[Sacrificio] Paul Salkovskis
Publicado: 01 Dic 2019, 20:28
VIDA MORTAL
Con 50 años y obras de arte expuestas en galerías de medio Estados Unidos, todos le decían que Paul Šalkovský era un artista consagrado, un puto artista consagrado. Su estilo era muy reconocible, los miembros de la alta burguesía americana pujaban por sus fotografías modernistas y sus cuadros hiperrealistas. Pero en Chicago de principios de los 90, Paul sentía que su inspiración había muerto, su arte se había apagado y simplemente se limitaba a repetir una y otra vez lo mismo para hacer caja.
Tras tres divorcios y una vida llena de responsabilidades abandonadas, Salkovskis decidió colgar los pinceles. La revista People anunció que el famoso pintor pensaba retirarse a Puerto Rico, pero nunca llegó a hacerlo, la muerte le encontró antes. Su sire, un hombre refinado del Clan de la Rosa había decidido abrazarlo entre sus filas y había recibido el permiso de Anabelle para hacerlo. La cotización de sus obras se disparó cuando se descubrió su desaparición, lamentablemente, Salkovskis solo consiguió poner a salvo algo de su dinero antes de que sus tres esposas se repartieran la herencia.
UN NUEVO PARADIGMA
Lejos de satisfacer los deseos de Anabelle, el pintor de origen polaco se negó a volver a los lienzos, la nueva vida a la que había sido abrazado ofrecía un paisaje repleto de secretos oscuros y urbanos, de iglesias góticas y aristócratas. Paul comenzó a pintar extrañas escenas en las calles, símbolos medievales decoraban las paredes y sus grafitis dibujaban en lo alto de los callejones miradas escrutadoras de ojos sangrientos. El viejo Paul por fin había recuperado su inspiración y no pensaba plegarse ante las sórdidas limitaciones de la Mascarada.
Pronto los Anarquistas comenzaron a verle como un héroe, una noche incluso llegar a pintar a un hombre lobo destripando a un noble nórdico en el callejón junto al Succubus Club, en pleno Elíseo. El neonato por fin se sentía joven, algunos dicen que Anabelle lloró sangre cuando mando borrarlo. Era cuestión de tiempo que la Camarilla le retirara su protección. Aquello solo hizo que los Anarquistas lo recogieron como a uno de los suyos. Realmente, a Paul no lo importaba, tan solo quería expresar todo lo que cruzaba su mente.
Además del arte, solo había una cosa que le importaba, su hijo Ray que ha crecido sin verle, fruto de su primer matrimonio. El joven Ray Salkovsky estaba tratando de repetir los pasos de su padre, cayendo uno tras otro en sus mismo errores. Paul no pudo más y una noche se acerco a él. Le dijo que era un mecenas, un rico aristócrata de Boston y quería financiarle. Al principio Ray se negó, pero al final ha acabado por confiar en su (desconocido) padre. Ray es lo que le mantiene más vinculado a su humanidad y su vida anterior.
Por otro lado, hace diez años, Paul pasó una semana entera sin alimentarse sumido como estaba en un rapto artístico. De aquellas noches surgió un hermosísimo graffiti en uno de los primeros edificios de los suburbios del sur, en dirección a Gary. En una ruinosa fachada una serpiente se devora su propia cola, en un acto de hambre incontenible. Como está situado en un barrio periférico, el ayuntamiento todavía no ha hecho nada por borrarlo.
Tras aquel frenesí acrílico, Salkovski entró en otro frenesí de una clase muy distinta y, tras matar a una joven estudiante latina de la zona se dio cuenta del terrible crímen que acababa de cometer. Paul le dio su sangre y desapareció rápidamente, creando una Caitiff que quizás haya sobrevivido y, posiblemente, algún día le encuentre.
Con 50 años y obras de arte expuestas en galerías de medio Estados Unidos, todos le decían que Paul Šalkovský era un artista consagrado, un puto artista consagrado. Su estilo era muy reconocible, los miembros de la alta burguesía americana pujaban por sus fotografías modernistas y sus cuadros hiperrealistas. Pero en Chicago de principios de los 90, Paul sentía que su inspiración había muerto, su arte se había apagado y simplemente se limitaba a repetir una y otra vez lo mismo para hacer caja.
Tras tres divorcios y una vida llena de responsabilidades abandonadas, Salkovskis decidió colgar los pinceles. La revista People anunció que el famoso pintor pensaba retirarse a Puerto Rico, pero nunca llegó a hacerlo, la muerte le encontró antes. Su sire, un hombre refinado del Clan de la Rosa había decidido abrazarlo entre sus filas y había recibido el permiso de Anabelle para hacerlo. La cotización de sus obras se disparó cuando se descubrió su desaparición, lamentablemente, Salkovskis solo consiguió poner a salvo algo de su dinero antes de que sus tres esposas se repartieran la herencia.
UN NUEVO PARADIGMA
Lejos de satisfacer los deseos de Anabelle, el pintor de origen polaco se negó a volver a los lienzos, la nueva vida a la que había sido abrazado ofrecía un paisaje repleto de secretos oscuros y urbanos, de iglesias góticas y aristócratas. Paul comenzó a pintar extrañas escenas en las calles, símbolos medievales decoraban las paredes y sus grafitis dibujaban en lo alto de los callejones miradas escrutadoras de ojos sangrientos. El viejo Paul por fin había recuperado su inspiración y no pensaba plegarse ante las sórdidas limitaciones de la Mascarada.
Pronto los Anarquistas comenzaron a verle como un héroe, una noche incluso llegar a pintar a un hombre lobo destripando a un noble nórdico en el callejón junto al Succubus Club, en pleno Elíseo. El neonato por fin se sentía joven, algunos dicen que Anabelle lloró sangre cuando mando borrarlo. Era cuestión de tiempo que la Camarilla le retirara su protección. Aquello solo hizo que los Anarquistas lo recogieron como a uno de los suyos. Realmente, a Paul no lo importaba, tan solo quería expresar todo lo que cruzaba su mente.
Además del arte, solo había una cosa que le importaba, su hijo Ray que ha crecido sin verle, fruto de su primer matrimonio. El joven Ray Salkovsky estaba tratando de repetir los pasos de su padre, cayendo uno tras otro en sus mismo errores. Paul no pudo más y una noche se acerco a él. Le dijo que era un mecenas, un rico aristócrata de Boston y quería financiarle. Al principio Ray se negó, pero al final ha acabado por confiar en su (desconocido) padre. Ray es lo que le mantiene más vinculado a su humanidad y su vida anterior.
Por otro lado, hace diez años, Paul pasó una semana entera sin alimentarse sumido como estaba en un rapto artístico. De aquellas noches surgió un hermosísimo graffiti en uno de los primeros edificios de los suburbios del sur, en dirección a Gary. En una ruinosa fachada una serpiente se devora su propia cola, en un acto de hambre incontenible. Como está situado en un barrio periférico, el ayuntamiento todavía no ha hecho nada por borrarlo.
Tras aquel frenesí acrílico, Salkovski entró en otro frenesí de una clase muy distinta y, tras matar a una joven estudiante latina de la zona se dio cuenta del terrible crímen que acababa de cometer. Paul le dio su sangre y desapareció rápidamente, creando una Caitiff que quizás haya sobrevivido y, posiblemente, algún día le encuentre.