[Trama] Concordia (La gradería)

[Corso]

Olivia y Bill.


- Una sabbat a la que se protege del resto de sus hermanos sabbats...-divagó conscientemente Bill, con la justa medida para equilibrar lo incisivo del comentario con el tono, aparentemente casual, del mismo – Es la primera vez que escucho algo así, al menos en una exposición tan abierta. ¿Y tú, qué es lo que piensas sobre eso? ¿Sobre esa protección?

Duffy dejó la pregunta en el aire, aunque en ningún momento fue un interrogante ofensivo ni parecía estar lanzado con doble sentido. Simplemente, parecía interesarle la opinión de su acompañante al respecto. Por poco que Olivia hubiese tenido contacto con los preceptos de la Secta, sabría que las libertades eran algo inherente a cada uno de los allí presentes. A veces, eso era ser demasiado idealista, pero no por ello dejaba de ser un derecho dentro de la Espada que no todos los sabbats estaban dispuestos a derivar en manos ajenas; por muy conocidas -o protectoras- que estas fuesen.

- Me refiero a que, en lo que a mi Cofradía respecta, puedes estar tranquila. Como habrás podido constatar, y tras lo que acabas de decir, no soy alguien que se prodigue a abandonar su dominio para perderse en eventos sociales más allá de los que nos unen individualmente como parte de un todo – de forma instintiva observó cómo se doblaba los puños, síntoma de ese recelo que muchos de los presentes le provocaban y que acababa de confesar.

- De todas formas, me siento en desventaja contigo, Olivia – sonrió – Veo que aunque poco -u olvidado- ya es mucho más de lo que yo sé de ti. Exceptuando, y te voy a ser muy sincero en esto, que tu rito de creación suscita mucho interés, como ya sabes...- Bill fue directo y planteó la cuestión sin ambages, levantando la palma de la mano entre ellos, intentando que le dejase terminar de explicarse antes de que sus últimas palabras produjesen una retracción en ella.

- Cuando pregunté por ti aquella primera vez no fue para levantar las suspicacias de vuestra Cofradía, aunque entiendo que así fuese – asintió, mirando a sus ojos sin acritud – Yo y mis cofrades llevamos mucho tiempo intentado encontrar algún tipo de respuesta sobre la eterna pregunta que asola Montreal. Hay un mal bajo la tierra de esta ciudad, un mal que nos atañe a todos y cada uno de nosotros como hermanos de la Espada de Caín; y que pienso que se alimenta de las disputas internas de los aquí presentes para seguir ahí abajo. Oculto, sin nadie que le plante cara. Extendiéndose. Debilitándonos como Secta y quién sabe a dónde más llegará...- el rostro de Duffy se ensombreció durante unos segundos tomando el cariz siniestro al que, quizá, había hecho referencia la toreador.

- El que tú estés aquí sentada puede ser un soplo de esperanza, o ser fruto de una casualidad aislada. Es difícil saberlo y entenderás que esa protección de la que hablas puede convertirse en recelo, fácilmente . No debería ser el caso y, de hecho, en lo que a nosotros respecta, no lo es.

En ese momento Bill observó cómo sus hermanos se iban acercando hasta ellos recorriendo el pasillo de los asientos en los que estaban.

- Tu sacerdotisa me dijo que tu hermano, William, es el mejor en eso de buscar y encontrar. Quizá ambos podríais colaborar con nosotros; por los preceptos que nos atan, o si queréis verlo así, por mera supervivencia. Sin duda, podremos encontrar algún momento para hablar sobre ello dentro de un tiempo – la petición del Ductus del viejo sombrero quedó en el aire ante la inminente llegada de dos nuevas “Puntas”.

Duffy se levantó entonces llamado por el saludo de Andrea y, ya en pie, la miró de nuevo esperando una respuesta a lo que acababa de exponer. Los invitados iban llegando, el evento no tardaría en empezar y poco más podrían hablar del asunto esa noche, pero con un simple gesto de asentimiento o negación ya tendrían una primera respuesta.

Olivia, Andrea, Ágathe y Bill.

- Buenas noches, hermanos. Os presento a Olivia Basset, hermana de Los Relojeros y a quién por fin vamos a conocer esta noche. Olivia, estos son Andrea y Ágathe, sacerdotisa de nuestra Cofradía.

