Solstizio [Racconto] (24-06-1980)

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Re: [Racconto] Solstizio (24-06-1980)

#11

Mensaje por Darkhuwin » 11 May 2020, 23:47

Imagen Los músicos comenzaron a interpretar un vaudeville instrumental y se formó un conato de algarabía entre los presentes una vez la puerta del reservado tras la barra se hubo cerrado. Las conversaciones comenzaron a extenderse y subir de volumen y cada cual se volvió hacia sus propios asuntos en apenas unos segundos.

Era sorprendente el comportamiento de las psiques en entornos sociales de aquel tipo. Como fluctuaban los intereses, como iban y venían navegando en un mar de pasiones desenfrenadas y en ocasiones hasta desinteresadas, buscando el disfrute a corto plazo, el placer de lo efímero; ese ansia de los mortales tan insignificante, que podía representar un coito fugaz, un instante de atención o un furtivo beso robado.
De pronto, parecía que incluso la luz hubiera disminuido, adquiriendo el lugar un ambiente más íntimo y dejando a Alessa ensimismada en su propia e independiente realidad de recuerdos paternales, traídos a colación por la aparente incompetencia de aquella singular figura del rincón. Tras levantarse, su lento caminar hacia allí, la hizo pasar completamente desapercibida al resto de parroquianos, que lo percibieron como un habitual y casual paseo hacia los lavabos.

Pero su objetivo no era tal. La sombra que se había removido intranquila segundos antes, iba adquiriendo forma y entidad según la malkavian se aproximaba. ¿Era una mujer? No podía asegurarlo del todo. Sus anchos hombros y la envergadura de sus brazos la hicieron dudar por un momento, aunque su larga melena y su potente mirada de ojos azules, le dejó claro que aquellos rasgos, aunque marcados y duros, no eran los de un varón. ¿Sería otra ‘transformista’? ¿Estaba usando algún otro tipo de habilidad ofuscatoria para confundirla? ¿O simplemente era una chica de aspecto andrógino?

Alessa Sonrió.

Su interpelada, no lo hizo.

De hecho, su cara ya de por sí nerviosa y malhumorada, se pudo más rígida, mientras miraba alrededor con claros signos de preocupación y malestar. Rápidamente le hizo un gesto con la mano para que se sentara y sin esperar a que lo hiciera, se puso a garabatear a toda velocidad en una especie de libreta muy usada que tenía encima de la mesa, con un bolígrafo de tinta.

Mientras lo hacía, Alessa pudo fijarse algo más en aquella mujer. Desde luego no se trataba de un mortal, estaba claro. Ni siquiera se preocupaba de aparentarlo, o por lo menos no con ella. Pero además, lucía signos visibles de cicatrices y viejas heridas, que tenían que ser de antes de su abrazo. Quizás, los mostraba como símbolo de penitencia, de orgullo o como una forma de intimidación, muy habitual entre los hijos de Caín. Su vestimenta, era algo sofisticada, pero muy simple y práctica. La de un deportista cuando sale de fiesta, pero espera poder demostrar sus habilidades, o cree que va a tener que hacerlo. Sin abalorios, ni objetos sueltos que pudieran engancharse o caerse durante el movimiento, como el atuendo de una bailarina.

Unos segundos después, le acercó la nota girándola para que pudiera leerla.

“Está descontrolada, tenemos que vigilarla y contenerla o va a liar una buena esta noche”.

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Re: [Racconto] Solstizio (24-06-1980)

#12

Mensaje por Theazlin » 04 Jun 2020, 08:09

La noche, sin duda, había mejorado. Y no por la nota que le acercaba ¿la? desconocida sino por la propia figura que, sentada, la observaba nerviosa extendida su mano para mostrarle un mensaje de advertencia. No conocía a aquella mujer aunque parecía claro que ella sí la conocía. Nada extraordinario pues Alessa era consciente de su fama y muchos cainitas sabían quién era aunque ella, debido al tiempo que había vivido bajo la sospecha y por su carácter, no había entablado relación con la mayoría.

A su alrededor el sonido ambiente era como un muro compacto formado de miles de pequeños ruidos que, como olas, iban y venían, cubriendo en aquel instante la conversación que ambas cainitas tenían mucho mejor de lo que lo habría hecho cualquier don de Caín.

