[CA] 12:30 pm, calle
Publicado: 01 Nov 2019, 19:21
El escritor ha imaginado mil veces escenas de acción. Desde peleas con las manos a saltos imposibles, pasando por supuesto por proezas de fuerza o de agilidad. Cuando sus dedos tecleaban, una parte de su mente sabía que esas maravillas no eran verdaderamente posibles.
Pero ahora que su vida está en peligro y que su corazón bombea la adrenalina con cada segundo que pasa, se siente en un estado mental capaz de cualquier cosa. El valor que le faltaba ahora le sobra y toma con fuerza la cortina.
No es el mejor agarre del mundo porque la cuerda improvisada es de todo menos cómoda. Hay demasiada tela y el material produce quemaduras al rozar por la piel. Por no hablar de que no ha sido tarea sencilla hacer los nudos...y el temor a que se deshagan es más que real.
Pero el escritor no desiste y mantiene la calma, gesto a gesto. Primero una mano, luego la otra, ahora el pie, luego la otra. Poco a poco.
Casi se sorprende de notar el suelo cerca. Se deja caer con suavidad, aunque todos sus músculos se quejan de agotamiento. La adrenalina sólo puede darle mayor reacción durante un tiempo limitado y cuando su cuerpo se agote, se derrumbará. Por ahora, puede seguir.
Mira por la calle y ve la misma escena que ha visto el buen doctor, pero con una salvedad. La asesina de Rebecca, el monstruo de dientes afilados, se ha aburrido ya de su víctima. No está pendiente de ellos, pero...es buena idea pensar en una vía de escape que no implique sólo correr, ya que es evidente que tienen las de perder.
Blanca toma las cortinas y se aferra a ellas con el mismo deseo con el que ha luchado por su vida toda la noche. Primero bailando entre serpientes y ahora...ahora huyendo. No sabe dónde, no sabe qué hará mañana, pero ello carece de importancia ante la promesa de lo inefable, de la muerte segura. Ninguno de sus sueños y deseos se han cumplido, pero si se rinde ahora, nunca lo harán.
El escritor llega al suelo mucho antes que ella, que por culpa de la ropa de fiesta tiene mucha menos movilidad. Poquito a poquito, centímetro a centímetro...
Y entonces lo escucha.
La tela rasgándose.
Sus oídos lo perciben antes que lo haga su cerebro. El pánico no llega hasta que la cortina se rompe y ella empieza a caer. El mundo se congela y siente como el cuerpo pierde la gravedad.
Durante unos instantes, siente que está flotando. En la confusión, no tiene tiempo a pensar en cómo todo a su alrededor se mueve demasiado deprisa, ni cómo el aire sopla a su lado. Sus manos dejan de sujetar la cortina, quizás porque ellas entienden mejor que ya no le sirve de nada, quizás como reflejo y buscando asidero. Pero no lo encuentran.
Durante unos instantes, Blanca no siente nada, salvo la sensación de vértigo en el estómago. Deja escapar un grito, sin poder evitarlo.
Pero luego llega el impacto. Se escucha el quebrar de huesos con tanta claridad que parece resonar por toda la calle y Luis y Gonçal se giran a ver el cuerpo roto de la pobre mujer.
La pierna está colocada en una posición de todo menos natural y sobresale el extremo de un hueso por la zona de la rodilla. El hermoso vestido se está manchando de sangre aquí y allá, por los lugares donde el impacto ha provocado heridas. Y el cabello de Blanca está desperdigado por el suelo, en una estética corona que empieza a llenarse de sangre.
El impacto contra su cabeza ha sido demasiado fuerte como para que ella pueda moverse. Por fortuna para la mujer, también le impide a su cerebro de ser consciente de todo el daño real y le ahorra el dolor, o al menos de parte de él.
La oscuridad se va cerniendo sobre ella, lenta pero imparable. La suya no será una muerte rápida, piadosa. Será testigo en primera linea de todo lo que ocurra en la calle, pero su cuerpo ya no podrá reaccionar a nada. La vida se escapa por todas las heridas, por todos los huesos rotos, por esos ojos que sólo son capaces de recordar la sonrisa de su protector...y en lo mucho que había esperado poder estar con él el resto de la eternidad.
Blanca habría hecho cualquier cosa....cualquier cosa.
Pero ahora sólo podrá esperar una muerte agónica en una calzada de la ciudad, incapaz de moverse, incapaz de reaccionar. Al final, su familia tenía razón, todo ha sido una inutilidad.
Pero por dramática que sea la escena, a Luis y a Gonçal se les plantea un problema mucho, mucho peor. El grito y la caída de Blanca han atraído la atención de la sabbat de dientes largos, que los observa.
Tienen unos pocos segundos antes de que ella reaccione. O peor, que avise a sus compañeros.
El escritor tiene dos opciones. O bien intentan subirse a uno de los coches aparcados de la calle, haciendo un puente y saliendo a toda prisa, o bien empieza a correr como alma que lleva el diablo.
En el primer caso, puede que necesiten más tiempo, pero trabajando en equipo hay probabilidades de éxito...siempre y cuando reaccionen en consonancia y veloces. En el segundo, sin lugar a dudas él tiene muchas más probabilidades de sobrevivir, pero Luis está muy herido y no será capaz de correr.
