[Narrativa] Guerra de Pieles: Letanía de Sangre

[Nemo]

Si respirara aún a William se le hubiera escapado un bufido o un suspiro. Algo indicando que sabía que había cometido un error. El vampiro miró las Puertas de la Eternidad y puso la mano en ellas, miró a la niña y se encogió de hombros.

— Eres gilipollas, William — dijo causando una extraña expresión en la niña.

El Tremere sabía que su oportunidad de conseguir alguna página de la Letanía acababa de esfumarse, al menos esa noche, pero la parte humana que quedaba dentro de él a veces le hacía cometer aquel tipo de actos. Para muchos en el Sabbat - y en la Camarilla - esa humanidad era un lastre que les hacía débiles frente a otros vampiros; William, que no había escogido seguir Senda de Iluminación alguna porque no dejaban de parecerle una religión con sus normas y ataduras, no dejaba atrás su humanidad y no lo hacía porque a pesar de llevar muerto más de un siglo seguía pensando que lo humano en él era lo que le daba ventaja frente a los monstruos. Y, la verdad, no le había ido del todo mal dadas las circunstancias. Casi todos los vampiros que conocían podrían haberle destrozado y allí seguía.

Así que improvisar se había convertido en algo casi innato a él. Sí: planeaba, conspiraba y se preparaba, pero no tenia miedo a abandonar su estrategia en el último momento e incluso hacerlo sin motivos.
Por ello iría a ayudar a aquella pequeña desgraciada. Lo haría porque había monstruos abusando de otros y a él le encantaba meterse en líos si podía darle una lección a unos abusones. Solo esperaba no recibir él la tunda. Otra vez.

— Vamos, pequeña, dime dónde están esos médicos. Quiero conocerlos.

[Darkhuwin]

Cuando la fría mano de la niña lo agarró, sintió una energía extraña recorriéndole desde los dedos hasta los ojos, lo que le produjo un instante de parpadeo que nubló su visión. Era como una niebla verde que le impedía ver con claridad y que parecía estarse introduciendo en su cabeza. Estaba viajando, pero no era él quién lo controlaba. En aquel momento, su época como despertado, le trajo curiosos recuerdos de cuando era capaz de moverse entre realidades por sí mismo...

Tras restregarse con la otra mano mientras andaba sin saber hacia donde, dirigido por el tirón de su pequeña acompañante, logró recuperar un poco la vista...había un camino empedrado rodeado por árboles y vegetación abundante, el viento y la lluvia azotaban con fuerza y los truenos resonaban cercanos. Repetitivos y parpadeantes relámpagos iluminaban su periplo hacia alguna parte de un mundo que, en cierto modo, se le antojó 'verde' en su primera impresión. Los zapatos resbalaban en el barro mientras avanzaban y Scarambough, por un momento, se sintió la parte más viva de aquel lugar. Algo a lo que hacía mucho tiempo que se había desacostumbrado.

El camino, que se había empinado hacia arriba un poco, terminó por llegar a lo alto de una loma desde la que pudieron vislumbrar lo que al parecer, sería su destino más inmediato. Un antiguo edificio de otra época, bastante maltratado y siniestro, en el que se podía leer, en letras claras y visibles en francés, la palabra 'Hospital'.

[Nemo]

El Hospital. Claro.

William lo supo instintivamente en el mismo momento en que "viajó" pero su cerebro tardó un poco más en procesar la información. Es curioso como todo se mezcla en la mente de una persona, como lo que va antes se coloca después y al final la confusión el caos, el desconcierto superan las barreras impuestas por la educación y las rutinas.
Pero estaba claro dónde estaba. Lo sabía porque él había estado allí antes y lo reconocía porque la sensación que tenía era desagradable y le helaba su sangre varada; allí sus trucos no valían o, al menos, no eran tan efectivos. Allí, el no era un muerto igualmente que en el otro lado no era un vivo. El vampirismo, a pesar de todas sus ventajas, era una maldición y era por cosas como aquella: ni vivo ni muerto. No-muerto.


— No me has dicho tu nombre, pequeña — dijo. Quería, necesitaba, tener un ancla. Comenzó a andar hacia el edificio de mala gana. — Dime, ¿qué recuerdas de ese sitio?

