Un nuovo scopo [Racconto] (15-02-1990)

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Un nuovo scopo [Racconto] (15-02-1990)

#1

Mensaje por Corso » 08 Jun 2020, 00:56

Racconto para Ricardo, Fiorella y Marcelo.
Florencia.
15 de Febrero de 1990.



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Interior de la antigua fábrica "Pazzi e Figli":


Fiorella despertó con olor a quemado aún pegado a sus fosas nasales. El letargo diurno no había sido tan reparador como debiera y el recuerdo de las llamas de la noche anterior, no por extintas, dejaba de arañar su estómago desde dentro. El fuego, enemigo mortal de los cainitas, seguía removiendo a su bestia y tuvo que abrir los ojos y mirar a su alrededor un par de veces para constatar que en ese momento estaba a salvo; al menos, de las llamas. La proximidad del ayer y la incertidumbre del futuro la acompañaron un par de minutos hasta que puso los pies en el suelo, se levantó y fue hasta uno de los archivadores cubiertos de polvo que “amueblaban” uno de los despachos, en concreto el que le servía como habitación privada, de la fábrica abandonada que se había convertido en refugio comunal para ella y sus hermanos.

Una vez ubicada, pero todavía medio entumecida, cogió con ambas manos el exánime rostro que la miraba desde el primer cajón abierto y lo observó fijamente, perdiéndose durante un par de eternos minutos en sus propios recuerdos y en la irresolución de la nueva existencia que hacía relativamente poco tiempo acababa de empezar para ella.

La nosferatu era consciente de que si el destino no hubiese cruzado en su camino a Ignacio de Lima, probablemente, en ese momento, solo sería un puñado de cenizas olvidadas en las negras aguas de aquel canal de Venecia en el que su propio sire la había abandonado a su suerte; hacia menos tiempo del necesario para dejarlo de recordar. Una suerte que desde que nació a la inmortalidad la había esquivado como quien intenta no pisar el excremento de un animal. ¿Ella lo era? Se preguntaba entonces, cuando a solas en su cuarto se torturaba a sí misma entre gritos de dolor, henchida de culpa por saberse la causa de que su padre trabajase de sol a sol. Era cuando se sentía a punto de desfallecer ante la locura, cuando él regresaba a casa, colmándola de dolorosos y terribles cuidados derivados de un amor tan fútil, como la minuciosa obsesión que sentía por hacer perdurar el cuerpo y la apariencia de su musa, de su única y enferma hija; sin saber, pobre de él, que no había arreglo posible ni para ella, ni para una carne y unos huesos abocados sin remisión a la putrefacción y la deformación. Hasta que la culpa se convirtió en dolor, y el dolor trajo ansia, sangre y muerte.

Casi era una broma de mal gusto pensar que el destino, macabro y cruel en ocasiones, ya estaba gestando entonces el enjambre que Fiorella cuidaría con tanto mimo años después como insidioso designio futuro, pues aquel parricidio fue la ominosa transformación de su hija de oruga a mariposa; a pequeña polilla sangrienta, nocturna y letal.

"Farfalla", con suavidad, limpió la máscara de hollín, carbonilla y pequeñas gotas de sangre negra y reseca, trazando delicados y cuidadosos círculos sobre aquellas suaves mejillas de porcelana con un pañuelo de seda; un íntimo ritual que repetía noche tras noche antes de salir al encuentro de sus cofrades. Una pequeña sonrisa brotó en su cara aniñada, pero no con la inocencia que la apariencia de aquel rostro de cría podría hacer pensar, sino más incisiva.

Porque ahora estaba en Florencia, formando parte, al fin, de una familia inmortal que la aceptaba tal y como era, que la protegía y que, presuntamente, jamás la abandonaría. Una familia que albergaba grandes esperanzas en el papel, decían que determinante, que la joven Fiorella jugaría en el futuro no solo dentro de su Cofradía, sino del Sabbat. Fiorella sentía el peso de la responsabilidad sobre los hombros y en ocasiones esa carga era tan fuerte que sus pequeños huesos parecían temblar al sostenerla, porque ¿sería capaz de sostenerla? ¿y si no cubría con las expectativas de los demás? ¿La seguirían aceptando o volvería a convertirse en una niña inmortal tan prescindible y desechable como un juguete roto? Preguntas que, por ahora, ni ella misma quería precipitarse a responder.

Sin embargo, aún con todo, estaba viva, o al menos no muerta. ¿No era eso lo que de verdad importaba? Si hacía falta se recompondría cada noche adoptando cualquier papel que le permitiese seguir adelante. Cualquier papel; de la misma manera que su padre cambiaba de vestido a aquellas muñecas en las que la veía reflejada.

Casi había acabado de limpiar la máscara cuando escuchó movimiento en la planta baja de la fábrica y cómo alguien subía la escalera que llevaba hasta su cuarto. Entonces, encerró sus más íntimos recuerdos bajo llave y el eco de su memoria más cercana brilló en su mente como la chispa que inicia un nuevo incendio. El “toc-toc” de la puerta volvió a ensombrecer su ánimo durante un par de segundos. Como manada tenían una noche complicada por delante -todos sabían que incluso determinante para ellos - y, si era sincera consigo misma, no le apetecía lo más mínimo salir al encuentro de lo que iba a pasar; ni al del resto de sabbats que la estarían observando esa noche.

Fue una sensación breve y pasajera que duró hasta que se acercó hasta la puerta y agarró el picaporte, pero antes de abrir volvió a echar la vista atrás, como si en la habitación vacía alguien la estuviese observando. La pequeña Fiorella volvió entonces a sonreír, pero mucho más maliciosa, cruda y animal. Una mueca salvaje que quizá estaba dirigida a quien había ocupado sus últimos pensamientos. Algo así como un “¡qué te jodan, papá! No soy yo la que está pudriéndose bajo tierra”.

