[Rafael y Donato] A través del Adriático

[Baudelaire]

Corriendo el año de nuestro señor de mil doscientos ochenta y cuatro, noveno día del mes de agosto, poco después de las campanadas de la misa de matines.

Habiendo viajado desde León hasta Aragón para tomar el barco, Rafael ha tomado otra vez rumbo hacia Venecia después de su consagración en Salamanca hace algo más de 7 años en que todo ha sido más bien tranquilo y sin haber puesto en riesgo a su familia o sus asuntos personales en la universidad.

Atravesando el Mediterráneo, luego de un trayecto agradable y sin mayores sobresaltos con una pequeña parada de abastecimiento en Córcega, se halla en las inmediaciones del puerto de Palermo abordo del Saco de anchoas. Un mercante que jamás ha transportado pescado alguno y que tampoco suele llevar pasajeros, menos un físico legendario que ha viajado de incógnito.

Desde las colinas en que habita maese Linoti, Donato desciende al muelle para subir al mismo barco, que observa desde la lejanía sin saber que se encontrará con otro agente de la inquisición sombría. El mar Tirreno luce bastante agitado para la época y solamente ha estado así desde la captura de Andoni, el famoso forajido y espía aragonés. También con algo más de 7 años desde su consagración en Nápoles, todo ha sido bastante rutinario y sin mayores sobresaltos, salvo el asunto de aquel lince de las nieves que merodeaba cerca de la cabaña de su maestro. La embarcación, muestra su nombre al cartógrafo. Y, con la cubierta completamente despejada de cualquier marino, se acerca y sube la escalerilla con calma. Nadie, ni un alma a la vista. Salvo un hombre encapuchado que parece escrutarle desde la popa, a quién le ha llamado la atención que otro pasajero igualmente misterioso que él… le observa.

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Por supuesto, se trata del primer encuentro. Tómense el tiempo para desarrollar un primer acercamiento y un primer diálogo. Recuerden que ninguno sabe que el otro es parte de la inquisición sombría, deberán descubrirlo dentro del juego. Así ganan tiempo para avanzar/terminar sus preludios sin mayores dificultades. Sigue sin haber presión de mi parte para mantener el ritmo de la partida, pero ya depende de ustedes coordinarse… ¡a jugar!

[bleyd_master]

Que extraño, ninguna persona a la vista... ¿Donde esta el resto del pasaje... la tripulación, o siquiera el capitán del navío?

Reviso la cubierta con la mirada, tan sólo un hombre encapuchado se encuentra allí, su aspecto es el de un mercenario, alguien acostumbrado al viaje y los peligros que éste conlleva. Éso o tal vez este montándome una historia que no tiene nada que ver con la realidad. Los últimos acontecimientos de seguro han dejado huella en mí, ahora tan solo quería llega al camarote para poder acomodarme en el que seguramente sería un largo viaje.

Me acerco al hombre cargando con mi equipaje, no querría dejar desatendido tan precioso material.

-Disculpe signore, Donato Benini a su servicio, ¿por casualidad sabríais cuál es el paradero del capitán?-

Espere su respuesta esbozando una débil sonrisa.

[Baudelaire]

La capucha es incapaz de ocultar los rasgos de un misterioso viajero al otro, rápidamente se reconocen por ser igualmente famosos: Donato, por su cartografía impecable heredada del legendario Linoti y Rafael, por la hazaña de haber descubierto un tratamiento para la peste tras mucha investigación con su propia esposa. Sin saber aún que forman parte de la misma organización secreta, ya se ha corrido el primer velo: dos personas muy famosas que viajan del mismo modo: como incógnitos y con el mismo rumbo. El navío, Saco de anchoas, viaja hacia Venecia… la perla del Adriático, ese antro que rezuma actividad infernal como un portal del inframundo.

Rafael, por cierto, no ha visto al capitán desde la breve detención en Córcega para el aprovisionamiento. Algo entre aquellas cajas parecía extraño, sin etiquetas y subidas justo al ocaso, como intentando ocultar su carga y estibado. Todo parecía muy ágil, casi vertiginoso, pero con muchísima preocupación para asegurarse que todo quedara bien asegurado.

Donato, habiéndose presentando, confirma lo que Rafael teme. Que aquel recién abordado es la única persona que no tiene que ver con la tripulación y que podría ser la clave para desenmarañar lo que está ocurriendo en el barco. Nadie a la vista, solamente algunos ruidos y el golpecito en la puerta con un plato de comida. Al físico le ha parecido que todo el mundo le está evitando, salvo el cartógrafo que a toda costa busca saber más.

