mundo asumió que estaba muerto, despedazado por Lupinos, por la Camarilla, o, lo más probable, que él mismo se hubiera quitado la vida caminando hacia el Amanecer, o de cualquier otra forma. Pronto lo olvidaron, y ni siquiera a Rosaura, su Sire le pareció una gran pérdida.
Craig era el único en saber que la verdad era mucho más peligrosa. Póker aún caminaba por Santa Lupita, pero lo hacía en un bando diferente, en el de Oberón. Oberón siempre ha sido un tema tabú del que incluso la Obispo, o especialmente la Obispo ha querido mantener apartado. Ellos pensaron al principio que era un Antiguo de la Camarilla, pero parece que era más complicado que eso. Oberón lidera lo que el Sabbat considera una abyecta herejía. Al parecer pregonan un mensaje de salvación de la monstruosidad de los instintos vampíricos, y en el pasado consiguieron que muchos del Sabbat los escucharan.
Hay un buen motivo para que estas cosas no se tomen a broma. Unos años antes de que Craig fuera abrazado, según la información que ha podido ir reuniendo, el cisma partió la ciudad en dos, y ése sería el origen de que los Antiguos y la Camarilla penetraran en la ciudad, como un cáncer imposible de extirpar, y el Sabbat quedara como manadas dispersas, indisciplinadas y poco poderosas, en lugar del antiguo bastión de la Espada de Caín que desde los tiempos de la Conquista fue.
Y Póker había caído en las manos de la Secta de Oberón, atraída por otra compañera de Abrazo, Susan. Craig sabía todo esto porque su amigo se le apareció, para darle explicaciones, y para pedirle que se uniera a ellos, prometiéndole una paz, de la que él sin embargo duda bastante. Tuvo varios encuentros desde entonces, pero siempre existía una gran sensación de peligro, pues sabía que de saberse que tenía tratos con la herejía podía tener un castigo peor que la muerte. El mismo que tendría Póker si lo descubrían.
Pero Craig no podía denunciar a su viejo amigo, por mucho que fuera un traidor para el Sabbat. El ex-soldado se preguntó si su vínculo con Póker era el último que le unía al humano que una vez fue.
- ¿En qué estás pensando, idiota? - le increpó Pilgrim-. ¡No puedes quedarte siempre a distancia!- Se paró, y le llamó con un gesto en la mano-. Ven, quiero ver como atacas.
"Si tuviera armas de fuego..."
Si tuviera armas de fuego la cosa cambiaría mucho. Decir que era un tirador de primera sería quedarse corto. Craig fue un soldado, posiblemente el mejor tirador del mundo, al menos entre los humanos, y lo cierto es que aún no había conocido a ningún mortal o inmortal que le pudiera superar.
Pero no, no tenía ningún arma de fuego. Sólo la espada. La Obispo Pilgrim insistía en que un auténtico Caballero debe saber batirse con una hoja. Hacía poco más de un año desde que ella aceptó convertirse en su maestra. Desde entonces, entrenaba con ella con regularidad, no sólo la esgrima, sino otras habilidades marciales, disciplina y principios teóricos sobre el Honor, las leyes del Sabbat y su historia.
A los Desojadores, la manada que convirtió a Craig en un monstruo nocturno, les despertaba desconfianza que pasaran tanto tiempo juntos. No es que fueran hostiles a la Obispo, pero sentían que ella les quería controlar, meter las narices en sus asuntos, y querían preservar su independencia. En contraste, Pilgrim y él habían establecido cierto vínculo, y el ex-soldado sabía que siempre que ella necesitara algo, iba a ser el primero al que recurriera.
No había sido un año fácil. Lidiar con la transformación, asumir que no se es humano, la brutalidad del Sabbat, la rivalidad de las manadas,... no había un momento para relajarse. Póker, su mejor amigo, uña y carne en tiempos mortales, era prueba de ello. Desde las primeras noches estaba claro lo mal que se adaptaba al mundo de los vampiros, oscilando continuamente entre derramamientos absurdos de sangre y terribles remordimientos. Tenía un comportamiento errático, quizás incluso más que la casa de locos que eran los Desojadores. Póker solía desaparecer por temporadas, pero en una de ellas no regresó más. Todo el mundo asumió que estaba muerto, despedazado por Lupinos, por la Camarilla, o, lo más probable, que él mismo se hubiera quitado la vida caminando hacia el Amanecer, o de cualquier otra forma. Pronto lo olvidaron, y ni siquiera a Rosaura, su Sire le pareció una gran pérdida.
Craig era el único en saber que la verdad era mucho más peligrosa. Póker aún caminaba por Santa Lupita, pero lo hacía en un bando diferente, en el de Oberón. Oberón siempre ha sido un tema tabú del que incluso la Obispo, o especialmente la Obispo ha querido mantener apartado. Ellos pensaron al principio que era un Antiguo de la Camarilla, pero parece que era más complicado que eso. Oberón lidera lo que el Sabbat considera una abyecta herejía. Al parecer pregonan un mensaje de salvación de la monstruosidad de los instintos vampíricos, y en el pasado consiguieron que muchos del Sabbat los escucharan.
Hay un buen motivo para que estas cosas no se tomen a broma. Unos años antes de que Craig fuera abrazado, según la información que ha podido ir reuniendo, el cisma partió la ciudad en dos, y ése sería el origen de que los Antiguos y la Camarilla penetraran en la ciudad, como un cáncer imposible de extirpar, y el Sabbat quedara como manadas dispersas, indisciplinadas y poco poderosas, en lugar del antiguo bastión de la Espada de Caín que desde los tiempos de la Conquista fue.
Y Póker había caído en las manos de la Secta de Oberón, atraída por otra compañera de Abrazo, Susan. Craig sabía todo esto porque su amigo se le apareció, para darle explicaciones, y para pedirle que se uniera a ellos, prometiéndole una paz, de la que él sin embargo duda bastante. Tuvo varios encuentros desde entonces, pero siempre existía una gran sensación de peligro, pues sabía que de saberse que tenía tratos con la herejía podía tener un castigo peor que la muerte. El mismo que tendría Póker si lo descubrían.
Pero Craig no podía denunciar a su viejo amigo, por mucho que fuera un traidor para el Sabbat. El ex-soldado se preguntó si su vínculo con Póker era el último que le unía al humano que una vez fue.
- ¿En qué estás pensando, idiota? - le increpó Pilgrim-. ¡No puedes quedarte siempre a distancia!- Se paró, y le llamó con un gesto en la mano-. Ven, quiero ver como atacas.