Después abrió, con la confianza de saber quién se encuentra al otro lado del dintel, y le dio las buenas noches a su Ductus.

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Ricardo se había conjurado a no soportar ningún tipo de duda esa noche. Ni se lo podía permitir ni era un cainita muy dado a ello. Menos aún en la situación en la que sus cofrades y él mismo estaban. Una situación complicada. Incómoda. Inusual. Y había que reconocerlo, muy probablemente, peligrosa. Era cierto que se había labrado cierta fama sirviendo junto a su sire, Ignacio de Lima, como “patrulleros” alrededor de Florencia y que se había ganado el respeto y la simpatías - si es que eso era posible - de buena parte del Sabbat que llevaba instaurado en la Toscana desde hacía siglos; pero Ignacio mucho tiempo ha que había decidido residir finalmente en su patria y, el español, ya no era alguien a quien recurrir cuando las cosas se torcían, al menos, no, directamente. Ahora, él era el único y último responsable de la manada de la que era Ductus y, como en la vida, ascender en la escalera de poder solía traer más responsabilidades que beneficios -en la muerte-.

Además, sabía que era el Ductus más joven de Florencia, lo que le convertía de facto en un pececillo nadando entre tiburones en un mar siempre pleno de carnaza. Para colmo de males, Alessa había abandonado la ciudad movida por la búsqueda del significado de uno de sus sueños; por lo que jugar la baza de la ambigua posición que esta aportaba a la manada se había esfumado como el humo. Mientras pensaba unos segundos en ella no pudo evitar maldecir los sueños de la malkavian y preguntarse si valía la pena darles cobijo en momentos como aquellos, ya que, al fin y al cabo, aún permanecía al amparo de su tutela. Finalmente cedió y sonrió, consciente de que bajo la locura de su hermana él mismo encontraba a una sacerdotisa que prometía con convertirse en un referente dentro de la Secta; si es que no acababa de perderse en ella finalmente. Aquella mujer -o mujeres encerradas en una misma mente – podía ser tan valiosa en sus profecías como peligrosa en sus formas; y nadie le podía asegurar que esa noche prevaleciese lo primero. “Quizá sea mejor así”, pensó, resignado a su ausencia.

Aunque, si se paraba a pensarlo un momento. ¿Qué era el sabbat sino la demostración constante de la utilidad y valía de uno? ¿La confirmación de que la fuerza y el poder se mantenía sobre las glorias pasadas? ¿De forma colectiva, pero también individual? Demostrar debilidad no es que no fuese una opción, sino que era algo semejante a intentar compartir un trozo de carne entre el resto de una manada de hambrientas hienas. Si él estaba llamado a ser uno de los líderes de Florencia, sería un líder fuerte y leal. Un Ductus respetado y capaz. O lucharía por serlo, pensó, no había más opciones posibles.

El nosferatu soltó la lija de carpintero que tenía sujeta en la mano y observó la talla de madera sobre la que había estado trabajando la última hora, alzando después la mirada hacia el reloj que colgaba en la pared, en la primera planta, sobre un enorme casillero que algún día había servido para fichar las horas trabajadas por los operarios de la fábrica. Se acercaba la hora de salir y aún tenía que hablar con Fiorella sobre algunas cosas. La noche anterior, entre fuego y sombras, la más joven de sus cofrades había tenido un primer encuentro con la cruenta guerra que la Espada llevaba librando contra los malnacidos de la Camarilla hacía incontables siglos; y le interesaba conocer de primera mano como eso había calado en el corazón Sabbat de su hermana de clan. Echó un último vistazo a su trabajo y asintió para sí mismo, conforme con el resultado. Sopló el cilindro de madera acabado en punta, liberándolo de polvo antes de colocarlo ceremoniosamente junto con los otros dos que ya tenía barnizados. El olor a barniz, aquellos trabajos artesanales, seguía siendo un bálsamo para el nosferatu y, además, prefería ser él mismo quien fabricase sus propias estacas; le daban ese toque...personal.

Sacudió sus manos y se encaminó a la escalera que daba acceso a los despachos de la planta superior. Aún tenían tiempo de sobra, pero mejor salir de allí temprano y que fuesen ellos quienes esperasen, que retrasarse y hacer esperar a algunas de las personalidades más insignes de la ciudad. Podrían hablar de camino al Palazzo Pitti y discurrir conjuntamente sobre la tarea que les había sido encomendada; y la forma en la que la llevarían a cabo, pues no era tarea fácil y sabía que muchas miradas caerían sobre ellos a partir de esa noche.

Casi sin darse cuenta había llegado al cuarto de Fiorella, quien, tras escuchar el par de golpes que le había dado a la puerta, apareció ante él con su máscara entre las manos.

“Es hora de irnos” – le dijo con seriedad, mirando hacia abajo, directamente a sus ojos. No era un cainita de muchas palabras, ambos lo sabían, pero quizá por primera vez, el tacto áspero de la piel de la pequeña nosferatu al tomar su mano le reconfortó de algún modo. Un gesto que no sucedía con mucha frecuencia, pero que Ricardo aceptó mientras bajaban la escalera, porque esa noche, más que incomodidad, aquel apretón era una llamada a atemperar los nervios de ambos; y demostrarse, mutuamente, confianza y apoyo ante lo que se les iba a pedir.

Abandonaron así el refugio, ocultándose por las calles como mejor sabían hacer. Dos siluetas retorcidas al abrigo de sus silenciosos pasos y sus secretas palabras.


