Schwarzes feuer: Ohne starkes werkzeug schwer zu erreichen

[Baudelaire]

Entre divagaciones, tanteos y aperturas de diferentes recipientes extraño; vas descubriendo la organización depurada que mantiene este lugar. A pesar de la frialdad y la horrorosa falta de ruidos, todo surge del modo en que lo has construído en tu mente. Las herramientas, en silencio, vibran de manera imperceptible ante tu escrutinio. Te parece que se resisten a que las utilices sin la autorización de Tycho.

Sin saber muy bien como lidiar con la situación, continúas sin detenerte. Ante tu intento de hablar con Ban, la respuesta es prácticamente nula. El daño que posee es severo y te empujas más allá de los límites por sobre la inercia del entorno. Uno de los muros muestra una pequeña grieta que, al escudriñarla un poco más, revela algo así como un nicho oculto. El mecanismo se revela pronto en la forma de una palanca que habías pasador por alto.

La accionas y con un suave rechinar, la puerta de roca sólida se eleva verticalmente en sentido ascendente. Al interior descubres las reservas de carbón y una pequeña carretilla para el transporte junto a una gran pala.

[Rugido_Ancestral]

Sabía que las herramientas se iban a resistir sin la autorización de Tycho, después de todo llevan parte de él consigo. Como Ban conmigo. Sin embargo, es menester que no vacile; que, sin titubeos, me adentre en aquel nicho que he descubierto y comience a prender la forja.

Procedo a cargar la carretilla con carbón usando la pala, estoy empezado a ensuciarme. La primera vez que hube procedido a forjar a mi martillo, terminé casi impoluto, de la misma forma que había comenzado. Esta vez se ha hecho completamente diferente. Mentalmente estoy quebrado; físicamente, cansado y dolorido. Mi aspecto va camino a parecerse más al de un mendigo que al de un señor de la forja, cubierto de aquel cataplasma, tierra... y, ahora, también de carbón.

Una vez que completo este primer paso, me lanzo a la tarea del encendido la forja. Acomodo los trozos en el brasero y busco el punto de ignición con un poco de yesca y un pedernal.

[Baudelaire]

Unas pocas chispas surgen de tu intento. Hasta las más nimias herramientas siguen oponiendo una futil resistencia a tu voluntad. Estás empeñado y convencido que lograrás tu propósito de reparar a tu martillo Ban. Más que un asunto de desesperación, se trata del honor. Es más que un arma y un dispositivo de creación, se trata de un nuevo amigo. Lo descubriste cuando hubo lanzado un ataque suicida contra la banda de hongos, se merece toda tu admiración.

Más chispas aparecen y la yesca murmulla un leve chisporroteo, que cesa en un instante. Por supuesto, estás lejos de querer rendirte. Otro golpe de pedernal y un chorro de destellos inflama con gracia las demás varillas y hojarasca. Una tímida llama surge, pero hasta el carbón siente que todavía está fría. Su color es apenas rojizo y, de algún modo, sabes que debes llegar al amarillo-verdoso antes de alcanzar la flama carbonífera.

El fuelle a tu lado está rígido como una roca, te esfuerzas de sobremanera para accionarlo. Un instante después, una brisa intensa ayuda la combustión. Tonos anaranjados te muestran el avance, los bordes de algunos trozos brillan al instante. Un nuevo golpe de aire y alcanzas el color mínimo. En algo así como el toque de un tambor, sigues un ritmo constante de insuflar y distender el cuerpo del fuelle. Lentamente la forja se convierte en una zona ardiente.

Ban desfallece a un costado, su vibración es apenas perceptible. Necesitas con urgencia aumentar la temperatura hasta el azul intenso, de otro modo cualquier intento de refundir la estructura metálica sera infructuosa. Es la única forma de sellar las heridas de manera adecuada; pues, en caso contrario, terminará por sufrir una fragmentación irreversible. El templado original será destruído y perderás tu martillo primordial... lo que te habrá dejado condenado a jamás poder ser un verdadero maestro forjador.