¿Contenerla? ¿Tenemos? ¿Por qué no debería levantarme y abandonar, simplemente, el local? —las preguntas de la malkavian no fueron, en ningún momento, hirientes, desafiantes o punzantes. Simplemente inquiría sobre su deber, sobre el equipo que la desconocida había creado de la nada con la primera persona del plural y con la hipótesis de lavarse las manos sobre aquel asunto e irse.
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Re: [Racconto] Solstizio (24-06-1980)

#13

Mensaje por Darkhuwin » 04 Jun 2020, 22:15

Su interlocutora miró a Alessa fijamente durante unos segundos, como si tratase de interpretar, de forma calculada, las palabras de la malkavian. Quizás sorprendida, quizás simplemente decepcionada. Era fácil leer en aquella mirada dura de ojos penetrantes. Aquella fémina, porque cuanto más la veía, más quedaba patente para ella que lo era, claramente había tenido que utilizar a menudo sus ojos y su rostro para expresar y por ello, remarcaba mucho cada gesto, cada ademán. Enseguida, volvió a escribir velozmente y con soltura en su libreta.

Cuando se la tendió esta vez, su expresión era fría como el hielo. Podía detectarse incluso un matiz amenazador en su postura:

"Tienes razón. No tienes por qué ayudarme. Había interpretado mal vuestra relación y a ti no te conozco. No soy buena haciendo eso. Lo siento. Pero si es así, y ella no te importa nada, entonces será mejor que te vayas ahora y no vuelvas por aquí."

Aquellas palabras garabateadas con una grafía bastante bonita, se habían clavado en el papel, por la fuerza con que habían sido escritas. Podía leerse en su actitud, una sombra de orgullo y pertenencia, de madre loba protectora, además del desdén de quien se siente moralmente superior.

En aquel instante, y sin darle siquiera tiempo a pensar la respuesta, la puerta del reservado se abrió de pronto y pudo oírse un grito apagado, que aunque quedó oculto en parte por el volumen de la música, hizo que la gente que estaba más cerca del lugar se girase para mirar. El torso de un hombre completamente descamisado y descompuesto asomó por la abertura. Parecía como si estuviera intentando escapar. Había abundantes manchas de sangre en su ropa y su piel pero algo tiró de él hacia dentro agarrándolo por la corbata, justo antes de que la puerta volviese a cerrarse.

De los que se habían girado para mirar, algunos se quedaron alucinados y se miraban unos a otros como estupefactos por lo que acababa de pasar, pero muchos otros, lo habían tomado como una broma, se rieron y siguieron a los suyo. Por el momento, nadie se atrevía a levantarse o intervenir.

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Re: [Racconto] Solstizio (24-06-1980)

#14

Mensaje por Theazlin » 05 Jun 2020, 20:15

La curiosidad es un motor extremadamente potente. Muchos infravaloran su fuerza considerando que, siendo como es un proceso mental algo alejado de los instintos más viscerales y básicos, es más controlable, pero lo cierto es que la curiosidad es motor de cambio, es impulsora de decisiones poco racionales y la chispa que prende verdaderos incendios. Es la curiosidad la que lleva al niño a abrir la puerta incluso cuando el temor le grita al oido que corra; es la curiosidad la que le hace entreabrir los dedos de las manos con las que se cubre los ojos para no ver; es la curiosidad la que hace que uno corra riesgos innecesarios con el único fin de satisfacer las ganas de saber, de desvelar lo oculto, de avistar lo prohibido... No en vano hay tantos y tantos ejemplos de ello en la mitología. ¿A nadie le suena una tal Pandora? Porque todos andamos bastante jodidos por la curiosidad de esa mujer.
Pues resulta que Curiosidad suele no ir sola y tiene, en muchas ocasiones, un compañero inseparable: Arrepentimiento. Suele ir detrás, algo más paciente, y espera a que Curiosidad haga algo para levantar la mano y decir "Eh, qué lástima, si lo hubieras pensado mejor...". Es el amigo insoportable al que solo puedes mirar con incredulidad pensando "Joder, nene, podrías habérmelo dicho antes de que la cagase, que lo estabas viendo venir". Pero así son las cosas. Curiosidad sabe que Arrepentimiento va a llegar, y seguramente lo hará de la mano de Culpa, Miedo, Rabia y Tócate-los-huevos-que-la-has-cagado-bien. Y aún y así, persiste con su soniquete manido que siempre empieza con un tentador y sugerente "¿Y si...?".