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Celdas subterráneas del Palazzo Pitti:



Estás bien jodido...”hermano” – el recuerdo de esa última palabra, cargada de sarcasmo y desprecio, fue casi un puñetazo en plena cara de Marcelo. Era lo último que recordaba antes de que alguien – o algo- le provocase uno de los mayores dolores que había sentido en su vida antes de sentirse caer, como si su cuerpo estuviese conformado de plomo, en la oscuridad y la inconsciencia más insondable. No sabía cuánto tiempo había pasado desde entonces, pero el vívido recuerdo del rostro de Alberto al despertar esa noche, en una mueca de súplica porque lo que estaba pasando alrededor de ambos no fuese cierto, le decía que no demasiado. Una última mirada,la de su hermano de sangre, asustada e iracunda como jamás Marcelo le había visto y que prometía un futuro ajuste de cuentas entre los dos pese al último acto de la rota hermandad y del afecto que Gozza le profesaba hasta entonces; permitiéndole escapar de una muerte segura a manos de los mismos enemigos que ahora, con suerte, podían ser sus benefactores. Sin embargo, era cierto; tan veraz como que la traición de Marcelo al sire de ambos -y por extensión a la Torre- no se había llegado a materializar como estaba previsto. Algo que, sin ninguna duda, le había puesto precio a su cabeza bajo la supervisión de Iuliano.

“Hijo de puta”, pensó Gozza, apretando los dientes con fuerza, lleno de rabia y sin llegar a pronunciar el nombre de su sire; como si el hacerlo le fuese a llenar la boca de hiel. El recuerdo de la huida de aquel cabrón hizo que su cara se dibujase en el muro que tenía más próximo y, apretando el puño con fuerza, desató toda la rabia contenida en su interior para asestar un violento puñetazo que haría temblar la pared y le borraría aquella estúpida y amarillenta sonrisa...

...no llegó a golpear. Detuvo su brazo antes de hacerlo y, a medias sorprendido y furibundo, miró alrededor, preguntándose por primera vez dónde demonios estaba, por qué le ardían la costillas y, con más urgencia, si podría salir de allí.

Y, también, empezó a sentir el hambre. Un reclamo que le comía por dentro a causa de su encolerizada bestia que, como una manada de tiffosis hambrientos de violencia, rugía en su interior. No tardó en comprender que aquello era lo peor en ese momento, pues ni la sombra de Strazza, ni el saberse confinado, ni el desconocer dónde se encontraba restaban un ápice de esa puñalada de hambre que se le clavaba en las entrañas.

Entonces la vio. Una amenazante estaca con sangre fresca al otro lado de la habitación. Se abalanzó sobre ella llevado por el ansía, con intención de lamerla como un carroñero se alimenta de los huesos secos de un cadáver, hasta que la cadena que le tenía sujeto por el tobillo derecho hizo tope, tensándose y haciéndole perder el equilibrio hasta que, debilitado y un poco mareado, cayó hacia atrás. La rabia más pura brilló en sus ojos por un momento y después cayó presa de la frustración; tras comprobar que aun tirando con todas sus fuerzas de la cadena no iba a ser capaz de romperla y separarla de su gozne. Marcelo se las había visto muy putas, más veces de las que podía contar con los dedos de ambas manos, y distaba mucho de ser uno de esos tipos a los que se podía sorprender con lágrimas en los ojos, pero quizá, si había un momento para que la rabia diese lugar al llanto provocado por la desesperación, era ese. “Aguanta” – se concentró, intentando hacerse fuerte a base de golpes de su propia fuerza de voluntad, que no era poca – “Solo hay que esperar un poco más”.

Y como si alguien estuviese leyendo sus pensamientos, la puerta de la celda en la que estaba preso se abrió. Dos figuras emergieron a contraluz tras ella, una de ellas esbelta y delgada, de la que no podía descifrar su género y otra un poco más rechoncha, que emitía una frenética respiración. El brujah se replegó sobre si mismo arrebujándose contra la pared, intentando conjurar todas sus fuerzas para plantar batalla. A esas alturas ya sabía en manos de quién estaba y si la traición que había orquestado junto a sus captores le iba a llevar a la destrucción por fallida, no se convertiría en cenizas sin intentar llevarse a alguno de ellos por delante. Estaba preparado, siempre lo había estado desde niño, primero para rematar una pelota y después para hacer lo propio con cualquier cabeza que se le pusiese delante. Aunque no podía adivinar nada más allá de aquellas siluetas, se preparó para saltar, golpear, patear y morder a sus verdugos. Medio minuto de un silencio eterno se tragó el aire entre ellos, hasta que la voz de una mujer -o eso parecía- resonó con dulzura entre aquellas cuatro desnudas paredes.

- Eso no será necesario...de momento – la melodiosa voz se filtró por sus oídos como la caliente caricia de un súcubo, frenando en seco las intenciones del brujah – Espero que tu cuarto te haya satisfecho, querido. Te traigo la cena.

La mujer cogió por el pelo a su acompañante y tiró de él hacia atrás dejando su garganta expuesta. Un brillo metálico relució a ojos de Marcelo, rápido y certero, y el dulzor del olor a sangre derramada llegó de forma instantánea a su nariz precedido por una pequeña fuente escarlata. La mujer empujó el cuerpo hacia él de una patada y el recién llegado cayó a los pies del brujah tratando de taparse inútilmente la herida entre pequeños sollozos ahogados por su propia sangre.

- Come y después hablaremos, pero no tardes demasiado o tendrás que lamer del suelo como uno de esos perros a los que... ¿servías? - dejó la pregunta en el aire, pero no le dio tiempo para contestar, dejando claro que sería ella misma quien llegaría a esa conclusión - Al fin y al cabo... – siguió, apoyando su espalda en la hoja de la puerta, casi aburrida mientras Marcelo se abalanzaba sobre el cuerpo que poco a poco se iba desangrando - ...no queremos que te presentes con hambre ante tu posible – remarcó la palabra - nueva familia, ¿Verdad?

Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#2

Mensaje por Endimion1 » 09 Jun 2020, 18:20

Marcelo se lanzó, sumido en una vorágine de hambre y rabia, hacia el desdichado saco de zumo que sería su cena aquella noche. Como el animal hambriento que era en ese momento comenzó a beber de su víctima, sin mostrar miramientos, de la manera más salvaje y visceral de la que era capaz. Poco a poco el Brujah fue notando como se apaciguaba la bestia y se percato de que aquello podría ser una prueba a la que lo estaba sometiendo su captora por lo que, y haciendo acopio de toda el autocontrol y fuerza de voluntad que atesoraba en su interior, continuó alimentándose de una manera más "civilizada" hasta que dejó seco al humano. Tras ello, y lanzando el cuerpo sin vida a un lado, se limpio con la manga la sangre de su boca y se incorporó, para mostrar un porte más digno mientras comprobaba como sus fuerzas volvían a él. En aquel momento podría, usando sus dones, haberse zafado de los grilletes y haber tratado de escapar de su prisión, pero no era eso lo que quería; no deseaba mostrar su fuerza, no ante alguien que, sin protección y consciente del poder de Marcelo, había decidido bajar a liberarlo. Sin duda su captora, o captor pues era algo que no tenía muy claro aún, no le tenía miedo y se sentía más que capaz de controlar la vorágine de furia y fuerza que era el Brujah en combate. No había necesidad de mostrarle todo de lo que era capaz, no aún, dejaría que se confiase en su autocomplacencia...

-Así que una nueva familia... -contestó el Brujah con algo de sorna y altivez a su captora. En ese caso espero que no os parezca mal el permitirme asearme y vestirme adecuadamente, dicen que la primera impresión es la que cuenta y, si voy a conocer a mi nueva familia no querría dar la imagen de un animal hambriento y desarrapado. Todos sabemos lo que les sucede a los cachorritos que nadie quiere en las perreras y no querría correr esa suerte, no ahora que por fin me he liberado del yugo de Strazza. Además, si me quisierais muerto ya lo estaría ¿No es así? Marcelo dejó la pregunta en el aire, a tiempo que dejaba unos pequeños instantes para, seguidamente, continuar con su discurso. Por cierto, y dicho sea de paso, aún no conozco vuestro nombre, por lo que no sé como tengo que llamarte y, por ende, no puedo agradecerte este rico tentempié nocturno.

Marcelo aguardó a ver la reacción de su misteriosa captora. Sin duda su discurso no iba a caer en saco roto y, el ver como reaccionaba y como contestaba, sin duda le sería de ayuda para lo que estaba por venir...

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#3

Mensaje por hella9 » 10 Jun 2020, 00:44

Fiorella agarró suavemente la mano de su compañero de clan, no sin antes ponerse la máscara y arreglarse un poco la vieja peluca que ocultaban los restos de su antes hermosa cabellera. Ahora solo estaban ellos dos, y después de la noche pasada, lo último que quería hacer era dirigirse al “Palacio”.
Mientras caminaban por Florencia no pudo evitar mirarse en uno de los escaparates, su bonito vestido estaba manchado de polvo y desgarrado en algunas partes. Que horrible visión le devolvía ese cristal, la de una muñeca vieja y desgastada.
Así que, apretando un poco más la mano de Ojo Puto alzo un poco la cabeza y le dijo con un hilo de voz :
-“Podemos parar en algún sitio donde haya ropa? No quiero tener este aspecto delante de los demás... dijo mientras levantaba algunos jirones que quedaban de la falda de su vestido.Quiero dar buena impresión...

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#4

Mensaje por Horcado » 11 Jun 2020, 00:26

El camino que seguían serpenteaba por las calles de Florencia, buscando siempre las zonas peor iluminadas y menos concurridas del casco antiguo.
Nardone, caminaba apretando el paso, absorto en los problemas que podrían sobrevenir a la Manada a causa del caos generado en las últimas noches. La idea de recibir un castigo ejemplarizante por la sencilla razón de no haber acabado eficazmente la misión encomendada no le gustaba en absoluto. Mientras recreaba en su mente el gran incendio que “en teoría” debería haber cercado a aquellos siervos de la torre, podía notar levemente como tiraba de la mano de Fiorella de cuando en cuando, haciendo saltar sus pequeñas piernecitas para dar unos pasos para los que su cuerpo parecía no estar preparado.

-“Podemos parar en algún sitio donde haya ropa? No quiero tener este aspecto delante de los demás... dijo Fiorella mientras levantaba algunos jirones que quedaban de la falda de su vestido. Quiero dar buena impresión...”

La pregunta de Fiore sacó de su ensimismamiento a Ricardo, que primero miró a la niña y luego se observó a sí mismo. El largo chaquetón de tres cuartos con cuello alto también necesitaba un buen sustituto, pero estas dilaciones únicamente duraron unos segundos.
Aflojando el paso, Ricardo dejó de andar justo en el vacío entre dos farolas, se agachó para estar a la altura de la pequeña, y con una mirada severa le dijo mientras ella le miraba fijamente a los ojos:

-“Podríamos hacer lo que quisiéramos, pero hemos de llegar prestos al “Palacio”. Si no hacemos lo que ellos quieren, estos egoístas podrían cabrearse mucho más de lo que parece que están. - Ahora, tal vez no podamos darnos a una vida de lujos, pero sí te aseguro que eso esta noche, nuestros atuendos van a ser la menor de nuestras preocupaciones. Si esta noche somos capaces de mostrarnos tal cual somos ante ellos, seguro que salir de esta no será fácil, pero te prometo que te ayudaremos a encontrar más de un vestido para tus apariciones en sociedad”.

Dicho esto, Nardone se alzó para retomar el camino de manera lenta, casi perezosa. Esperando una réplica de Fiore ya que a sus ojos, no parecía muy convencida de tal imposición, pero con la decisión de seguir tirando de ella mientras charlaban.