[Darkhuwin]

La niña, que tiraba de él con una fuerza imposible, avanzaba sin descanso hacia el edificio.

-Ingrid – Dijo sin mirarle. – Ingrid es mi nombre. Aunque ya no recuerdo mi apellido. Hace tanto que no lo utilizo…

Los relámpagos, los truenos y la lluvia, no cesaron y pronto, toda la ropa de Scarambough chorreaba empapada. Agradeció a su fuero interno su costumbre de llevar sombrero, al menos su cabeza se mantenía seca.

Llegaron a la puerta principal de la estructura, donde un porche de piedra los protegía de la tormenta que no paraba de arreciar. Era una arquitectura antigua, parecía datar de más de un siglo, pero en la visión de William, el hospital contenía elementos que estaba seguro que eran más de su época, como si el lugar pretendiese que su mente identificara los detalles más certeramente. Sin duda, el propio edificio parecía tener voluntad. Una voluntad que estaba tratando de meterse en su cabeza. Aquello le dejó algo confundido y le hizo pararse en la entrada, deteniendo el avance de su improvisada guía.

-Vamos – le dijo ella, tirando de él – ¡Debemos darnos prisa! Los doctores que me torturan están aquí, ¿No querías conocerlos? Me dijiste que ibas a ayudarme, que les daríamos una lección…- La cara de súplica de Ingrid se le clavaba en el alma, mientras dudaba si seguirla al interior de aquello que sin duda era una especie de infierno…

[Nemo]

Ingrid tiró nuevamente de la mano de William y este se mantuvo firme; lo hizo por instinto, algo dentro de él le advertía de no seguir y el mago no-muerto se preguntaba si era la Bestia o algo que estaba allí antes. Pero no tenía tiempo de analizar qué le instaba a dar media vuelta, y era culpa de la niña. Scarambough se dijo a sí mismo que lo que aferraba su mano no era una niña sino un espectro, el espíritu de un fallecido que no había trascendido por aspectos metafísicos que aún no comprendía; los fantasmas, los que sentían como Ingrid, no eran como otros espíritus que respondían a ideas, energías o emanaciones de otros planos de la existencia, no lo entendía así William quien había conocido a algunos que le demostraron que eran mucho más que sombras de las personas que fueron en vida en tanto que podían seguir sintiendo y experimentando nuevas situaciones.

Ingrid, el espectro de una pequeña fallecida de cólera, podía no ser una niña pero desde luego que sentía y la emoción que la dominaba era la desesperación, el miedo, la agonía. Darse media vuelta en aquel momento sería tan cruel como si lo hiciera con una niña viva. Podría llamarse Jamie y William volvería a tratar de salvarlo incluso sabiendo que era una trampa.

- Hagamos las cosas bien - dijo el Tremere mientras se desprendía de varias cosas. - No querremos encontrarnos con esta gente.

Con aquel tono despreocupado lanzó al suelo varias bolsitas con huesos robados, de muertos que si eran espectros como Ingrid aprovecharían que él estaba en su terreno para hacerle pagar sus fechorías. Pensándolo bien, muchos espíritus de muertos podrían querer cobrarse ofensas pasadas, pero desde luego que los dueños de los huesos eran de Montreal - o habían muerto allí - y si había alguna probabilidad de que pudieran cruzarse con él, sin duda que así pasaría. Era un buscalíos y eso nunca se deja atrás.

- Ahora sí, vamos a por los otros.

Más fácil decirlo que hacerlo. Aquel maldito hospital - William ya había decidido que lo odiaba - era tan extraño como todos los edificios en los que se había internado en otros viajes al Más Allá. Eran lugares cambiantes, vivos si se le permitía el chiste, y reaccionaban a los habitantes que por allí pululaban; si eran suficientemente viejos mezclaban estilos arquitectónicos y podías ver muebles anticuados con espejos modernos, puertas de roble de siglos de antigüedad con pomos de cromo; una vez Nelchael le explicó que los Espectros moldeaban su propio entorno aportando lo que recordaban de su época cuando estaban vivos y la amalgama resultante era tan bella como aberrante.