Será necesario que puedan confiar el uno en el otro, sino el viaje será algo más que misterioso… y, probablemente, trágico. Nadie, ni un alma, casi un barco fantasma. Apenas algún murmullo que se rompe con el sonido de la cadena que comienza a levar el ancla. Un marinero oculto bajo cubierta debe estar activando el mecanismo, no hay sirena ni aviso alguno: Saco de anchoas comienza a moverse, mientras otro marinero oculto despliega las velas. Al mirar hacía dónde debería estar, ya se ha marchado.

[Charles_Castle]

Mi viaje ha sido tranquilo hasta ese momento. Aquel amanecer parece presagiar un día tranquilo. Las campanadas han llamado mi atención y miro al interior de la ciudad tratando de ver la iglesia de donde procede su tañido.

En éso, por el rabillo del ojo, percibo que alguien se acercaba. "¿Otro pasajero? ¿qué raro" pienso, pues hasta el momento, soy el único pasajero. Así lo vigilo mientras sube y veo que se aproxima hacía mí.

Al presentarse reconozco que no es un pasajero cualquiera.

-Un gusto - respondo al saludo con una leve sonrisa, ya que también es agradable hablar con alguien -
No lo he visto. A lo largo del viaje la tripulación me ha evitado. En un principio, traté de cruzarme con alguien pero parece que saben por donde estoy ya que no he podido ver a alguien más. Por cierto, me llamo Rafael Eyzaguirre, a su servicio; y, a menos que usted tenga más suerte, creo que seré al único que verá en este barco. - digo con cierto tono de broma, aunque es algo curioso el hecho.

Al escuchar las anclas y el despliegue de las velas miro a mi alrededor, sin ver a nadie de nuevo -
Ve a lo que me refiero - le indico a Donato para que crea que es alguna clase de novatada por ser el pasajero nuevo.

[Baudelaire]

La iglesia de San Ferdinando se aleja ante los ojos de Donato, ya enterado que su acompañante es efectivamente aquel físico con nombre de arcángel. Y, específicamente, el encargado de las sanciones… una pintoresca coincidencia o, tal vez, algo más para añadir al misterio. Lo importante es que se muestra amable y ha parecido buscar la fuente de las campanadas.

El ruido del barco apaga suavemente el tañido, mientras comienza a dejar el puerto con rumbo hacia Venecia, mientras Rafael confirma que se trata del cartógrafo más importante de Europa… después de su maestro. Difícil saber si aquel hombre sigue vivo, pero quizás sería impertinente preguntar.

Las velas ya hinchadas con el viento sur, impulsan a Saco de anchoas con ligereza sobre el oleaje, mientras el cielo comienza a encapotarse. Lo que parecía el comienzo de un día agradable, de pronto se torna algo más frío. Extraño, para ser pleno agosto y en una zona habitualmente calurosa. Algunas pequeñas gotitas mojan el rostro de los recién dialogantes, cosquilleando suavemente sus párpados y nariz. Nada realmente molesto.

Al cabo de unos minutos, la suave garúa se convierte en una llovizna jabonosa. La cubierta pronto se convertirá en una superficie muy resbalosa, quizás la tripulación ya estaba enterada de la meteorología y se ha preocupado de mantenerse a cubierto. Lo que sigue siendo muy curioso es que el timón está debajo, ningún otro barco parece tener tal configuración.

[bleyd_master]

El tiempo pasa mientras le pregunto a mi acompañante sobre su destino, historia, vida y milagros. Aunque me inquieta que la tripulacion no se deje ver, no le doy mayor importancia. Las velas se levantan solas, seguramente mediante un sistema de poleas. La lluvia se torna suave y amenaza con convertirse en un torrente.

[/color]-Querido compañero, no se vos, pero servidor prefiere no tener que lidiar con el agua; así que voy bajo cubierta a ver si soy capaz de encontrar a alguien que pueda indicarme un camarote o a éste ultimo por mi cuenta, en caso de que no sea capaz. Si queréis acompañarme sois bienvenido; no estoy seguro, pero temome que su nombre es harto conocido ¿verdad? ¿podríais ser un físico? ¿o estoy equivocándome de rama?

Encamino mis pasos para descender a las entrañas del navío, tengo un equipo sumamente sensible al agua y no quiero que el pergamino se dañe a causa de ésta… sufriría para sacarlo adecuadamente. Por no hablar de que una cubierta resbaladiza podría hacer que alguien caiga por la borda... mejor prevenir que curar.

[Baudelaire]

Rafael sabe que tuvo que hacer lo mismo en el puerto de Valencia, ya que tener una esposa musulmana permite cruzar con facilidad los territorios de al-Andalus. Buscar un camarote disponible fue sencillo, era el único que estaba abierto y sin llave. Tiene dos literas, así que bien podría compartirlo con el recién llegado. Donato, de todos modos, sabe más del clima mediterráneo que él.

