(C) La extraña muerte de Esteban Espinosa

[Livia]

- Nuestra vida -dijo, haciendo hincapié en esa palabra. Podía ser que no estuvieran vivos de una forma convencional pero era alguna clase de existencia. Además, Eva siempre tenía largos debates sobre el uso de ciertos términos y no-muerte era uno de ellos. Aunque en ese momento, el tono de su voz indicaba que deseaba recalcar otras cuestiones más personales - es valiosa. Aprecio cada segundo de nuestra existencia.

Sintió la necesidad de desprenderse de lo que traía del exterior. Estaba incómoda, como si llevara la ropa muy sucia o
hedionda. Cuando no estás vivo ni muerto, no te das cuenta de algunas cosas, como que tienes colgada del hombro una mochila. La dejó en los escalones poco después de darse cuenta que estaba allí. El sonido de la cremallera de la mochila abriéndose rompió el breve silencio en el que se había sumergido. Rebuscó unos breves instantes, y encontró en el interior una bolsa de plástico.

- Siento muchísimo traerte problemas, peligros y preocupaciones. Es todo lo contrario a lo deseo, por lo que regresé -dijo, con sinceridad. Poco después estaba sentada, deshaciendo el nudo de las zapatillas para quitárselas, pisando una con otra en cuanto los cordones estuvieron más flojos. Tras la desaparición de los calcetines, colocó los pies descalzos en el escalón. Se miró las uñitas, preguntándose en qué momento había decidido pintárselas con esmalte negro. Metió aquellas cosas junto a la sudadera y el pantalón en la bolsa, con poco cuidado. Se abrazó las rodillas, y apoyó sobre ellas la cabeza. -Pero no voy a permitir que conviertan nuestra vida en una pesadilla como quieren, ni que tumben nuestros propósitos

En ese momento, Eva comenzó a hacerse una trenza en el pelo rizado, la dejó colgando sobre un hombro. Lo miraba con aquellos ojos de expresión dulce, la misma expresión serena y sonrisa cálida de cuando solo era una chica sentada en un porche.

- No te dejes ver - dijo -. No creo que sea bueno que te fichen a ti también. No te arriesgues, por favor. No sé si voy a tener mucho tiempo después de esta noche -continuó, pensativa - Pero quizás podamos coordinar señuelos para hacer algo chulo. El pobre Rocinante ahora es un cadáver sin identificar. Había pensado en usar su matrícula junto a una copia para crear un par de fantasmas. En hacer algunas copias de la tarjeta del teléfono e intentar endilgar los móviles tras programar algunas rutinas para que hagan una búsqueda que llame su atención. ¿Qué te parece?

[Variable]

Daniel meditó unos instantes, mientras ella se ponía cómoda. Su expresión era pétrea e inmutable, como siempre.

- Eva -dijo el vástago, con lentitud-. No llevo metido en esto dos meses. No te preocupes, trabaja tu parte y yo haré este refugio seguro. Tengo recursos más que de sobra para conseguirlo... Confía en mí como yo confío en ti.

Sobre los móviles, Daniel nunca había demostrado ser muy experimentado. Aunque no varió su expresión, se encogió de hombros ante todo lo que Eva le contaba de los móviles.

[Livia]

Alargó la mano para tomar la suya por segunda vez esa noche. Durante un momento, se había mostrado más tímida, avergonzada porque no había deseado dudar de él y ofenderlo. Dentro de ella, se había instalado un fuerte instinto de protección hacia los suyos, por muy joven e inexperta que fuera le costaba verse como tal. Pero por mucho que se esforzase en intentar controlar todo, anticiparse a los problemas, debía soltar y confiar en su compañero. Tenía razón, ¿qué iba a saber ella, que apenas acababa de dar sus primeros pasos, de cómo cuidarse en ese sueño oscuro?

- Confío plenamente en ti. Mucho más que en mí - dijo, llevándose la mano, que sostenía con suavidad, a los labios para volver a depositar un breve beso en el dorso, apenas un roce de labios en un gesto con el que expresaba confianza, humildad y afecto. Cuando alzó la mirada, se quedó con la vista fija en sus ojos. Es lo que hacía siempre, leer lo que había en ellos, más allá de lo que contara la falta de expresividad de su rostro. - La vida es extraña -continuó, con una sonrisa dulce-. Todo parece igual pero es diferente, nada es como debería. La lógica me falla. Lo que sé apenas vale. Todo lo que existe parece que reacciona negativamente ante mi presencia. Se resiste, se tuerce o muere....