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#5

Mensaje por hella9 » 11 Jun 2020, 13:35

Fiore se quedo callada, lo que su compañero le dijo tenia mucho sentido, pero no podia dejar de estar incomoda ante la idea de presentarse asi ante sus superiores.
Siguieron caminando, Fiore daba pequeños traspies pues los pasos de Nardone eran demasiado grandes para ella. Rapidamente se reponia y seguia el ritmo. Para quien no lo supiera, se podria decir que Fiorella tenia por piernas unas protesis, pues los años que paso en el taller de su difunto padre y sus "mejoras " hicieron que sus articulaciones sanasen mal haciendo sus moviemientos algo mecanicos , como si de verdad fuese una muñeca articulada.

Fiorella agradecia el moverse por la oscuridad, no soportaba imaginarse el terror que ella misma podia generar a los demas, por eso se esforzaba tanto en su aspecto. No queria ser un monstruo , y aunque entendia tambien la posicion de su hermano de manada, no podia imaginarse a si misma estando a gusto con su aspecto natural. Simplemente no podia. Reflexiono tambien sobre las palabras de Nardone, no era la primera vez que se veia en una situacion delicada y el haber fallado la mision tampoco auguraba nada bueno..No queria volverser deshechada y haria lo que fuera para ser aceptada asi como lo habia sido en su manada.

-T..tengo miedo. susurro casi para si misma.

Ya se podia ver el edificio del Palacio y los dolorosos recuerdos volvieron a ella. Esperaba no terminar esperando al sol esta noche..

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#6

Mensaje por Horcado » 12 Jun 2020, 00:03

Las palabras de Fiore, dejaron pensativo durante unos segundos a "Ojo Puto". Desde su punto de vista, parte de la misión se había completado...
Gracias a ellos se había destapado un negocio fuera de la vista de los señores Giovanni y en el que ni siquiera las serpientes tenían sus manos.
Aquello fue todo un hallazgo. La aparición de aquel "anarca" Brujah "Marcello" en el momento oportuno le dió una nueva dimensión a la misión.
La idea era eliminar a los sirvientes, como se hizo, y cercar al líder del negocio parecía el siguiente paso. Pero nadie contó con la inestimable ayuda de un tercer participante.
Un gran momento echado a perder con la huida de aquellos dos vástagos; el fuego cuando se expandió tampoco ayudó...
Cada uno salió por donde pudo, y nuestro benefactor Brujah, con una estaca bien clavada.

"Fiore, no deberías de preocuparte tanto. Hemos sido eficaces y estamos de una pieza. Debería ser motivo de celebración."

Al término de la frase, el frenético paseo al que había sometido a la pequeña tocaba a su fin. Las puertas del "Palacio" les separaban todavía de la incertidumbre y los desafíos a los que se tendrían que someter...

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#7

Mensaje por Corso » 13 Jun 2020, 22:09

Marcelo.

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La cainita, pues ya había constatado que era un ella quien había abierto la puerta, se mantuvo en silencio y le observó arrastrarse por el ansia. Marcelo solo podía intuir sus rasgos a contraluz, pero mientras se afanaba por saciar el hambre y así atemperar a su bestia, pudo sentir el peso de la mirada de su captora. No como ese aguijonazo que uno siente en la nuca cuando por mero instinto de supervivencia se percibe una amenaza latente, si no más bien como si a través del hecho de verle comer y actuar, en cierta manera, pudiese ser capaz de evaluar...algo; aun sin pretender Gozza despertar el evidente interés que ese hecho había suscitado en ella ni de qué se podía tratar.

Un interés que pareció ir perdiendo, poco a poco, mientras el Brujah iba hablando tras terminar de desangrar al mortal. La mujer, extendió los brazos hacia arriba juntando ambas manos y entrelazando los dedos, para después inclinar el cuello ligeramente a ambos lados; provocando un crujido de huesos mientras arqueaba ligeramente la espalda. Como si la altivez y la sorna en el tono de Marcelo fuese algo tan agostado a sus oídos que lo único que le provocaba era una apatía rayana al aburrimiento, fingiendo estar estirando su cuerpo para liberarse del abotargamiento que le producían.

- Créeme querido, tu aspecto es lo último que debería preocuparte. En lo que a primeras impresiones se refiere, tras la huida de Strazza y el resto de su progenie, digamos que ya estás bastante sucio a muchos ojos. Seguro que has oído eso de las monas que se visten de seda...

Marcelo, más rehecho tras la ingesta de sangre y con sus sentidos restaurados, pudo percibir que, aunque la mujer hablaba un fluido y más que correcto italiano -sin duda trabajado durante mucho tiempo- , su voz poseía las reminiscencias de un acento extranjero que no acababa de ubicar; aunque le evocaba a alguno de los países del Adriático.

Una sucinta y dulce risita, que no por breve dejaba de ser significativa, precedió a un par de pasos y a la exposición al completo de su figura. Sería la primera vez de las muchas que Marcelo iba a ver a la cofrade de La Divina Comedia. Alta y desgarbada, de apariencia joven, facciones suaves y un prístino color azul cielo en sus ojos bajo una corona de trigo a medias oculta por un característico sombrero. Este último casaba con el resto de su vestimenta, semejante a la de los neohippies o el movimiento grunge del principio de década. Un look acentuado por varios collares y cadenas colgadas del cuello, junto con media docena de extraños anillos, brazaletes y pulseras repartidos entre ambas manos y brazos. Sin embargo, la profundidad de su mirada la alejaban por mucho de los ochenta y noventa.

Su sonrisa, pícara y socarrona, era hipnótica, sin duda atractiva; una nívea invitación abrigada por dos finos labios a jugar al gato y al ratón; aunque algo en ella decía que aquella mujer estaba acostumbrada a ejercer más el rol del gordo felino de Chesire, que el de Alicia.

- ¿Matarte? ¿Tan pronto? - preguntó, siniestramente entretenida - Demasiado rápido y poco divertido – un nuevo par de pasos la acercaron más hasta Gozza – Seguro que algunos de mis hermanos te darían otros “usos” antes de eso.