¿Y si te quedas y descubres por qué no habla? —le susurró Curiosidad al oído, apoyadas sus delicadas y blancas manos en su hombro derecho. Su piel era suave, tersa y pálida pues Curiosidad vivía encerrada, alejada de la luz del sol y de todo cuanto sucedía. Existía en un encierro doble, el suyo propio y el que la sociedad le imponía; agazapada en las sombras, en el rincón más inexplorado de la mente. Allí observaba, pensaba y solo preguntaba. Nunca respondía, nunca afirmaba, nunca comentaba y, sin duda, nunca se saciaba. Cuando una respuesta, esquiva normalmente, era revelada, Curiosidad, que era bella y atractiva, joven y esbelta, desencajaba su mandíbula deformando por completo su inocente apariencia y la devoraba, insaciable, para luego percatarse de que toda respuesta evocaba nuevas preguntas y su hambre nunca tenía fin. Así que volvía a preguntar. Las preguntas eran su manera de conectar con el mundo, de tocarlo. Preguntaba cosas insistentemente, observaba por encima de tu hombro sin abandonar tu espalda y luego, cuando el mundo ardía, se escondía de nuevo con una inocente expresión en el rostro que parecía decir "Eh, que lo has hecho tú, no yo". Así era Curiosidad. Una puta. Pero una puta que, a veces, le caía bien a Alessa porque lo bueno de ser cainita es que puedes invitar a tu fiesta privada a Curiosidad y dejar en la calle a todas las demás junto a Moralidad. Esa sí que es una puta— ¿Le habrán arrancado las cuerdas vocales? ¿Si emite sonido alguno todos los presentes morirán deshaciéndose en charcos de humo? ¿Saldrían miles de insectos de su boca si la abriese? ¿La abriría si le haces cosquillas? —Alessa ignoró, al menos todo lo que se puede ignorar a una emoción como aquella, seductora y evocadora, y miró a la mujer que tenía sentada en frente. Curiosidad pasó, sin despegarse de ella en ningún momento, por detrás de su nuca y le susurró, esta vez, al oído izquierdo— ¿Por qué no sabe quién eres?Curiosidad hacía todo tipo de preguntas pero sabía que las de Sí o No eran poco sabrosas. Eran correctos entrantes pero pocas veces pasaban de ahí. Los platos principales eran más complejos— ¿Qué busca conseguir de ti, que ves y sueñas, y que entiendes? ¿Qué pretende negando que sabe quién eres y lo que eres?Curiosidad regresó a la derecha de Alessa, de nuevo. Su voz, que por momentos había sido áspera, retomó su tono aterciopelado, suave y agradable, como no podía ser de otro modo. Convencer a alguien para que se juegue el cuello por una nimiedad no es sencillo, hay que saber hacerlo. Curiosidad se acercó más al oído de Alessa y le susurró— ¿Gritará cuando... ejem... gritaría si la atases a tu mesa de tortura y jugases con ella un poco?

¿Qué? —preguntó, de golpe, una excitada Alessa desviando su vista hacia la derecha, justo a tiempo de percibir, por el rabillo del ojo, siempre por el rabillo del ojo, la sonrisa inocente de Curiosidad antes de desvanecerse en el aire como un pensamiento olvidado. Los humanos del local reían, bebían y disfrutaban de la noche a su alrededor, suspiros de vida inconscientes de su propia fragilidad. Si la mujer que se sentaba en frente de Alessa hubiese podido hablar quizás le hubiera preguntado que a qué se refería pero al no poder hacerlo simplemente la miró extrañada. La malkavian le devolvió la mirada mientras notaba un sutil roce en el lóbulo de la oreja derecha. Sutil y cálido, y un poco chispeante.

¿Y si...?

Alessa sonrió. No iba a irse. Lo cierto es que tenía curiosidad.

