En el otro foro ya lo he escrito en varias ocasiones, generalmente un mensaje recordando el anacronismo que reperesenta que la cabeza de un estado democrático sea una figura no electa, sino descendiente de un linaje medieval.
Pero este año es especial. Hace semanas se descubrió que nuestro embajador de lujo había recibido una cantidad de dinero desorbitada por motivos no claros. No me gusta caer en el ad hominem. Aunque nuestro monarca fuera una persona capaz, inteligente, honrada, honesta y sin impedimentos del habla seguiría estando en contra de la institución, este superhombre debería ser elegido por sufragio popular, no por imposición.
Pero aquí el ad hominen es especialmente relevante, puesto que, ante la imposibilidad de casar un gobierno dinástico con los tiempos de la democracia, la gente señalaba que la gente más que monárquica era juancarlista (infame fue aquel presidente idiota que dijo que teníamos un rey muy republicano). Bien, pues deberían aprender los juancarlistas que el centro de su devoción, este rey tan republicano, es uno de los políticos más corruptos de nuestra historia, al menos atendiendo a cifras en bruto.
Por supuesto, la máquina de tópicos no ha parado, intentando que olvidemos cuanto antes al padre y nos centremos en el hijo. La continuidad de la institución, ruptura con el padre,... Todo para que demos a Juan Carlos por terminado y nos hagamos felipesextistas (felipistas era otra cosa).
Si no fuera por la situación excepcional que vivimos, llevaríamos mes y pico sin hablar de otra cosa. ¿Podría resistir eso la institución?
