[Racconto] Derrotado

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Theazlin
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Re: [Racconto] Derrocado

#21

Mensaje por Theazlin » 16 Feb 2020, 15:48

Flavio recibió el golpe en el pecho de Duffy con entereza mientras miraba a su hermano mayor que, sin la presencia de Bill al lado y, por lo tanto, de nada a lo que aferrarse, había vuelto a adoptar una posición casi fetal y emprendido de nuevo aquel vaivén propio de quien está fuera de sí o abstraído en un mundo de recuerdos. Esta vez, en cambio, mantenía los ojos muy abiertos como si el mero hecho de parpadear fuera a ofrecer una oportunidad a sus más profundos miedos para regresar, tomar forma y acabar lo que habían empezado hacia escasos minutos.
Impactado por lo que veía, quizás, el menor de los Ricco se acercó un poco a Enzo pero mantuvo cierta distancia mientras vigilaba a Dereck y lo mantenía en todo momento bajo la mira de su escopeta. Sin duda Flavio era un tipo capaz. Quizás no, todavía, lo suficiente para merecer el abrazo y, casi seguro, no el de un Lasombra, pero era disciplinado, relativamente inteligente y muy eficaz obedeciendo órdenes. Tal vez fuera eso último lo que hacía que nunca fuera a ser un hermano de clan de Bill.

Dereck escuchó anonadado, presa ahora sí de cierto pánico al verse realmente desarmado y solo. Bill le dejaba en una situación de uno contra uno pues no se podía tener en cuenta a Enzo. Evidentemente Favio contaba con su arma y Dereck... bueno, esperó y deseó que no tuviera otra pistola escondida en ningún sitio. Volver sin la mujer, que era una posibilidad, solo para encontrar que "el Lagarto" había escapado sería, sin duda, un fracaso mayúsculo.

Duffy salió del despacho de Dereck presuroso con esos pensamientos en la cabeza, amarilleando su arma y dispuesto a enfrentarse a la mujer o lo que quiera que fuese... si es que podía encontrarla. Bajó las escaleras de tres en tres y llegó hasta la estancia donde se hallaba el cadáver de Jimmy, los fajos de dinero, el hombre que había dejado abajo y James. Un primer vistazo le indicó que tanto su hombre como James estaban inconscientes, éste último seguramente debido a la pérdida de sangre que él mismo se había ocasionado con la herida. Aún y así sostenía el revolver, tal y como Bill le había dicho que hiciera, y estaba encarado hacia la puerta de entrada.
Los billetes del suelo seguían esparcidos, casi conformando una homogénea alfombra verde. Parecería un detalle sin importancia si Bill no estuviera buscando señales de alguien que se había arrastrado por el suelo. Enzo, la mujer o lo que diablos fuera se había puesto en pie solo llegar al piso inferior y se había marchado a tenor de la puerta que, en ese momento, estaba entornada.

El disco seguía girando en el gramófono pero no emitía sonido alguno desde que Bill había alzado la aguja y tan solo se escuchaba en la habitación la fricción que producía en su eterno rodar mudo. Una segunda inspección de la estancia no reveló nada importante a Duffy que, estaba casi seguro de que nadie o nada se ocultaba bajo la mesa o en ninguna esquina. La decisión estaba clara: o salía al exterior en busca de la mujer misteriosa o subía al despacho de Dereck.
Las arenas del tiempo no siempre consiguen sepultar el dolor y llegar al olvido. A veces nuestra maldición es, precisamente, recordar.

William "Bill" Duffy (Corso)
Ductus de Las Cinco Puntas

Re: [Racconto] Derrocado

#22

Mensaje por Corso » 17 Feb 2020, 20:12

Hay veces en la vida en las que uno debe aprender a caer derrotado – pensó el lasombra, mientras recorría con una furibunda mirada la “desierta” habitación de la planta baja del escondite de Dereck “El Lagarto”. Lo primero que vio fue la puerta entreabierta de la entrada por la que había escapado. Enzo, o aquella puta, o aquel demonio capaz de jugar con la realidad. Daba igual. Había escapado, o él, incrédulo e ignorante de sus poderes, había permitido que escapase.

Luego observó el cuerpo sin vida de Jimmy, tirado como un muñeco de trapo sobre la mesa, perdiendo el tono rosáceo de la piel en favor de una máscara blanquecina y mortuoria. Jimmy había sido derrotado por la confianza. La de creer tener un compañero y un amigo con el que compartir sus sueños. La de sentirse alguien importante bajo la protección de un grupo de hombres armados con una meta común: ocupar la cabecera de la gran mesa de juego en que se había convertido Montreal. Ahora, era demasiado tarde para Jimmy y nunca aprendería que esa confianza en los demás muere cuando se enfrenta a sus instintos de supervivencia. Y el de James, ese instinto que te da un bocado en las tripas diciéndote “o tú o yo” había sido la verdadera bala que le había explotado en mitad de la cara al bueno de Jimmy, acabando con su vida y dejándole sepultado en un ataúd pintado con el verde de más de diez mil pavos en metálico.