La inconcreción de la palabra era verdaderamente temible. Marcelo sabía lo despiadada que podía llegar a ser la Torre, pero había escuchado suficientes historias sobre el Sabbat – algunas en la misma Florencia - como para saber que los métodos de la Camarilla se podían quedar en meros juegos de niños en comparación a ciertas habilidades que guardaban aquellos monstruos. Sin embargo, el brujah, controló el estremecimiento que hizo mella en él y aún sin plantarle cara -algo que sabía que era una completa locura – mantuvo la mirada de la mujer con más entereza de lo que lo habrían hecho muchos de aquellos a los que había traicionado - quizá porque estaba moldeado de una pasta que aguantaba mejor la presión - cuando esta se puso en cuclillas para observar con detenimiento su rostro.

- Pero sí que voy a concederte mi nombre. Me llamo Giuliana – le dijo, sin perder la sonrisa y levantando el sombrero levemente, con cinismo, antes de volver a dejarlo sobre la cabeza - y este era...- bajó la mirada hacia el cuerpo exánime que yacía a pies de ambos - ...bueno ¿Acaso importa? - después volvió a mirarle directamente a los ojos - No cachorrito, no. Nadie va a matarte, al menos por ahora. Y, en todo caso, no sería una decisión sujeta a mi criterio, ni será antes de que otros puedan ver cómo mueves la cola. Así que, no te confíes en exceso – Giuliana le guiñó un ojo antes de ponerse de nuevo en pie y preguntarle directamente.

- Dime ¿Cómo pudo escapar tu sire ayer? ¿Dónde puede haberse escondido esa rata? Hace dos horas que hicimos arder su refugio hasta los cimientos, pero no hemos encontrado rastro suyo. Ni de ese hermano de sangre tuyo que le acompañaba. El tal...Alberto. Otro cachorrito más que salió corriendo en lugar de morir plantándonos cara. ¿Mmmm? Y, por favor, ahora que te has alimentado, no seas parco en detalles...


Fiorella y Ricardo.

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Los dos nosferatu llegaron a las puertas de Palazzo justo para ver cómo una de las caras más conocidas de la Florencia cainita atravesaba los jardines Boboli. Se trataba del Ductus de Los Iluminato, y Obispo de la ciudad, Francesco D´Abraccio. Ambos sabían que el malkavian era una de las piezas claves por las que el Sabbat había conseguido perdurar durante siglos en Florencia y, también, que pese a la maldición que arrastraba su clan nunca había tenido confrontación alguna con la Arzobispo, ni el resto de Cofradías. Al menos, ninguna que hubiese trascendido y hecho “pública”.

Su paso era como solía ser; vivo, pero sin llegar a caer en lo apresurado. Nota de alguien acostumbrado a caminar y sentirse como en casa entre aquellos senderos de tierra, como un cortesano pasea por un dominio amigo, bajo la inerte mirada de las esculturas renacentistas distribuidas por todo el inmenso y bello jardín. Francesco no cogió el zigzagueante camino que llevaba a las grutas, sino el más recto; el que pasaba junto a la fuente de Neptuno y la escultura de la Diosa Fortuna.

Fiorella, aun a lo lejos, pudo comprobar que el Obispo seguía llevando su hábito religioso; el mismo atuendo que llevaba la noche en la que fue presentada al Sabbat local bajo el ala de Ignacio de Lima y su actual Ductus, Ricardo. Aunque el pequeño “bicho” no había vuelto a tener un trato asiduo con él tras aquella noche -exceptuando los Autorictas y algún que otro rito menor -, guardaba un recuerdo bastante más agradable del que atesoraba para con algunos del resto de sabbats de Florencia. Al menos, en aquella ocasión, D´Abraccio le había dispensado un trato más cercano que los demás. Pero nada tenía que ver esa noche con la actual; y poco podía saber Fiorella sobre qué ánimo tendría el malkavian en las próximas horas. Al fin y al cabo, era el Obispo y, por desgracia, los infiltrados de la Torre habían escapado casi delante de sus propios ojos, algo que no les posicionaba demasiado bien en ese momento. Aún así, más vale malo conocido que…, pensó, todavía sujeta de la mano de su Ductus.

Ojo Puto, también reparó en la inminente entrada del obispo, pero más le llamó la atención quien caminaba una decena de metros tras él. Puede que a su pequeña cofrade le costase más darse cuenta, pero, para un ojo más entrenado como el suyo, la sombra que precedía a la mujer a la que estaba mirando no parecía...ser natural. La recién llegada, en contrapunto a su predecesor, caminaba de forma pesada, aunque sin perder el porte regio característico de su linaje. Como si se hubiese visto arrastrada hasta allí más por deber y obligación que por verdadera apetencia; aunque, por supuesto, aventurarse a poner en voz alta tal conjetura sería una insensatez, le habló su buen juicio a Nardone.

Marcela Carini, la flamante nueva Ductus de la Spirale de Dante tras la desaparición de su sire y ex ductus de la misma, Marco, penetró en el Palazzo dejando atrás su propia sombra -literalmente- y sin echar la vista atrás.

-Es asombrosa la rapidez con la que su casa se acostumbra al cambio – apenas susurró una voz a espaldas de ambos, no sin cierta ironía.

Quien hablaba tras Ricardo y Fiorella era un hombre que rondaba la cincuentena. Modestamente ataviado con un simple pantalón y camiseta negra de cuello redondo. Su tono y sus formas transmitían gran serenidad y confianza en sí mismo; la de alguien acostumbrado a separar el grano de la paja y llevar una vida en la que no tenía cabida lo superfluo. Alguien que rezumaba pulcritud, austeridad y conocimiento.

- Buenas noches, hermanos – les saludó Enrico Greco, cofrade de Los Iluminados – Si no os importa, Ductus Nardone, os acompañaré a Palazzo.

Miró sucesivamente a Ojo Puto y Fiorella e inclinó levemente la cabeza ante cada uno.

