Historia de Montreal
Publicado: 02 Ene 2020, 20:36


Sacerdote de la manada Espinas negras
PIMERA PARTE
HASTA LA CONQUISTA DEL SABBAT
En el siglo XVI América era dual, un caramelito para algunos y una pérdida de tiempo para otros. Demasiado lejos de la civilización, de los lujos europeos. Los apelmazados de la Camarilla, arraigados a sus salones y fiestas como la podredumbre se agarra a la madera mohosa, no vieron lo que nosotros sí vimos. Para ellos no era más que una tierra bárbara y lejana que no aportaba nada a su existencia... pero nosotros, el Sabbat, sí vimos su potencial, o al menos algunos de nosotros. Y así fue como Louis Drapeau se enroló en El Emerillón y cruzó el Atlántico para preparar la ciudad de Montreal para ser reclamada por el Sabbat. Aún y así teníamos que movernos cuidadosamente para que los de la Torre no supieran de nuestros planes. Poco a poco, barco a barco, fuimos llegando al Nuevo Mundo. Era lento, complejo y peligroso. No pocos de los nuestros alcanzaron la muerte definitiva ya fuera en el mar o a manos de los indígenas que, no obstante, acabaron muertos, por decirlo de alguna manera; pero llegó una oportunidad para que nuestro éxodo se realizara sin llamar la atención y dicha oportunidad tomó la forma, irónicamente, de Cristo...
En el año 1642 se fundó la Colonia Ville-Marie como una orden de monjas hospitalarias y multitud de católicos dispuestos a explorar y extender la palabra de Dios al otro lado del mundo embarcaron en dirección a Montreal. Entre ellos, bajo la apariencia de devotos, llegaron nuestros hermanos. No te negaré que fue muy arriesgado y las leyendas que hablan de seres malditos a los que tuvieron que vencer para llegar al Nuevo Mundo atestiguan que algunos de los nuestros fueron descubiertos. Imagina viajar con un montón de curas y monjas que creen en Dios. No, no todos llegaron aquí pero sí los suficientes como para empezar porque tras los curas y las monjas empezaron a llegar misioneros, colonos y fuerzas militares para defender el asentamiento de los indígenas; y ahí ya fue más sencillo. Montreal ya era nuestra y Drapeau se erigió como una figura importante entre los nuestros al tiempo que fundó la manada conocida como "Les Acadiens".
Sí, al poco tiempo todo se fue un poco al garete. Demasiada sangre, demasiados niños muertos -adoro los niños, he de decir- y demasiadas vísceras. Años de represión, supongo. La sangre de los indígenas bañó las tierras del Mont-Royal mientras nosotros nos regocijábamos en el libertinaje bailando sobre las cadenas rotas que durante años habían apresado nuestras ansias y nuestras verdaderas naturalezas. Y espoleados por nuestra naturaleza hedonista imaginamos, perseguimos y realizamos. Eso tuvo un precio que pocos de nosotros podíamos preveer pues los indígenas no eran los amansados humanos europeos, ganado cultivado que no alza la cabeza por miedo a ver el monstruo que le acecha. Los indígenas tenían sus propias creencias y nosotros entrábamos en ellas como seres a los que se podía vencer, se podía cazar y se podía matar.
Y se inició una especie de revuelta. Prácticamente todos Les Acadiens, incluyendo a Louis Drapeau, hallaron su muerte definitiva. Tan solo un Tzimisce llamado Connaught sobrevivió y aguardó, como pudo, la llegada de nuevos Sabbat, los cuales mantuvieron el nombre de la manada y a Connaught como sacerdote de la misma. Los ataques continuaron, los refuerzos llegaban suplantando a los cainitas muertos y, con el tiempo, se creó el Liber Defuctorum, libro en el que se anotaban todos los vástagos que habían muerto. Recuerda ese nombre, Liber Defuctorum, pues fue la base de lo que posteriormente sería la Letanía de Sangre.