El Hospital, que William juraría que era una réplica pervertida del Hôtel-Dieu, se le antojó oscuro, húmedo, sofocante y pasear por allí era tan sobrecogedor que no fue hasta que hubo atravesado dos salas que se dio cuenta de que no estaban solos. Al principio fueron siluetas, sombras en las esquinas, borrones en los rabillos de los ojos, pero pronto se percató de que estaba siendo observado, con más o menos interés, por otros fantasmas. Desde luego él era allí el extranjero puesto que aunque estaba muerto, no lo estaba en sus términos; era un cadáver andante cuyo espíritu aún portaba la piel. Si en el hospital había alguien resentido seguro que estaría encantado de echárselo en cara, como si fuera su culpa.

Pero el Tremere estaba más preocupado por lo que había delante que por lo que dejaba atrás, como si vigilar las espaldas requiriera una energía que necesitaría para enfrentarse a lo que iba buscando. Ingrid, con todo su terror, avanzaba sin demora y segura de sí misma. Bien podía estar llevando la cena a cosas más terribles de un fantasma cabreado en modo de ofrenda: el vampiro este por un chute de recuerdos, señores doctores monstruos. Sonaba fatal. Sonaba fatal mal. No sabía si conocería algunos trucos que le pudieran salvar el culo a aquellas alturas.

De repente, un olor nauseabundo le llegó y le puso nervioso. Era una peste asquerosa, de podredumbre, muerte y dejadez. Entonces por la puerta de una de las sombrías habitaciones - ¿era la Morgue? - apareció una figura desharrapada, con una maraña enredada por pelo, largas barbas y unos ojos azules intensos que helaban el alma. Ingrid apretó la mano de William y le susurró al oído.

- Es John Doe. Lleva su frío a los que viven contigo y algunos se vienen con él.

William lo miró. John Doe. Un pobre muerto no reclamado. Aquella mirada decía mucho y se le estremeció algo dentro. También le provocó una arcada debido a la peste.

- Abrázame.

William se quedó petrificado. Sin duda aquel espectro era un muerto sin reposo, un espíritu incompleto. Pero el cabrón quería abrazarle a juzgar por sus brazos extendidos y según Ingrid eso podía resultar fatal.

- Abrázame.

- Colega, hueles fatal.

John Doe ni siquiera si inmutó e insistía, paso a paso, en rodearle con aquellos brazos que llevaban con ellos el frío de la muerte. William se preguntaba si podría morir definitivamente allí y si podría hacerlo por frío.

- Abrázame.

William miró a Ingrid y no supo qué ver en aquellos ojos; le apretó la mano con las suyas y le hizo un además para que se apartara. Después se giró hacia John Doe y se encogió de hombros.

- De acuerdo, colega.

Con todo el acopio de fuerza de voluntad que pudo, el Tremere abrazó al espectro y se apretaron fuertemente; el hedor era terrible pero no así el frío. William lo había intuido segundos antes. Aquel pobre desgraciado había muerto de frío abandonado en la calle y nadie lo había reclamado; estaba solo cuando murió y llevaría solo mucho más pues, ¿quién se hubiera acercado a un vagabundo apestoso? Sólo quería una muestra de humanidad y tuvo que ser un vampiro el que se la diera.

- Va, va - dijo William separándose de John Doe quien ya no tenía los ojos congelados. - Tengo que seguir, colega. Pero, por favor, date una ducha.

El Sabbat volvió a coger a Ingrid de la mano y esta lo miraba con ojos abiertos como platos, lo cual era bueno porque parecía que el pestazo que llevaba impregnado encima William no le molestaba.

- ¿Por qué has hecho eso?

- ¿Por qué no iba a hacerlo, peque?

Era una niña y podría haber seguido preguntando hasta el día del juicio final, pero un viento frío, olor a cloroformo y el sonido de un bisturí cortando carne llegó desde el fondo del pasillo de aquel hospital infernal. Vampiro y espectro apretaron sus manos y se adentraron en la zona más oscura.

[Darkhuwin]

"Bip", "bip", bip" ... el sonido de las máquinas medidoras de constantes vitales, rítmico y repetitivo se reproducía infinitamente a lo largo de los pasillos que ahora recorrían.