Está bien. Os ayudaré a las dos. O, mejor dicho, te ayudaré a ayudarla —concluyó Alessa al tiempo que la observaba atentamente—. ¿Hay alguna salida trasera del local por donde se ha metido tan alegremente Anetta?
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Re: [Racconto] Solstizio (24-06-1980)

#15

Mensaje por Darkhuwin » 10 Jun 2020, 00:01

Ahora caía...Tenía que ser ella: La Judith. Esa cainita misteriosa de la que tanto había oído hablar. Era cierto que no se dejaba ver prácticamente por los Bovoli. Pero tampoco recordaba haberla visto en el palazzo. Ni siquiera el día que la Ductus de le Furie, Valentia, se había presentado con sus narices en plena charla de Caín del Obispo y se había cagado en la memoria del primer condenado, diciendo que sólo era un perrito faldero de la verdadera madre de todos. Aquella fue la primera vez que vio a una de 'las chicas de Oltrarno', y desde entonces, en contadas ocasiones, se había cruzado con otra.

Valentia guardaba a sus 'hijas', como le gustaba llamarlas, a buen recaudo. La vida social del sabbat no era muy de su agrado, aunque siempre eran las primeras en aparecer cuando la acción se presentaba en cualquiera de sus formas; desde juegos o rituales de competencia a cacerías de sangre o guerra abierta con los enemigos de la espada.

Pero de la Judith se sabía poco más allá de que era un ángel de Caín. Rumores, historias de calleja. Típicas habladurías que se extendían para terminar creando un mito, que luego podría ser o no real: Que gustaba de matar varones por placer, que de niña le cortaron la lengua y no hablaba, que perteneció a la mano negra, que fue violada por mil hombres, que mató a su sire, que Valentia la había salvado de la muerte definitiva y por ello la amaba…

Aquí estaba, la tenía delante y ya había podido comprobar, que en efecto, no hablaba. Aunque aquel detalle, podía deberse a muchas causas. Muchas de las marcas y cicatrices que asomaban por su cuerpo y rostro, podían dar veracidad a algunas de las cosas que se decían de ella, más todo seguían siendo nada más que conjeturas.

La mirada de la furia se fijó en ella durante unos segundos, interrogante, tras el ofrecimiento de Alessa. Finalmente, volvió a garabatear:

“Si fuera tan sencillo como eso, no te necesitaría para nada”

Se volvió a escuchar un golpe y un grito que salía tras la puerta. Esta vez la gente cercana al lugar comenzó a mostrarse más intranquila. Ya no parecía una broma o algo sacado de contexto… Los músicos ralentizaron la canción casi llegando a pararse, la cosa podría irse de madre en cualquier momento. La Judith, cogió por el hombro a la malkavian cuando esta había comenzado a mirar por encima del hombro, y pudo sentir su fuerza y su tensión, por unos instantes, cuando le hacía mirar hacia lo que estaba escribiéndole:

“Necesito tu voz, necesito tus palabras. Ahora.”

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Re: [Racconto] Solstizio (24-06-1980)

#16

Mensaje por Theazlin » 14 Jun 2020, 22:27

Alessa decidió que iba a ayudar a La Judith y, por ende, a Anetta. Tal vez, en parte, por la influencia de Curiosidad pero también pesaban pensamientos efímeros que surcaban su mente de forma rauda pero punzante. Uno reconoce cuando un pensamiento no es propio pero no por ello deja de ser, de alguna manera, personal al producirse en tu cabeza. Y la malkavian estaba convencida de que alguien o algo en su interior quería gritarle al oído: "Aprovecha la oportunidad política que esto supone. Ármate de aliados para lo que ha de venir así que no seas idiota y salva a la cantante, chiquilla de la Arzobispo, de una puta vez. Ya reclamaré yo el jodido premio cuando sea necesario". Es curioso como todo eso se puede resumir en un sentimiento, en una chispeante idea inalcanzable que te impele a tomar una decisión.

Aquella noche, en aquel momento y ante aquella mujer, la decisión de Alessa fue que iba a ayudarla. Y al instante se sintió sucia, casi asqueada de sí misma. Entendía lo que la cainita que tenía en frente le pedía: ayúdame a evitar que Anetta salga de los camerinos y haga una carnicería que nos obligue a cerrar el local y a hacer frente a todos los problemas que se derivarían de ello. Un tufo desagradable a Camarilla le invadió las fosas nasales hasta impregnarla por completo. Evitar que los humanos, simples arrojos de humo, se percataran... ¡Espera! ¡Claro! Ahora algunas cosas empezaban a cobrar sentido. Joder, el destino tenía un sentido del humor muy afilado al otorgarle a una hija de Malkav la capacidad de predecir el futuro. ¿Qué cojones es parte de los desvaríos propios de los dones de su clan y qué parte son retazos de las hebras doradas que unen pasado, presente y futuro? Em fin... arrojos de humo. Y ya se sabe, dónde hay humo...