Duffy, con toda la fuerza de la vitae bombeando por su cuerpo le dio una violenta patada a la mesa, cabreado y frustrado a partes iguales, y el cadáver del chico voló como un títere estrellándose contra la pared del otro lado de la habitación.

Después miró a James, que medio desangrado había caído en la inconsciencia. El cabrón seguía sentado en la silla donde le había dejado, en la posición en la que le había dejado y empuñando el revolver que había colocado en su mano. Con un agujero del tamaño de una moneda de diez centavos de parte a parte del hombro. Con el olor de la carne abierta y la sangre que se estaba empezando a coagular perfumando la manga de su camisa. James también había sido derrotado. Por la impaciencia de salvar el pellejo. Por el miedo a que su jefe y el resto de la banda no confiasen en él. Por desconfianza en la lealtad de los suyos y por depositarla en las palabras del que era su nuevo “jefe”. Qué gran ironía.

Bill se acercó hasta él y apoyó el cañón de la escopeta en sus labios. Luego lo movió en pequeños círculos hasta que estos cedieron y se lo metió dentro de la boca. Y luego, empujó un poco más. Hasta obturar la garganta de James; que, desmayado, y más próximo a la condición de cadaver reciente de Jimmy de lo que hubiese pensado cuando le disparó en la cara, empezó a toser, inconsciente, por la falta de entrada de aire. El lasombra cerró su ojo izquierdo y apoyó el mentón en la culata de la escopeta, apuntando, proyectando con su ojo derecho un fingido punto de mira. - “Bang” - pensó, aturdido por la cólera, viendo los sesos de James decorar la mesa de cuentas con pequeños trozos de cráneo y masa cerebral.

Sacó el cañón de la escopeta de la garganta de James, cubierta de la sangre provocada por la muela rota y la encía abierta, permitiendo que la arcada del hombre al retomar oxígeno le diese un poco más de tiempo. Un poco más de ganas de luchar. De seguir con vida. Algo le decía que aquel hombre, si conseguía sobrevivir, merecería la pena. James nunca sabría lo cerca que había estado de tener un boquete en la nuca.

Luego Duffy giró su cuerpo ciento veinte grados y se encontró a...ni recordaba su nombre. Se lo encontró inconsciente, igual que a James. Sin embargo había una diferencia, pues Vincenzo Salieri, ¿Era Vincenzo? Vincenzo Salieri no había sido derrotado. Solo había caído. Vincenzo tenía el forro interior de su chaleco a reventar de pasta y su arma estaba sobre la mesa. Los billetes ni le cabían dentro de los bolsillos. Y, a juzgar por la posición de su cuerpo, Vincenzo le había dado la espalda a la puerta que llevaba a las escaleras y había intentado jugársela a Bill. Había descuidado a James y ni se había enterado de que alguien bajaba por las escaleras. El lasombra se acercó al italiano, pero no le pateó, ni le encañonó con la escopeta, ni, desde luego, le disparó. Lo que hizo el lasombra fue acariciar suavemente el apuesto rostro de Vicenzo como un padre que ve dormir a su chiquillo. Después le cogió por la muñeca y, aunque le costó unos minutos, le arrastro escalera arriba lentamente, con sumo cuidado para que no se hiciese excesivo daño en la cabeza. Peldaño a peldaño. Hasta que llegó, de nuevo, al despacho de Dereck, donde seguían Enzo, Flavio y “El Lagarto”, en la misma posición, parecía, en la que los había dejado.

Ellos tres también habían sido derrotados. Uno por enfrentarse a sus pesadillas. Otro porque nunca se sacaría de la cabeza la aterrada visión (versión) de su hermano mayor; y el tercero porque, quizá, sí que iba a ver un monstruo de oscuridad, aunque no fuese uno sacado de su oscuridad interior.

Se acercó hasta la mesa de “El Lagarto” con Vincenzo a rastras y lo levantó hasta tirar su cuerpo sobre la mesa - “Este es uno de mis hombres. Uno que no ha entendido que todo el dinero, el alcohol, las putas y los seres miserables como tú que pululan por esta ciudad, ahora, me pertenecen. Rinden cuentas ante mí. Desde hoy, trabajan para mi y para la Familia Ricco”. - Un par de fajos de billetes cayeron desde el chaleco del chico hasta la mesa mientras Duffy extraía otro buen puñado del bolsillo del pantalón del italiano, que, en ese momento, empezaba a despertar. Bill los lanzó hacia el techo como un puñado de confeti de dinero manchado de sangre.