La oscuridad, aquella oscuridad verde, se extendía por toda la zona, pero había un parpadeo fluorescente, como si de una luz de alarma se tratase, que iluminaba intermitentemente su avance. Una y otra vez, una y otra vez, los mismos corredores, las mismas salas, vacío, todo vacío. ¿Cómo podía ser? Acababan de encontrarse con...bueno, con lo que sea que habitara aquel lugar, pero ahora en cambio, Ingrid lo guiaba sin cesar hacia ninguna parte...o eso le estaba pareciendo. Estaba seguro de que no iba a saber volver. Los giros y requiebros, los atajos entre puertas que aparecían de pronto. Aquello era imposiblemente laberíntico. El camino no seguía la geometría euclídea, no había proporcionalidad en el recorrido ni en las dimensiones del edificio y su viaje y sin embargo, de pronto, llegaron al ascensor. Era el final de un largo pasillo blanco, con una línea verde lo recorría a media altura en sus dos paredes y terminaba en las metálicas puertas. Sólo había dos números en su marcador de pisos. El cero y el menos uno. La niña pulsó el botón de llamada y se dispuso a esperar.

-Ahora bajaremos - dijo misteriosa. Pero el ascensor no parecía responder. No hacía ningún ruido y seguía marcando que estaba en el menos uno. La pequeña volvió a machacar el botón, ahora con más ímpetu. Nada. Unos pasos comenzaron a resonar en el pasillo. William se giró y trató de vislumbrar algo en aquella parpadeante penumbra, pero no parecía haber nadie, o por lo menos, no lo suficientemente cerca para poder verlo. Cada vez sonaba más cercano. Ingrid estaba impacientándose y parecía asustada.

Una voz sonó en la penumbra:

-Pequeña desgraciada ¿Eres tú? – El tono era agudo, pero era el timbre de un varón. - ¿Ya has vuelto a escaparte, no es así? ¿Y qué has traído ahora, eh? ¿Otro niño perdido en las alcantarillas? ¿O un salvaje como la última vez?

Los dos se volvieron al sentir la presencia cercana de una alargada sombra que iba aproximándose. Allí, entre carritos, sillas de ruedas y camillas abandonadas había alguien. Alguien vestido con una larga bata blanca y un estroboscopio colgado del cuello. El pelo alborotado y algún tipo de instrumento en las manos. Pero por más que la luz iluminaba su cuerpo cada vez que se encendía, su rostro continuaba en una impenetrable sombra.

-¿Es que ya no recuerdas qué hacemos con los amiguitos que nos traes? – Un terrible chirrido salido de ninguna parte y desgarradores gritos de terror y angustia se escucharon a lo lejos. - ¿Se te ha olvidado que coleccionamos sus pieles?, hum, hum, hum - río por lo bajo y justo en ese momento, sonó un ‘ding’ a sus espaldas, anunciando que el ascensor había llegado por fin. Pero al darse la vuelta para encarar las puertas que se estaban abriendo, pudieron ver, en su interior, un grupo de figuras, ataviadas también con batas blancas y diferentes instrumentos y ropas característicos de médicos, cirujanos y doctores de diferentes épocas. Hombres y mujeres, todos con la cara ensombrecida y sangre seca en sus guantes, pantalones y zapatos. Todos mirándolos y resoplando de impaciencia, como si estuvieran a una señal de echárseles encima.

-¡Noooo, noooo! – Empezó a gritar la niña, al borde del llanto – Otra vez noo. ¡Mátalos, mátalos a todos! Por favor ¡mátalos a todos! - Y entonces William Scarambough se preguntó cuál sería la forma de matar algo que no solo estaba muerto, sino también enterrado….

[Nemo]

William estaba muy cercano a la confusión total y totalmente inmerso en la desorientación cuando llegaron al ascensor. Se había abstenido de hacer preguntas porque era claro que no iba a obtener las respuestas que necesitaba y, en el fondo, porque ni siquiera estaba seguro de querer saber qué estaba haciendo. Si mantenía la mente en un plano superior - ¿distinto? - quizás pudiera tener el enfoque necesario para poder pensar como un habitante del mundo de los vivos, a pesar de la ironía, que sirviera de ancla cuando necesitara salir de allí. Visto así, era un poco pesimista pensar que tendría que volver por sus propios medios. Mejor alejar esos pensamientos de su cabeza.