Pero bueno, ¿esa es la cuestión no? No se trata de ser el más rápido, sino más rápido que el último...
Y Luis, por su parte, estando herido, ¿qué opciones tiene sino tratar de convencer a Gonçal?
Pero ahora que su vida está en peligro y que su corazón bombea la adrenalina con cada segundo que pasa, se siente en un estado mental capaz de cualquier cosa. El valor que le faltaba ahora le sobra y toma con fuerza la cortina.
No es el mejor agarre del mundo porque la cuerda improvisada es de todo menos cómoda. Hay demasiada tela y el material produce quemaduras al rozar por la piel. Por no hablar de que no ha sido tarea sencilla hacer los nudos...y el temor a que se deshagan es más que real.
Pero el escritor no desiste y mantiene la calma, gesto a gesto. Primero una mano, luego la otra, ahora el pie, luego la otra. Poco a poco.
Casi se sorprende de notar el suelo cerca. Se deja caer con suavidad, aunque todos sus músculos se quejan de agotamiento. La adrenalina sólo puede darle mayor reacción durante un tiempo limitado y cuando su cuerpo se agote, se derrumbará. Por ahora, puede seguir.
Mira por la calle y ve la misma escena que ha visto el buen doctor, pero con una salvedad. La asesina de Rebecca, el monstruo de dientes afilados, se ha aburrido ya de su víctima. No está pendiente de ellos, pero...es buena idea pensar en una vía de escape que no implique sólo correr, ya que es evidente que tienen las de perder.
Blanca toma las cortinas y se aferra a ellas con el mismo deseo con el que ha luchado por su vida toda la noche. Primero bailando entre serpientes y ahora...ahora huyendo. No sabe dónde, no sabe qué hará mañana, pero ello carece de importancia ante la promesa de lo inefable, de la muerte segura. Ninguno de sus sueños y deseos se han cumplido, pero si se rinde ahora, nunca lo harán.
El escritor llega al suelo mucho antes que ella, que por culpa de la ropa de fiesta tiene mucha menos movilidad. Poquito a poquito, centímetro a centímetro...
Y entonces lo escucha.
La tela rasgándose.
Sus oídos lo perciben antes que lo haga su cerebro. El pánico no llega hasta que la cortina se rompe y ella empieza a caer. El mundo se congela y siente como el cuerpo pierde la gravedad.
Durante unos instantes, siente que está flotando. En la confusión, no tiene tiempo a pensar en cómo todo a su alrededor se mueve demasiado deprisa, ni cómo el aire sopla a su lado. Sus manos dejan de sujetar la cortina, quizás porque ellas entienden mejor que ya no le sirve de nada, quizás como reflejo y buscando asidero. Pero no lo encuentran.
Durante unos instantes, Blanca no siente nada, salvo la sensación de vértigo en el estómago. Deja escapar un grito, sin poder evitarlo.
Pero luego llega el impacto. Se escucha el quebrar de huesos con tanta claridad que parece resonar por toda la calle y Luis y Gonçal se giran a ver el cuerpo roto de la pobre mujer.
La pierna está colocada en una posición de todo menos natural y sobresale el extremo de un hueso por la zona de la rodilla. El hermoso vestido se está manchando de sangre aquí y allá, por los lugares donde el impacto ha provocado heridas. Y el cabello de Blanca está desperdigado por el suelo, en una estética corona que empieza a llenarse de sangre.
El impacto contra su cabeza ha sido demasiado fuerte como para que ella pueda moverse. Por fortuna para la mujer, también le impide a su cerebro de ser consciente de todo el daño real y le ahorra el dolor, o al menos de parte de él.
La oscuridad se va cerniendo sobre ella, lenta pero imparable. La suya no será una muerte rápida, piadosa. Será testigo en primera linea de todo lo que ocurra en la calle, pero su cuerpo ya no podrá reaccionar a nada. La vida se escapa por todas las heridas, por todos los huesos rotos, por esos ojos que sólo son capaces de recordar la sonrisa de su protector...y en lo mucho que había esperado poder estar con él el resto de la eternidad.
Blanca habría hecho cualquier cosa....cualquier cosa.
Pero ahora sólo podrá esperar una muerte agónica en una calzada de la ciudad, incapaz de moverse, incapaz de reaccionar. Al final, su familia tenía razón, todo ha sido una inutilidad.
Pero por dramática que sea la escena, a Luis y a Gonçal se les plantea un problema mucho, mucho peor. El grito y la caída de Blanca han atraído la atención de la sabbat de dientes largos, que los observa.
Tienen unos pocos segundos antes de que ella reaccione. O peor, que avise a sus compañeros.
El escritor tiene dos opciones. O bien intentan subirse a uno de los coches aparcados de la calle, haciendo un puente y saliendo a toda prisa, o bien empieza a correr como alma que lleva el diablo.
En el primer caso, puede que necesiten más tiempo, pero trabajando en equipo hay probabilidades de éxito...siempre y cuando reaccionen en consonancia y veloces. En el segundo, sin lugar a dudas él tiene muchas más probabilidades de sobrevivir, pero Luis está muy herido y no será capaz de correr.
Pero bueno, ¿esa es la cuestión no? No se trata de ser el más rápido, sino más rápido que el último...
Y Luis, por su parte, estando herido, ¿qué opciones tiene sino tratar de convencer a Gonçal?