- Larga fue la noche de ayer y aún puedo oler el humo impregnado en vuestras ropas. Lamento no poder decir lo mismo de Strazza y los suyos. Una misión fallida que, sin duda, debería servirnos a todos de algo – con un suave gesto de mano les invitó a reanudar la marcha hasta la entrada.

- Imagino que poco habréis podido descansar, aunque llegáis pronto y eso, en lo que a mi respecta, siempre es un punto a favor. - una vez en marcha, bajo la aparente tranquilidad que emanaba de Enrico, este inquirió - He oído que esta noche recaerán en vosotros ciertas nuevas responsabilidades. ¿Os sentís preparados y estáis dispuestos para asumirlas? - No parecía haber reproche en sus palabras, sino cierta curiosidad y, quizá, un ápice de preocupación que aun siendo levemente perceptible no conducía a asegurar que fuese provocada por ellos. O solo por ellos.

Marcelo Gozza (Endimion1)
Brujah antitribu

Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#8

Mensaje por Endimion1 » 14 Jun 2020, 20:58

Marcelo escupió al suelo, con cara despectiva, al escuchar el nombre de su sire de boca de Giuliana. Aquel estúpido vejestorio, que parecía tener un palo de escoba metido por el culo, había sido el responsable de todo lo que había pasado y de que se encontrara en aquella precaria situación. No obstante, y según como se iban desarrollando los acontecimientos, no tenía tan claro que la cosa pintara tan negra para él. La información era poder, era una de los pocas cosas que había aprendido de sus años al servicio de Strazza, y el saber utilizarla de manera correcta era un arte del que tendría que ser un virtuoso si no quería que su cabeza se separara de sus hombros o que aquella estaca, que aún tenía trazas de su sangre, volviera al lugar de donde había salido, quien sabe si para siempre...

... El brujah tomó una posición cómoda, pues era consciente de que había mucho que contar, sentándose en el suelo y mirando a su interlocutora con cierto donarie, despojando de su rostro cualquier rastro de miedo o precupación. Necesitaba transmitir la confianza en sí mismo que tantos éxitos, tanto en el la vida como en el deporte, le había dado y, con un poco de suerte, podría salir de allí de una pieza y continuar con vida.

-Así que Giuliana, diría que es un placer el conoceros pero, si bien es agradable vuestra charla y compañía me temo que la situación que tengo ahora mismo no es de lo más "placentera", como comprenderéis. -dijo Gozza de manera socarrona y dibujando una sonrisa de indiferencia en su rostro. Así que queréis saber de ese vejestorio y de mi "antiguo" amigo... De por qué no están reducidos a cenizas y, de que manera, podemos enmendarlo. Bien, no tengo problemas en compartir esa información, al fin y al cabo el enemigo de mi enemigo es mi amigo, pero os recomiendo que os pongáis cómoda, me temo que es una larga historia...

Marcelo se mantuvo, usando su fuerza de voluntad, todo lo tranquilo y relajado que le fué posible, mostrando aquella fachada de hombre socarrón y confiado de sí mismo. Había oído historias, rumores más bien, a cerca de los Sabbat, de como valoraban la fuerza y la confianza en uno mismo; si quería unirse a ellos, como había sido su plan desde el principio, tendría que ganarse el favor de aquella mujer primero.

-Iuliano Strazza, el prometeano como el mismo se definía, es, como bien sabéis, aquel que tuvo a bien despojarme de mi débil condición humana y convertirme en aquello que soy ahora. Conocí a ese viejo pusilánime, que se preocupa más por el subterfugio que por actuar por sí mismo, a finales de la década de los sesenta, cuando buscaba trabajo en los bajos fondos de la ciudad, aún siendo un pobre humano. Se me presentó como un pequeño capo local, que acaba de llegar a la ciudad y que pretendía hacerse con el control de un territorio, para lo cual tenía que quitarse de en medio a un puñado de competidores y tomar lo que les pertenecía. -comenzó el Brujah. Durante los tres años siguientes, y siendo desconocedor de todo lo que se refería al mundo de los vástagos, trabajé codo con codo con Alberto, un perro desgraciado al que tomaba por mi amigo... mi hermano.

Poco a poco el tono de Marcelo fue dacayendo, de manera intencionada, de la rabia que sentía al recordar a su hermano de sangre a la melancolía, para mostrar su tristeza por la traición de su amigo. El ex futbolista florentino mantuvo a Alberto fuera de la emboscada para acabar con su sire, pues suponía que con Strazza fuera de juego su amigo le seguiría en su nueva senda, pero por desgracia había subestimado la inteligencia de su hermano y este se había presentado en mitad de la refriega, trastocando todos los planes de Marcelo.

-Tras este tiempo nos llegó el momento, Strazza nos encomendó una misión con la que pretendía dar el golpe de mano definitivo a sus enemigos, los Grimaldi, quemando el mayor de los almacenes de contrabando que estos últimos tenían. -repuso tras una pausa el Brujah. Tuvimos éxito y, a duras penas, salimos de allí, malheridos, y regresamos hasta la base que, por ese entonces, tenía Iuliano en la ciudad. Teníamos la esperanza de conseguir, tal y como nos había prometido, la recompensa por nuestro trabajo, que no era otra que la de formar parte del escalafón más alto de su organización y convertirnos en sus colaboradores más cercanos, y justamente eso fue lo que sucedió. Tras hacer que sus hombres sanaran nuestras heridas se presentó ante nosotros a la siguiente noche y nos abrazó para, varios días después, una vez se completó nuestra transformación, reunirse con nosotros y llevarnos con él a Innsbruck, en la región del Tirol, en Suiza.

Marcelo se detuvo, en aquel momento, para volver a acomodarse, cambiando la postura de sus piernas para evitar que se le entumecieran, y mirando nuevamente a su interlocutora, la cual suponía que estaba atenta y mostraba interés por su relato, si bien era cierto que sus anodinas facciones hacían difícil que pudiera escrutar su rostro.