El pasillo. Aquel maldito pasillo sacado de cualquier pesadilla o de una película de terror. Si aparecía Freddy Kruger no se sorprendería en absoluto. ¿Podía sentir escalofríos allí abajo? William era capaz de sentir miedo, eso le había mantenido entero muy a menudo. Por eso reconoció de inmediato que estaba empezando a acojonarse. Todo era demasiado inquietante como para estar tranquilo.

Cuando apareció el "doctor" confirmó sus sospechas de que algo no iba bien. Al principio comenzó a prepararse mentalmente para enfrentarse a él, su cabeza ebullía con frases y situaciones en las que aplastaría aquel ego tan inflado, aquella maldad que había reconocido en ciertos Sabbat, la de los abusones, los estúpidos, los monstruos. Todo aquello se desmoronó cuando el ascensor se abrió y en vez de una escapatoria, lo cual no habría estado nada mal, se encontró con la pared al otro lado de la espada. Cuantas maldiciones podría haber dejado escapar por aquella boca William si hubiera tenido ánimos de hablar.

Entonces Ingrid empezó a gritar y, salvo si era una actriz consumada, parecía estar verdaderamente asustada de volver a sufrir algo que no merecía. Y en su cabeza algo hizo click. La Bestia quería salir. La Bestia quería poner en su lugar a todos. Quería imponerse. Quería machacarlos. Lo malo es que la Bestia no piensa y contagia a William.

- ¡Bastardos hijos de la gran puta! - espetó el mago con mala baba. - Os creéis duros pero sois unas mierdas. Conozco entidades que os devorarían sin pestañear.

William apretó el hombro de la niña con fuerza; quería transmitirle una seguridad que quizás él no podía darle. ¿Qué era el Tremere allí sino un invitado, un forastero, un don nadie? Aquel sentimiento de impotencia le calentó aún más su sangre muerta.

- ¡Qué os jodan, fantasmas de pacotilla!

Dicho aquello tiró de memoria, forzó el banco de datos de sus conocimientos en busca de algún espíritu que conociera y pudiera invocar para hacer frente a aquellos espectros. Algún muerto, quizás. Una idea terrorífica que habitara por aquellas tierras de sombras y pudiera tomar forma. Cualquier umbrae que fuera capaz de llegar hasta allí y hacer un pacto.

O, simplemente, Nelchael.

[Darkhuwin]

La situación se había vuelto caótica. La niña lloraba y chillaba de terror, las caras sin rostro se acercaban lentas, impasibles, como en una pesadilla, con un rumor de mil voces que resonaba en la cabeza del brujo, similar al que hacía unos minutos escuchara en el mausoleo, allá abajo, en el mundo de los vivos. Amenazas, insultos, obscenidades, todo ello mezclado con sonido de carne, sangre y gritos lejanos de dolor provenientes de niños...

Y William pensaba, trataba de abstraerse, intentaba concentrarse y recordar...tenía que haber algo, tenía que hacer algo, para eso había venido, ¿No es cierto? Para salvar a la niña, para aliviar su dolor, para sentirse bien consigo mismo. Sentirse un héroe...Pero no lo era, sabía que no lo era, era casi todo lo contrario. Como había demostrado toda su vida, con Jenna, con Jamie...Pero entonces ¿Qué cojones hacía allí?

"¿Y qué has traído ahora, eh?" "¿O un salvaje como la última vez?" "¿Se te ha olvidado que coleccionamos sus pieles?"

Su mente daba vueltas, parecía no haber salida, entró en una de las puertas que había quedado a un lado del pasillo tirando de la pequeña Ingrid y trató de bloquearla, pero no había hoja...era una marco vacío. Interpuso unos cuantos muebles mientras seguía pensando...Sus perseguidores asomaban, sus rostros iban tomando forma, ojos vacíos, bocas gigantes, abriéndose para tragarlos.

"Pieles"..."Guerra de Pieles" ¿Podría ser que...aquí? No, este no era su mundo, no había conexión directa posible...pero ¿y si Nelchael?

Fue pensar en él y apareció. No hizo falta invocación ni ritual, ni siquiera sangre...las reglas en aquel plano eran distintas sin duda, pero ... ¿Cómo era posible? Allí estaba, apoyado en la pared. Sonreía, cómo no. Su aspecto era el de un demonio en todo su espledor: ojos amarillos, dientes afilados, garras, incluso con sus cuernos y rabo. Hijo de perra, le tenía a su merced...

