
Muchos minutos después una sirena, un camión de bomberos. Se acerca a una velocidad moderada. Economiza. Sabe que, en el barrio del que viene la alerta, no hay nada urgente que pueda perderse. Cuando los primeros bomberos ponen pie a tierra y empiezan a evaluar el derrumbe, unas sombras se desvanecen entre los escombros y abandonan el antiguo almacén. Han conseguido pasar desapercibidas. Seguramente, los bomberos tampoco querrían saber qué eran. Cuando empiezan a remover las piedras encuentran unos viejos monos de trabajo con unas letras escritas en su espalda y pecho. GM.

Las sombras se arremolinan en torno a una figura, que, nerviosamente, las interroga. No le gusta las respuestas que le dan, no han hecho bien su trabajo, ya pagarán por ello. No es el momento. Toca retroceder, refugiarse, esperar y pensar. La siniestra figura se mete en un coche negro, con los cristales tintados, y se aleja de allí para no volver jamás. Las sombras vuelven a escabullirse por las desiertas calles.
Alguien se remueve inquieto entre la basura en la que duerme, una sirena de un camión de bomberos ha importunado su descanso. Tiene hambre, mucha hambre, un hambre cegadora. Domina sus pensamientos, domina sus movimientos, domina todo su ser. Sale a una calle principal, le vale cualquier recipiente, cualquiera, el primero que encuentre, el primero que se ponga a su alcance. Es una mujer, negra, embutida en un llamativo chándal, camina presurosa, inconsciente del peligro que le acecha. Va a su clase de yoga escuchando música de la Motown a todo volumen. Una desconocida le aborda. Sus ojos, su mirada, la ha visto en algún sitio, no exactamente la misma pero si parecida. Su profesor. Todo se vuelve rojo.
Las noticias tienen el mismo interés de siempre, 0, pero sirven de hilo musical de fondo para ocupar la mente. Después de ducharse, Leo gusta de relajarse delante de la caja tonta. Sabe que es perder el tiempo pero es algo terapéutico. Otro almacén en una antigua fábrica de coches se ha derrumbado, no es novedad. Lo extraño es que alguno siga en pie. La ciudad entera se está derrumbando. Otro camión de bomberos se oye en la calle. Mañana ha quedado con Sofía. Le duele verla, pero le duele todavía más no hacerlo. Parecía nerviosa, seguramente tenga problemas con su nuevo novio, siempre pasa lo mismo. Quizá sea momento de dejar la ciudad, pero antes debe dejar atados ciertos cabos. Dejar la ciudad. Seguramente le pasaría como con Sofía, por un lado quiere sentir el alivio de vivir en un sitio que no esté en una eterna decadencia. Por otro, cada vez que escucha su nombre, un sentimiento de orgullo hace que, su inerte corazón, se remueva.
Su nombre es Detroit, La Ciudad del Motor.