Jugueteó unos instantes con un envoltorio de plástico de un pastel tirado en el suelo. Aún tenía adheridos restos de chocolate derretido, que pudo apreciar concentrándose en su olfato agudizado. ¡Cómo le había gustado ese auténtico manjar! El chocolate era realmente poderoso y la había ayudado en sus peores momentos de necesidad y soledad. Le hubiera gustado emitir un largo suspiro, que surgiera de sus entrañas, pero eso necesitaba de una bocanada de aire que ya no podía tomar. Estaba dando palos de ciego y al hacerlo les estaba dando el control.
Tenía que sobreponerse a lo que le pedía el corazón. Ir a Aluche y entrar a por todas por su familia. Darles una lección. Pero, ¿realmente estaba ella detrás de eso? Porque no había nada en la tierra en ese instante que deseara más que alimentarse de esos bastardos. No podía dejar de imaginarse saliendo de entre las sombras para abrirles el cuello y beber su sangre cálida a borbotones hasta que sus piernas se aflojaran y cayeran al suelo, no muertos pero sí sin conocimiento. No podía alejar esa imagen. No le causaba el mismo reparo que un hombre dormido o una mujer recién parida. No... Beber la sangre de sus enemigos se le antojaba tan exquisito que sabía perfectamente por qué estaba allí, aunque no quisiera reconocérselo. Intentaba atraer a alguno de aquellos motoristas para cazarlos, alimentarse de ellos, castigarlos por lo que habían hecho porque eso no le causaba el menor cargo de conciencia.
Agitó la cabeza, con fuerza, intentando alejar esos pensamientos, pero no se fueron. Intentó en vano buscar las estrellas en el cielo anaranjado sobre San Cristóbal, buscando algo de calma. Tenía que saciar eso. Tenía que callarla , a eso que llamaban la Bestia, para que la dejase planear en paz. Tomó el móvil entre las manos. ¿Accederían? Un cambio de día. No les importaba que fuera un sitio público, ¿cederían? Pero, ¿y su tío?
Abrió de nuevo los mensajes
Estimados señores: me temo que esta noche me será imposible acudir a la cita por cuestiones de fuerza mayor. Sin embargo, y sin ánimo de desmerecer nuestro encuentro, me gustaría solicitarles un aplazamiento hasta un día de la próxima semana que corresponda de forma adecuada a nuestras agendas, en hora razonable y pendiente de concretar el lugar más adecuado a la privacidad necesaria de nuestros negocios. Espero accedan a una correcta hospitalidad para su invitado, durante este corto período, que garantice las perfectas condiciones para su asistencia a nuestra próxima reunión, ya que es requisito imprescindible para que esta suceda. Lamento profundamente este cambio y quedo pendiente de su confirmación. Reciban un cordial saludo. E.E.
Y enviado aquello esperó la respuesta. Lo mejor que podía hacer esa noche era alimentarse y dejar de jugar al Vaquilla.