-¿Pensando en mí otra vez, Scarambough? - La entidad se giró para mirar hacia la puerta - Oh, ¡Qué situación más interesante! ¿No me digas que ahora te dedicas a jugar con fantasmas? - hizo un gesto negando con la cabeza mientras chasqueaba la lengua repetidamente y ponía morritos - ¿Y en su propio mundo? ¡Qué valiente! ¿O debería decir ... estúpido? Mmmm ¿Y quién es ella? - su mirada se volvió voraz cuando se posó en Ingrid.

[Nemo]

La he cagado pero que bien cagado.

Ese fue el pensamiento de William en aquel momento, cuando vio a Nelchael jugando a ser Nelchael. Había bajado la guardia, vaya si la había bajado, y el resultado era aquel. Una situación desesperada y su demonio particular - no lo era en realidad pero como si lo fuera - acudiendo como una mosca a la miel. Lo peor era que Nelchael era un oportunista con un olfato infalible para problemas como aquel.

- No me jodas, Nelchael. No ahora.

El demonio sonrió mostrando una perfecta y aterradora hilera de dientes.

- No te hagas el tonto, Will, no hubiera venido si no me hubieras llamado - contestó Nelchael encogiéndose de hombros simulando inocencia. - Además, estoy casi seguro que te alegras de tener al menos una cara conocida ahora. ¿O me vas a decir que no necesitas mi ayuda?

Scarambough dio un manotazo a un brazo que asomaba entre los muebles y se volvió para encarar a Nelchael mientras poní a Ingrid a cubierto del demonio; el rostro del vampiro era un poema. Estaba entre la espada y la pared, salvo que no era una espada sino un tridente y la pared era un grupo de espíritus con muy mala leche.

- No necesito tu ayuda. - A William le sorprendió la facilidad con que lo dijo y se dio cuenta de que no mentía. No totalmente, claro. - No quiero que te entrometas, Nelchael. Puedo ser un gilipollas por haberme metido en este lío, pero saltar de la sartén al fuego es una idiotez que hoy no quiero cometer. Pregúntame mañana.

- Tu aplomo es tan escaso como las posibilidades de que salgas de aquí, vampiro engreido. Me necesitas, admítelo. Ahórrate una humillación mayor y pide ahora que aún tienes lengua; después, cuando te estén arrancando la piel a tiras, vas a tener que emitir gorgoteos que tendré que interpretar.

La piel a tiras.

Sintió un empujón que casi lo tira al suelo cuando los espectros - o lo que fueran - intentaron pasar a través de la improvisada barricada mientras le gritaban obscenidades a la niña, quien era presa del terror más absoluto.

- Información.

De mala gana cogió la bolsita de cuero que pendía de su cuello y sacó lo que parecía una falange de alguna mano humana; lo puso sobre el suelo e inscribió en el polvo un pentagrama; Nelchael reconoció los símbolos que iba dibujando con dificultad el mago alrededor del hueso y chasqueó la lengua pues sabía qué estaba haciendo.

- Por la luz que tapa la sombra de Marbas, Aquel que revela las cosas escondidas y bajo la supervisión de Asmodeo que subió al Árbol del Conocimiento, suplico a los Caídos que me envíen las respuestas que requiero. ¿Qué Espíritu me puede ayudar en este momento a ganar esta Guerra de Pieles?

El ritual finalizó con un golpetazo sobre el hueso que quedó roto en varios pedazos y del que salía un humo sulfuroso. William miró a Nelchael pues, de todos los demonios que podrían responder a la pregunta, había uno muy cercano y que quedaría obligado a responder con la verdad.

Spoiler

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Ejecuto el Ritual Video Nefas para obtener una respuesta.
Depende de los éxitos tendré esta respuesta:

1 éxito Sí o no
2 éxitos Una frase escueta
3 éxitos Una sinopsis descriptiva (3-4 frases)
4 éxitos Una respuesta completa
5 éxitos Una respuesta enciclopédica que puede incluir historia, personalidades importantes involucradas o incluso leyendas apócrifas nunca antes conocidas por mortales o Cainitas.

