Habiendo viajado desde León hasta Aragón para tomar el barco, Rafael ha tomado otra vez rumbo hacia Venecia después de su consagración en Salamanca hace algo más de 7 años en que todo ha sido más bien tranquilo y sin haber puesto en riesgo a su familia o sus asuntos personales en la universidad.
Atravesando el Mediterráneo, luego de un trayecto agradable y sin mayores sobresaltos con una pequeña parada de abastecimiento en Córcega, se halla en las inmediaciones del puerto de Palermo abordo del Saco de anchoas. Un mercante que jamás ha transportado pescado alguno y que tampoco suele llevar pasajeros, menos un físico legendario que ha viajado de incógnito.
Desde las colinas en que habita maese Linoti, Donato desciende al muelle para subir al mismo barco, que observa desde la lejanía sin saber que se encontrará con otro agente de la inquisición sombría. El mar Tirreno luce bastante agitado para la época y solamente ha estado así desde la captura de Andoni, el famoso forajido y espía aragonés. También con algo más de 7 años desde su consagración en Nápoles, todo ha sido bastante rutinario y sin mayores sobresaltos, salvo el asunto de aquel lince de las nieves que merodeaba cerca de la cabaña de su maestro. La embarcación, muestra su nombre al cartógrafo. Y, con la cubierta completamente despejada de cualquier marino, se acerca y sube la escalerilla con calma. Nadie, ni un alma a la vista. Salvo un hombre encapuchado que parece escrutarle desde la popa, a quién le ha llamado la atención que otro pasajero igualmente misterioso que él… le observa.