-Una vez allí, y estando al amparo de la Camarilla. -continuó Gozza escupiendo al suelo con aquella última palabra. Pasamos los primeros años de nuestra no vida, preparándonos para algo de lo que no éramos conscientes y aprendiendo, a la burda manera de Strazza, a controlar nuestros recién obtenidos dones. Pasado ese tiempo se nos comunicó que debíamos volver a Florencia, a retomar y terminar el trabajo que, a finales de los sesenta, Iuliano había comenzado. Al parecer la resistencia encontrada fue mayor de la esperada y supongo que viendo su propia incompetencia para esa tarea si la retomaba de forma solitaria, algo que sin duda no admitirá jamás ese carcamal, había decidido hacerse de dos manos que hicieran el trabajo por él, bajo su supervisión, por supuesto. He de decir que no me desagradó, en un principio, la idea, pues como bien sabréis las raíces de uno siempre le reclaman, pero he de decir que ni las formas ni todas las restricciones que puso a nuestro desarrollo eran de mi agrado. Su cobardía ante los humanos, que ya ves que miedo deben darnos a seres como nosotros, me quemaba la sangre y, con el paso del tiempo, decidí que aquello no era para mí.

El Brujah hizo un nuevo inciso, para aclarar su garganta, antes de continuar con su relato.

-Como os iba diciendo nos establecimos, hace cinco años, al norte de la ciudad, en las afueras, en una pequeña villa. -continuó Marcelo. Poco a poco, y realizando misiones de sabotaje y subterfugio, Strazza fue ganando notoriedad y peso en la ciudad, mientras que Alberto y yo nos manteníamos en las sombras, como los brazos ejecutores del nuevo y ambicioso capo de la ciudad. Nos terminamos estableciendo en el almacén quemado la pasada noche, que sería finalmente nuestro centro de operaciones, y lo demás, bueno, no quisiera entrar en detalles para no aburriros, pues entiendo que ya lo conocéis; solo decir que me puse en contacto con agentes del Sabbat de los que tuve conocimiento a través de la red de contactos del vejestorio y organicé la emboscada. Por desgracia, y dado que no contábamos con la intervención de Alberto, que debía estar con sus hombres en el otro lado de la ciudad, Strazza y el traidor de mi hermano consiguieron zafarse, justo cuando el anciano estaba listo para ser aniquilado para siempre. Sobre donde están, me temo que no lo sé. Quizá estén en la villa de las afueras lamiéndose sus heridas pero me temo Strazza es una serpiente astuta y Alberto aprendió mucho de él. Supongo que habrán puesto tierra de por medio y vuelto con el rabo entre las piernas hasta Suiza, para salvar su pellejo y rendir cuentas, pero está claro que volverán, según tengo entendido los jefazos de la Camarilla están muy interesados en Florencia. Además, ninguno de los dos es amante de dejar las cosas a medias y, sin duda, tendrán tantas ganas de verme muerto como aquellos a los que os referisteis antes...

Gozza aguardó, entonces, a escuchar las palabras de su captora. Le había dicho aquello que quería escuchar, si bien quedaban aún detalles, matices, localizaciones, pisos francos, etc... que no había rebelado aún y que, con un poco de suerte, serían su salvoconducto y le permitirían, al menos hasta que se ganase la confianza de sus nuevos aliados, seguir con vida...

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#9

Mensaje por Horcado » 15 Jun 2020, 21:49

Nardone, sorprendido por la literalidad y la franqueza de las palabras escuchadas, no puede evitar lanzar una sonrisa.

-"Buenas noches, ductus Enrico. Es bueno que nos podamos permitir afrontar desafíos que en otras épocas nos llevarían a tomar a todos decisiones más drásticas." - Con un gesto más de fastidio que de camaradería, Nardone prosigue:  "Es momento de relajarse y oir; pero no por ello voy a acomodar en mí la idea de que aquellos que huyeron, posiblemente lo hicieron gracias a la superioridad que les otorgaba cierta información que a última hora dio al traste con la operación que llevabamos a cabo. Esto claro está, si no le ha llamado la atención a nuestro líder y nos ordena buscar tanto a los fugados como a quienes les filtraron que se iba a dejar específicamente un frente abierto para la huida de Marcello."

Haciendo un gesto elocuente hacia Enrico, Ricardo cambia su actitud y, con mirada lisonjera, baja su vista hasta Fiore, para decirle en un tono de voz apenas audible únicamente por ambos: -"Parece pues, que aquí todo el mundo sabe que tendremos un nuevo hermano antes de que acabe la noche, y eso ni es bueno, ni es malo, pero podría ser un problema que Alessa no esté aquí para iniciar la adhesión."

Nardone hace una pausa didáctica y retoma la mirada severa que siempre causa a Fiorella bienestar por su franqueza.

-"No te fíes mucho más de tus hermanos de secta de lo que lo harías de tu sire...
El Sabbat es por lo que estamos aquí, y es tan antiguo como el folclore y las tradiciones que preservamos con pulcritud. Por éso, hubiera sido importante la presencia de Alessa aqui, por que es la idea que el Obispado tiene de nuestra cofradía, hasta un punto que tú solo puedes atisbar"


Nardone conserva entonces la mirada severa para observar a su lider, y esperar a que comience el evento.

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Re: [Racconto] Un nuovo scopo (15-02-1990)

#10

Mensaje por hella9 » 17 Jun 2020, 22:35

"No te fíes mucho más de tus hermanos de secta de lo que lo harías de tu sire..

Las palabras de Nardone tomaban un significado mas profundo para Fiorella, su sire nunca fue alguien de confianza, por lo tanto no sabia muy bien como era eso de confiar en alguien. Solo podia hacer algo parecido a ello con los miembros de su manada.. si es que conseguia confiar en ellos del todo..

Asi pues, Fiore se quedo agarrada a la mano de su hermano, agachando la cabeza y dejandose llevar por aquel Cainita que habia aparecido tras ellos.

Cerrado

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