¿Y si no le haces caso y te largas del local? ¿No sería un espectáculo mayor que el de hace un rato? —musitó Curiosidad, de nuevo, pegada a su oído derecho...

Joder, puta insaciable —contestó Alessa a Curiosidad mientras dirigía la mirada hacia su derecha. Y así es como la gente, amigos míos, acaba pensando que los hijos e hijas de Malkav estamos todos locos. Creen que hablamos solos cuando en realidad lo que sucede es que ellos están sordos a la otra mitad de la conversación. Alessa resopló. Las preguntas de Curiosidad nunca acababan y muchas veces se encaminaban hacia la dirección opuesta que Alessa tomaba. Claro. ¿De qué otra manera podría actuar Curiosidad si no era preguntándose acerca de las cosas que no iban a suceder? Las que estaban por venir eran dominio de Miedo...

Alessa se levantó e hizo una breve inclinación de cabeza dirigida a La Judith— Si me permites, voy a intentar "minimizar" la situación antes de que —Alessa se mordió, literalmente la lengua, justo cuando estuvo a punto de decir, con toda la sorna que pudiese, "rompamos la Mascarada". En cambio, tras notar la sangre en su boca cerró un instante los ojos y luego, retomando su actitud calmada, concluyó la frase— se vaya de las manos.

Extendió la mano, agarró la vela que alumbraba la mesa de ambas cainitas y, aprovechando la distracción que los ruidos provenientes del camerino le brindaban, la arrojó a una de las esquinas cercanas. Los humanos a su alrededor, volutas de humo que se habían girado, si eso era posible, hacia el camerino, parecían inquietas, casi como azotadas por una brisa que las deformara y amenazara con arrebatarles su forma y esencia y diluirlos en la noche. No muy alejado de la realidad, en el fondo. Alessa supuso que para los sacos de zumo que estaban en el local descubrir que una mujer había desgarrado y devorado a dos clientes y que ahora salía a por ellos era, sin duda, lo más cercano a perder el suelo de creencias que te sustenta y arrojarte al vacío del miedo, la incredulidad y la negación.

¿Eso es fuego? —musitó primero suavemente, de tal manera que los clientes más cercanos apenas acertaran a entender la última palabra— ¡Oh, por Dios! ¡Es fuego! ¡El local está ardiendo! —exclamó, esta vez más fuerte pero sin señalar nada en concreto. Y aguardó. Solo unos instantes, los suficientes para ver qué voluta de humo se agitaba más, impelida por el temor. Allí, dos mesas más allá, la encontró. Dicen que el humo no es más que el reflejo de lo que arde, y no era distinto en los humanos. Aquel, concretamente, era un humo discontinuo, seguramente fruto de un carácter impetuoso; de un intenso color oscuro producto del miedo que debía impregnar su forma de ver la vida, y de poco recorrido, tal vez por no ser especialmente dotado intelectualmente. Era perfecto, rodeado como estaba por otros. Así que Alessa se concentró en él mientras retomaba su narrativa, ahora en voz lo suficientemente alta como para que todos, especialmente el sujeto discontinuo, negro y pequeño, la pudiesen escuchar— ¡Vamos a morir quemados! ¡Se ha prendido fuego en el local! Hay que salir de aquí!

La malkavian abrió los ojos a pesar de tenerlos ya abiertos. El mundo se oscureció alrededor del hombre (pues se dio cuenta de que era un varón ahora que veía el leño y no el humo), que se hallaba sentado en una de las mesas y miraba hacia la esquina en la que ardía, en el suelo, la vela que Alessa había arrojado. Solo existía él, perdido en una inmensidad oscura. Los sonidos penetraban y, aunque distorsionados, permitían a la malkavian percibir los murmullos ascendentes de la sala.