-”Preguntabas que quién era yo” - cogió el martillo que servía de sujetapapeles y lo alzó por encima de su cabeza a la vez que Vincenzo ¿era Vincenzo? abría los ojos y miraba la lluvia de billetes, entendiendo con horror la situación.

-”Dímelo tú" – exclamó en dirección a "El Lagarto" con la garganta llena de flema, furioso, primitivo, oscuro antes de golpear con una potencia desmedida al italiano en la cabeza. Una vez. - "¿Quién soy?" - Y otra. - "Quién soy?" - Y luego otra y otra hasta que la cabeza de Vincenzo no fue más que un amasijo de sangre mezclada con polvo de hueso y carne hecha pulpa. Hasta casi deshacerla en humo y vapor carmesí...

Porque Bill, el todavía joven e impetuoso Bill, el monstruo en el que aquella noche iba a empezar a convertirse, por primera vez también había sido derrotado. No sabía por quién o qué, pero la derrota le escocía como un litro de ácido lanzado a la cara. Un ácido que le quemaba las venas haciendo que su bestia le arañase por dentro. Bill había sido derrotado por la confianza, por el miedo, por la avaricia...había sido derrotado por todo y todos ellos; pero Bill sabía que un fracaso no es más que la postergación de una futura victoria; y tenía toda la eternidad para encontrarla y dar fe de ello.

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Re: [Racconto] Derrotado

#23

Mensaje por Theazlin » 17 Feb 2020, 22:22

La sangre salpicó una y otra vez, tiñendo de rojo carmesí cuanto alcanzaba a tocar, incluidos los turbios recuerdos que los hermanos Ricco mantuvieron de aquella impactante noche. Con cada golpe el mote de "El martillo" se clavaba en la mente de los presentes, tomando forma a través de la ira, la sangre y los sonidos escabrosos de los huesos rotos; tal y como si de una forja se tratase y Bill estuviera dando forma a la fama en sí misma que le acompañaría durante tantos años.

El rostro de Dereck, atónito y completamente helado, recibía impertérrito las manchas de sangre de Vicenzo mientras algo en su interior pugnaba, infructuosamente, por gritar, huir o simplemente desaparecer. Y aún años más tarde, tras abandonar la ciudad a la mañana siguiente y nunca volver a mencionarla siquiera, en sus pesadillas recurrentes veía el rostro de Bill, desfigurado por la ira, salpicado de sangre. Siempre pensó que resultaba curioso que su mente recordara tan nítidamente la cara de Duffy y en cambio no evocase el horror de la muerte de Vicenzo sobre su propio escritorio. Tal vez el alma humana evita recordar los horrores más terroríficos... o quizás es todo lo contrario y por ello obviaba al desgraciado que había muerto enfrente de él y recordaba nítidamente cada matiz, línea, arruga y microexpresión del rostro de Bill Duffy, "El martillo", mientras destrozaba la cabeza de su propio hombre. Huelga decir que antes de abandonar la ciudad, Dereck cumplió con todo lo que Bill le exigió, compartiendo información, contactos y dejando atrás parte del dinero que había ganado gracias a su control de los bajos fondos.

Abajo, James abrió los ojos. La dulce muerte había venido a visitarle, de eso estaba seguro, pero no era el momento de morir; no todavía. Se había ganado la oportunidad de volver a empezar y lucharía a muerte por ella. Haciendo un esfuerzo titánico se incorporó y se encontró solo en la estancia. El hombre de Bill no estaba y Jimmy... Tras una fugaz búsqueda con la mirada vio a su antiguo compañero contra la pared, en una posición antinatural. Su rostro, desfigurado en parte por el disparo y en parte por el rigos mortis, ya no era el de Jimmy. ¡Qué rápido hace su trabajo la muerte!
A él le había dejado un sabor metálico en la boca y no sabía porqué. Curioso, ¿no? Pensó James mientras se pasaba la lengua por la boca para, a través de la sangre, ocultar el sabor a metal.

***
Mientras Vicenzo moría a martillazos sobre la mesa de Dereck, en el exterior un hombre, idéntico a Enzo, caminaba tranquilamente por uno de los callejones de la ciudad mientras sus ojos, de un profundo color azul mar, escrutaban su entorno. Era un monstruo, un monstruo de esos que aguardan tras cada puerta entreabierta, en las sombras de una habitación a oscuras, bajo la cama del niño que no puede dormir... un monstruo surgido de la profunda oscuridad interior... y caminaba libre por las calles de Montreal.
Las arenas del tiempo no siempre consiguen sepultar el dolor y llegar al olvido. A veces nuestra maldición es, precisamente, recordar.

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