El olor a sangre, las muertes -algunas escabrosas incluso para nosotros, no voy a negarlo- y las desapariciones acabaron por llamar la atención de La Torre de Tiza la cual envió, bajo la fachada de regimientos de Carignan, a miembros de la secta con el fin de afianzar y controlar el territorio. Ilusos. La Espada de Caín no es un simple estorbo para sus intereses, somos la esencia misma de la inmortalidad y vamos mucho más allá de las vísceras y el placer. Mediante los dones de la sangre controlamos a los colonos conocidos como "Capots Bleus" para que desviaran los ejércitos hacia el territorio de Nueva York así como establecimos nuestro control sobre buena parte de la sociedad de Montreal. Cuando en el 1667 se pactó un tratado de paz con los indígenas instigado por la Camarilla, nosotros dominábamos la ciudad bajo sus propias narices. Nunca lo querrán reconocer pero vivían bajo nuestras garras sin ser plenamente conscientes de ello. Como debe ser. Y en ese momento ya teníamos dos manadas importantes en Montreal: Les Acadiens y Les Capots Bleus a las que, en breve, se les añadirían Les Misérables y los Pastores de Caín.
Y entonces, desarrollándonos en el Nuevo Mundo y extendiendo nuestra sombra a través de los años, llegó "Lo Desconocido". De golpe los Ritos de Creación fracasaban casi invariablemente y algunos de los nuestros desaparecían misteriosamente. Al principio sospechamos de los indígenas y luego de los Camarilla que creían gobernar la ciudad, pero no parecían, ni unos ni otros, ser lo suficientemente poderosos o astutos para provocar lo que estaba sucediendo. Los Pastores de Caín se movieron e investigaron, más allá de las fronteras de Montreal, y tras volver y basándose en el propio Liber Defuctorum crearon la Letanía de Sangre. Paciencia, ya te hablaré de ella más adelante pero por ahora baste decir que no supuso ninguna diferencia en ese momento en relación a Lo Desconocido y cómo nos estaba afectando.
Llegó la guerra y Francia perdió. Montreal pasó a manos de los británicos. Los Toreador franceses que habían reclamado Montreal para la Camarilla a pesar de saber que su dominio era escaso y limitado huyeron como cobardes y los vástagos británicos más cercanos se hallaban en Boston, así que nosotros dimos un paso al frente, aniquilamos en las sombras a los pocos Camarilla que quedaban y extendimos nuestro control sobre la sociedad mortal antes de que los Ventrue británicos llegaran y, desconocedores de que nuestras raíces llegaban muy profundas, reclamaran Montreal para ellos. Todavía no era nuestro momento y aguardamos, cautos, agazapados.
Kyle Strathcona fue nombrado Príncipe de Montreal y esa fue la peor decisión que podían haber tomado pues Strathcona guardaba un profundo e intenso resquemos hacia los británicos dado su origen escocés y su simpatía para con el pueblo francés. Sus movimientos políticos, lejos de ser llamativos, si eran suficientemente contundentes para perjudicar a los británicos y, por ende, a sus congéneres Ventrue de las islas. Y eso no pasó inadvertido para los Pastores de Caín, los cuales decidiron ver si podían cultivar la semilla de la traición en el príncipe de Montreal. Pasarían años antes de que dicha semilla diera sus frutos.
Y durante ese tiempo Montreal acogió un gran número de colonos de distintas religiones. Desde iglesias cristianas a sinagogas judías, pasando por pequeñas iglesias que rendían culto a mistificaciones autóctonas. En esa ebullición de creencias vimos una oportunidad que no pudimos desaprovechar. Tentando a monjes, curas y sacerdotes, moldeando sus cuerpos y sus mentes y extendiendo la llama del deseo y la lujuria, poco a poco nos hicimos con el control de la iglesia. Irónico, ¿verdad? O no tanto si recuerdas que llegamos a Montreal vestidos con sotanas y bajo la palabra de Dios. La Camarilla empezó a temer que el poder de la Espada de Caín fuera suficiente para vencer a la fe e incluso empezaron a ver en nuestros rostros los responsables de las desapariciones que nosotros atribuíamos a Lo Desconocido. Y no nos molestó, la verdad; es más, ya nos encargamos de que dichos rumores ganaran fuerza. El miedo es la primera arma de una guerra y, muchas veces, la más poderosa, y en ese momento la Camarilla nos temía. Lo que sucedió después fue, en parte, debido a ello.