Esperó. Esperó. Y esperó. Fueron uno o dos segundos, pero el tiempo es caprichoso en su percepción y, como un niño travieso, juega a estirarse y encogerse a voluntad mientras se ríe a carcajada limpia cuando uno se pregunta "dónde coño han ido a parar los últimos veinte años". Entonces el Niño-Tiempo se mira los bolsillos repletos y observa, divertido, todas las horas invertidas en cosas inútiles que has desperdiciado, todas las oportunidades que Pereza ha hecho pasar de largo y todas las excusas que Miedo te ha susurrado al oído para que Desidia pueda comer. Y en ese momento de amargura y desesperación fruto de ver media vida perdida el jodido Niño-Tiempo para las agujas del reloj para que uno pueda sufrir, como Dios manda, cada segundo de esa angustiosa sensación.
Bien, pues en aquel momento el Niño-Tiempo simplemente decidió que un segundo sería una eternidad. ¿Un juego? Tal vez, al fin y al cabo era Tiempo pero también era Niño.
Y tras esperar una vez más vio lo que estaba esperando. A la espalda del hombre se formó otra figura. Era una mujer y sus ropas parecían empapadas al tiempo que desprendían pequeños hilillos de vapor fruto de la descongelación. Era Miedo, que había venido a hacer una efímera visita al desconocido. Pero Alessa iba a invitarle a quedarse algo más que a saludar. Su mente se acercó a ambos lo suficiente como para escuchar los gélidos susurros que Miedo esgrimía al oído derecho del hombre. No tuvo más que, suavemente, posar sus manos en los hombros de Miedo y desplazarlo, lentamente, hasta el oído izquierdo y así, los miedos objetivos se convirtieron en miedos subjetivos, en temores egoístas que apelaban al instinto de supervivencia. Los susurros se tornaron en advertencias y, poco a poco, Alessa se retiró y observó su obra mientras el Niño-Tiempo, quizás curioso, le dejó observar un poco más. El cuerpo del hombre empezó a tensarse mientras procesaba los temores que ahondaban en su alma como puñales de hielo. Pero aún no era suficiente así que Alessa volvió a acercarse. ¿De qué puede tener miedo Miedo? De nuevo, posó sus manos sobre los gélidos hombros de Miedo y pensó. Notaba el helor en la palma de sus manos. Era el mismo que recorre tu espina dorsal cuando crees que el fin está cerca. Ese frío escarchado y eléctrico capaz de cruzarte el cuerpo como un rayo. Y entonces lo supo. Miedo es, en sí mismo, su gran enemigo pues en su interior reside la semilla del valor. Solo se puede ser valiente cuando uno tiene miedo. Así que Alessa le susurró al oído izquierdo una simple y sencilla frase: "Crece y deja que otro termine tu trabajo".

De nuevo, bajo el amparo de la oscuridad que envolvía el mundo y a unos metros del desconocido, la malkavian vio como Miedo se difuminaba lentamente para dejar paso a una nueva figura, una mucho más alta; una figura que vestía de rojo sangre, de negro noche y de gris penumbra; una figura que cubría su cabeza con una capucha de la que caían lágrimas de sal; una figura que extendió la mano y, con un simple gesto, atravesó la espalda del hombre y cerró su puño en el mismísimo corazón del desconocido. Era Terror y ese hombre era su presa. Se agachó, pues sobrepasaba los dos metros y medio de alto, y le susurró algo al oído. Alessa no alcanzó a escucharlo pero sabía que Terror era certero. No necesitaba mucho pues conocía los temores más viles y profundos de sus huéspedes. Y entonces, lentamente, Terror se giró para mirar a Alessa. Llamas, cenizas, Niño-Tiempo pirando sus bolsillos repletos de Alessas buscando respuestas que jamás llegarían mientras se reía con carcajadas profundas y muy reales, sus manos atadas con cadenas de hielo que no le permitían coger la llave del poder...

Alessa cerró los ojos a pesar de seguir teniéndolos abiertos y el mundo recobró su esencia a tiempo de ver como el hombre, presa de un temor inconfesable y un miedo atroz, se levantaba tirando la silla al suelo y gritaba entre sollozos:

¡No quiero morir! ¡Joder! ¡FUEGOOOOO!
Las arenas del tiempo no siempre consiguen sepultar el dolor y llegar al olvido. A veces nuestra maldición es, precisamente, recordar.

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Re: Solstizio [Racconto] (24-06-1980)

#17

Mensaje por Darkhuwin » 26 Ago 2020, 23:53

Unas dos horas después el local estaba vacío y los pompieri se retiraban tras comprobar que todo había sido una falsa alarma. La desolación que destilaba el sótano del Rasputín, amueblado con todas aquellas sofisticadas sillas y mesas color caoba, ahora abandonadas y descolocadas de forma errática, lucía en consonancia con la actitud de derrota que mantenía a Anetta en aquella postura característica. La cabeza entre sus manos, apoyados los codos en las rodillas. Se le había corrido todo el maquillaje y espesas líneas carmesíes habían dejado surcos a lo largo de sus mejillas. Su vestido, desgarrado e inservible ya, colgaba de sus hombros como una bolsa de la compra.