Aquéllas nubes borrascosas, en pleno verano, son habituales en la región y anuncian un aguacero de proporciones. El clima de León, en cambio, es algo más seco y benévolo; poca lluvia en agosto por estar más al interior de la península ibérica.

Mientras Donato se acerca a la puertecilla en que está la escalera que baja al interior del barco, su predicción resulta de lo más acertada. El chaparrón comienza a hacer que la cubierta se vuelva extremadamente resbaladiza. Para Rafael, quizás sería una buena idea seguirle… pero, en realidad, la chimenea de la cocina está comenzando a humear. Hasta ahora, siempre ha estado solitario en el comedor de junto. Ningún marino a la vista, quizás tienen el propio en un espacio oculto o se alimentan en medio de sus labores… igualmente inescrutables.

En cualquier caso, todavía es hora del desayuno. Y, quizás, sea buena idea tomar algo para llevar al camarote.

[Charles_Castle]

Había notado la lluvia y prefería está bajo cubierta cuando empezara a arreciar

-Le acompaño, pero salvo que el capitán haya dispuesto otra cosa, el único camarote abierto es donde yo estoy. Si a vos no le molesta podríamos compartirlo, a menos que encontremos otro camarote abierto y apetezcáis vuestro espacio. - digo observando a Donato

-Sobre vuestra pregunta, sí, lo malo de hacerse famoso es que uno no puede pasar inadvertido en ciertos círculos… - digo con una leve sonrisa - pero vos también sois una personalidad, me parece que la fama cartógrafo le precede, ¿no es así? -le pregunto mientras noto el humo de la cocina

-¡Ah! - digo apuntado con el dedo hacia donde venía el humo - la cocina empieza a dar señales de vida. Si gusta podemos tomar algo de desayuno a menos que ya venga con algo en la panza - pregunto ya que he notado que mi estómago está dando señales de haber despertado

[bleyd_master]

Escucho con atención a mi acompañante, aunque los bultos pesan y soy consciente de su fragilidad… el tambaleo del barco en la mar no ayuda demasiado.

-Bien, no me desagrada tener un compañero de cuarto, podremos contar historias y charlar sobre los acontecimientos sucedidos en otros lares del mundo; las historias son siempre amenas y entretenidas, llevando consigo un significado oculto o una lección que suele ser conveniente aprender.

Deposito las pertenencias en el suelo en un rincón intentando que no molesten.

- Pues… sí, la verdad es que tengo a mis espaldas algo de fama; sin embargo, en nada se compara con la que ostenta mi maestro. Sé que estare a su sombra incluso después de su fallecimiento, aunque… pensándolo bien tal vez vaya siendo hora de buscar un aprendiz yo mismo. ¿Quien sabe? tal vez nos supere a ambos.

Dejo la conversación un segundo y atiendo a la dirección señalada.

¡Oh! Es una gran idea. Partamos raudos y veloces a esos benditos manjares, de seguro tendremos algo de pescado fresco.

[Baudelaire]

Tras el breve intercambio para manifestar la complicidad recién hallada, guardar los bártulos y estibarlos convenientemente en el espacio reducido del camarote, el aroma de la carne asada de… anchoas surge de camino a la cocina. Todo parece igualmente desierto en el comedor de junto, hay un par de ollas con el guiso y una jarra con vino blanco, con dos copas. De algún modo el cocinero y quién sea que haya preparado la mesa… sabía que serían dos.

Además, hay algo de queso y uvas. Extraña combinación, pero sigue siendo bastante agradable todo. Tras el brindis de rigor, compartir un buen desayuno incluso con un vino de pésima calidad, parece alegrar un poco los espíritus. Fuera, la tormenta se hace cada vez más intensa; por lo que, hacia el final, ya los platos parecen tener vida propia oscilando de un costado al otro. Una mano par afirmarlos y la otra para pasarles un trozo de pan. Delicioso, pero tampoco demasiado abundante. La copas parecen danzar con sus cuellos delgados, pero desafiando a la gravedad.

Tras vaciarlas, parece ser mejor regresar al camarote. Cruzan a la cocina y ponen todo a remojar en una mezcla jabonosa, ya alguien más se encargará de la limpieza… un trueno resuena y el barco se estremece, cae un rayo en la lejanía y el destello del relámpago abre el azote. Un recorrido de 5 minutos, entre el viento y la lluvia, aumenta al triple; pero ya han regresado al camarote, algunas cosas se han volcado… pero parece más acogedor que la cubierta. Los ruidos de madera que cruje en la cala acompañan al viento que azota la estructura, seguidos de un momento de silencio… una inesperada pausa, de unos cuantos segundos, precede a una nueva sinfonía de la tempestad.

Allí, en esa falsa soledad, pues hay una gran tripulación en el barco… parecen formarse nuevos vínculos.