[AD] Escena: 07 - Omega
Publicado: 06 Abr 2020, 14:46
{ https://www.youtube.com/watch?v=OwLP-6hZV-U - Resistance by Muse }
I've seen things you people wouldn't believe.
Attack ships on fire off the shoulder of Orion.
I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate.
All those moments will be lost in time, like tears in rain.
Time to die. -Roy Batty, Blade Runner
La infernal e infinita carretera parecío no acabar nunca. El boggie tampoco se mostraba especialmente ágil ni rápido fuera del desierto, sobre todo con aquel peso en su chásis. El camino se volvió más tortuoso al internarse en las montañas. Las sinuosas sendas llenas de curvas y repechos se mostraron a veces casi insalvables para el vehiculo. La ubicación no debía estar lejos. Si las lecturas del GPS del coche de Michael eran precisas como la memoria de todos, el lugar estaría tras descender por el valle.
Efectivamente, tras interminables caminos y cuando estabáis convencidos de que os habíais perdido, apareció la ruta precisa para llevaros al destino. Justo cuando caía la tarde, con algunos recordndoos el ocaso en Malibú, el sol empezaba a caer por las montañas chatas del otro lado del valle, una vastísima extensión de terreno encajada entre montañas y desfiladeros en forma de roma corona. En su medio cuerpo visible, empezaba a tránsitar la silueta de Mercurio, casi como si el astro rey pudiera pestañear por un segundo.
Abajo en la enorme meseta, una perfecta malla de telescopios y antenas en perfecta cuadrícula, romboide desde vuestra casi cenital vista, que parecían todas observar el fenómeno cósmico. El frío de la tarde, tal como había advertido Zagreo había empezado a abrazaros ya desde las montañas y dejaba atrás el calor desértico que hasta más allá del mediodía os había acompañado.
No os sería díficil encontrar a los Eureka!, pues uno de los telescopios de la parte central, emitía un visible halo de luz entre azulado y verdoso que oteaba el cielo, y en su abertura final, abría un agujero en el cielo que permitía ver el cosmos con su manto de estrellas, como si los ciclos de noche y día no le afectaran. El movimiento de este rayo apenas parecía visible, e incluso parecía danzar con el movimiento de Mercurio. Cómo fuere, y desde la distancia, varias personas en el telescopio parecían afanarse en diversas tareas por el enorme mecanismo de visión.
No era necesario concentrarse ni meditar, ni mucho menos usar la iluminación mística para percibir el enorme poder que allí se estaba concentrando. Además, algunos habíais jurado ver como los perros negros, rabiosos y sedientos, os habían seguido en vuestro camino.
Desde lo lejos os fue relativamente fácil ver lo que pasaba, los que os dejó caer la posibilidad de que también pudieráis haber sido vistos. En la plataforma metálica más elevada del suelo, atados de pies y manos sobre unas planchas que los mantenían erguidos, aparecían varias personas en ropa interior. La distancia no os permitía ver sus rostros, pero un rápido conteo os devolvió que el número encajaba con la cifra de desaparecidos que visteís en la guarida de la amalgama.
Para Lang sin embargo, la distancia no fue óbice para oler aquel perfume de vanidad y arrogancia, y el medio litro de gomina que acicalaba aquel pelo azabache que parecía eternamente mojado. Su rostro lampiño de facciones marcadas. Su vestimenta también de un impoluto negro. Y como no, su sonrisa de superioridad y vehemencia. Langdon Acy... el destrozador de sueños, el asolador de Metropoli... y bajo su yugo, atado a una cadena como un vulgar perro, con un rostro ajeno a cualquier voluntad y mostrando un enorme agotamiento, alguien que manejaba los controles del enorme telescopio... alguien que sin conocerlo, ya os era familiar a todos... Sean Copeland... o lo que quedaba de él...
I've seen things you people wouldn't believe.
Attack ships on fire off the shoulder of Orion.
I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate.
All those moments will be lost in time, like tears in rain.
Time to die. -Roy Batty, Blade Runner
La infernal e infinita carretera parecío no acabar nunca. El boggie tampoco se mostraba especialmente ágil ni rápido fuera del desierto, sobre todo con aquel peso en su chásis. El camino se volvió más tortuoso al internarse en las montañas. Las sinuosas sendas llenas de curvas y repechos se mostraron a veces casi insalvables para el vehiculo. La ubicación no debía estar lejos. Si las lecturas del GPS del coche de Michael eran precisas como la memoria de todos, el lugar estaría tras descender por el valle.
Efectivamente, tras interminables caminos y cuando estabáis convencidos de que os habíais perdido, apareció la ruta precisa para llevaros al destino. Justo cuando caía la tarde, con algunos recordndoos el ocaso en Malibú, el sol empezaba a caer por las montañas chatas del otro lado del valle, una vastísima extensión de terreno encajada entre montañas y desfiladeros en forma de roma corona. En su medio cuerpo visible, empezaba a tránsitar la silueta de Mercurio, casi como si el astro rey pudiera pestañear por un segundo.
Abajo en la enorme meseta, una perfecta malla de telescopios y antenas en perfecta cuadrícula, romboide desde vuestra casi cenital vista, que parecían todas observar el fenómeno cósmico. El frío de la tarde, tal como había advertido Zagreo había empezado a abrazaros ya desde las montañas y dejaba atrás el calor desértico que hasta más allá del mediodía os había acompañado.
No os sería díficil encontrar a los Eureka!, pues uno de los telescopios de la parte central, emitía un visible halo de luz entre azulado y verdoso que oteaba el cielo, y en su abertura final, abría un agujero en el cielo que permitía ver el cosmos con su manto de estrellas, como si los ciclos de noche y día no le afectaran. El movimiento de este rayo apenas parecía visible, e incluso parecía danzar con el movimiento de Mercurio. Cómo fuere, y desde la distancia, varias personas en el telescopio parecían afanarse en diversas tareas por el enorme mecanismo de visión.
No era necesario concentrarse ni meditar, ni mucho menos usar la iluminación mística para percibir el enorme poder que allí se estaba concentrando. Además, algunos habíais jurado ver como los perros negros, rabiosos y sedientos, os habían seguido en vuestro camino.
Desde lo lejos os fue relativamente fácil ver lo que pasaba, los que os dejó caer la posibilidad de que también pudieráis haber sido vistos. En la plataforma metálica más elevada del suelo, atados de pies y manos sobre unas planchas que los mantenían erguidos, aparecían varias personas en ropa interior. La distancia no os permitía ver sus rostros, pero un rápido conteo os devolvió que el número encajaba con la cifra de desaparecidos que visteís en la guarida de la amalgama.
Para Lang sin embargo, la distancia no fue óbice para oler aquel perfume de vanidad y arrogancia, y el medio litro de gomina que acicalaba aquel pelo azabache que parecía eternamente mojado. Su rostro lampiño de facciones marcadas. Su vestimenta también de un impoluto negro. Y como no, su sonrisa de superioridad y vehemencia. Langdon Acy... el destrozador de sueños, el asolador de Metropoli... y bajo su yugo, atado a una cadena como un vulgar perro, con un rostro ajeno a cualquier voluntad y mostrando un enorme agotamiento, alguien que manejaba los controles del enorme telescopio... alguien que sin conocerlo, ya os era familiar a todos... Sean Copeland... o lo que quedaba de él...