Agachó la cabeza. Llevaba mucho tiempo peleándose con el jardín porque se había propuesto hacer de ese sitio un lugar hermoso. Había intentado plantar flores ornamentales, pero Borrón las arrancaba. Decidió luego plantar un rosal espinoso para evitar que el mezquino animal lo molestase, pero ninguno parecía querer arraigar y tras muchos esfuerzos, lo que había florecido daba unas rosas enfermas. Hasta que decidió dejar de molestar a los seres vivos del jardín, o lo que quedaba de ellos, porque encontraba los restos devorados de las desafortunadas aves, roedores y felinos que se colaban allí. Lo había atribuido a Borrón pero sus perras también tenían la culpa, aunque ella no había hecho que las instruyesen para eso. La noche anterior había visto a Berganza correr y usar el tronco de un árbol para impulsarse y atrapar a un desafortunado murciélago que volaba demasiado bajo.

- Quizás solo sea una apreciación mía - dijo, con el ceño levemente fruncido. Miró hacia las perras, que estaban allí con los ojos clavados en ella. Parecían tan normales pero estaba segura que como alguien saltase el muro o un repartidor entrase sin tenerlas sujetas, iban a terminar como el murciélago. Les dio la orden para que regresaran a vigilar la casa. Su presencia comenzaba a disgustarla-. Nunca he sido supersticiosa pero comienzo a entender por qué los nuestros creen en deidades.

Había sido una noche muy larga. Desde allí no podía ver el cielo cambiando su tonalidad, pero podía imaginarlo. Lo recordaba tan bien como si fuera ayer mismo el último día en el que había contemplado un amanecer. Podía rememorar sin esfuerzo lo que se sentía, porque n fue ayer pero había sido reciente. ¿Meses quizá? Eva se puso en pie, sosteniendo aún su mano con suavidad. Pronto sería hora de ir a dormir, le resultaba raro llamarlo de otra forma, aunque eso no era un descanso solo una desconexión.

- Esta noche han venido a verme del Círculo de la Bruja. Querían que me uniera a ellos - dijo, mientras avanzaba hacia él-. ¿Crees en Ella?

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Daniel frunció el ceño.

- ¿Quién te ha contactado? -eso sí que pareció sorprenderle... y desagradarle-. Del Círculo conozco algunas cosas, creo que el poder de la fe es importante, aunque me temo que a estas alturas me queda claro que no hay ninguna deidad que pueda ayudarle a uno con su vida... Ni que establezca ningún tipo de justicia karmica.

Hizo una pausa, y repitió.

- ¿Quién te ha contactado?

[Livia]

Le acababa de quedar muy claro que, como había calculado, el Círculo de la Bruja no iba con él. Hasta ahora solo había conocido al Lancea, por libros. No había hablado nunca con ninguno, aunque suponía que le iba a tocar, no le apetecía lo más mínimo conocer a ningún lancero.

Pero, ¿qué pasaba con esa Bruja?

- Sam - respondió- Sam y esa cosa... Pulgoso. Bueno, Pulgoso estaba muy ocupado comiendo.

Le había mirado con inocencia pero luego, comenzó a mostrarse preocupada.

- ¿Es algo malo? - preguntó, sin terminar de entender-. ¿Qué pasa? ¿Sucede algo con esa gente o...?

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Daniel giró la cabeza y maldijo.

- Son gente peligrosa, Eva -dijo-. No te juntes con ellos, no les pidas favores. ¿Te ha visto alguien con ellos?

[Livia]

- El hombre de la pantalla - respondió, con sinceridad, considerando que era mejor no callar - Sam es el primer vástago que conozco. No me he topado con nadie más, que yo tenga conocimiento. Ellos podían verme aunque yo no quisiera.

