-“Verum sine mendacio, certum, et verissimum.
Quod est inferius, est sicut quod est superius.”
Había que salir de allí cuanto antes, la umbra comenzaba a destejer sus hechizos, parecían haber entrado en una zona de anulación, aquel plano etéreo estaba bebiéndose su Vis lentamente, drenándoles, esquilmándoles. Lang recorrió con determinación los metros que le separaban de la puerta de la mansión, él era el hechicero, el nigromante, la sombra púrpura del crepúsculo en Ulán Bator , era la umbra la que debía temerle, su Voluntad sería obedecida. El hermético abrió bruscamente, dando con su mirada con el retorcido reloj que parecía surcar el tiempo en varias direcciones a la vez. Sus números oscilaban en permutaciones caóticas, quizás siguiendo un complejo patrón cabalístico, mientras un búho ateniense, psicopompos de las almas perdidas, les arrojaba una mirada llena de compasión y sabiduría.
-Detrás de mí, Tetsuo, sígueme.
Dos escaleras se abrían ante él, una de mármol hacia los cielos, la otra de madera quebradiza, hacia las profundidades. Sería quizás aquella mansión victoriana una representación de la mente freudiana, desde el piso superior el superego paternalista lanzaría sus acusaciones implacables, mientras que en el sótano del Id, el inconsciente escondería sus temores, sus miedos y sus mayores deseos inconfesables.
-Así en la Tierra, como en el Cielo.- Dijo recitando la traducción hebrea del viejo aforismo aegiptio, la Tabula smaragdina, atribuida nada menos que al antiguo Hermes. Palabras sagradas en todas las religiones, verdades alquímicas que Jung o Newton habían tratado de descifrar. Su voz sonaba grave como una elegía a un Dios muerto, como las lágrimas de Príamo derramadas sobre la tumba de su hijo dorado.
-”Quod est inferius, est sicut quod est superius.
Et quod est superius, est sicut quod est inferius, ad perpetranda miracula rei unius.
Et sicut res omnes fuerunt ab uno, meditatione [sic] unius, sic omnes res natae ab hac una re, adaptatione.
Pater eius est Sol, mater eius est Luna.
Portavit illud ventus in ventre suo.
Nutrix eius terra est.”
Dijo mientras la realidad exterior se deshacía tras él, resquebrajándose, como un sueño se desmorona en un hombre que despierta. Lang se encaminó hacia la oscuridad de su Ascenso. Cada paso hizo crujir la madera bajo sus pies y retorció los ecos de aquella casa gótica con un aullido gemebundo. Lang encendió otros phosphoros, Lucipher, portador de luz. Sentía la cercanía de un portal, de una llave de plata, de su cordón argénteo vibrando, cantando la onírica llamada de los muertos.
-Sic habebis gloriam totius mundi.
Ideo fugiet a te omnis obscuritas.
Y la Oscuridad huirá de ti.
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