Habían desalojado. Habían tenido que deshacerse de un cadáver y al menos dos personas más, acabarían en un hospital mental durante una temporada.

El silencio, había llenado la sala los últimos minutos desde que los operarios y técnicos hubieron abandonado el local. El silencio de Anetta, cuya vergüenza ante lo ocurrido, la había dejado tan muda como su hermana. El silencio de la Judith, aquella efigie de piedra que había recuperado su asiento en el rincón, y observaba atenta, la puerta por donde parecía que de un momento a otro, aparecería alguien que quizás podría alegrar su sempiterna cara de amargura. El silencio de Alessa… ¿Quién podía saber si no ella por qué guardaba silencio?

En un momento dado, aquel silencio cesó, de pronto, como si de una respuesta a la petición de la Judith se tratase. La puerta de arriba se abrió y se cerró, y unos pasos resonaron en la escalera que descendía hasta el piso. Pasos pausados, cautelosos. Pasos que seguramente, pertenecían a alguien que no lograba imaginarse, por qué el local, estaba a esas horas en completo silencio y por consiguiente, vacío.

La fémina que apareció ante los ojos de Alessa, era delgada, atractiva, cautivadora, podría decir. El pelo lacio, largo y rubio atado en una coleta lateral. Los ojos, muy pintados, con rímel negro y sus labios, rojos y brillantes como una fruta suculenta. Una blusa blanca atada en el vientre y pantalones de cuero negros con botas del mismo color completaban su vestimenta. A ella sí la conocía. Pocos no la conocían. La primera furia. Valentia.

Su expresión, tras comprobar la situación y a los presentes, pasó de la extrañeza al reconocimiento y seguidamente, al enfado.

-Ya la has vuelto a armar, ¿Me equivoco? – Su voz, más allá del matiz enfadado, sonaba limpia y afinada. Una bonita voz para el discurso. Colocó los brazos en jarras mientras trataba de comprobar los posibles desperfectos o problemas pasando su vista por toda la estancia. - ¿Me equivoco? – repitió, ya que Anetta no levantaba la cabeza, mirando a La Judith. Ésta, con el semblante impasible le dio la razón cerrando y abriendo los ojos con parsimonia. - ¿Qué ha sido esta vez? ¿Ansiedad? ¿Depresión? ¿Demasiadas drogas? ¿Hasta dónde llega el desaguisado? – continuó, cada vez más encendida y avanzando ya hacia el interior del local. - Y, por cierto, ¿Alguien puede decirme qué hace ella aquí? – Su mano se extendió hacia Alessa, con la palma hacia arriba. El semblante que blandía, no dejaba lugar a dudas. No le gustaba nada de lo que estaba viendo. Aunque seguramente conocía a Alessa de los pocos ritae a los que acudían, todo el mundo sabía que Valentia no era amiga de la socialización con otras manadas, si no era para mantener relaciones formales y ritualísticas y sólo de cuando en cuando.

Se decía que era porque le gustaba mantener a su cofradía alejada de las influencias y asuntos de ‘otros sabbat’, para poder tenerlas adoctrinadas y aisladas. Por eso eran tan radicales y ‘raritas’. Tanto interés en desacreditar el influjo de Caín como pater y alentar la devoción por la madre, era algo que no muchos Sabbat estaban dispuestos a escuchar ni aceptar.

La ángel de Caín comenzó a garabatear en su libreta. Anetta, alzó la cabeza hacia su ductus y con voz rota y ronca por el desconsuelo, consiguió articular un:

- Lo siento, de verdad que lo siento. No sé qué me ha pasado. Estaba bien…estaba todo bien… y luego… - pareció dudar un segundo. – Ella es Alessa, una amiga. – cuando lo dijo, la miró, lo hizo con una sonrisa triste, casi rogándole que lo fuera de verdad. – Hoy nos ha ayudado. Nos ha ayudado mucho, si no llega a ser por ella, la cosa hubiera sido mucho peor.

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