Gasto un punto de FV para asegurarme el éxito.

Tiro Inteligencia + Ocultismo a dif 5 (tú haces la tirada y me respondes on-rol. Ya sabes, lo que pido es que me responda para saber a quién puedo llamar para que me ayude en este momento. Podía haberlo hecho más fácil o de primeras, pero entonces no había emoción

¿Te parece bien?

[Darkhuwin]

De pronto, su mente se iluminó. Recorrió lugares nunca vistos y tiempos lejanos a una velocidad que sólo un cerebro en sueños era capaz de manejar.

Rostros, palabras y sensaciones se entremezclaban en un colage de imágenes y sonido que por algún motivo, eran perfectamente comprensibles para el brujo. Como si cientos de párrafos de enciclopedias le llegasen al cerebro transformados en pequeños paquetes completamente dotados de sentido y relación.

Y entonces comprendió.

Los niños. Cientos de niños, miles de niños, incluso. Todos asesinados, enterrados vivos, o envenenados o estrangulados hasta la muerte para evitar que se propagase la enfermedad. Victimas inocentes de la hipocresía. Del miedo de sus asesinos. Ingrid sólo era la punta del iceberg. Allí mismo debía haber un ejército de almas con ansia de venganza, con la necesidad de que alguien los liberara de su sufrimiento, de sus cadenas, que los liderase para que pudieran llevar a cabo su ajuste de cuentas...Volvía a oír sus gemidos, sus llantos, sus lamentos. Estaban allí, abajo, en algún sitio al que llevaba el ascensor, sufriendo un eterno tormento por parte de las otras víctimas culpables del suceso. Los doctores. Aquellos que cuando fallecieron fueron incapaces de olvidar la ignominia de sus actos, y se vieron de nuevo atrapados en su cruel acto para siempre. En un infinito bucle infernal de dolor y desesperación.

Pero ¿Cómo podría invocar a un ejército?, él sólo, en un lugar extraño y decadente, lejos de la realidad, frío y estático. Estaba cansado, desconcertado, podría decirse que fuera de su elemento. La única forma posible sería echar mano de la ayuda de su máximo enemigo. Quizás él si pudiera. Pero el precio a pagar era demasiado alto. Ya le había echado el ojo a la pequeña...cómo no, no había tardado ni un segundo en averiguar cuál era su mayor preocupación, en agarrarle por las pelotas. Tomaría ventaja de la situación en cuanto pudiera, de eso no cabía la menor duda.

Las barreras que habían interpuesto no durarían demasiado. Sus sentidos comenzaban a embotarse, era posible que llevase demasiado tiempo en aquel plano. Cada vez estaba más confundido, y le costaba más diferenciar ciertos matices y sensaciones. Lo único que le resultaba meridianamente cierto, era que, la mano fría de aquella niña, le necesitaba.

-Tic tac, tic, tac - La voz de Nelchael era como una tiza chirriante en una pizarra.

Mas en aquel momento tan complicado y de tensión, ocurrió algo que lo desconcertó...Una voz, lejana, susurrante. Le recordaba algo. Otra realidad. Era una voz de mujer, pero no era Jenna, de ningún modo. Sin embargo, había algo en aquella voz. Algo que le producía cierto consuelo. ¿Cercanía quizás?

Uno de los Doctores, de pronto empezó a estirarse, alargándose hacia un punto de masa oscura, como si fuera arrastrado fuera de aquel plano, hasta que desapareció por completo con un grito de angustia desgarrador. Aquello desconcertó de algún modo al resto, lo que les dio algo más de tiempo.

William, con su cabeza demasiado ocupada, ignoró el hecho por el momento. Valoró que posiblemente su mejor baza era hablar con Ingrid directamente. Preguntarle por los otros niños.

- Ingrid, cielo. ¿Crees que podrías hacer que el resto de los niños con los que estabas ahí abajo, acudan aquí? ¿Con nosotros? - Preguntó con todo el tacto y la paciencia de los que fue capaz.

- ¿Aquí? ¿Ahora? ¿Por qué? Es muy peligroso...están los doctores y ...y ese otro... me da miedo ¿Quién es? ¿Es amigo tuyo?