Webvampiro

Esta vez he vagado por los laberintos de la red de metro más de lo usual, como si algo dentro de mí deseara evitar el contacto con los demás humanos. No son agradables sus miradas. Cuando un nuevo tren retumba (el sexto) en la misma dirección que me dirijo, haciendo resonar las paredes con el sonido de sus frenos activándose unos metros más allá en la oscuridad, comprendo que estoy cerca de una estación, por lo que busco rápidamente como salir sin llamar la atención. Para cuando salgo del subterráneo, me percato que estoy en la estación La Latina (que irónico - pienso)

Rápidamente me coloco en marcha, caminando casi sin ningún destino en mente realmente. Camino casi por 30 minutos, cuando de pronto, las calles comienzan a serme conocidas, mis pasos van aumentando cuando llego finalmente a la vía donde estaba ubicado el hotel donde me alojaba: El Hotel Praga.

Me golpeo la cabeza con una mano, ¿en que he estado pensando? ¿que me ha sucedido? ¿Por que no había pensado en venir a revisar aquí primero una vez fui convertido en esto?... Una angustia se aloja en mi pecho, y comienzo a acelerar más mis pasos para dirigirme al hotel y consultar sobre mi reservación, ¿ya habrá caducado? ¿estarán mis cosas ahí?... sería bueno estar con mi maleta a cuestas, aunque problemático, pero al menos podría cambiarme de ropa.

Con cuidado entro al hotel, buscando entre mis pertenencias mis Cédula de Identidad (C.I), aunque acá la llamarían DNI. Me acerco a la recepción, pero espero que no haya otros residentes para acercarme hasta el mesón para consultar por mi habitación.

Como si estuviera escogiendo el momento adecuado, justo antes de entrar en la recepción apareció un extraño hombre.

Era un tipo normal, un rostro olvidable, pero con una desagradable expresión en su cara, algo que lo hacía ser... repulsivo. Ese gesto se agravaba con la enorme sonrisa que portaba, burlona, confiada y sarcástica. Daba la sensación de ser alguien detestable.

- Me alegro de que hayas sobrevivido -dijo, sin ningún tapujo ni preambulo-.

Su voz era ronca, casi como un gorgoteo.

Miro extrañado al sujeto, cuando me aborda y me sorprende más aún sus palabras, que comienzan a llenarme de dudas.

-Ehm... ¿le conozco? - respondo dando un paso hacia atrás.