[Nyxe]

En otra situación, a Agathe le hubiera dolido que ninguna mirada se posase en ella al llegar, por haberlo hecho al mismo tiempo que otras personalidades mas ilustres. Agathe se trabajaba sus primeras impresiones. Eran importantes al cazar, con al dar sermones para Cainitas y ganado, al conocer a gente nueva y por supuesto en acontecimientos sociales. Pero aquella noche tenía varias preocupaciones en la cabeza, y dio gracias porque todas las miradas se dirigiesen a su pareja y al resto de miembros presentes. Todas salvo una.

Agathe supo que Yasmin la negra la había visto tan pronto como había llegado, del mismo modo en que su mirada fue directamente hacia ella de entre todos los presentes. La Maldición de su Clan les permitía reconocer inmediatamente su presencia como lo que eran. Por desgracia, la maldición consistía en que otros también podían hacerlo. Agathe la saludó cortesmente con una inclinación de cabeza desde el otro lado de la gradería, antes de intentar examinar al resto de los presentes. Reconoció, principalmente por no haberlos visto jamás antes, a los campeones de la 25:17 y los Desgraciados. Por imponentes o escalofriantes que pudiesen resultar, cada oponente recien Abrazado al que su hermana se tuviese que enfrentar le tranquilizaba, pues significaba un oponente experimentado menos. Esos eran los que le preocupaban, y lamentó no tener situadas las edades de casi ningun vampiro de la ciudad. No dudaba del ímpetu ni de la fortaleza de Ness, pero siempre sería su hermana pequeña. Y aunque el combate fuese no letal, era consciente de que estas prácticas se salían de madre demasiado a menudo.

Aun con todo, no dejó de sorprenderse por la muestra andante de las capacidades de los Demonios. Los ancestros de ambos clanes se enfrentaron siglos ha, y Agathe agradeció que ahora fuesen aliados. Debieron ser enemigos temibles.

Antes de que los camareros les confirmasen si esos eran sus asientos, Andrea y ella se acercaron al resto de su manada. Al igual que Andrea, saludó a Olivia en francés, al mismo tiempo que hacía un gesto algo pasado de época. Tras lo que había visto hacía un par de meses, sentía mayor curiosidad acerca del único rito de creación que había resultado adecuadamente en la ciudad. No obstante no quiso atosigarla, y dejó que fueran los hombres los que hablaran.

[Koen]

Olivia y Bill.
Olivia frunció el ceño.

—¿Que qué opino? —Olivia apartó el mechón de pelo que caía frente a su cara con un movimiento de cabeza—, que yo habría hecho lo mismo por ellos. La camaradería nunca es un motivo de vergüenza para mí. Y admitir que a veces puedo necesitar la ayuda de mis hermanos tampoco. Creo que hay una diferencia entre la liberad personal y la vanidad. Montañas de ceniza están hechas con hermanos que se sobrevaloraban.

Olivia se alegró de que Bill transitara por otros lugares. Tenía la sensación de que una y otra vez, decía y hacía cosas que la disociaban de la norma de la secta. Ya tenía bastante síndrome del impostor, no necesitaba más.

—¿Quieres saber más de mí? —le preguntó Olivia con media sonrisa—, temo que te decepcionarías. Mi ritual fue extraordinario por el resultado, pero desde luego no lo fue nada en su proceso. No hay nada que yo percibiera que pueda diferenciarlo de cualquier otro ritual. Y sobre mí...

Olivia pensó unos instantes.

—Supongo que soy una persona reservada, aunque sincera —dijo—. O así me gusta verme. No tengo oscuros secretos, ni oscuras intenciones, ni nada que pueda llamarse oscuro. Más allá de ser un monstruo rodeada de monstruos.

La toreador se rio sin muchas ganas.

—Aunque soy un monstruo algo rosado —dijo observando el tono vital de la piel de sus manos—, no te creas que me hace gracia. Pero supongo que debe ser otro resultado extraño del rito de creación.
Olivia, Andrea, Ágathe y Bill. Olivia saludo amablemente a Andrea y Ágathe, en francés también.