Agachó la cabeza, con el ceño fruncido. Justo lo que le hacía falta: un puto problema más. Como si su vida fuera sencilla. Porque ya no le iban a salir canas, ni patas de gallo, que si no... Pero no terminaba de entender, ¿qué era tan grave? ¿Sam la había engañado? ¿Qué estaba pasando?

- ¿Quiénes son? Conocía a mi padre. Tuvo tratos con él- se mordió el labio, con expresión preocupada. - ¿Es muy... grave?

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- Es grave -dijo Daniel-. Es mejor que no trates con ellos, que los evites. Si alguien de la Estirpe te ve en compañía de uno de los del Círculo, pueden desatar la Ley del talión sobre ti. Y no dudes que esconderse de la Estirpe y de los Otros es tarea casi imposible para alguien como nosotros... Indagaré entre los nuestros, para saber si tu padre tenía problemas o fue acusado de herejía en algún momento.

[Livia]

- Así lo haré. -Lo que expresaba el rostro de Eva era una mezcla de incredulidad y preocupación. Incluso lo miró de aquella forma tan característica, con unas pequeñas arrugas entre las cejas y los labios entreabiertos mientras movía la cabeza. Esos conceptos eran algo complicados de asimilar para una intelectual del siglo XXI. Pero solo tuvo que contemplar sus ojos para que abandonara la fuerte necesidad de desobediencia que le estaba pidiendo el cuerpo. No estaba allí para montar una revolución. Estaba allí por otros propósitos que nada tenían que ver con ninguna de esas cuestiones. Volvió a mirar sus ojos y se mostró serena y resignada-. Haré lo que deba hacer. No quiero traernos problemas. Creo que necesito aprender qué está bien y qué está mal, qué es educado, qué es apropiado en esta sociedad para no provocar más.

Se mostró algo retraída, pensativa porque se sentía mal por lo sucedido. No es que tuvieran precisamente una vida relajada con unos enemigos ya ganados, pero tener encima todo lo que había heredado de su padre. Estaba comenzando a pensar si su padre no estaría actuando de agente doble para los Otros. No, no podía ser porque tenía una adicción y, bueno, tampoco un vínculo claro -que se supiera. Pero, ¿cómo había obtenido la tarjeta de Ferrero?

Mi padre investigó para él alguna vez. Supongo que si aceptó, o bien le parecía que Sam era un cliente fiable o demuestra que mi padre no discriminaba mucho a sus clientes más allá que tuvieran vitae con la que poder pagarle. Mencionó que andaba metido en asuntos turbios y al Príncipe - se detuvo para observarle - También me protegió en el centro de operaciones de los Otros, eliminó a los que estaban dirigiendo mi búsqueda y captura, pero no le debo nada. Ayudarme era una de las razones por la que le habían enviado a buscarme, por cuestiones de su deidad.

Se quedó mirándolo con la misma cara con la que había mirado a Sam cuando le explicó aquello. Básicamente, una expresión que venía a decir que si, en ese instante, de su refugio aparecía un cristo drag queen vestido de conejo subiendo las escaleras hacia la cocina mientras cantaba el Mamma mía, se lo iba a creer como cierto y totalmente normal. ¿Qué era normalidad a esas alturas? Entornó los ojos, contemplando el techo, entreabrió la boca con expresión de cansancio. Cómo añoraba simplemente que no pasara nada. Ver pasar el tiempo, acumularse el polvo detrás del triste mostrador de su librería.

- ¿Qué pasará ahora? - dijo, para luego continuar con lo que realmente pensaba, lo que la inquietaba - Es evidente que mi padre tenía problemas y creo que son muy gordos y los he heredado. No sé qué sucede, ni sé por que soy tan popular pero... Estoy comenzando a sentirme muy muy intranquila. Todo esto es... demasiado raro.

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- La experiencia siempre es un grado -respondió-. No tengas prisa.

Lo cierto es que Eva todavía no tenía información sobre Ferrero, ni mucho menos sobre lo que eso implicaba a su padre.

- ¿Estás segura de eso? ¿Ese tío es de fiar? En nuestra sociedad, la ayuda nunca es altruista... Si mañana te pide un favor... ¿Se lo negarías?

Daniel se encogió de hombros.

- Creo que, probablemente, no hay nadie que pueda averiguarlo mejor que tú. Sigue investigando. Yo te cubro las espaldas.