La amenaza de una secesión colonial se cernió sobre Montreal y la mayoría de la primogenitura y vástagos de la Camarilla se prepararon para abandonar la ciudad y salvaguardar su posición y poder antes de sufrir una pérdida que empañase su nombre durante décadas. Nosotros, la Espada de Caín, ya previmos esto y los Pastores enviaron a cuatro manadas nómadas a emboscar a los huidos. ¿Balance? 130 soldados muertos y 11 vástagos eliminados. Strathcona era de los pocos vástagos que se había quedado en Montreal y aquel era el momento.Impresionado por el sentido de comunidad del Sabbat y hastiado de los juegos de la Camarilla, el Príncipe de Montreal se nos unió pero mantuvo la apariencia de lealtad a la Torre. Imagina, un príncipe Ventrue miembro del Sabbat. Aquello fue una jugada maestra trenzada con años de trabajo por parte de los Pastores de Caín.
Empezó una época muy interesante en la que nosotros nos preparábamos para la guerra mientras ellos ignoraban completamente lo que se les venía encima. Estos años vieron el nacimiento de la manada Las Viudas, por ejemplo, las cuales ganaron reputación dentro de la ciudad gracias a sus burdeles y locales para satisfacer los deseos más profundos de sus clientes. Las nombro porque tendrán un papel importante más adelante y, querido, es importante que no te pierdas con tantos nombres y datos.
Nuestro mundo y el mundo mortal nunca se separan; vivimos al margen pero impregnados por la efímera mortalidad de los humanos y sus rencillas. No entraré en detalles pero baste decir que las tensiones entre los anglófonos y los francófonos creció enormemente y en el 1837 la ley marcial fue decretada en Montreal en un intento de que la minoría blanca retuviera el control al tiempo que los británicos, muchos menos, intentaban mantener su preponderancia en la ciudad. Ese momento fue clave pues la primogenitura que la Camarilla había enviado a Montreal tras la muerte de los anteriores cuando se exiliaban sospechaba que Strathcona tenía debilidad por los francófonos y aconsejados por Mithras, Príncipe de Londres, fundó el Club Dórico con el fin de agitar a las masas francófonas y que se iniciara un conflicto en las calles. Esta jugada tenía un objetivo claro: culpar a los francófonos y, por ende, a Strathcona (debido a su simpatía con ese colectivo) y poder, así, destituirlo como Príncipe. Lo cierto es que ese plan nos sirvió como tapadera perfecta para nuestra ofensiva, una ofensiva que llevábamos años preparando. Y así fue, al poco tiempo la mayoría de la primogenitura o había muerto o era torturada en catacumbas secretas y la ciudad era Sabbat... aunque no oficialmente.
Y eso no fue todo. Los Ventrue, haciendo gala de su malsano sentido de la superioridad, no podía reconocer que uno de los suyos había traicionado a la Secta -y Príncipe, nada menos- así que construyeron un discurso que nos venía muy bien: el príncipe había abdicado, las revueltas eran cosa de los humanos y la ciudad de Montreal, ahora sin Príncipe, aún era de la Camarilla. Bendito ego. No podían encabezar una cruzada para recuperar la ciudad sin admitir su deshonra. Virtualmente todo el mundo sabía que la población estaba bajo el control del Sabbat pero nadie se atrevía a decirlo en alto por miedo a las represalias de los Sangre Azul. Dime, querido, si eso no es debilidad.
Irónicamente el destino quiso que Montreal fuera candidata para ser la capital de Canadá. Imagínate lo que supuso eso para la Torre. Enviaron a unos cuantos vástagos como gesto para demostrar que la ciudad les pertenecía aunque su envío fue poco menos que una sentencia a muerte. Las apariencias lo eran todo para ellos en ese momento. Pues Montreal fue elegida como capital de Canadá... aunque por poco tiempo. Las revueltas de nuevo estallaron. Incendios, ataques, destrucción de actas gubernamentales.. enseguida se tomó la decisión de trasladar la capital a Quebec y los Ventrue de la Camarilla aprovecharon su oportunidad. Dieron por perdida la ciudad y decidieron que lo mejor que podían hacer era retirarse sin mancillar su reputación. Así pues asociaron públicamente las revueltas al Sabbat y, aludiendo a una superioridad manifiesta de las fuerzas enemigas, asumieron la pérdida de la ciudad. Lo que no iban a admitir bajo ningún concepto es que les habíamos arrebatado Montreal a través de artimañas políticas y no por la fuerza. Y, evidentemente, nada se dijo sobre el Príncipe Strathcona.