—Enchantée —dijo finalmente mirando a Ágathe con cierta curiosidad —, sentaros por favor, no debe faltar mucho para empezar.

[PeteryPan]

Andrea sonrió con sinceridad, relajándose al estar ya más ubicado, sin haber sido consciente hasta ese momento la tensión que le estaba provocando aquel ambiente. No se le pasó por alto la mirada de interés que Olivia dirigía a su compañera, con un ligero destello en los ojos. Pese a la superficialidad que podía dar a entender a los que no lo conocían su vanidad era lo suficientemente sólida como para no verse afectado por no ser el centro de atención o no despertar el interés buscado. Por ello, en lugar de atraparse con inseguridades asquerosamente humanas se centró con un interés casi religioso en la piel rosada de aquella cainita. En su fuero interno provocaba reacciones encontradas, pues la marmórea piel petrificada de la condición vampírica era parte de la belleza intrínseca del ser vampírico; y no únicamente en un sentido luminoso, pues el ébano brillante de los vampiros cuya sangre oscurecía sus dermis le resultaba incluso más tentador, esculturas de obsidiana que reflejaban la oscuridad del alma de quienes los miraban. Que Olivia careciese de esa característica la acercaba a una humanidad que jamás se marchitaría, creando una fusión muy interesante para la Belleza, pero eliminando el componente de anomalía visual que provocaba el brillo perfecto de una piel sin rojeces. Incluso, pensó Andrea por un momento, incitaba el Hambre, pues implicaba la ilusión de alimentarse de un mortal con la vitae de un cainita, una ambrosía muy tentadora. Se apuntó mentalmente investigar acerca de este tipo de características poco habituales entre los hijos de Caín que, en el caso concreto de Olivia, podría tener algo que ver con su famosa creación.

Sus pensamientos florecieron hacia el exterior en un inconsciente y sutil gesto de pasarse la lengua por el labio inferior, sin llegar a ser marcadamente sexual o depredador, más bien distraído. En cuanto se dio cuenta sonrió con ligereza, como contestando al comentario de ella y le respondió:

- Me temo que los asientos están asignados y no sé dónde nos han situado nuestros queridos anfitriones. Sea ahora o más tarde sería un placer hablar contigo, madame Olivia, en un contexto totalmente informal, sin pretensiones.

Se dirigió a su Ductus, pensando súbitamente en Ness y David.

- ¿Dónde está nuestra guerrera más querida, mi Ductus? ¿Cómo se encuentra?

[Theazlin]

Ness y David Al final de la estancia, unos asientos -vacíos- más allá, cerca de la esquina, se encontraban Ness y David, que vieron a sus hermanos llegar y abordar a Olivia y a Bill sin percatarse de mucho más. Al final habían venido todos <<corriendo un riesgo considerable>> pensó David mientras desviaba la mirada para observar y sopesar a los posibles contrincantes de su hermana. Montreal era un baluarte del Sabbat y cada vez que veía reunirse a sus cainitas veía reforzada esa percepción. A su vera, más allá de Yasmin, estaban los Bibliotecarios, encabezados por Béatrice. Sin duda sus aspiraciones de conocimiento le acercaban en simpatía a esa cofradía casi más que a ninguna otra. En ese momento vio a Béatrice intentando sostener una conversación civilizada con La Rosa y Ágatha, algo que parecía imposible dadas las continuas insinuaciones, bromas e ironías que ambas, especialmente la ductus de Las Viudas, no paraban de decir. No alcanzaba a entender exactamente sus palabras pero la incomodidad de Béatrice y las sonrisas picaronas de las segundas hablaban por sí solas.

Ness, por su parte, parecía absorber con su mirada cuanto sucedía en la sala. Muchos de ellos eran mitos dentro de la secta, cainitas cuyos nombres sobrepasaban fronteras y que sabía, tal y como le habían explicado sus hermanos, especialmente Bill, que aunque la apariencia que mostraran aquella noche fuera más o menos civilizada, más o menos "normal", bajo esa piel se escondían verdaderos monstruos. Seres cuyos conocimientos, habilidades y dones sobrepasaban los limites de la imaginación. Formar parte de aquello; ser, aunque fuera, una pequeña porción de Montreal, la llenaba de orgullo. Si algo había aprendido del mundo de los videojuegos y de los Esports es que codearse con los mejores era la única forma de llegar a la cima.


Los invitados, la mayoría ya aposentados en sus localidades, conversaban. Algunos, como Pierre, lo hacían a viva voz, resonando su acento francés y sus improperios socarrones por encima del murmullo general; otros, como Benezri, guardaban silencio más allá de pequeñas conversaciones escuetas y a sottovoce con sus hermanos de Cofradía. Unos pocos pasaban inadvertidos, como Yasmin, cuya presencia podía pasarse muy fácilmente -quizás demasiado- por alto mientras que otros llenaban la sala sin decir nada, siendo el caso del Ángel de la Crueldad que, tras tomar asiento, había permanecido callado, observando. Faltaban los Ángeles Perdidos y todos sabían que, una vez llegaran, el rito organizado por Los Relojeros daría comienzo. Concordia a base de golpes, sangre y sudor; concordia nacida del enfrentamiento; concordia engendrada a través de los envites de bestias contra bestias, de monstruos contra monstruos, todos ellos observados por monstruos aún mayores. El Sabbat se preparaba para una noche de diversión.

[Darkhuwin]

De pronto, las luces del Zarpas y Cuchillos se bajaron al mínimo. Hubo unos segundos de revuelo, seguidos de unos pequeños fuegos artificiales rojos que aparecieron como de la nada, provocando unos petardeos como de traca inicial. Si alguno estaba mirando a Cotonbouché, sacerdotisa de los Relojeros, en ese momento y sabía que era la organizadora del evento, se habría dado cuenta por su expresión de que aquello no parecía estar en el guión. Luego, la música comenzó a sonar a todo volumen haciendo retumbar los bajos por todo el local. Era un ritmo hip hop con bases agresivas entrando a lo bestia, con escraches y voces en inglés y francés, masculinas y femeninas, haciendo cruces de mensajes violentos y lascivos, sobre el poder, la fuerza y el dominio. Y en pleno apogeo, apareció Valez surgiendo de un círculo de oscuridad, en lo alto de la escalera, sola, con un abrigo de piel de marta, el pelo engominado hacia atrás y gafas de sol oscuras.

Allí arriba, de pie, su corta estatura no le impedía mirar a todos sus súbditos desde la altura de su pedestal. Con las manos en las caderas, recorrió con la mirada el entorno de un lado a otro justo antes de que aparecieran a sus costados, Gharston Roland y Tobías Smith flanqueándola, junto a un tipo al que nadie conocía y Victor Sagan, que había salido a recibirles. Una entrada efectista, sin duda.

No tardó en deshacerse del abrigo de pieles, que un camarero tuvo a bien recogerle, lo que destapó otro tesoro escondido para la ocasión. Un vestido de noche entallado, color rojo sangre, con transparencias y joyas, que nada tenía que envidiar al de cualquier diva del pop del mundo de los mortales un poco pasadita de vueltas. Carolina lucía despampanante aquella noche. Estaba claro que se había tomado en serio su aparición en el ritual de concordia. Sus movimientos, sus saludos con la cabeza a algunos de los presentes, su bajada de por la escalinata; todo parecía perfectamente estudiado y ensayado. Incluso el más mínimo detalle de sus sonrisas.

Por descontado, sus dos rivales se revolvían inquietos es sus asientos. Alfred Benezri, claramente contrariado por su situación en el graderío, alejado de los suyos y totalmente rodeado de partidarios de Valez y Ezekiel, parecía encerrado en sí mismo, serio y silencioso, con los brazos cruzados en su localidad. No sería raro que aquello le pareciera preparado, como una afrenta hacia su persona y su posición de Obispo.

Por otro lado, la joven cobra, se había levantado de su asiento y aplaudía de forma exagerada y cómica la puesta en escena de la arzobispo, mientras negaba incrédulo con la cabeza. Incluso obligó a Frank a ponerse en pié y aplaudir, dándole un pescozón para que reaccionara e incluso se inclinase ante su superior.

Muchos más reaccionaron ante la entrada de la máxima dirigente del Sabbat de Montreal, muchos fueron los comentarios, las miradas, las expresiones que se cruzaron, las muestras de respeto y las mofas, porque la urbe estaba en crisis, como todos sabían. En una verdadera crisis política. El poder, que un día se estableció como arreglo transitorio, se había afianzado y mantenido durante más tiempo de lo que a muchos les gustaría…Pero ¿Estaba la ciudad de los Milagros Negros preparada para el cambio? ¿Había alguien más capacitado que la lasombra mexicana de los Ángeles Perdidos para gobernarla? ¿Serviría, de algún modo, aquel encuentro de concordia para sentar las bases para las nuevas relaciones entre sus cofradías? Victor Sagan y sus Relojeros, parecían haber apostado mucho por aquel rito ¿Habrían acertado?

El Show estaba a punto de comenzar…

[Nemo]

United We Stand - Divided We Fall anunció el comienzo del Ritual y William sacudió los hombros tal y como iba escuchando cómo progresaba la música, era un gesto muy humano pero hay cosas que años de inmortalidad no borran por mucho que se quiera.

Miró una vez más a la gradería desde la sala VIP en la que había estado intercambiando impresiones con Yasmín, un vistazo fugaz tratando de recordar quién estaba y quién no, donde se sentaban los presentes y qué hacían algunos. Demasiadas variabñes y el espectáculo de luces y sonido no ayudaba, con aquella propaganda Sabbat enfocada a los más jóvenes pues los más antiguos y poderosos eran demasiado cínicos a aquellas alturas como para verse afectados.

Las agujas del reloj comenzaron a moverse para marcar la hora señalada y él, parte del mecanismo, tenía que hacer su trabajo. Hasta un reloj estropeado acertaba dos veces al día, se dijo a sí mismo. Deseó suerte a sus Hermanos y se alejó del cristal.

Antes de salir de la habitación cogió sus gafas y se las puso cuidadosamente, se sujetó al pomo de la puerta cuando sufrió el retroceso místico y esperó a que la sintonización terminara. Levantó la cabeza y miró hacia las cuatro esquinas de la habitación para después poner su atención en la pequeña lámpara que arrojaba luz a la estancia, se concentró en las sombras que proyectaban los pocos muebles presentes y empezó a entonar un cántico en latín; conforme las palabras eran pronunciadas, William hacía ademanes como el que recoge una red de pesca salvo que su botín no eran peces sino las propias sombras de la sala. Al cabo de unos minutos, una figura esquiva cerraba la puerta de la sala VIP y comenzaba a bajar las escaleras que iban hacia la gradería.

[hella9]

La musica, el juego de luces , la aparicion de la Arzobispo y el comienzo del ritual. Si Ness estuviera viva , pobria haber sufrido algo parecido a la sobreestimulacion. Aun asi , podia sentir como su sangre empezaba a arder en su interior, su Bestia purgaba por salir a divertirse, el espectaculo de sangre y sexo con los humanos la excito hasta el punto de que podria haberse abalanzado al la arena, y el discurso de Bill no hizo mas que acentuar ese sentimiento.
Si David girara la cabeza hacia ella podria ver una amplia sonrrisa y los ojos clavados en la arena, lugar donde ella iba a demostrar su valia , sus habilidades a toda la secta.

Cuando la sacerdotisa de los Relojeros anuncio el inicio de los combates, Ness podia sentir como su Bestia actuaba como su corazon , golpeando las paredes de su pecho pugnado por diversion y espectaculo. Pero al darse cuenta de que Coton no habia pronunciado el nombre de su cofradia al llamar a las primeras contendientes, tuvo que relajar esos impulsos. Ahora iba a estar atenta y concentrada en el combate, estudiando los movimientos de las luchadoras pues ella podria acabar luchando contra una de ellas. "Caaalma, primero hay que tomarse un momento para ver la secuencia de movimientos del boss.. y despues atacar con todo." Penso. Un pensamiento dirigido mas a la bestia que anidaba en su interior que a ella misma.

Su excitacion era visible hasta para quien no pretendia verla, pues una permanente sonrrisa adornada con sus tambien permanentes colmillos, unos ojos fijos en la arena y una postura que podia recordar a la de un felino agazapado esperando el momento oportuno para saltar demostraban que la pequeña Punta estaba lista para la accion.